El
viernes, 27 de diciembre de 2013 a las 17´00 horas, en el Salón de
Plenos del Ayuntamiento de Periana, el doctor don Miguel Blanca Gómez
recibirá el nombramiento de Hijo Predilecto y Medalla de Oro de
Periana. El acto será presidido por la Consejera de Igualdad, Salud
y Bienestar social de la Junta de Andalucía doña María José
Sánchez Rubio.
He
aquí la trayectoria humana y profesional del homenajeado escrita por
José Manuel Frías Raya, publicada en el número 31 de la revista
ALMAZARA
y en
este blog.
PAISANOS
NUESTROS
Miguel Blanca Gómez, talento y sencillez
Dime en que paisaje se
desarrolló
tu infancia y te diré como serás
de adulto.
tu infancia y te diré como serás
de adulto.
MIGUEL
DELIBES.
Licenciado en Medicina y
Cirugía por la Universidad de Granada y doctorado en la de Málaga,
Miguel Blanca Gómez comienza su singladura profesional como médico
interno residente en el Hospital Regional Carlos Haya de Málaga. A
continuación se va como investigador al Hospital Middlessex de
Londres. En ese periodo trabaja como investigador en lo que se
conoció como el síndrome tóxico producido por el aceite de colza
desnaturalizado con sustancias químicas. Este hecho determinó que
posteriormente se dedicara a estudiar las reacciones a sustancias
químicas, concretamente los medicamentos. Regresa a Málaga y es
Facultativo Especialista del Área de Alergología en el Hospital
Carlos Haya, siendo durante algunos años coordinador de la Unidad de
Investigación de dicho Hospital, etapa en la que creó lo que hoy se
llama el laboratorio de investigación IMABIS (Instituto de
Investigación Mediterráneo para la Investigación Biomédica). Para
la construcción del referido instituto avaló con su firma la
consecución de una parte del dinero necesario.
Marcha a Madrid y tras
una dura y gran competición nacional, contra tres magníficos
candidatos, consigue la plaza de Jefe del Servicio de Alergología en
el Hospital Universitario de La Paz, simultaneando algún
tiempo este cargo con el de asesor para investigación del
Ministerio de Salud y Consumo. Durante varios años ocupa el cargo de
presidente de la Comisión de Medicina y Cirugía del Fondo de
Investigaciones Sanitarias del Instituto de Salud Carlos III de
Madrid, convirtiéndose en el jefe de servicio del Hospital La Paz
con más influencia en un órgano tan importante como este instituto
que es la agencia estatal que canaliza y distribuye todos los fondos
de investigación biomédica en España.
En el año 2003 regresa a
Málaga y gana por oposición en examen público la plaza de jefe del
Servicio de Alergología del Hospital Carlos Haya, cargo que ocupa en
la actualidad. Mente viajera y comprometida con la investigación, no
descarta en un futuro ocupar otros cargos con responsabilidades
investigadoras y clínicas si llegasen las condiciones necesarias.
En la actualidad dirige
el mayor equipo de investigación sobre alergología de España,
equipo que se encuentra entre los más productivos del mundo en
investigación de alergias. Habiendo participado en más de una
treintena de proyectos de investigación financiados por agencias
tanto públicas (nacionales, europeas y americanas) como privadas
financiadas por multinacionales farmacéuticas y fundaciones
benéficas. Pertenece a varias sociedades médicas y posee
premios de sociedades científicas nacionales e internacionales. Sus
publicaciones se cuentan por centenares, y gozan de un gran impacto
científico por número de citas y otros índices de calidad.
Los conocimientos que ha generado a lo largo de su carrera destacan
por su gran aplicación a la medicina práctica, por lo que son
citados en facultades de medicina y centros hospitalarios de todo el
mundo; indicaré como ejemplo que no hay establecimiento sanitario
que trate enfermedades infecciosas o alérgicas que no tenga en
cuenta y referencia los trabajos que ha publicado el doctor Blanca
como guías de uso en pacientes alérgicos a las penicilinas. El
conocimiento básico que genera su investigación también es
altamente evaluado por los mejores grupos del país como son
facultades de química, farmacia e ingenieros agrónomos, entre
otros. Ha formado en Málaga a un grupo de investigadores jóvenes
que constituyen la generación más importante de científicos
que están marcando escuela en nuestro país. La Academia Americana
de Alergia, Asma e Inmunología ha destacado, en varias ocasiones,
el trabajo de su grupo como relevante y digno de imitar por
otros grupos; la última vez ha sido, en el presente año, con
motivo de la celebración de su Congreso en San Francisco. Valga como
comprobante de lo anteriormente expuesto que algunos de sus
discípulos son invitados a dar conferencias y charlas tanto en
Europa como en Estados Unidos, circunstancia que pone de manifiesto
su capacidad y generosidad para transmitir el conocimiento. Él y su
equipo forman el grupo investigador que más publica en Málaga
y, tal vez, en Andalucía… También coordina desde el Hospital
Carlos Haya, con un selecto grupo de discípulos y colaboradores, la
Red para el Estudio de las Reacciones Adversas a Alergenos y
Fármacos.
En definitiva, para dar
cuenta de su extenso, espléndido y laureado currículum necesitaría
todas las páginas de ALMAZARA y, posiblemente, me faltaría espacio.
LOS DIAS DEL PASADO
Miguel Blanca Gómez,
nuestro paisano más universal, vino al mundo un 24 de mayo de 1949
en el Hospital Civil de Málaga, lugar donde trabaja en la
actualidad. El hecho de que naciera en la Capital se debió a
que el médico de Periana aconsejó a su madre, Manuela
Gómez Larrubia, que para prevenir cualquier tipo de complicación en
el parto -cuando nació, su madre tenía más de cuarenta años-,
diese a luz en un centro sanitario: hecho inhabitual en aquella
época, en la que todos los niños perianenses nacíamos en nuestras
casas con la ayuda de doña Margarita. Su padre, Miguel Blanca
Martín, brigada de la Guardia Civil y natural de Tolox, había
llegado trasladado a nuestro pueblo algún tiempo antes. Con
posterioridad nació María Victoria (de profesión enfermera), su
única hermana.
Comienzo la entrevista
interesándome por su memoria, Miguel me dice que es excelente, e
inmediatamente tengo ocasión de atestiguar que esta en lo
cierto. Sus respuestas a mis preguntas son flechas disparadas
certeramente en la diana del indeleble recuerdo. Recuerda
perfectamente el que fue su primer hogar en el pueblo, donde vivió
sus tres primeros años de vida, situado en la plaza de La Fuente:
allí acudía a amamantarlo Mariquita “La Carabina”, su ama de
leche, a la que recuerda con gratitud y cariño como su segunda
madre; casa en la que posteriormente, su primo, don Francisco Torres
Gómez “El hijo de la Pepita Torres”, instalaría la farmacia. Va
relatando de manera rápida, amena y precisa vivencias de cuando
tenía como vecino a San Isidro “De la Fuente” y me deja
perplejo. Con Miguel, al igual que sucedía, en aquellos
tiempos, con la mayoría de los niños del pueblo, los Reyes Magos
nunca se portaron bien y se conformaba con ver los juguetes en el
estante de la tienda de Antonio “Del Puesto”, numerosas veces a
lo largo del día, e imaginaba cual le gustaría poseer.
Definitivamente, nuestro
paisano ha viajado en el túnel del tiempo y se encuentra paseando
por los paisajes que sirvieron de escenario a su niñez pueblerina.
Revive la gran nevada que cayó sobre Periana en el año 1952, y me
describe con precisión, casi cinematográfica, un incidente que
sucedió aquel día: “un ´´Carabina´´ le arrojó
una bola de nieve a una mujer, Miguel ¨El Picaíllo¨, que presenció
los hechos, le recriminó su conducta y tuvieron una gran
trifulca”… También se acuerda de las madrugadas en las que los
cantos del Rosario de la Aurora, encabezado por las hermanas Núñez
y Bueno, interrumpían sus infantiles sueños.
Cuando Miguel tenía tres
años sus padres cambian de domicilio y se mudan al número dos de la
calle general Aranda, donde tenía por vecinos a Prudencia y Manuel,
la Pura “De Carlos”, María “La Corazón”… de los que habla
con gran afecto.
Sigue paseando por las
empedradas calles del pueblo y recuerda cuando fueron abiertas para
introducir en ellas las tuberías que harían el milagro de llevar
agua corriente a todas las casas de Periana. Se acabaron los
tiempos de acarrearla con cántaros a cuestas o con la ayuda de
borricos y mulos desde La Fuente o los lavaderos de La Cruz y la
calle de Las Monjas.
Hablamos de los amigos de
la infancia y, enseguida, descubro que es un adicto a la amistad. Me
dice, con orgullo, que en la actualidad, cincuenta años más tarde,
los amigos de su niñez continúan siendo sus mejores amigos: Manolo
“El Sereno”, Paco “Torés”, Pepe “Coliche”, Antonio
“Leoncio”, Pedro “De la Elvira”, Rafael “El Soldao”, Paco
“El Electricista”… Si yo fuera alguno de vosotros me sentiría
muy feliz por contar con la amistad de Miguel. Miguel os quiere y
recuerda con añoranza los muchos y buenos momentos que pasasteis
juntos y, en la actualidad, disfruta en las contadas ocasiones en que
volvéis a reuniros. Trompos, billardas, bolas, platillos, correrías
campestres… y sobre todo fútbol, mucho fútbol. La Lomilleja, la
Peña de el Sombrero, la Estación, los Peñones, el Algarrobal, la
Huerta de Antonio Díaz… Veranos vividos en el cortijo que su madre
poseía en Moya, - cercano al de “Tapaeras” y “Maria Felisa”-
del que cuidaban “Colás” e Isabelita “La Cuartelera”.
Primera comunión con don Justo: los niños con los niños y las
niñas con las niñas. Lectura de tebeos. Hoyos de aceite,
chocolate con sabor a algarroba, terrones de azúcar, arencas…
Alquiler de bicicletas en la feria. Paseos. Pipas y charlas en la
puerta de la Inés. Primeros amores. Momentos irrepetibles que
permanecen en el imaginario de la memoria que retroalimentan el
presente y actúan como un cliché permanente que nos recuerda de
donde venimos.
Miguel se sincera conmigo
hasta extremos que nunca pude imaginar, y se lo agradezco de
todo corazón. Le pregunto por el momento más feliz de su niñez y
me deja helado al decirme que no recuerda ningún momento feliz, que
su infancia fue dura, muy dura. Su padre abandona la Guardia Civil
para dedicarse al campo que posee su madre. Deja de entrar el sueldo
fijo en casa y el campo no produce lo esperado. Llegan las
estrecheces económicas. España empieza a salir de la autarquía y
el campo se devalúa continuamente. Miguel es muy consciente de lo
que sucede en su casa, y la situación le provoca una
“depresión latente” que le acompaña desde entonces. San Isidros
de carencia, que había que echar con una peseta, peseta que solo
daba para montarse una vez en los carricoches y comer un pedazo de
turrón. A veces, tenía la fortuna de poder ir al cine gracias
a la peseta que, tras hacerse rogar un buen rato, le daba su primo
Paco “El Farmacéutico”. “Los diez primeros años de nuestra
existencia son los que marcan nuestro devenir… Mi infancia
fue muy complicada, de ahí procede mi indomable espíritu luchador…
Durante muchos años para mi el horizonte era un espacio cerrado, no
parecía haber luz al final del túnel”. No cabe la menor
duda de que aquellos años han dejado profunda huella en su
personalidad. Posiblemente, su carácter, su forma de trabajar y su
manera de navegar por el mundo este muy condicionada por ese pasado
en donde se configuran tantas cosas de nuestra conciencia y voluntad.
El amargor al recordar una infancia no feliz se atempera
repentinamente y se convierte en ternura infinita al hablar de sus
padres. Cuando se refiere a sus progenitores, su rápido decir se
vuelve pausado, se le ilumina el rostro y sus ojos desprenden un rayo
de melancólica luz.
Le pido que me cuente su
etapa escolar y el semblante de Miguel se transfigura al hablar de
don Ernesto, con tres años lo tuvo como maestro y su sola presencia
le producía pánico. Todo lo contrario le sucede al hablar de
don Francisco “De la Rafaela”, lo recuerda con satisfacción, y
me dice que él formó parte de la primera generación que el maestro
don Francisco preparó para estudiar. Se examinó de
Ingreso en Vélez y sus primeros tres años de Bachiller los realiza
en el Seminario de Málaga, de donde fue expulsado en febrero.
Motivos: no tener vocación. Su llegada a Periana la describe
como uno de los momentos más trágicos y tristes de su vida.
La “Alsina” lo deja en La Lomilleja, una tarde fría y oscura, y
de camino hacia su casa se encontró con aceituneros que
regresaban del campo y se vio convertido en uno de ellos. Su madre,
su querida madre, en más de una ocasión, le advirtió de forma
enérgica que sólo había dos salidas: estudiar y labrarse un futuro
o trabajar en el campo con todas las desgracias que esto acarreaba en
aquellos años. Aquella noche no duerme, reflexiona con la
almohada y decide que preparará las asignaturas con ahínco.
Por primera vez en su vida estudia seriamente. Prefiere hacerlo de
noche, para ello se vale de la bombilla pública que había en la
fachada de su casa, teniendo como mesa el poyo interior de la
ventana, no estaban los tiempos para consumir más luz que la
estrictamente necesaria. Debido a la deficiente luz o al mucho
estudiar, su vista paga las consecuencias y comienza a utilizar
gafas. Los curas, le permiten examinarse y aprueba todas las
asignaturas con sobresaliente. Para su madre se ha producido un
milagro. Miguel da un cambio radical y se convierte en un excelente
estudiante y en un infatigable lector que devora libros con la
intención de profundizar en el conocimiento de las cosas. Consigue
una beca del PIO y realiza cuarto y reválida en los Carmelitas de
Antequera. Aprueba con magnificas notas pero, una vez más, volvieron
a expulsarlo del colegio. Motivos: tener catorce años y gustarle el
cachondeo y las chicas del colegio vecino. Alguien descubre su gran
inteligencia e informa a sus padres de ello. Su siguiente destino
será Ronda, donde terminó el Bachiller e hizo PREU. Paisanos que
compartieron colegios con Miguel me cuentan que jamás toleró que,
en su presencia, ningún niño de Periana fuese golpeado o humillado
por otros, siempre salió en su defensa, y me atestiguan que tuvo
algunas broncas de las que hacen época. También me relatan el
episodio que protagonizó al coger “prestada” la bandera de
España que su padre guardaba y con ella, a modo de pendón
invencible, se puso al frente de sus “valientes guerreros” en la
Peña del Sombrero. Mis interlocutores hablan de Miguel con
cariño y ponen de manifiesto su gran inteligencia y tenacidad.
Con el PREU aprobado,
Miguel tiene muy claro que estudiará Económicas en Málaga,
pero su primo Paco, “El hijo de Pepita Torres”, le convence para
que haga Medicina. Realiza la carrera en Granada y durante sus
últimos años de estudio fue alumno interno, trabajando como
ayudante quirúrgico, circunstancia que puso fin a una niñez y a una
juventud repleta de renuncias. Allí tiene la fortuna de conocer y
trabajar con un reducido grupo de profesionales de primera línea, en
los que encontró un referente a imitar y que le inculcaron la
idea de que lo importante en su profesión es ser un buen médico a
nivel técnico y humano. Si estudiando la carrera que nunca había
imaginado ha llegado a donde está, si hubiese estudiado lo que le
gustaba, es decir, Económicas, es lícito pensar que, como
mínimo, hubiese sido ministro de Economía. Pero una vez que conoces
a Miguel te das cuenta de que tal suposición no es posible;
jamás hubiese llegado a ministro: Miguel no sabe venderse, tiene
demasiado talento para acatar la dictadura de los mediocres.
Siente alergia hacia los disfraces de conveniencia y camina por la
vida con la verdad por estandarte.
LOS DIAS DEL PRESENTE
Hoy, nuestro paisano, el
doctor Miguel Blanca Gómez, es un prestigioso alergólogo e
investigador, reconocido mundialmente. Casado con María Ángeles,
una enfermera de la Alpujarra granadina, a la que conoció cuando
estudiaba Medicina en la ciudad de la Alhambra y que le ha hecho
padre de dos hijos, Natalia y Miguel, médica y licenciado en
Marketing y Dirección de Empresas, respectivamente.
Hoy, nuestro paisano, el
hijo de Manuela Gómez y Miguel Blanca, dirige o coordina los más
importantes equipos de investigación en alergología que existen en
España y que se encuentran entre los mejores del mundo. Equipos
ubicados en Málaga, Madrid, Badajoz, Valencia, Barcelona y Navarra,
en los que trabajan cerca de un centenar de personas y
gestiona presupuestos superiores a los 8 millones de euros. Habiendo
convertido el Servicio de Alergología de Hospital Carlos Haya en el
mejor de España, siendo el más prestigioso y conocido de los
servicios a nivel internacional y lo ha situado en el número uno de
producción científica de dicho hospital.
Hoy, nuestro paisano, el
amigo intimo de Manolo “El Sereno” y Paco “Torés”, se pasa
viajando una tercera parte del año. Requerido por las universidades
y centros de investigación más prestigiosos del planeta,
donde imparte conferencias y da cuenta de sus investigaciones en
castellano, inglés, francés, italiano, portugués, catalán…
Se codea con algunos de los científicos más notables del mundo,
incluido algún premio Nobel.
Hoy, nuestro paisano, que
conjuga en armonía perfecta talento y sencillez y al que nadie le ha
regalado nada, se levanta todos los días a las cinco de la mañana,
a las seis está en su lugar de trabajo y la mayoría de los días el
reloj supera las siete de la tarde cuando lo abandona. Pero no
termina aquí su jornada laboral, su mente y cartera se van llenos de
problemas y cuestiones para resolver en casa. Además, a lo largo de
un día atiende con diligencia más de un centenar de llamadas
telefónicas, procedentes de cualquier lugar de la tierra, y recibe
más de doscientos correos electrónicos.
Hoy, nuestro paisano, el
médico, el investigador, el escritor, el profesor universitario, el
políglota, el conferenciante, el gestor, el viajero incansable… se
siente plenamente identificado con su trabajo; pero reconoce que es
alergólogo por casualidad, y lleva marcado a fuego en su
subconsciente que su verdadera vocación era ser economista.
Hoy, nuestro paisano más
internacional, sigue acudiendo todos los años a San Isidro, le
continúan gustando las tortas de aceite, se siente orgulloso de
haber vivido en Periana, añora su niñez pueblerina… Y le gustaría
ir al pueblo más a menudo, pero sus múltiples ocupaciones se lo
impiden. En este entorno, donde vivió su infancia y
adolescencia que le marcaron para siempre, es donde encuentra un
espacio entre imaginario y real lleno de personas, paisajes y
vivencias que le recuerdan sus orígenes.
LOS DIAS DEL FUTURO
Mañana, nuestro paisano,
“El niño de Manuela Gómez” como le llamaba cariñosamente mi
madre, a la que hizo un gran favor en el Hospital Carlos Haya, podía
ser un ocioso y feliz jubilado que cobraría la pensión máxima;
pero tal situación le horroriza tanto que ni se la plantea, tiene
asumido que continuará activo, al menos, hasta los setenta años o
más. Son muchas las personas que dependen de su trabajo y no le pasa
por la cabeza el incrementar la lista de parados. Y no descarta, si a
la fuerza lo jubilan, trabajar en alguna organización que sin ánimo
de lucro fomente el conocimiento entre médicos jóvenes para
aligerar el padecimiento de los enfermos alérgicos. Me mira
fijamente a los ojos y me dice, con voz pausada, que su legado más
hermoso a la humanidad seria haber contribuido a aliviar o curar ese
sufrimiento llamado alergia que azota al ser humano. Tengo la plena
seguridad de que no le faltarán ofertas para ello, tanto de España
como de cualquier parte del mundo.
Mañana, nuestro paisano,
solidario entre los solidarios, seguirá lamentando, levemente, que
dejó escapar la oportunidad de su vida por no dejar colgados –
tradúzcase en el paro- a los colegas que trabajaban con él.
De haberla aprovechado, hoy tendría cátedra en una de las
universidades más acreditadas de España y su prestigio sería aún
mayor.
Mañana, nuestro paisano,
“a quien se le activa la memoria cuando llega a Periana”,
se plantea volver a tener casa en el pueblo, a ser posible aquella en
la que vivió casi toda su niñez y juventud. Y también le
gustaría poseer el cortijo de Moya donde pasó los veranos de
su niñez.
Mañana, nuestro paisano,
en quien Periana sigue ocupando la mejor parte de su corazón, y que
durante la conversación que mantuvimos cada vez que articulaba la
palabra Periana se le llenaba la boca de complacencia y su voz
adquiría un tono singular, posiblemente, sea nombrado hijo
predilecto del pueblo donde quedaron sus raíces; a lo mejor,
también, a la calle donde vivió le pongan su nombre y, tal vez, una
placa recordará a los transeúntes que allí vivió el insigne
alergólogo don Miguel Blanca Gómez. Un hijo de Periana. Un paisano
nuestro.
JOSÉ MANUEL FRÍAS RAYA
No hay comentarios:
Publicar un comentario