PREGÓN Nº 17 FERIA DE SAN ISIDRO LABRADOR DE PERIANA
REALIZADO POR JOSÉ LUIS CLAVERO TOLEDO
AÑO 2004.
Hace ya algún tiempo, estando en el Centro de Málaga por motivos de trabajo, se me acercó uno de los mayordomos de este año y de forma para mi repentina y sorpresiva, me ofreció dar el pregón. Pese a mi extrañeza, acepté la propuesta que en reflexión posterior, me sumió en una serie de interrogantes a los que trataba de dar respuesta ¿Méritos? ¿Dotes para tal fin? y así una serie de preguntas que me hacía, sin encontrar una afirmación de cierta entidad que me diera solución a los planteamientos que me surgían.
No obstante, mi aceptación espontánea, era fruto de dos coincidencias: una externa que la constituía el honor queme confería tal propuesta, y otra interna en la que intervenía mi amor por Periana. Dicho esto, y con la invocación del Santo Patrón y de acuerdo con la expresión taurina de que "Dios reparta suertes", me estreno de pregonero.
Si la memoria no me falla, un verano de los años setenta del pasado siglo (por aquellas fechas había iniciado ya mi afición de corremundos por senderos y caminos) y ante el reto que suponía la contemplación, de las maravillosas vistas de Comares, decidimos un gran componente del grupo familiar infantil, y promovidos por nuestro abuelo Bartolomé, que siempre nos animaba a tales aventuras, realizar el abordaje de tan admirado y bello lugar. En mi padre recayó la dirección de la expedición y antes de llevar a efecto la excursión, hubo que asesorarse de expertos camineros. Nuestro guía se puso en contacto con la persona que le indicaron como más idónea para aconsejarnos, y orientarnos en la ruta a seguir. La persona que nos contactó, permanece en mi recuerdo de forma nítida: De pequeña estatura, de complexión más bien robusta, ojos perspicaces y alegres. Conocía al dedillo trochas, atajos y vericuetos del camino. En su oficio de muchos años había andado y desandado con sus jumentos, múltiples veces ese camino.
Aunque en su descripción del recorrido incluía algunas paradas para el "rengue" (ventorros que ya no existían), el "calibre" y el botijo, sí evocaba con precisión a los propietarios y las características de los destilados que servían con un estribillo repetitivo: "Como el de la Viuda ninguno". Fui testigo de la charla que los mayores desarrollaron en el "Despacho de la ya difunta señora". La jornada caminera, fue todo un éxito. El descubrimiento del pueblo colmó todas nuestras expectativas y permanece imborrable en mi recuerdo.
Este relato viene a colación, para servirme del mismo, como introducción del homenaje que quiero rendir, utilizando esta plataforma, a una procesión u oficio que imprimió carácter al pueblo y contribuyó en buena medida en expandir y acreditar muchos productos, demandados en una extensa geografía. como adivinarán, me refiero a la abnegada, sacrificada y casi anónima actividad de la "arriería", que durante muchos años configuró el comercio de Periana y difundió su nombre por aldeas, pueblos, cortijos e incluido por capitales de provincia. No solo contribuían a la divulgación cultural de nuestro pueblo, sino que eran auténticos valedores y conservadores de nuestras veredas, y como aun recuerdan algunos, depositaban un pañuelo al inicio de las sendas con el objetivo de que los usuarios contribuyeran con su voluntad por el trabajo de mantenimiento. Con profunda sabiduría popular en el conocimiento de remedios que le ofrecía la naturaleza de su ámbito laboral. Me refería, a mi abuelo paterno Pepe Reyes, que para hacer más llevadero el camino y aliviar la fatiga, utilizaban el cardo corredor o cardo cuco, como protector de su largo caminar. Se ha confirmado que entre otras propiedades, se le asigna esa cualidad antifatiga. Con la desaparición de la arriería gran parte de nuestro patrimonio rural se nos ha ido.
Este oficio viene de antiguo. Tuvo su arraigo entre los moriscos, antes de su expulsión general, ya que en muchos de ellos había sido la única profesión posible. Como consecuencia de la desposesión de sus tierras y su expulsión a otras, donde no se les miraba con buenos ojos, como es el caso de los moriscos granadinos, (Alpujarras, Axarquía malagueña y Serranía de Ronda) fueron deportados tras la guerra de las Alpujarras y llevados a tierras de Extremadura y otros territorios del reino de Castilla. Parte del recelo que suscitaban, provenía del papel que desempeñaron como elementos móviles (desplazamiento de un lugar a otro) en la sublevación de fines del S. XVI.
En "La Ilustre Fregona", Miguel de Cervantes, hace referencia a este oficio en alusión a los mozos de mulas, al parecer andaluces, con calzones de lienzo anchos, jubones acuchillados, daga de ganchos y espadas sin tiros. también en el Quijote, son amplias las citas a la profesión.
La preponderancia morisca en este oficio, nos la proporciona la abundancia de nombres de origen árabe que se encuentran en el léxico relacionado con este oficio. Comenzando con la propia palabra de arriero, formada a partir del imperativo "harre", transcripción del árrabe "harri" ¡anda ligero!, palabra que se suele decir al burro o cualquier bestia de albarda. Como la palabra "so" "que se pare", derivada del árabe "saw" "meta" es decir "fin del trayecto". Existen otros nombres para este oficio de la misma procedencia como "almayal" o "almayar" traducido como "arriero", "recuero" y "vinatero". También el mencionado "recuero" o "recovero", derivado de la palabra "recua" del árabe "racuba" "montura" "cabalgadura". Otros nombres árabes para designar a las caballerías "acémila" (bestia de carga) "albardón" (el mulo romo) "albarda" (protección del lomo de las caballerías) "jáquima" (cabezada), "ronzal" (cabestro), "ataharre" (banda de cuero que sujeta a los bordes laterales y posteriores de la caballería, pasando bajo sus ancas, impide que la montura se corra hacia delante), viene de la palabra de at-tafara ( el baste, grupera o batícola).
La obra de Elena Pezzi "Los moriscos que no se fueron" me ha proporcionado los anteriores datos. Quiero agradecerle por servirme de sus aportaciones para ilustrar mi pregón.
Otra obra (más de sentido literario que de investigación) "Arrieros en la Serranía de Ronda, Alpujarra y Campo de Gibraltar" de Isidro García Cigüenza, me proporciona singulares particularidades. Transcribo lo siguiente: En el pueblo de Benecid, metido ya en la Alpujarra Almeriense, Francisco Fresneda, un anciano de 90 años (el libro se imprimió en el 2.001), se jactaba "y a mucha honra", decía que ser nieto de arrieros y aún más de no haber hecho otra cosa en su fica que trabajar como arriero".Se llamaba esto, ostentar con legítimo orgullo, la condición del oficio practicado a través de su dilatada vida.
En publicaciones actuales, no he encontrado, obras ni específicas ni generalizadas, que no sean las citadas. Creo que este oficio, hoy ya extinguido, merece la consideración de estudios más profusos en atención al marco e incidencia que tuvo la profesión en nuestro país, especialmente en Andalucía.
Mi homenaje, admiración y respeto a todos los que en este pueblo ejercieron el duro oficio de la arriería. Al día, día de sus vidas, por veredas, trochas, coladas, cañadas, y otros accidentes del camino: Alfarnate, Alfarnatejo, Alhama, Zafarraya, Loja e incluso Granada, Comares y lugares afines, como así mismo los pueblos del entorno más cercano con asiduidad cotidiana y otros más distantes, estacionalmente, como en el caso de Motril, para la monda o zafra de la caña. Recuas y recuas, con días y noches de duro trajinar. Me los imagino alboreando, con el "arre", "arre", por Veredas Blancas, Pulgarín, Puerto del Sol y tantos otros puntos de salida, para buscar una "entrada" a su precaria vida. A ellos pues, este Pregón, a los Barrosos, Colás, Colodras, Jeromas, Juncos, Malagas, Mellizos, Perdigones, Saturnos, Varetas, Zocatulos y Rosquilleros, a los que puedo olvidar, a todos.
Tradicionalmente, se invoca al Patrón, para que por su mediación, haga de mediador, valedor y conseguidor de las peticiones que se le hagan. Yo en esta línea, y es mi deseo, que se creara y materializase unas "Rutas de Arrieros", que impulsarían y potenciarían el turismo rural del pueblo. Estas rutas, las demarcarían los hoy todavía sobrevivientes del oficio, aunque estimo que en muchos casos la viabilidad de la propuesta no sería posible, a causa de las muchas "puertas" que se le han puesto al campo y se le siguen poniendo. Al mismo tiempo solicito, que los competentes para ello, la erección de un monumento, compuesto por un burro y arriero, que representaría la memoria viva de una profesión que se identifica con la historia de este pueblo. Realmente, se erigiría en cualquiera de las entradas del casco urbano o bien al comienzo o coronación de la que quizás sea la senda más emblemática que nos queda, Veredas Blancas. He llegado al final y quiero rematarlo con las letras alusivas a este pregón:
No le pegues arriero
A ese caballo castaño
Que ayer fue fuerte y ligero
Y hoy no puede con los años
¡No le pegues arriero!
¡Canta el pueblo en su trabajo y
vienen los arrieros cuesta arriba y cuesta abajo!
MUCHAS GRACIAS
¡¡VIVA SAN ISIDRO!!
¡¡VIVA PERIANA!!
José Luis Clavero Toledo
No obstante, mi aceptación espontánea, era fruto de dos coincidencias: una externa que la constituía el honor queme confería tal propuesta, y otra interna en la que intervenía mi amor por Periana. Dicho esto, y con la invocación del Santo Patrón y de acuerdo con la expresión taurina de que "Dios reparta suertes", me estreno de pregonero.
Si la memoria no me falla, un verano de los años setenta del pasado siglo (por aquellas fechas había iniciado ya mi afición de corremundos por senderos y caminos) y ante el reto que suponía la contemplación, de las maravillosas vistas de Comares, decidimos un gran componente del grupo familiar infantil, y promovidos por nuestro abuelo Bartolomé, que siempre nos animaba a tales aventuras, realizar el abordaje de tan admirado y bello lugar. En mi padre recayó la dirección de la expedición y antes de llevar a efecto la excursión, hubo que asesorarse de expertos camineros. Nuestro guía se puso en contacto con la persona que le indicaron como más idónea para aconsejarnos, y orientarnos en la ruta a seguir. La persona que nos contactó, permanece en mi recuerdo de forma nítida: De pequeña estatura, de complexión más bien robusta, ojos perspicaces y alegres. Conocía al dedillo trochas, atajos y vericuetos del camino. En su oficio de muchos años había andado y desandado con sus jumentos, múltiples veces ese camino.
Aunque en su descripción del recorrido incluía algunas paradas para el "rengue" (ventorros que ya no existían), el "calibre" y el botijo, sí evocaba con precisión a los propietarios y las características de los destilados que servían con un estribillo repetitivo: "Como el de la Viuda ninguno". Fui testigo de la charla que los mayores desarrollaron en el "Despacho de la ya difunta señora". La jornada caminera, fue todo un éxito. El descubrimiento del pueblo colmó todas nuestras expectativas y permanece imborrable en mi recuerdo.
Este relato viene a colación, para servirme del mismo, como introducción del homenaje que quiero rendir, utilizando esta plataforma, a una procesión u oficio que imprimió carácter al pueblo y contribuyó en buena medida en expandir y acreditar muchos productos, demandados en una extensa geografía. como adivinarán, me refiero a la abnegada, sacrificada y casi anónima actividad de la "arriería", que durante muchos años configuró el comercio de Periana y difundió su nombre por aldeas, pueblos, cortijos e incluido por capitales de provincia. No solo contribuían a la divulgación cultural de nuestro pueblo, sino que eran auténticos valedores y conservadores de nuestras veredas, y como aun recuerdan algunos, depositaban un pañuelo al inicio de las sendas con el objetivo de que los usuarios contribuyeran con su voluntad por el trabajo de mantenimiento. Con profunda sabiduría popular en el conocimiento de remedios que le ofrecía la naturaleza de su ámbito laboral. Me refería, a mi abuelo paterno Pepe Reyes, que para hacer más llevadero el camino y aliviar la fatiga, utilizaban el cardo corredor o cardo cuco, como protector de su largo caminar. Se ha confirmado que entre otras propiedades, se le asigna esa cualidad antifatiga. Con la desaparición de la arriería gran parte de nuestro patrimonio rural se nos ha ido.
Este oficio viene de antiguo. Tuvo su arraigo entre los moriscos, antes de su expulsión general, ya que en muchos de ellos había sido la única profesión posible. Como consecuencia de la desposesión de sus tierras y su expulsión a otras, donde no se les miraba con buenos ojos, como es el caso de los moriscos granadinos, (Alpujarras, Axarquía malagueña y Serranía de Ronda) fueron deportados tras la guerra de las Alpujarras y llevados a tierras de Extremadura y otros territorios del reino de Castilla. Parte del recelo que suscitaban, provenía del papel que desempeñaron como elementos móviles (desplazamiento de un lugar a otro) en la sublevación de fines del S. XVI.
En "La Ilustre Fregona", Miguel de Cervantes, hace referencia a este oficio en alusión a los mozos de mulas, al parecer andaluces, con calzones de lienzo anchos, jubones acuchillados, daga de ganchos y espadas sin tiros. también en el Quijote, son amplias las citas a la profesión.
La preponderancia morisca en este oficio, nos la proporciona la abundancia de nombres de origen árabe que se encuentran en el léxico relacionado con este oficio. Comenzando con la propia palabra de arriero, formada a partir del imperativo "harre", transcripción del árrabe "harri" ¡anda ligero!, palabra que se suele decir al burro o cualquier bestia de albarda. Como la palabra "so" "que se pare", derivada del árabe "saw" "meta" es decir "fin del trayecto". Existen otros nombres para este oficio de la misma procedencia como "almayal" o "almayar" traducido como "arriero", "recuero" y "vinatero". También el mencionado "recuero" o "recovero", derivado de la palabra "recua" del árabe "racuba" "montura" "cabalgadura". Otros nombres árabes para designar a las caballerías "acémila" (bestia de carga) "albardón" (el mulo romo) "albarda" (protección del lomo de las caballerías) "jáquima" (cabezada), "ronzal" (cabestro), "ataharre" (banda de cuero que sujeta a los bordes laterales y posteriores de la caballería, pasando bajo sus ancas, impide que la montura se corra hacia delante), viene de la palabra de at-tafara ( el baste, grupera o batícola).
La obra de Elena Pezzi "Los moriscos que no se fueron" me ha proporcionado los anteriores datos. Quiero agradecerle por servirme de sus aportaciones para ilustrar mi pregón.
Otra obra (más de sentido literario que de investigación) "Arrieros en la Serranía de Ronda, Alpujarra y Campo de Gibraltar" de Isidro García Cigüenza, me proporciona singulares particularidades. Transcribo lo siguiente: En el pueblo de Benecid, metido ya en la Alpujarra Almeriense, Francisco Fresneda, un anciano de 90 años (el libro se imprimió en el 2.001), se jactaba "y a mucha honra", decía que ser nieto de arrieros y aún más de no haber hecho otra cosa en su fica que trabajar como arriero".Se llamaba esto, ostentar con legítimo orgullo, la condición del oficio practicado a través de su dilatada vida.
En publicaciones actuales, no he encontrado, obras ni específicas ni generalizadas, que no sean las citadas. Creo que este oficio, hoy ya extinguido, merece la consideración de estudios más profusos en atención al marco e incidencia que tuvo la profesión en nuestro país, especialmente en Andalucía.
Mi homenaje, admiración y respeto a todos los que en este pueblo ejercieron el duro oficio de la arriería. Al día, día de sus vidas, por veredas, trochas, coladas, cañadas, y otros accidentes del camino: Alfarnate, Alfarnatejo, Alhama, Zafarraya, Loja e incluso Granada, Comares y lugares afines, como así mismo los pueblos del entorno más cercano con asiduidad cotidiana y otros más distantes, estacionalmente, como en el caso de Motril, para la monda o zafra de la caña. Recuas y recuas, con días y noches de duro trajinar. Me los imagino alboreando, con el "arre", "arre", por Veredas Blancas, Pulgarín, Puerto del Sol y tantos otros puntos de salida, para buscar una "entrada" a su precaria vida. A ellos pues, este Pregón, a los Barrosos, Colás, Colodras, Jeromas, Juncos, Malagas, Mellizos, Perdigones, Saturnos, Varetas, Zocatulos y Rosquilleros, a los que puedo olvidar, a todos.
Tradicionalmente, se invoca al Patrón, para que por su mediación, haga de mediador, valedor y conseguidor de las peticiones que se le hagan. Yo en esta línea, y es mi deseo, que se creara y materializase unas "Rutas de Arrieros", que impulsarían y potenciarían el turismo rural del pueblo. Estas rutas, las demarcarían los hoy todavía sobrevivientes del oficio, aunque estimo que en muchos casos la viabilidad de la propuesta no sería posible, a causa de las muchas "puertas" que se le han puesto al campo y se le siguen poniendo. Al mismo tiempo solicito, que los competentes para ello, la erección de un monumento, compuesto por un burro y arriero, que representaría la memoria viva de una profesión que se identifica con la historia de este pueblo. Realmente, se erigiría en cualquiera de las entradas del casco urbano o bien al comienzo o coronación de la que quizás sea la senda más emblemática que nos queda, Veredas Blancas. He llegado al final y quiero rematarlo con las letras alusivas a este pregón:
No le pegues arriero
A ese caballo castaño
Que ayer fue fuerte y ligero
Y hoy no puede con los años
¡No le pegues arriero!
¡Canta el pueblo en su trabajo y
vienen los arrieros cuesta arriba y cuesta abajo!
MUCHAS GRACIAS
¡¡VIVA SAN ISIDRO!!
¡¡VIVA PERIANA!!
José Luis Clavero Toledo
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