Buenos o malos estos son los tiempos que nos han tocado.
Todo marinero novato que cruzaba el Ecuador por primera vez se veía obligado a celebrar una ceremonia de iniciación como sacrificio al rey Neptuno. Todos los días estamos cruzando ecuadores porque todos los días nos estamos iniciando en algo. Aunque deseamos la estabilidad por instinto, la realidad nos va marcando el paso con un ritmo cambiante. Tanto es así que sentimos que no somos nosotros quienes llevamos el timón, sentimos que somos arrastrados, que nuestros actos presentes se van alejando de nuestras primeras intenciones o deseos, que mandan otros. En fin que más que controlar nos limitamos a sobrevivir y ya, con eso, nos damos por satisfechos.
Iniciación continua a nuevas circunstancias personales, familiares, profesionales, afectivas, corporales o de nuestro entorno. Parece una broma ese volver a empezar nada más haber llegado. Ese tener que guardar en el armario los modos y maneras que han dejado de ser los adecuados para una actualidad que se acaba de presentarse con nuevas exigencias y requisitos.
Pero es que me asomo a la ventana virtual y lo que veo me asusta porque me aleja mucho más de la paz soñada. No encuentro asidero ideológico al que agarrarme hasta que se me vaya pasando el mareo. ¿Puedo bajarme del barco?, -grito en voz baja para mí mismo-. Se nos anuncia que lo peor todavía está por llegar (El crash de 2010). Las teorías catastrofistas llenan los escaparates. Novelas y películas anuncian que el fin del mundo que nosotros conocemos está cerca (La carretera).
Todas las ceremonias de iniciación encierran un mensaje: el iniciado abandona el estado de inocencia en el que había vivido hasta entonces (la infancia) y comienza a partir de entonces su vida adulta y lo que eso significa (responsabilidad, esfuerzo, trabajo, dolor, , sangre, sudor y lágrimas). Pero, además y no es poco, se le promete al novato que si lucha con gallardía recibirá a cambio alguna satisfacción, poca o mucha, dependiendo del capricho de los vientos que soplan donde quieren.
¡Que los vientos os sean propicios!
Todo marinero novato que cruzaba el Ecuador por primera vez se veía obligado a celebrar una ceremonia de iniciación como sacrificio al rey Neptuno. Todos los días estamos cruzando ecuadores porque todos los días nos estamos iniciando en algo. Aunque deseamos la estabilidad por instinto, la realidad nos va marcando el paso con un ritmo cambiante. Tanto es así que sentimos que no somos nosotros quienes llevamos el timón, sentimos que somos arrastrados, que nuestros actos presentes se van alejando de nuestras primeras intenciones o deseos, que mandan otros. En fin que más que controlar nos limitamos a sobrevivir y ya, con eso, nos damos por satisfechos.
Iniciación continua a nuevas circunstancias personales, familiares, profesionales, afectivas, corporales o de nuestro entorno. Parece una broma ese volver a empezar nada más haber llegado. Ese tener que guardar en el armario los modos y maneras que han dejado de ser los adecuados para una actualidad que se acaba de presentarse con nuevas exigencias y requisitos.
Pero es que me asomo a la ventana virtual y lo que veo me asusta porque me aleja mucho más de la paz soñada. No encuentro asidero ideológico al que agarrarme hasta que se me vaya pasando el mareo. ¿Puedo bajarme del barco?, -grito en voz baja para mí mismo-. Se nos anuncia que lo peor todavía está por llegar (El crash de 2010). Las teorías catastrofistas llenan los escaparates. Novelas y películas anuncian que el fin del mundo que nosotros conocemos está cerca (La carretera).
Todas las ceremonias de iniciación encierran un mensaje: el iniciado abandona el estado de inocencia en el que había vivido hasta entonces (la infancia) y comienza a partir de entonces su vida adulta y lo que eso significa (responsabilidad, esfuerzo, trabajo, dolor, , sangre, sudor y lágrimas). Pero, además y no es poco, se le promete al novato que si lucha con gallardía recibirá a cambio alguna satisfacción, poca o mucha, dependiendo del capricho de los vientos que soplan donde quieren.
¡Que los vientos os sean propicios!
José Manuel Rejano Cabello, octubre de 2009
Gracias a José Manuel por participar en este blog.
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