La boya y líder de la selección
femenina que perdió en la final ante Estados Unidos, llegó ayer para
pasar unos días en la Axarquía
21.08.12 - 01:38 -www.diariosur.es
Maica García, flanqueado por sus padres a su llegada al Aeropuerto de Málaga ayer por la mañana. :: ÁLVARO CABRERA
Málaga salda finalmente los Juegos con tres medallas.
Marta López, jugadora de balonmano que consiguió el bronce; Elena
Benítez, entrenadora de Joel González y de Brigitte Yagüe, taekwondistas
que obtuvieron oro y plata, respectivamente y, ahora, el waterpolo
femenino nos brinda la oportunidad de conocer a Maica García, medallista
de plata, boya y líder en ese equipo. Nacida en Barcelona, de padre
manresano y madre malagueña. De la Axarquía. De Periana, concretamente.
Maica, además, pasa allí todos los veranos que el waterpolo no se lo
impide y halaga sus raíces: «Me siento perianense. Tengo familia, vengo
mucho, me gusta... La verdad es que me siento de aquí».
La madre de Maica, como tantos otros andaluces, emigró a
Barcelona con 22 años en busca de trabajo. Allí algunos hermanos mayores
de ella habían encontrado cómo ganar dinero y se establecieron. Aunque
en Periana permanecía parte de la familia, ella decidió emigrar y se
enamoró de un manresano. Y de esta historia nació Maica García, casi
malagueña, jugadora de waterpolo de 21 años y una de las principales
baluartes de la selección medallista de plata en los pasados Juegos en
el puesto de boya.
Maica es una deportista con todas las letras que conlleva
esta sacrificada, pero agradecida palabra. Es ambiciosa, pero humilde;
optimista, pero con los pies en la tierra; y, sobre todo, competitiva.
Excepcionalmente competitiva. Impacta de manera singular su mirada
penetrante que, con ojos azules, atraviesa aquello donde apunta. Todo
concuerda. E incluye un gen casi inhumano por su ambición. Hambre de
títulos, de gloria, de victoria, de darse a conocer en el mundo del
deporte, que se podría resumir en palabras de ella. «Ya pienso en el
Mundial de Barcelona del año que viene y en Río 2016», admite entre su
sonrisa nerviosa e ilusionada. Como detalle, los Juegos hace solo nueve
días que finalizaron, pero ella ya proyecta su mirada en los próximos.
«Es una gran recompensa a tanto trabajo. Nunca habíamos
estado en unos Juegos. No parecía que aspiráramos a nada y hemos
conseguido una medalla de plata, que no es poco», así explica Maica qué
significó para ella y todo el equipo de waterpolo la presea en los
Juegos. No obstante, aunque sorprendieron a todos, ella admite que el
objetivo estaba marcado. No aclara si la medalla se la propuso ella o
estaba como meta del equipo, pero comentó: «Fuimos con el objetivo de
conseguir una medalla y lo hemos logrado».
Pisar el podio en una cita olímpica no es un propósito
reciente, ni tan siquiera de esta temporada. Maica lo viene rumiando
desde que comenzó a competir, desde que dejó de ser una chica «normal»,
como ella dice, y pasó a ver el deporte como una oportunidad incesante
de superación: «Desde pequeñita me puse el reto de llegar a competir en
unos Juegos. Mi primer objetivo siempre ha sido conseguir una medalla. Y
si es de oro, mejor».
Desde luego, su camino tampoco fue extraordinariamente
sencillo. «Tienes que tomar decisiones constantemente», añade. Pero su
capacidad para pensar que lo malo es bueno le ayuda a superar cada
obstáculo. En su particular romance con el deporte esta deportista de
unos insólitos 188 centímetros, confiesa: «Ha sido mucho sacrificio. He
tenido que dejar muchas cosas y priorizar otras. Nunca he sido una chica
normal que haya salido, bebido... Me he formado en el CAR de San Cugat
mediante disciplina, orden y tesón».
La unión del colectivo
Los mejores equipos tienen siempre algo en común: la
unión del vestuario, la capacidad para remar todos en la misma
dirección. Esto, según Maica, también fue clave en la selección que
obtuvo la presea plateada en Londres. «La unión del equipo es lo
fundamental. La química que tenemos entre todas, nuestro buen rollo es
imprescindible para explicar lo que logramos». Sin embargo, perdieron la
final. Y es que son un equipo joven, cuya media de edad baja
considerablemente respecto al resto de selecciones. Enfrente, Estados
Unidos, un rival sólido, consolidado, la mayor potencia mundial. «Se
notó mucho la superioridad, ellas son expertas en competición y finales.
Me cansaron, me sacaron fuera... Simplemente, supieron jugar», dijo.
Maica también piensa en el futuro de su deporte y en lo
importante de haber sido protagonistas unos días por medio de los
Juegos: «Gracias a esto puede haber gente que siga a este deporte
minoritario. Esta puede ser nuestra mejor herencia, que crezca el
waterpolo».
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