sábado, 24 de enero de 2009

Héroes Ocultos en la Sierra



Los bandoleros presiden el imaginario colectivo como símbolo romántico, pero además los historiadores reivindican ahora su aportación en la Guerra de la Independencia
24.01.09 - ANTONIO JAVIER LÓPEZ.MÁLAGA .Sur.es
La historia se echa a temblar cuando se cruza con el cine, la televisión y cierta literatura. Algunas versiones se ajustan a los hechos, pero son las menos. Abundan por el contrario las incongruencias, los fallos de contexto, los estereotipos presentados sin el mayor disimulo. Eso ha sucedido durante mucho tiempo con el bandolero, figura central en el imaginario colectivo español. Personajes siempre complejos, poliédricos, reducidos a menudo al perfil pintoresco del bandido romántico.
«Todavía se trata de un fenómeno poco estudiado», adelanta una de las especialistas que más lo ha investigado. La profesora de Historia de la Universidad de Málaga (UMA) Marion Reder sigue la pista de estos hombres desde hace años. Bucea en los archivos, analiza los documentos oficiales, estudia sobre el terrero y el fruto de ese trabajo ha cuajado en trabajos como el publicado en el número 22 de la revista 'Andalucía en la Historia'. Un monográfico sobre el bandolerismo con un título de lo más ilustrativo: 'Entre la historia y la leyenda'.
Reder se decanta por lo primero y reivindica la aportación crucial de estos hombres en la resistencia contra los franceses durante la Guerra de la Independencia. «Los bandoleros fueron el máximo exponente de la guerra de guerrillas, la única forma de combate que no había previsto el ejército francés; hasta el punto de que Napoleón quiso explicar en parte su derrota por la aparición de estos grupos insurgentes», relata la profesora.
Cierto que también hubo bandidos que se pusieron del lado del invasor. Tomás Villarreal, por ejemplo. «Ladrón y contrabandista que interviene junto a las tropas imperiales en la represión de la provincia de Málaga», como apostilla Reder.
Serían los dos grandes grupos que los historiadores separan dentro de los bandoleros: los patriotas echados al monte y los simples criminales. En ocasiones ha primado este último cliché, pero diversas investigaciones reivindican ahora el papel de estos hombres en la liberación del país.
En el mapa de la batalla contra el invasor, el norte de la provincia fue uno de los escenarios preferidos por los bandoleros en toda Andalucía. «Se trata de la vía de conexión con Sevilla, Granada y Madrid. Un territorio escarpado, de difícil orografía, que los bandoleros conocían muy bien y en el que podían hacer mucho daño a un ejército mayor», prosigue Reder.
Ante el mismísimo Rey
Tanto es así, que la profesora de la UMA recuerda cómo los franceses llamaban 'el camino de la muerte' a la travesía que unía Ronda con Marbella. «Las partidas podían atacar, esconderse y luego volver a la carga», añade la especialista. El duro invierno rondeño persuadía a galos y serranos de transitar aquella tierra escarpada. Con la llegada del buen tiempo, los bandoleros volvían a los riscos y ponían en serios aprietos a las tropas de Napoleón.
Reder detalla un buen ejemplo de aquellos golpes: «Tras un viaje por Andalucía, José Bonaparte llegó a Ronda y hasta allí fueron también los bandoleros, que lograron entrar en la ciudad y quemar gran cantidad de documentos. Querían desligarse de su pasado, eliminar las causas pendientes que tenían con la Justicia y lo lograban incluso cuando José I estaba presente».
Junto con la Serranía de Ronda, los bandidos también se hicieron fuertes en la Axarquía. En el distrito de Vélez era muy famosa la partida de Segovia. Se llevaban parte de las cosechas y del ganado, pero también animaban a la gente a armarse y luchar. El comandante Bellangué, apoyado por los hombres de la Compañía de Guías de Vélez, salió en su busca hasta Benamocarra. Pero no sólo escaparon, sino que Segovia y los suyos les tendieron una emboscada en Algarrobo que fue «un desastre» para los invasores, como detalla Reder.
Una muestra más de esa batalla desigual entre un ejército formado y cuadrillas dispersas, que aun así fue socavando el ánimo y las fuerzas de los franceses. Héroes anónimos se echaban al monte con unos pocos hombres. Líderes locales a los que Marion Reder ha seguido el rastro hasta ponerles nombre y apellido. Como Antonio Muñoz, cura de Churriana; Antonio Ortiz de Zárate o Juan Soldado, apodo de José Ruiz Falcón, vecino de Casabermeja y cabeza visible de una de las partidas más populares de la época.
Historias y leyendas
Poco tienen que ver las vidas de estos hombres con las leyendas que han llegado hasta nosotros de figuras como Pasos Largos o El Tempranillo. La historia y el mito se confunden. «Son personajes con un gran carisma, que calaron mucho en la gente; se han mantenido en la memoria colectiva y con el tiempo se han ido mezclando con historias que a menudo no se corresponden con los hechos», matiza la profesora de la UMA.
Pero hay casos reales, contrastados, dignos de la mejor novela de aventuras. El protagonista sería el capitán Vicente Moreno. Nacido en Antequera en 1773 en el seno de una familia noble, desarrolló su carrera militar en el Regimiento de Málaga, integrado en el ejército de Granada al mando del mariscal de campo Teodoro Reding. No intervino en la batalla de Bailén, aunque fue testigo del desastre en Ocaña.
Estas frustraciones le llevaron, ya en 1810, a proseguir la lucha contra el francés por otros métodos. Vicente Moreno decidió organizar un grupo de hombres armados, una partida de bandoleros. Se favoreció de la decisión de la Junta Suprema Central Gubernativa, que prometió indulgencias a los bandidos que luchen por la patria ocupada.
Su base de operaciones fue Benamargosa. Los apoyó el cura del pueblo, José Pinto Palacios, y extienden sus acciones por Riogordo, Torre del Mar, Nerja, Torrox, Alcaucín y Periana. Su objetivo prioritario, las vías de comunicación para interceptar los correos del enemigo.
Nace un mito
La población rural los convertía en héroes. Causaron estragos en las tropas francesas. Se convirtieron en un rival temible, en una prioridad para los soldados napoleónicos, que finalmente lo apresaron. Lo condenaron al garrote y lo ejecutaron el 10 de agosto de 1810. Apenas luchó como bandolero durante unos meses, pero Vicente Moreno se convirtió en un héroe. Tanto es así, que la Regencia del reino emitió un curioso decreto dos años después de su ejecución.
Ordenaba que se diera por vivo a Vicente Moreno. Así, cada vez que se pasara revista al Regimiento de Málaga, el capitán más antiguo de la formación respondería por él: «¡Presente!».

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