LAS FERIAS DE GANADO
Sin relación temática con otras celebraciones anteriores, no quiero
soslayar otro evento que tuvo lugar en Mondrón en fecha algo posterior a
la representación de El Paso: las ferias de ganado.
Son pocas las personas que han tenido alguna referencia de ellas. Al
menos hubo dos ediciones en dos veranos consecutivos. Hay que situarlas
temporalmente en los años de la II República española. La última tuvo
lugar en el verano de 1935.
Estas ferias de ganado eran
muy populares en aquellos tiempos en los que nuestro país, además de
agrícola, era también ganadero. Nuestra economía pivotaba
fundamentalmente sobre estos dos pilares: la agricultura y la ganadería.
Después adquirió auge la industria, y los dos sectores anteriores
perdieron peso económico. No sé si para bien o para mal, pero creo que
más bien para esto último…
En los cortijos— muchos de
éstos han desaparecido como tales-- caseríos y casas de campo existía
una abundante ganadería de las especies habituales en la comarca,
tanto de ganado mayor como menor (vacuno, caballar, asnal, mular, lanar, caprino, cerda, etc.), que los dueños solían llevar a estas ferias para realizar sus transacciones comerciales: compra, venta o trueque,
pues este último era también muy habitual. Cambiar el caballo por la
mula, la cabra por la oveja etc. no era infrecuente. De hecho, el trueque
fue la forma más habitual de comercio hasta la invención de la moneda,
parece ser que por los fenicios. Esta práctica ha existido hasta
tiempos relativamente recientes. La costumbre del intercambio de un
animal por otro de la misma o distinta especie entre ganaderos, o la
permuta de una parcela de tierra por otra entre labradores, era una
práctica bastante generalizada en muchos lugares de España.
El traslado de los animales hasta el lugar donde se ubicaba el
mercado se hacía por caminos y atajos—o a veces trazos conservados de
las antiguas vías pecuarias-- para evitar en lo posible el peligro de
atropello en las carreteras. Los cerdos se trasladaban de noche o de
madrugada, tanto por su lento caminar como para evitar la asfixia –esta
no era infrecuente en la especie-- motivada por el calor del estío,
pues nuestras ferias se celebraban siempre en verano.
A estos mercados ganaderos acudían compradores y tratantes de las
más diversas procedencias. En su tiempo, se movían en ellas grandes
cantidades de dinero para la precariedad de los tiempos que corrían.
Fueron muy populares entre nosotros, más por su proximidad que por
otras razones, las que se celebraban en Riogordo (mes de agosto), Ventas
de Zafarraya (septiembre), Periana (finales de este mismo mes) y por
último, Vélez-Málaga… Hoy estas ferias se siguen celebrando por las
mismas fechas, pero especialmente con carácter de festejos populares o
fiestas patronales, pues la ganadería ha decrecido mucho en nuestra
comarca debido a la fuerte mecanización del campo. No obstante, en
algunas de ellas, como la Vélez-Málaga, hace acto de presencia todos
años algún ganado como caballos, cabras, etc., pero no con el volumen o
montante de antes. Algunas especies ganaderas apenas existen en
nuestra zona debido a las causas ya apuntadas, y también a la
proliferación de granjas, que realizan el transporte y transacciones
comerciales por otros canales y procedimientos más adaptados a los
tiempos modernos.
Las ferias que llegaron a celebrarse en Mondrón – no he podido
averiguar cuántas ediciones tuvo,--pero creo que varias, según la
información recabada-- fueron iniciativa del alcalde pedáneo de esta
localidad, FRANCISCO BENÍTEZ GARCÍA,
más conocido por Frasquito Barrancos, persona muy popular y estimada
entre los mondronenses. Suya fue la organización y parte del éxito
alcanzado por estos y otros eventos.
FRANCISCO BENITEZ GARCÍA, Alcalde Pedáneo de Mondrón
Recuerdo, como una leve reminiscencia de mi infancia, algunas cosas
de estas ferias, como la corrida de “las cintas” a caballo (éstas
nunca faltaban en las ferias). Una de las corridas tuvo lugar en la
finca conocida por Soto de Caro (colindante con la que sirvió de
escenario para El Paso), la concentración del ganado, las calles
engalanadas, la cohetería, etc. Los cohetes se lanzaban—me dice la
testigo María Díaz, lúcida y clarividente pese a sus años—en el
llamado huerto de Josefa Valverde. Sucedía algo muy similar al
ambiente festivo que se respira en las actuales fiestas patronales en
honor de San Fernando. El ganado se concentraba, me informan, en la
finca Las Estacas, lugar donde hoy existe una bella urbanización, y que
en estas ferias sirvió transitoriamente como emplazamiento del
mercado.
Se cuenta una anécdota muy curiosa: Presintiendo los organizadores
de la feria escasa concurrencia de ganado al mercado, acaso por falta
de publicidad y tradición – y tal vez por temor al fracaso-- pidieron al
hacendado Rafael Guerrero Muñoz, dueño entonces del cercano Cortijo de
Los Pedernales, enviara a la misma sus ganaderos con cuántos animales
tuviera—poseía una importante ganadería en aquel tiempo-- para
aumentar la concurrencia de los mismos y minimizar el efecto de un
posible revés o deslucimiento. Pero la precaución no fue necesaria, pues
la presencia de ganado fue muy nutrida, según me cuentan algunas
personas que vivieron y recuerdan la celebración de estas ferias…
La contienda civil interrumpió este tipo de celebraciones y
bastantes cosas más… Se hicieron gestiones para la reanudación de la
misma después de 1939, pero no fue posible conseguirlo. Eran tiempos de
restricciones, denegaciones y limitaciones en todos los órdenes de la
vida… No hace falta ser demasiado perspicaz para conjeturar o adivinar
lo que vendría después…
EL MOTÍN POR EL AGUA.
El citado alcalde pedáneo
Francisco Benítez García—lo conocí personalmente—era persona activa y
deseosa de elevar el rango de nuestra barriada. Se recuerda su enérgica
defensa de la pureza de las aguas de la fuente pública de Mondrón
cuando éstas fueron contaminadas por el estercolado de una finca
próxima. Entonces, tanto el saneamiento como el abastecimiento de agua
potable a los domicilios de los núcleos rurales distaba mucho de
existir. Pensar en ello era una utopía en aquellos tiempos. En Mondrón
se hizo realidad—recuerdo—a finales de los años 60 o inicio de los 70. Y
ello por temor a una epidemia de cólera que pudiera disuadir la venida
de turistas y afectar a la ya pujante economía costasoleña, es decir,
no pensando en la higiene y comodidad del pueblo sino en los
intereses turísticos. Este dato lo recuerdo perfectamente, pues fui
testigo presencial—y en cierta medida actor-- de ello... Era necesario
clorar las aguas para no ahuyentar a los posibles visitantes. Todo se
planificó y realizó en un tiempo record .Posteriormente, este suministro
se generalizó y perfeccionó en toda la comarca de forma óptima
bastante similar a como se encuentra en la actualidad.
Tanto en esta barriada como en entidades de mayor rango
poblacional, existían una o dos fuentes vecinales a las cuales, desde
tiempos inmemoriales, acudían las amas de casa—cántaro de barro al cuadril,
y en otros lugares también en la cabeza con un rosco que se hacían de
paño o simplemente una toalla húmeda liada -- con la finalidad de
aprovisionarse del líquido elemento para el consumo humano o la
limpieza del hogar. La figura de las aguadoras como éstas las plasmó
Goya en sus lienzos con su inimitable estilo. Las personas de mayor
poder económico—léase labradores—transportaban el agua en caballerías
con aguaderas de esparto o pletinas de hierro con cuatro departamentos
para depositar en ellos sendos cántaros de barro cocido, que después
alojaban en las cantareras de la cocina de sus casas para atender a las
necesidades domésticas. Las pilas labradas en piedra caliza de estas
fuentes—también la actual de Mondrón--presentan la huella de siglos por
el incesante deslizamiento de los cántaros tras su llenado en los
caños. Testigos mudos ellas de muchas penas, sufrimientos, alegrías,
historias y secretos. ¡Cuántas cosas sabríamos si las piedras de las
fuentes y lavaderos hablaran…!.
Aguaderas de
Esparto
Aguaderas de pletinas
Esta erosión o paulatino desgaste de la piedra puede observarse
aún en muchas de nuestras fuentes públicas, conservadas en algunos casos
como verdaderas reliquias del pasado. En ellas se abastecían de
agua, lavaban la ropa en los lavaderos comunes provistos de lajas de
piedra para restregarla y golpearla tras enjabonarla con jabón casero
(la lavadora eléctrica y los detergentes aún tardaría muchos años en
aparecer por estos lugares…), los hombres abrevaban el ganado,
conversaban entre sí y con las lavanderas, intercambiaban noticias, se
relacionaban, y como no, se chismorreaba
sin recato alguno sobre sucesos del vecindario o la comarca. Como el
agua de la fuente y las piedras para lavar eran a veces escasas para
tantos hogares, algunas mujeres lavaban en los patios o portadas sus
propias casas en grandes lebrillos de barro vidriado con agua de
pozos. Esto último era una excepción, pues nuestro subsuelo ha
padecido siempre escasez de aguas subterráneas.
Mujeres
Aguadoras
Lavanderas
Los mozos del pueblo fingían ir a beber con la ilusión—casi
siempre frustrada—de observar algo más que una pantorrilla o el escote
de una moza, pues las más precavidas o recatadas se anudaban el delantal
a la espalda para evitar exhibir lo que no deseaban y medidas similares
tomaban con el busto… Esto en aquellos tiempos era mucho para los
muchachos. Los de hoy lo estiman por nada, pues lo tienen todo a la
vista sin necesidad de miradas furtivas en la fuente.
Al recordar estas cosas me vienen a la mente los famosos versos de
la Rima XXIII de Bécquer, que antaño recitábamos de memoria casi todos
los jóvenes: “Por una mirada, un mundo—por una sonrisa, un cielo—por un beso… yo no sé—que te diera por un beso”. Si el romántico Bécquer viviera hoy se llevaría una gran decepción al darse cuenta de que a los jóvenes de ahora, la mirada, la sonrisa y el beso, ni les vale ni lo estiman por mucho porque tienen lo que desean por casi nada…
Tendían la ropa al sol para secarla, se cantaban bonitas y, a veces, satíricas canciones.
Y hasta se arreglaban y rompían noviazgos… Muchas intimidades
personales y familiares se divulgaban y conocían a través de los
lavaderos públicos…Eran algo parecido a “los mentideros”
de antaño o a ciertas tertulias televisivas de hoy donde el cotilleo
era como un divertimento. El interés malsano por las intimidades
ajenas es algo inherente a la condición humana…La gente solía evitar que
algunos de sus secretos más íntimos—aunque no siempre fueran
inconfesables-- llegaran a los lavaderos públicos, pues si esto
sucedía, la noticia se propagaba de boca en boca, como pavesas que se
lleva el viento, de forma imparable por toda la zona…Servían como de
altavoz de pueblos y aldeas. Así se distraían y mataban el tiempo
nuestras abuelas y alimentaban esa proclividad a lo morboso que todos,
en mayor o menor grado, alimentamos en nuestro interior… Fueron
varios los casos de rencillas, venganzas, celos y antagonismos
personales que afloraban en estos lavaderos. Conocí algunos, y otros
que me han contado, muy pintorescos por cierto, pero me abstengo de
relatarlos por respeto a la memoria de estas personas y a su familia.
En Mondrón existían, y existen, dos fuentes no muy lejanas la una
de la otra con sus correspondientes caños de cobre y lavaderos. Estos
fueron reducidos a su mínima expresión—casi con un valor simbólico—con
la llegada de las lavadoras eléctricas. Estaban al aire libre, sin
techumbre, y se solía lavar de rodillas, con jabón casero y cubos o
barreños de cinc para guardar y transportar la ropa. A veces, cuando
el volumen de ropa a lavar en las familias más numerosas era elevado,
bajaban hasta el cercano río de Sábar, provistas de su tabla con
estrías, y después las adelfas, con sus flores blancas, rojizas o
amarillas, hacían de tendedero para el secado de la tela… Nuestras
fuentes públicas están ahora silenciosas y casi olvidadas. Sólo el
borboteo de sus caños se oye: ni lavanderas, ni aguadores, ni ganado
abrevando, ni canciones, ni jóvenes de mirada lasciva...Todo ello tiene
más de lejano pasado que de presente. Pero ahí siguen con el incesante
fluir de sus caños, muchas veces olvidadas, rumiando su historia, tal
vez esperando que algún caminante sediento se incline sobre ellas para
aplacar su sed…O pasando el tiempo, como dicen los versos de este
poema de M. Machado:
No se callaba la fuente,
no se callaba…
Reía,
saltaba,
charlaba… Y nadie sabía
lo que decía.
Fuente de abajo de Mondrón en la actulidad
Pero volvamos otra vez a la centralidad de nuestro tema. En
tiempos de alcalde Benítez García tuvo lugar un incidente en el que
éste defendió gallardamente el derecho de sus vecinos a beber agua
incontaminada. En aquellas calendas hasta de esto se dudaba… La fuente
pública tenía su captación de aguas en una parcela colindante situada
en la parte superior de la misma: el llano.
Y el dueño de ésta —Enrique Zorrilla Núñez--propietario también de
una de las cuatro partes del cercano y conocido cortijo Las Monjas—hoy
reconvertido y muy bien promocionado por la familia Martín Alba como
interesante lugar de atracción turística, idóneo para descansar y
contemplar amplios y bellos paisajes-- estercoló bien el
terreno, como era habitual entre los buenos hortelanos, para sembrar en
el mismo batatas--permítaseme la digresión de decir que antaño las
batatas y, especialmente las habichuelas o judías de Mondrón,
gozaban de justa fama fuera de nuestros límites geográficos—y
obviamente, las aguas contaminadas aparecieron al poco rato en los caños
de la fuente vecinal, dándoles un aspecto oscuro o achocolatado….Todo
ello con el consiguiente peligro para la salud y la natural repugnancia
para el estómago…El propietario se negó a cesar de regar pese a las
justas protestas del vecindario, y por tanto, de contaminar.
Consecuentemente, los vecinos se amotinaron. Y la revuelta se hizo más
virulenta cuando se supo que el dueño de la parcela dijo, tal vez sin
malicia y jocosamente, que así era mejor porque los vecinos se harían
la idea de que “tomaban chocolate”…,
aludiendo sin duda al color negruzco de la mezcla del agua con el
estiércol El pueblo compuso y cantó muchas coplas alusivas al tema, de
las cuales sólo he podido rescatar algunas estrofas sueltas como ésta:
“Entre toda la gente de Mondrón—no tenemos dos reales—pero no beberemos estiércol de tus corrales”.
Fuente de arriba de Mondrón
Avisada la guardia civil para sofocar el levantamiento popular—todos a una como en Fuenteovejuna--
parece ser que ésta se puso más a favor del propietario que del pueblo
afectado. Entonces, el Sr. Benítez fue a casa a por su “vara de alcalde”,
como símbolo representativo de su poder y autoridad, se puso al frente
de la revuelta popular, y consiguió cesaran los riegos en la mencionada
parcela. Enfrentarse en aquellos tiempos a la guardia civil requería
arrojo y valentía…El derecho de propiedad parece ser que primaba sobre
la salud pública. También se recuerda la valiente actuación de la vecina
Josefa Valverde. Esta mujer se dirigió al sargento, y le dijo:
--¿Cómo se atreve usted a manchar esa ropa tan digna privando al pueblo de su derecho a beber agua limpia…?
Se cuenta que Josefa arrancó la plantación de batatas y colocó
su ramaje en el borde la finca. Esta mujer era muy decidida y
arriesgada. Es la misma persona que, en unión de otras mujeres—se
relata en otro lugar de esta web -- salvó la imagen de la Virgen
Milagrosa, la Virgen itinerante, que aún transita de casa en casa por
nuestros hogares, de ser quemada durante los acontecimientos de 1936.
Después tendría la desgracia de perder a su único hijo varón durante la
contienda civil.
Estas y otras actitudes de la gente motivaron que se diera marcha
atrás en la práctica de los riegos y que, poco a poco, se
restableciera la normalidad… También se dio el caso de personas que no
se manifestaron en contra de los mismos porque trabajaban con el dueño
del cortijo que producía la contaminación y, lógicamente, no querían
enemistarse con él por temor a perder su puesto de trabajo, es decir,
lo que casi siempre sucede en casos similares…Actitud y reacción
comprensible. Ninguno de ellos, ni sus mujeres, recordadas por la
comparsa, fueron a la acequia a cortar el agua formando parte del grupo
que desafió a la guardia civil. Para ellas se compuso esta copla,
todavía recordada por la memoria colectiva:
“Echaron el agua al llano—y la cortaron las mujeres—porque dicen que los nabos—sólo se riegan si ellas quieren…
La Adoración y la Rasquilla—la Rosa y la de Carretas—están tragando paquetes—por no haber ido a la acequia”.
Me cuentan que la copla era más larga, pues las dos estrofas
citadas son sólo fragmentos que he podido rescatar del olvido después
tantos años de ser compuestas y cantadas. Estos acontecimientos debieron
corresponderse con las fechas de celebración de las ferias. Es
admirable la retentiva o capacidad de memoria que tienen ciertas
personas para recordar lo sucedido tras el transcurrir del tiempo y
vicisitudes vividas. Las coplas populares se solían repetir muchas
veces y por muchas personas. Eran para ellos como los cantares de gesta para los medievales…
Segundo PASCUAL TOLEDO
12/04/2012