En la foto puede verse María del Carmen Molina Frías, junto a su madre María Frías Godoy, María “Cencerra”, que vivían en el Cortijo de Juan José, situado junto a la casa del Pasillo Nivel.
Ambas posan situadas sobre un montón de grava, que indicaba que la carretera que subía hacía Periana iba a ser asfaltada. Se puede observar que ya no estaban las vías del tren.
Esa vivienda perteneció a la Compañía de los Ferrocarriles Suburbanos de Málaga (FSM), ubicada en el actual cruce de la carretera MA- 7204, que conduce hacia la aldea de Río Seco.
La instantánea se realizó aproximadamente el año 1965, cuando ya no circulaban los trenes hacia Periana y no estaba operativa la línea de ferrocarril, puesto que, por Decreto de 2.214 de 10 de Diciembre de 1959, llegaría a autorizarse su levantamiento, cesando totalmente los servicios ferroviarios realizando su último viaje el jueves 12 de Mayo de 1.960.
En esa “casilla”, durante el funcionamiento del ferrocarril, vivió el matrimonio formado por Agustín Flores Triano (1886-1930) y Enriqueta Anaya Díaz (1890-1961), naturales ambos de Benagalbón. Se trasladaron desde la localidad de Alhaurín de la Torre, donde Agustín trabajaba para el ferrocarril hacia su nuevo destino en Periana, para ejercer su puesto de capataz de los FFSS.
Aproximadamente en 1926 Agustín y Enriqueta, pasaron a ser los ocupantes de esa “casilla”, del Pasillo a Nivel nº. 2, puesto que existía otro, el nº. 1 en el Cortijo de Peláez.
El matrimonio ya contaba con 5 hijos, pero tristemente dos hijas fallecieron a corta edad. La primera de ellas cuando residían en Alhaurín de la Torre y Concepción en 1928 a la corta edad de 2 años, víctima de la meningitis, cuando ya vivían en Periana. Su último hijo nacería en 1929.
Agustín Flores comenzaría a ejercer sus funciones de Capataz, entre las que estaban:
Cuidado de la vía férrea desde la Estación de los Romanes a la Estación de Periana, teniendo a su cargo varios operarios, que se encargaban de su mantenimiento. Si había que hacer reparaciones en los raíles, las traviesas, la cremallera, mantener en perfecto estado el balastro de la vía o quizá el más importante de ellos el trabajo de “guardar la vía”.
Uno de esos guardavías, era Antonio Padilla Guirado (1898-1991), natural de Almayate. Se trasladó desde su localidad natal hasta tierras perianenses para ejercer su trabajo en el ferrocarril. Residió en un primer momento junto a la familia de su hermana en la caseta de los peones camineros que existía por aquel entonces en la aldea de Pollo Pelao, ,ya que su cuñado era uno de los encargados de cuidar la carretera que conducía hacia Periana.
Tras unos años conviviendo con nuestros vecinos conoció a Remedios Molina Oviedo, de la familia apodada “Dienteajo” que vivía en el cercano Cortijo Juan José.
Dicha unión tuvo lugar el 08 de junio de 1.928 en la Iglesia Parroquial de Periana. Antonio a la edad de 30 años y Remedios con 29 años.
Construyeron su hogar en la finca que existe cruzando el Arroyo El Marrano. El matrimonio tuvo 4 hijos: Antonio, Remedios, Enrique y Pepe. Tristemente Remedios Molina falleció a los 46 años, el 30 de Junio de 1.946, a consecuencia de una meningitis aguda.
El guardavía Padilla, tenía a su cargo una sección de la vía, desde el puente Barba, al lado de la Estación de Periana hasta un punto cercano al Cortijo Vilches, que estaba marcado por un eucalipto, árbol que aún permanece en pie. Ese trayecto de vía tenía que ser vigilado constantemente para que ningún tipo de obstáculo ocupase la misma, e incluso reparar los pequeños desperfectos que notara, teniendo que comunicar al capataz los daños que no pudiera reparar por sí mismo. En caso de que el daño pudiera dar lugar a un accidente, debería hacer una señal de alto.
Todo ese trayecto tenía que hacerlo a pie antes del amanecer para permitir el paso del tren desde la Estación de Ventas de Zafarraya a Vélez-Málaga, que iniciaba su salida en la mañana temprano y por la tarde cuando el tren regresaba a tierras granadinas.
Para esas tareas de vigilancia cuando las madrugadas eran oscuras se ayudaba con la simple luz de un farol igual al de la fotografía.
Fotografía de la locomotora nº 42 que subía hasta Ventas de Zafarraya desde Vélez- Málaga.
Agustín Flores, el capataz, y su familia llevaban unos 4 años en su nuevo destino de Periana. Perfectamente adaptado a la zona, buen vecino y amigo. Pero tristemente a las diez de la mañana el 15 de mayo de 1.930 a consecuencia de una hemorragia cerebral falleció en su domicilio. Sus restos descansan junto a los de su hija Concepción en la tierra del cementerio de Periana.
Enriqueta tuvo que hacer frente de nuevo a otra dolorosa pérdida, quedando viuda a los 40 años y con 4 hijos pequeños a su cuidado llamados Agustín, Pepe, Paco y Antonio.
Al poco tiempo los Ferrocarriles Suburbanos de Málaga la nombrarían guarda barrera de la vía. Ese puesto de trabajo de guardesa era asignado por la Compañía, en su mayoría a mujeres.
Fotografía de una de las cadenas originales del Paso a Nivel
Su profesión la desempeñaría, concretamente en ese Pasillo Nivel Nº 2, donde se situaba “la casilla”, y por donde el trayecto de la carretera cruzaba el paso de la vía.
Su responsabilidad consistía en “echar las cadenas” para cortar el paso de cualquier tipo de vehículo, tanto de motor como de tracción animal, pudiera cruzar las vías al paso del tren de cremallera. Para informar al maquinista que la vía estaba libre levantaba el banderín verde, si por el contrario existía algún impedimento para el paso del mismo, poner la bandera roja. En las mañanas y tardes oscuras se ayudaba de la luz de un farol para dichas tareas.
Resaltar la dificultad que ocasionaba a los carros tirados por bueyes el poder cruzar las vías por ese Paso a Nivel. De las tierras de Vélez-Málaga hacia los campos de Alfarnate subían las carretas tiradas por bueyes para cargarlas con las alpacas de paja, cuando acababa la cosecha. Sus ruedas estaban revestidas a especie de llanta de hierro. Precisamente ese hierro al rozar los raíles hacía que no pudiera traspasarlos al patinar. Para facilitar esa labor arrojaban sobre las vías adelfas del arroyo cercano y echaban encima paja de la que acarreaban, pudiendo así cruzarlas. Este hecho arremolinaba a su alrededor una cantidad de chiquillos y no tan chiquillos de los alrededores ya que les suponía un gran entretenimiento.
Dicha labor de “echar las cadenas” tenía que realizarla de forma diaria, de lunes a domingo en la mañana, cuando descendía el tren desde su salida de Ventas de Zafarraya hacia Vélez-Málaga y por la tarde cuando el tren regresaba a la Estación de Ventas de Zafarraya.
La indicación para los pocos vehículos que pasaban eran unas “paletas” de hierro de 2 metros de altura con forma redonda, con el dibujo de unas barreras y donde se podía leer PASO A NIVEL CON BARRERA.
Ese trabajo de guardabarrera en la Compañía del Ferrocarril, Enriqueta, tenía que compaginarlo con los quehaceres domésticos y el cuidado de sus hijos.
Esa casa de planta rectangular de una sola altura con cubierta a dos aguas protegida con tejas de cerámica árabe pintadas en color verde, se adornaba los voladizos con artesonado de madera y contaba con dos estancias en su interior. La primera al entrar consistía en un salón grande con chimenea y su “chinero” y la siguiente el único y gran dormitorio existente, donde tenían que dormir Enriqueta con sus hijos. La vivienda carecía de luz eléctrica y de agua corriente.
Al lado de la casa se situaban los corrales, el gallinero y el horno. Era de fachada gris, pintos en color blanco, puerta y ventana de gran altura todo con materiales de buena calidad.
Encima de la entrada a la “casilla” se situaba un letrero con las iniciales FSM que indicaba que era propiedad del Ferrocarril. Toda la parte delantera de la casa estaba protegida con un muro de piedra, del cual hoy aún se conserva unos metros. Ese muro era sitio de juego y de esparcimiento para los niños que vivían por el lugar, ya que solían sentarse o apoyarse en el mismo para observar como pasaba el tren, que lo hacía de forma muy lenta debido a la pendiente del terreno.
Era muy habitual que Manuel Miranda arrojara caramelos a los niños, y sobre todo las cañas dulces, traídas de los campos de Vélez-Málaga un gran regalo para los chiquillos, pero con el paso de los años la memoria no alcanza a recordar si Manuel era el maquinista o el fogonero de la locomotora.
Aunque no era lugar de parada, muchos lugareños solían subirse o bajarse en ese punto debido a la baja velocidad del tren.
Los años fueron pasando, transcurrió una Guerra Civil y una pos-guerra. Años difíciles en los que Enriqueta y sus hijos convivían en buena armonía con sus vecinos. Ella una mujer muy querida, trabajadora y servicial. Para hacer “los mandaos” iba andando hasta Periana por la carretera y cargada de ellos regresaba al Pasillo, los necesarios para ella y los encargos que le hacían los vecinos de los cortijos cercanos.
Enriqueta tenía siempre las puertas abiertas a sus vecinos de los cortijos cercanos o de la aldea de Río Seco. Si ellos tenían que coger el tren en la mañana temprano, en la Estación de Matanza podían pasar la noche allí. También sus corrales servían para dejar a los mulos a buen resguardo mientras estaban de viaje.
Un vendedor ambulante que se dedicaba a la venta de plátanos desde Vélez-Málaga hasta Periana, utilizaba como medio de transporte una bicicleta. Cuesta arriba por la carretera subía hacia el pueblo, la mayoría de las veces empujándola puesto que el peso del capazo de madera lleno de plátanos hacía difícil el pedaleo. Toda la mañana y hasta el mediodía dedicaba su tiempo en vender la fruta. Cuando ya era hora de regresar hacia tierras veleñas, carretera abajo descendía en su bicicleta con el cajón vacío de plátanos pero de igual manera su estómago.
Él sabía que haciendo una parada en la casa de Enriqueta tenía una plato de comida en la mesa para reponer fuerzas. Unas sopas de tomate con un buen trozo de pan le sabían a gloria.
Tampoco se puede olvidar de Antoñillo "el pescadero". El Pasillo Nivel sitio de parada, para que las vecinas pudieran comprar el "pescao". Pero hasta llegar allí tenía que darle bastante a los pedales de la bicicleta, medio de locomoción que utilizaba por aquel entonces. Llegaba temprano en la mañana y Enriqueta en la mayoría de las ocasiones le preparaba un hoyo de aceite con café de puchero hecho de malta y una buena cucharada de azúcar, que le servía para reponer fuerzas.
Los hijos se hicieron mayores. Dos de ellos, Agustín y Pepe, junto a Antonio Molina Oviedo, de la familia “dienteajo” vecino del Cortijo Juan José emigraron a Valencia para trabajar en el arroz.
Pero además de traer unos buenos ahorros durante el tiempo trabajado, para Pepe supuso encontrar también a su futura esposa.
El primer hijo de Enriqueta en casarse fue Agustín a la edad de 23 años. El 16 de Agosto de 1936 en la Iglesia de Periana contrajo matrimonio con Dolores García Postigo, de 18 años. Ella era hija del Capataz que por entonces vivía en el Pasillo Nivel nº.1, ya que en ese pasillo vivieron distintos capataces.
El segundo fue, precisamente, Pepe. Por esas tierras valencianas además de trabajar en el arroz conoció a Dolores. Cuando acabó la campaña Pepe, junto a su hermano y Antonio regresaron a Periana. Pero un día Dolores se presentó en la casa de Enriqueta buscando a Pepe. Gran valor tuvo que tener esta joven para viajar sola desde Valencia a Periana utilizando como medio de transporte el ferrocarril.
Al grito de: ¡Enriqueta ahí llevas a “La valenciana”!, el maquinista de la locomotora avisó a Enriqueta de su nueva huésped., al paso del tren por el Pasillo Nivel.
Y allí con un salto bajó del tren Dolores Cordellat Zuquias, y se presentó ante Enriqueta buscando a Pepe, sin más equipaje que ella misma. Dolores era mujer de carácter, pero de buen corazón, fue acogida por Enriqueta como una hija más. Finalmente se casó con Pepe en la Iglesia de Periana el 7 de Diciembre de 1.939. Ella tenía 21 años y su marido 23 años. Resaltar ese gran valor, porque en esa época no era habitual que las mujeres viajaran solas, menos en periodo de finalización de una Guerra Civil, y sin saber leer ni escribir y con un “habla” de un valenciano cerrado.
Tras ese matrimonio Pepe se trasladó a vivir a Valencia para formar su familia allí; posteriormente le siguió su hermano Agustín junto a su mujer.
Los otros dos hijos pequeños de Enriqueta permanecieron viviendo en Periana y se colocaron a trabajar en el ferrocarril:
Antonio: Su trabajo consistía en engrasar “la cremallera”, puesto que, para poder subir por las pendientes, algunas muy pronunciadas disponía de unas ruedas dentadas que se engranaban en un tercer raíl. Esas cremalleras eran utilizadas en tres tramos con rampas a partir del apeadero de La Viñuela hasta la subida a Ventas de Zafarraya.
Paco: El encargado de las mercancías y de La Zorrilla, que era un tipo de remolque formado por un cajón de madera, colocado sobre 4 ruedas y con un freno, que se enganchaba al tren. Se utilizaba para trabajos de reparación de la vía y se trasladaban en ella los materiales y herramientas necesarias para dicha labor.
Fotografía de La Zorrilla.
Por el propio desnivel del terreno era capaz de bajar sola desde Ventas de Zafarraya hasta la estación de Matanza, con alguna anécdota como la siguiente:
Debido a que no existía agua corriente en las viviendas, la tarea de acarrear el agua en los cántaros correspondía en muchas ocasiones a los niños y niñas. Era una labor dura ya que tenían que recorrer una cierta distancia para ir a fuentes cercanas, como la Fuente de la Peña o la Fuente de La Almanzora.
Pues tres niños, junto a Paco para evitar ese duro trabajo de acarrear agua, cargaron La Zorrilla con varios cántaros, se subieron a ella y remolcados por el tren llegaron hasta el Cortijo de Carrión. Allí se apearon y una vez llenas las vasijas con el agua de la fuente, iniciaron el camino de regreso hacia el Pasillo Nivel.
Pero debido al desnivel del terreno y quizás al excesivo peso cargado en La Zorrilla el freno se rompió. El cajón de madera empezó a circular a gran velocidad vía abajo, con el gran susto para sus ocupantes. Pasado el Pasillo Nivel, que era su lugar de destino, los niños atemorizados y con el miedo en el cuerpo fueron arrojándose fuera de ella, con sus correspondientes heridas por la caída.
Pepe, el hijo del guardavía Padilla, vio pasar La Zorrilla a la velocidad del rayo y fue corriendo avisar a los hombres que vivían en el Cortijo de Juan José, que estaba al lado de la casa del tren y todo asustado decía:
-¡Venid que La Zorrilla no para, La Zorrilla no para…!
Los hombres corriendo fueron a recoger a los niños heridos, excepto a Paco que no se bajó del cajón de madera, ya que su experiencia con La Zorrilla ya le había avisado a sus amigos que se pararía sola y efectivamente en Matanza se paró sola toda cargada de agua y con Paco dentro.
Tuvo que esperar que pasara el tren para poder engancharla y llegar al Pasillo Nivel toda cargada de agua.
La pequeña casa blanca que se aprecia en la siguiente fotografía, anexa a la vivienda del ferrocarril, fue construida para que viviera Paco junto a su mujer, Teresa Molina Ramos, de la familia apodada “Dienteajo” que vivía en el cercano Cortijo de Juan Antonio.
Paco y Teresa contrajeron matrimonio en Periana el 14 de marzo de 1947. Él a la edad de 25 años y Teresa con 20 años. El matrimonio tuvo tres hijos, pero desafortunadamente Teresa el 26 de Noviembre de 1.956 a las 7 de la mañana, fallecía en su domicilio a consecuencia de un problema cardiaco, dejando huérfanos a sus tres hijos, a los que ayudó a criarlos, su abuela Enriqueta.
Antonio, con 25 años, fue el último en contraer matrimonio, su esposa Dolores, apodada “La Garbosa”, de 24 años de edad. contrajeron matrimonio el 03 de Julio de 1954. La pareja también se quedó a vivir junto a Enriqueta, pero tenían que compartir el único dormitorio de la casa, puesto que este era bastante grande. El mobiliario estaba formado por tres camas y una cuna, convenientemente separadas, para Enriqueta, el matrimonio y los hijos pequeños del mismo que tuvieron hasta ese momento. Se completaba con la cómoda y un baúl.
La puerta de la casa siempre estaba abierta y era habitual que los niños y niñas del lugar jugaran en sus alrededores y utilizaran partes de la casa para jugar a distintos juegos entre ellos el escondite. .
Foto de Enriqueta
Enriqueta permaneció siendo la guardabarrera de ese paso a Nivel hasta el último viaje del tren. Aunque las vías fueron levantadas en 1.961, permanecieron viviendo un tiempo en dichas viviendas.
Tristemente a las cinco de la tarde del día cuatro de octubre de 1.961 fallecía Enriqueta a consecuencia de un cáncer de estómago, a la edad de 71 años
Con el desmantelamiento de la línea del Ferrocarril desde Vélez-Málaga a Ventas de Zafarraya, los FSM fueron vendiendo o subastando sus distintas propiedades.
Antonio Flores Anaya compró el apeadero del Trapiche y toda la Familia se trasladó a vivir allí.
Antonio fue colocado por la compañía del ferrocarril como conductor de autocares en la localidad de Vélez-Málaga, Paco fue colocado en una fábrica en Málaga. Posteriormente Paco junto a sus hijos se trasladaron a vivir a Alginet, en Valencia.
La desaparición del tren dejó una profunda y marcada huella en la memoria de todos los habitantes del lugar y también en las personas que formaron esa gran familia del ferrocarril.
Hoy en día dicha zona se sigue conociendo como el Pasillo Nivel.
El tren, subiendo lentamente por uno de los tramos de cremallera hacia Periana, aproximadamente a una velocidad de 12km/h. Impresiona el número de vagones de pasajeros que arrastra junto al vagón de las mercancías. El tren estaba llegando al Paso a Nivel nº. 2. Lleva una composición especial con 4 coches y 1 un furgón de mercancías. En otras ocasiones y sobre todo en época de verano ese furgón se colocaba al final y no estaba techado, siendo sus paredes de menor altura facilitando así la carga y descarga de todo tipo de paquetes.
En recuerdo de Agustín , Enriqueta, Antonio Padilla y sus familias.
Esta historia ha sido escrita por María del Carmen González Molina (Marita) y recordada por su madre María del Carmen Molina Frías.
Agradezco a las dos el ejercicio de memoria y toda la recopilación de datos e imágenes.
En el día de hoy se cumplirían 61 años del último viaje del tren y este es un pequeño homenaje a las familias que trabajaron y vivieron en la zona del pasillo a nivel.
Muchisimas gracias por el relato y la informacion
ResponderEliminarSALUDOS CORDIALES
Hola, ha sido un merecido homenaje a las familias que vivieron en el pasillo a nivel y en la casilla camineros, y un verdadero ejercicio de memoria. Siempre agradecida a las protagonistas que nos transmiten tantos detalles y recuerdos que perdurarán en el tiempo para ser recordados por las nuevas generaciones.
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