miércoles, 18 de marzo de 2009

Cortijo Blanco

El cantar del gallo nos avisa que amanece un nuevo día, se levanta la gente a faenar. Aquel muchacho mira al cielo en una mañana gris de invierno, para comprobar si el cielo amenaza con llover, pero la necesidad hizo que en compañía de su burro, amigo de los caminos, bajara al pueblo para vender sus mercancías.

En el camino comienza la tormenta , pero el muchacho sigue hacia delante sin saber lo que el destino le tenía escrito. La lluvia cada vez más intensa hace imposible el caminar, lento el paso de su borrico, las gotas resbalan por el rostro y el deseo de llegar pronto a un cobijo aumenta por segundo.

A lo lejos ya se percibe el cortijo Blanco, que recibe el nombre de sus paredes encaladas, tanta blancura que se percibe en todos los alrededores resaltando con el azul del cielo y el verdor de sus campos. La inquietud hizo subirse de nuevo a su burro para apresurar su andar. Se aproxima a Rio Seco caudaloso por las lluvias del invierno, el miedo se hace palpable, no comprueba si el río se podía cruzar, un ensordecedor trueno y un golpe de agua arrancan al muchacho y a su burro del camino.


Los gritos del joven alertan a los vecinos que salen para averiguar lo que sucedía y observaron cómo las aguas torrenciales llevaban abrazado al muchacho y su animal, los vecinos impotentes vieron cómo se alejaba entre las aguas.

Entre lágrimas y gritos la madre desolada busca entre los cañaverales, junqueras y riberas a su hijo pero no aparecía. Pasan los días y los presentimientos se hacen realidad. Un pastor que llevaba a su rebaño a saciar la sed en una laguna formada en los inviernos lluviosos encuentra el cadáver del muchacho con su borriquillo amigo fiel, el compañero de camino le acompañó hasta la muerte y juntos andan por otros caminos.

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