lunes, 29 de diciembre de 2014

Visita de los Reyes Magos de Oriente 2015.



El próximo día 5 a las 12 de la mañana en el Salón de Actos María Zambrano, sus Majestades los Reyes Magos de Oriente harán entrega de los regalos a los niños y niñas de Periana. A las 18:00 horas tendrá lugar la Cabalgata por las calles del pueblo, la salida será desde la Plaza del Ayuntamiento.

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... Y QUE NO TE LO CUENTEN...

Las pandas de verdiales recuperan cantes ancestrales ante miles de personas.


Este año participan un total de treinta pandas, siete más que el año anterior, de los tres estilos, Montes, Almogía y Comares.


La Panda de Verdiales San Isidro de Periana gana el Tercer Premio en el "Baile del Trenzaillo" en la Fiesta Mayor de Verdiales, celebrado ayer domingo 28 de Diciembre el Puerto de la Torre, Y puntúan con un 10 al "Baile de Pareja" .

Montserrat Martínez / EFE
www.laopiniondemalaga.es - 28/12/2014 

Tradiciones milenarias y cantes ancestrales de raíces malagueñas. Es la herencia que las pandas de verdiales recuperan hoy, Día de los Inocentes y ante miles de personas, en el recinto ferial de la barriada malagueña del Puerto de la Torre, en la 53 edición de la Fiesta Mayor de Verdiales.
Este año participan un total de treinta pandas, siete más que el año anterior, de los tres estilos, Montes, Almogía y Comares, en un festejo que algunos expertos consideran como el folclore vivo más antiguo de Europa.
Las pandas provienen de diversos puntos de Málaga capital y de varios municipios de la provincia, como Parauta, El Borge, Álora, Comares, Periana, Villanueva de Algaidas, Almogía y Valle de Abdalajís.
El verdial procede de los cantes y bailes interpretados por los campesinos mientras trabajaban, ligados a los solsticios de verano e invierno y su nombre procede de la denominación en Andalucía de la aceituna verde que se conserva aún en sazón.
Son alegres fandangos, de origen incierto, pero de connotaciones moriscas y anteriores al nacimiento del cante flamenco, que servían para que el hombre declarase su amor a la amada, y siempre estaban presentes en bautizos, bodas, fiestas y romerías.
Existen tres estilos, Almogía, Montes y Comares, y cada variante tiene una forma específica de cante, toque y baile.
En Almogía, el violín adquiere un especial protagonismo, porque, además de crear la melodía y acompañar al cante, suele interpretar coplas solistas.
En el estilo Montes, sin perder el violín su protagonismo, destaca el pandero, de grandes dimensiones, que con sus golpes y rajeos.
Por su parte, Comares es el único estilo que incorpora el laúd y recientemente la bandurria, que le confiere incluso un acento aún más morisco si cabe.
Este baile se canta habitualmente acompañado con cuatro guitarras, un violín, un pandero y cuatro platillos, y con una gran simbología en cada detalle, la varilla de mando, las cintas y el alcalde.
El alcalde es la persona que con su vara va dirigiendo la fiesta, salida del violín, cantaor, baile y la parada; y cuando hay rifa es también quien lleva las cuentas y quien busca las actuaciones en los festejos.
Los cantes suelen estar inspirados en la mujer, en el amor, en la exaltación de la tierra y en ocasiones hay letras bastante soeces, pero siempre recogen el sentir popular.
El baile también tiene su ritual: el hombre y la mujer no se tocan jamás, pero las miradas, gestos y posiciones juegan un papel primordial y nunca se puede perder el compás con los pies y con los brazos.
Y cuando hay que marcar un territorio o el frente de una panda, un hombre mueve al viento una bandera haciendo giros al compás de la danza.
El choque de pandas nació de la idea de recibir unas pandas a otras y el recibimiento entre ellas siempre se hace esperando una al encuentro de la otra, momento en que los abanderados cruzan las enseñas y los alcaldes sus varas, aunque actualmente, se ha perdido la connotación de desafío y ahora simboliza el abrazo de pandas.
Dentro de toda la simbología también está el toque de caracol que anuncia la llegada de una panda.
El choque es una especie de combate de dos pandas del mismo estilo que, tocando al unísono, aceleran el ritmo hasta que una de ellas se equivoca o queda debajo de la ganadora.
Antes, el hombre se vestía con el traje de domingo, y en la actualidad, se pone zapatos, chaleco y pantalón negro, fajín rojo, camisa blanca y sombrero verdialero (hecho de palma, recubierto con tela de colores, flores, espejos, collares, medallas y lazos bordados por la novia, hermana).
La mujer lleva falda negra, blusa blanca, fajín rojo, alpargatas con cintas, flor en el pelo, pañuelo y palillos en las manos, antes también llevaban medias, enaguas y puchos.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Noventa años no son nada.

RIOGORDO ALBERGA A TRES HERMANOS NONAGENARIOS.


www.laopiniondemalaga.es 28/12/2014

Si ya es complejo hallar residentes centenarios entre los poco más de 200.000 habitantes que conviven en la comarca de la Axarquía, es absolutamente extraordinario encontrar en una misma familia a tres hermanos que hayan superado la barrera de los 90 años. Entre los Pascuales de Riogordo, no obstante, hallamos el caso de Antonia –91 años–, Antonio –93 años– y Emilio –94 años–, que rompen todo tipo de estadísticas.
¿Cuál es el secreto para que en un mismo hogar hayan nacido un total de tres nonagenarios que por la salud que atesoran apuntan a ser centenarios? Emilio responde que una parte de culpa la tiene la genética: «Nuestro abuelo paterno, Antonio Pascual Ferrer, nacido en Alfarnatejo, murió con 94 años. Y fue muy conocido porque fundó en Mondrón la semilla de una pionera cooperativa agrícola, que luego permitió transformar a esta pedanía de Periana en lo que es hoy, la capital del aceite de oliva virgen de la Axarquía», manifiesta.
Pero Antonio agrega que existen otros factores que incluyen y mucho en la longevidad y buenas facultades físicas y mentales que en la actualidad conservan: «Es imprescindible llevar una vida recta, sana, honrada, trabajadora, sin vicios y sin tabaco. Y debes acostarte y levantarte a tu hora. Además es fundamental respetar a la familia y a la vecindad. Esa es la mejor receta que puede uno transmitir a sus hijos y a sus vecinos para poder llegar en este estado a la vejez».
La «pequeña» de los Pascuales de Riogordo, María Lucía, nacería en 1937, «en plena Guerra Civil». Ella subraya que en el municipio ha sido una familia muy conocida. De hecho, Antonio, uno de sus hermanos mayores, fue alcalde durante el periodo franquista, desde los 35 años y hasta la llegada de la Transición. Y Emilio fue corresponsal de Banesto en Riogordo y se encargó de fundar una biblioteca pública. El legado político de los mayores lo heredarían precisamente dos de los hijos de María Lucía. En la actualidad, de hecho, Antonio Gavilán es teniente de alcalde.
En el árbol genealógico no deja de señalar la figura de sus padres, Emilio Pascual y Antonia Campos, nacidos respectivamente en 1894 y 1897, así como tres hermanos ya fallecidos, Miguel, Teresa y Pepita, que murió a los nueve meses. Emilio subraya que otra suerte para los Pascuales es «haber permanecido como familia unida durante décadas». La prueba, este encuentro navideño que ha reunido a parientes que residen hasta en Madrid. E incide, justo como su hermano, en el peso de la honradez para que las futuras generaciones «puedan gozar de tanta salud como la que hemos tenido».

Una receta muy saludable
Emilio explica que en la dieta también puede encontrarse una de las recetas para vivir tantos años. En el aceite hay un condimento esencial. Pero sin embargo a Antonia no es de los productos gastronómicos que más consuma. «Lo fundamental es comer mucha fruta. Yo he desayunado mucho pan con aceite y patatas cocidas, pero por toneladas habría que contar las ciruelas, chumbos o melocotones que he tomado. Y que quede claro que nunca he fumado ni tomado una gota de alcohol», remarca.
Aún recuerda con perfecta nitidez la imagen suya, aún niño, de camino al funeral de su abuelo paterno en Mondrón. «Acababan de abrir la carretera desde Riogordo y fui en bicicleta. A mi abuelo Antonio lo recuerdo perfectamente. Tenía más de 90 años y no llegó a vivir para el comienzo de la Guerra. Aunque por últimas no podía ver, había leído el periódico durante toda la vida. Hasta le buscaron unas gafas especiales para que lo pudiera ver en los últimos años. Fue una persona muy importante para Mondrón», concluye.
Antonio, que aún conduce, bromea con una reciente anécdota: «Al leer las letras para la revisión me dijo el doctor que era la primera vez que alguien con 90 años podría leer mejor que él», indica el que fuese alcalde cuando «no había ni agua ni luz pública en el municipio». Su hermana Antonia también recuerda aquellos años complicados, en los que, como receta saludable, gustaba de tomar yogur y «trabajaba sin que me lo pidieran».

Encuentro Navideño de Coros Rocieros 2014.





En el día de ayer, a las 13 horas, tuvo lugar en Salón "María Zambrano" el tradicional Encuentro Navideño de Coros Rocieros, acto correspondiente al programa de actividades organizado por el Ayuntamiento de Periana.
Participaron los siguientes Coros:
- "Renacer" de Vélez-Málaga
- Asociación de Mujeres "Almedina" de Torrox
- Centro de Mayores de Torrox
- "Manzanilla" de Triana
- "La Buena Gente" de Alfarnatejo
- "Camino de Olivares" de Periana
La última actuación sobre el escenario corrió a cargo del Grupo de Aprendices de Guitarra, dirigido por su maestro Carlos Jiménez. 

Información recopilara por la Hermandad de San Isidro Labrador de Periana. 










FOTOS:  MARÍA TOLEDO.

sábado, 27 de diciembre de 2014

XXIII Certamen Literario Internacional Villa de Periana. Fallo del Jurado.


En reunión celebrada el día veintiseis de diciembre de dos mil catorce en la Biblioteca Municipal de Periana (Málaga), un Jurado compuesto por D. José Antonio Mesa Toré,  Dña. Belén Muñoz Hijano; actuando como Presidente el Alcalde, D. Adolfo Moreno Carrera; acuerdan conceder por unanimidad el Premio Nacional “Villa de Periana”, en esta su XXIII Convocatoria, a la obra presentada bajo el título “Un bucle en la niebla”, dotado de 2.000 euros, organizado por el Ayuntamiento de Periana, cuyo autor, una vez abierta la plica, resultó ser D. José Fernando Cuenca Gómez, nacido en Granada. Ha habido un total de 21 finalistas y una decena de obras aptas para ser premiadas.
Este premio se ha otorgado dentro del marco de la Semana Cultural de Periana 2014 que en esta ocasión se han celebrado desde el 21 al 28 de diciembre.
Año tras año es numerosa la participación de escritores, con la presentación en esta edición de 500 relatos de autores de todos los puntos de España e incluso de países extranjeros.
José Fernando Cuenca  Gómez fue profesor de Física y Química del I.E.S. Alta Axarquía durante 11 años. 

UN BUCLE EN LA NIEBLA

Son casi las diez de la noche. El hombre viejo viaja solo en un destartalado automóvil. Otro viaje que no ha servido para nada, solo para desesperarse aún más. Ahora vuelve derrotado a su lejana casa.
Hace más de un año lo echaron de la empresa en la que trabajaba. Después de casi veinte años trabajando para la misma familia, lo despidieron con unas gracias y que tengas suerte, Lorenzo. Desde entonces se ha presentado a decenas de entrevistas profesionales. Su perfil no encaja con los nuevos tiempos. Informática, lo justo. Inglés, menos aún.
Después de cuatro horas de conducción decide parar a comer algo. No es que tenga hambre, pero de esa forma se obliga a descansar. Aún le quedan varias horas para llegar a su hogar. A lo lejos ve una construcción aislada junto a la carretera que sin duda debe ser un bar de carretera. Al llegar aparca en un pequeño ensanche que hay a su lado.
Al descender del coche percibe con dificultad un rótulo: "Venta de Alf..."
El establecimiento se encuentra vacío. El camarero intenta entablar conversación con el cliente. Sin embargo nuestro hombre contesta con monosílabos rayanos en la mala educación.
- Buenas noches ¿Qué desea?
- Una cerveza y un bocadillo de jamón.
- Menuda noche tenemos. ¿Va usted lejos?
- No.
- Tenga usted cuidado. No me extrañaría que más adelante encuentre niebla. Por esta zona ocurre frecuentemente en invierno.
- Gracias. 
El camarero, un poco desilusionado, coge de otra vez el periódico y vuelve a leerlo de nuevo. Se sabe de memoria la información deportiva, pero su vista pasea una y otra vez las noticias dedicadas al fútbol. El turno de noche es con diferencia el más aburrido, se dice a sí mismo.
Nuestro hombre no tiene ninguna gana de llegar a casa. Nadie le espera. Ni esposa ni hijos. Su mujer lo dejó hace años, cuando dedicaba más tiempo a la empresa que a ella. Su compañera buscó otra compañía. Poco después lo dejó la empresa. Doblemente abandonado.
Cuando regresa de sus pensamientos, se da cuenta que aunque la cerveza está vacía, el bocadillo está casi intacto. Con un gesto de fastidio, llama al camarero y le pide la cuenta.
Después de pagar, vuelve al coche. Entonces se da cuenta de que la carretera se bifurca. Decide tomar el desvío que lo lleva hacia la izquierda y conocer la comarca, buscar un hostal y mañana continuar el viaje hacia su casa.
En el dial de la radio busca en diferentes emisoras de música. Está harto de escuchar los problemas económicos que agobian a todo el país. ¡Bastante sabe ya él de problemas! Sin embargo la música no logra animarlo. Parece que los Djs se han confabulado para pinchar tristes baladas románticas. ¡ Y todas en inglés!.
La angosta carretera se retuerce en un interminable serpenteo y, tras descender siguiendo el estrecho cauce de un riachuelo, va penetrando en una zona de niebla que se va espesando progresivamente. Enciende las luces antiniebla y desconecta la radio. Necesita toda su atención para conducir en medio del océano acuoso en el que se ha zambullido. Inconscientemente se pega al parabrisas.
Su velocidad se ha reducido a unos veinte kilómetros por hora. Su tensión ha aumentado rápidamente. Vigila constantemente delante y detrás de su vehículo. Teme chocar con algún coche que circule más lentamente que él, pero su verdadero miedo se debe a que alguien le embista por detrás. Los habitantes del lugar, nunca mejor dicho, conocerán la carretera como la palma de la mano, y seguro que, incluso en estas condiciones, conducen con rapidez. No puede uno fiarse de nadie y conecta los intermitentes de emergencia.
Solo ve tenuemente las desdibujadas líneas blancas de la carretera. A ambos lados, nada. Parece que navega en un barco fantasma. Si la niebla no desaparece, buscará pronto un sitio en el que dormir.
Tras los minutos en los que cree que terminará por caer por un barranco, un letrero le anuncia la llegada a un pueblo. No lo duda. Durante un par de minutos conduce con cuidado entre las invisibles casas.
La carretera zigzaguea entre los edificios, por la carretera alumbrada con farolas de luz mortecina. Al final, un amplio cruce le oferta seguir hacia la salida del pueblo o desviarse hacia la derecha e introducirse en el centro del mismo.
Opta por esto último y poco a poco, descendiendo lentamente, va penetrando en el pueblo. No se ve nadie. La luz amarillenta de las farolas penetra débilmente en la niebla. La luz parece flotar ajena a la tensión que atenaza al conductor. La velocidad se ha reducido hasta la de un viandante.
Unos metros más y llega hasta un ensanche en el que atisba un pequeño estanque. El coche se detiene brevemente. El hombre abre el cristal de la ventana en un inútil intento de aumentar la visibilidad. Nadie a la vista.
La niebla, a jirones, atraviesa la calle y desciende hacia el fondo del valle. Un sonido lejano que podría ser producido por el viento, hace que desee atravesar  el pueblo lo antes posible. El sonido acelera lo que la niebla frena. Perdido totalmente, de nuevo asciende por calles desiertas. Parece que está saliendo del pueblo.
Un nuevo letrero hace que gire hacia la derecha. Vuelve a entrar en el pueblo, pero no se ve gente, ni ningún cartel que anuncie algún establecimiento hostelero.
De nuevo desemboca en la plaza del estanque. La niebla se ha espesado aún más y ahora casi es incapaz de ver el estanque. Un coche sale de la plaza cuando él está entrando. Poco más adelante, encuentra un aparcamiento vacío y decide detenerse para buscar ayuda. Mantiene el motor en marcha, las luces encendidas y conecta la radio. Infantil, ridículo, pero tranquilizador.
Cuando está a punto de volver el vehículo, por una bocacalle cercana, un hombre con abrigo largo y sombrero, desemboca en la plaza en la que se encuentra nuestro amigo. Despacio se aleja por otra calle hacia arriba. Camina algo encorvado con las manos en los bolsillos. Bamboleándose levemente. El sonido hueco de los tacones sobre la acera es el único ruido que se percibe en el pueblo. Y esto no ayuda a tranquilizar al viajero.
Después de un instante de duda, nuestro hombre se decide a seguirlo. Cuando se encuentra a un par de metros, lo interpela.
- ¡Oiga! ¡Por favor!
El desconocido no se detiene, por lo que aligera el paso, se acerca un poco más y repite alzando un poco más la voz.
- ¡Por favor!
El hombre del abrigo se detiene y girándose bruscamente, mira fijamente a nuestro protagonista. Unos grandes ojos bajo unas hirsutas cejas lo taladran. Los labios carnosos apenas se perciben dentro de una negra y larga barba acabada en punta. El sombrero deja escapar algunos rizos negros. El largo abrigo gris le llega a los tobillos.
-¿Puede indicarme algún hostal en el que pueda hospedarme esta noche? - Pregunta con una sonrisa que pretende ser amistosa.
Después de dudar unos interminables segundos, el hombre solitario parece decidirse a contestarle. Con voz profunda le responde con una entonación neutra:
- Siga por esta misma calle hacia arriba. Un poco más adelante, hay un cruce. Allí gire a la derecha. A unos cien metros, se encuentra el hostal "La Axarquía". Tenga mucho cuidado con la niebla.
- Gracias. Buenas noches.
El viajero monta en el coche y siguiendo las indicaciones del caminante, asciende por la calle, gira en el cruce y pronto logra discernir entre la niebla el rótulo del hostal. Un gran letrero vertical con letras luminosas de color amarillo.
Justo a la derecha de la entrada hay un aparcamiento que se encuentra vacío. Después de aparcar, sale del automóvil y golpea con los nudillos la estrecha puerta del hostal. Una voz lejana contesta pasados unos segundos.
-¡Va! ¡Un momento! ¡Bajo enseguida!
Mientras espera en la puerta, el frío le cala los huesos. La niebla se le está introduciendo en el tuétano, el sudor perla la frente.
La puerta se abre con un leve chirrido. Un hombre pequeño, calvo, de unos sesenta años, con una sonrisa lobuna le recibe. El escaso cabello despeinado. Mal afeitado. Viste un anticuado batín de cuadros grises. Las viejas zapatillas de invierno no logran casar con el batín.
-¿Qué desea? - pregunta con voz pastosa.
- Me gustaría dormir esta noche en el hostal? ¿Tiene alguna habitación libre?
- Pase, no hay problema. Tenemos todas las habitaciones vacías. No son buenos tiempos para nuestro gremio. Me llamo Ildefonso. ¿Cómo ha logrado encontrar nuestro establecimiento?  
- Me llamo Lorenzo. Un hombre me lo ha indicado calle abajo. Tiene una curiosa barba puntiaguda.
- Debe tratarse de mi amigo Salvador. Con esta noche ha debido darle un buen susto. ¿No trae equipaje?
- Solo tengo una pequeña bolsa que he dejado en el cocche. ¿Le importa indicarme cómo llegar a la habitación? Estoy cansado.
En ese momento,  una voz femenina chillona y aguda que debe corresponder a una anciana, llega desde el piso superior hasta los dos hombres.
-¿Quién es Ildefonso?
- Un viajero mamá.
- Ten cuidado Ildefonso. Ven cuando puedas. Necesito levantarme.
- Si mamá. ¿Me acompaña? Mi pobre madre está impedida.
Con un gesto afirmativo, le sigue escaleras arriba. Juntos llegan hasta un estrecho y oscuro pasillo, al final del cual hay una pequeña puerta. Saca una llave, abre , le da la llave y le desea buenas noches.
Lorenzo, después de depositar la enorme llave sobre la mesita de noche, se deja caer sobre la cama. Unos mueles que deben estar oxidados desde hace años, lo acompañan con un maullido erótico. Está derrotado. Tras unos minutos con los ojos cerrados, lentamente se levanta y se dirige hacia la cercana ventana.
Un lar de niebla domina el carcano y agreste valle. El ligero viento provoca la agitación de la bruma. Los restos de un edificio emergen fantasmalmente del océano gaseoso. Parece un islote en medio de un inmenso lago. En ese momento comienza a sentirse peor. No llega a desvestirse. Se acuesta quitándose únicamente los zapatos. Tras unos minutos de zozobra consigue por fin quedarse dormido. Frecuentemente algún gruñido se escapa de sus resecos labios.
Al despertar, comprueba que el Sol se ha llevado la niebla y que la luz inunda todo el valle. A lo lejos parece percibir un pantano alimentado por un pequeño río. El pueblo hierve de alegre actividad.
Sin embargo su estado físico es deplorable. Parece que la niebla y la humedad se hubieran instalado en su interior. Abre la ventana intentando expulsar su malestar. Aunque es casi medio día, decide permanecer un poco más en la cama.
Minutos más tarde baja a la pequeña cafetería del hostal. Allí se encuentra a Ildefonso con uniforme de camarero. El deterioro del bar le informa que el negocio no está en su mejor momento. El uniforme de Ildefonso no desentona con el resto del local.
- ¿Ha descansado Don Lorenzo? El día es estupendo.
- No me encuentro demasiado bien. Seguramente comeré aquí. Después partiré para mi casa. ¿Me pone un café? Cargado, por favor.
- Claro. Podemos prepararle lo que le apetezca comer.
- Gracias, con un consomé y un poco de jamón me bastará.
Lorenzo sale a una amplia terraza que cuelga sobre el valle. Se sienta en uno de los sillones y contempla el espectáculo. El cielo azul compite en belleza con el verde valle. Miles, quizá millones de olivos, alfombran los montes cercanos. Todo es paz. Todo menos su interior.
Poco después vuelve a entrar para almorzar. Media sopa, medio plato de jamón y dos cervezas. Otro café.
Tras descansar un poco después de comer, decide partir. Aunque no se encuentra del todo bien, está deseando llegar a casa. Paga y de despide de Ildefonso.
Son las cinco de la tarde. De nuevo a la carretera. Cada vez se encuentra peor. El sudor baña su frente calenturienta. Una mirada vidriosa intenta discernir la carretera. La música a todo volumen no logra mantenerlo despejado.
Al anochecer su estado empeora. Está deseando llegar a su triste casa. ¿Cuánto faltará? Según le han dicho, al llegar a un cruce, debe girar a la derecha, hasta la costa, y desde allí todo recto. Durante los últimos kilómetros no ha visto ninguna indicación. No sabe por dónde circula y cree que ha tomado algún cruce equivocadamente.
Y lo peor. De nuevo la niebla. Nadie en la carretera. La velocidad del coche disminuye drásticamente. Cada vez se hace más de noche. La oscuridad más profunda, ayudada por la niebla, rodea a Lorenzo. Cada vez se encuentra peor.
Poco después llega hasta un pueblo y después de circular por sus calles, llega hasta una plaza. Allí vislumbra entre la niebla un automóvil que huye delante de él. Después de avanzar entre tinieblas durante varios minutos, aparca y desciende. A lo lejos ve  un hombre. Desde lejos lo interpela.
- ¡Oiga! ¡Por favor!
- ...
- ¡Por favor! ¿Puede indicarme algún hotel en el que pueda hospedarme esta noche?
El hombre con sombrero y abrigo largo, por fin se vuelve. Mientras se mesa una barba puntiaguda, unos grandes ojos sonríen debajo de unos rizos negros.
-Siga por esta calle hacia arriba. Un poco más adelante hay un cruce. Allí gire a la derecha. A unos cien metros se encuentra con el hostal "Axarquía". Tenga mucho cuidado con la niebla.
- Gracias.
Mientras Lorenzo arranca su automóvil, el caminante silva una triste, lenta y monótona melodía. El taconeo de los zapatos pone el contrapunto al ruido amortiguado del motor.
Cuando el coche se pierde girando en el cruce, el hombre del abrigo se detiene, y levantando la cabeza ríe con estruendosas carcajadas.