FOTO: MARÍA LLAMAS RODRÍGUEZ
FOTO: JOSÉ TORRUBIA
FOTO: ALMUDENA MARTÍN
Durante el día de ayer sobre las 12:00 horas vivimos en Periana un extraño fenómeno, tal fue su expectación que decenas de fotos inundaron las redes sociales intentando dar alguna explicación a este extraño dibujo en el cielo con formas planas y de distintas capas.
Dada la expectación, Almudena Martín, propietaria del Alojamiento Rural Cortijo Las Monjas, buscó en internet la explicación a tan extraña rareza. El fenómeno se conoce como nubes lenticulares es muy probable que anuncien tormenta entre otras cosas.
Las nubes lenticulares son un fenómeno meteorológico que puede llegar
a ser bastante espectacular. Además de conferirles una gran belleza, su
aspecto en forma de disco más o menos abombado hace las delicias de
avistadores de ovnis con poco o ningún interés en aprender algo sobre
meteorología antes de anunciar a bombo y platillo una invasión
extraterrestre. En realidad la formación de este tipo de nubes es un
fenómeno relativamente frecuente y bastante sencillo de comprender a
poco que se manejen algunos conocimientos científicos básicos, así que
si se animan trataremos de explicarles dónde, cómo y porqué aparecen.
Aunque en determinadas condiciones las nubes lenticulares pueden
formarse en lugares llanos, lo más común es que lo hagan cerca de zonas
montañosas. Lo primero que hace falta es una masa de aire desplazándose
hacia una montaña a una velocidad de unos 30 km/h (un viento
razonablemente fuerte) y lo segundo es una inversión térmica que llegue
hasta los cuatro o seis kilómetros de altura y que comience cerca de la
cima.
En una inversión térmica la atmósfera presenta una capa de aire con
temperatura superior a la capa que se encuentra justo debajo de ella.
Esta situación no es la habitual, pues la temperatura del aire disminuye
con la altitud, pero a veces ocurre en una noche despejada cuando la
temperatura del suelo llega a ser tan baja que el calor que absorbe éste
de las capas inferiores de la atmósfera hace que se enfríen más
rápidamente que las capas superiores, provocando que cerca del suelo el
aire esté más frío que a una cierta altura. Lo importante es que, en una
inversión térmica, debido a la diferencia de densidades la capa de aire
cálido (que no “caliente”) es muy estable en cuanto al movimiento
vertical, es decir, si el aire frío que está debajo trata de hacerla
subir ella intentará volver a bajar y viceversa.
Pues bien, ya tenemos preparado el escenario para la aparición de
nuestras maravillosas nubes lenticulares. Cuando la masa de aire llega a
la montaña asciende y se enfría, y si durante su ascenso la temperatura
desciende hasta el punto de rocío
forma una nube que asciende por la ladera hasta la cima. Si no hubiera
inversión térmica la masa de aire descendería por el otro lado de la
montaña, calentándose hasta superar el punto de rocío (si lo alcanzó
antes) y alejándose sin más. Pero ocurre que la masa de aire cálido que
causa la inversión, al verse empujada por el viento que asciende por la
ladera trata de volver a descender ocupando el lugar en el que se
encontraba al principio, lo que provoca un movimiento ondulatorio que se
puede llegar a propagar bastantes kilómetros a sotavento de la montaña.
Esta situación se conoce como “onda de montaña” y no tiene porqué
venir acompañada de ningún tipo de nube, pues para eso es necesario que
el aire transporte la suficiente humedad. Sin embargo si alguna capa de
aire que se vea envuelta en esta onda de montaña transporta la
suficiente cantidad de agua y asciende lo bastante como para que su
temperatura baje hasta el punto de rocío, se formará una nube que
adoptará la misma forma que la parte superior de cada onda, es decir,
una nube lenticular. Como además la oscilación puede repetirse varias
veces, o incluso incrementarse por un efecto de resonancia si en su
camino se encuentra con otra montaña, en ocasiones se pueden admirar
auténticos desfiles de ovnis de algodón haciendo las delicias de los que
admiramos la naturaleza, y por supuesto también de cualquiera que
prefiera ver el programa de Iker Jiménez a pararse a leer un libro o, lo
que es más difícil, a comprenderlo.
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