ORGANIZA:
AYUNTAMIENTO DE PERIANA
SOC. COOPERATIVA SAN ISIDRO DE PERIANA
SOC. COOPERATIVA SAN JOSÉ ARTESANO DE MONDRÓN (PERIANA).
COLABORAN:
ÁREA DE DESARROLLO Y PROYECTOS DE LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE MÁLAGA, UNICAJA, CAJA RURAL, CERVEZA SAN MIGUEL, CAFÉS SANTA CRISTINA, CRUZCAMPO, PEPSI Y PANADERÍAS DE PERIANA.
El municipio de Periana es la reserva natural del Olivo Verdial de la Axarquía, variedad exclusiva y diferente a las demás.
Árboles centenarios producen una singular aceituna de la que se extrae un magnífico aceite de color dorado y sabor dulce, digno de los más exigentes paladares.
Las dos cooperativas, San Isidro y San José Artesano, se encargan de extraer el aceite embotellado para una venta directa sin que existan intermediarios que encarezcan el producto y así poder garantizarlo.
Además y junto a otras cooperativas de la Axarquía, han comenzado los trámites administrativos que supone el ambicioso proyecto de que se certifiquen sus aceites con el distintivo de "Denominación de Origen", reconocimiento internacional a la calidad conseguida en todo el proceso que comprende desde la producción de las aceitunas hasta que usted disfruta el aceite en su casa.
PROGRAMA DE ACTIVIDADES
LUGAR: PLAZA DE LA IGLESIA (PERIANA)
10:00 horas: Comienza la celebración con la actuación de la Banda de Música de Periana, dando la bienvenida a todos los visitantes.
Se ofrecerá un DESAYUNO MOLINERO compuesto de café, pan, bacalao y ACEITE VERDIAL.
13:00 horas: Gran actuación de la Panda de Verdiales "San Isidro" de Periana.
Degustación de cerveza con tapas de jamón y queso.
16:30 horas: Extraordinaria actuación del magnífico grupo de COROS Y DANZAS de Periana.
17:00 horas: Pregón del Día del Aceite, a cargo de D. Jesús Torbado. Nacido en León en 1943, actualmente afincado en Periana, es escritor y periodista. Como autor literario fue premio Alfaguara con "Las Corrupciones" ganó el Premio Planeta 1976 ("En el día de hoy"), el Premio Ateneo de Sevilla 1993 ("El peregrino") y ha escrito hasta una treintena de libros más, destacando su última novela "El imperio de arena".
Ha trabajado en programas culturales de TVE y ha publicado centenares de artículos y crónicas preriodísticas. Ha obtenido el galardón Mariano de Cavía.
18:00 horas: Entrega de los Premios "Olivo Verdial".
Actuación de una Orquesta que amenizará la velada hasta el fin de la celebración.
VIDA Y OBRA DE D. JESÚS TORBADO.
Jesús Torbado (León, 1943). Tras pasar su infancia en el pueblo terracampino de San Pedro de las Dueñas, cursó el bachillerato en los colegios de los Dominicos de Corias (Asturias) y de la Virgen del Camino (León). Realizó luego estudios de Filosofía y de Periodismo en Santander y Madrid, pero en ambos casos los dejó inconclusos para instalarse en París, donde trabajó en oficios manuales diversos, como descargador de camiones, y donde escribió su primera novela larga, Las corrupciones (1966), que recibiría el Premio Alfaguara en su primera edición y se convertiría en libro de cabecera de toda una generación. Su protagonista vive una crisis que le lleva del inconformismo al nihilismo. La novela relata el proceso de una orfandad, la crónica de una intemperie, el desencanto coral de una generación desposeída de los viejos ideales, y se resuelve en una invitación al individualismo, a la celebración vital y al peregrinaje inconformista. Pero el éxito de Las corrupciones molesta especialmente a los sectores eclesiásticos y conservadores y la censura se ceba en sus siguientes libros.
Instalado en Madrid, fue redactor del semanario Signo (1962-65),
reportero de Ya (1962-70), articulista de la Agencia Logos (1967) y
enviado especial por Europa de Colpisa. También dedicó los primeros años
de juventud a viajar por España y casi toda Europa haciendo auto-stop.
Más tarde, esta actividad viajera se convertiría casi en una segunda
profesión, pues ha recorrido medio mundo para escribir crónicas de
viajes.
Tierra mal bautizada (1969), un viaje por Tierra de Campos, tardará
casi dos años en ver la luz, y esto gracias a la osada pericia del
editor Carlos Barral. Su segunda novela, La construcción del odio
(1968), sufrirá la furia censora, que la deja casi desfigurada,
desprovista de referencias reconocibles y convertida en una parábola de
utopismo abstracto. Moira estuvo aquí (1971) narra una historia
sentimental impregnada de simbolismo, que parte de una anécdota
policíaca para construir un mundo de resonancias clásicas. En el día de
hoy (1976, Premio Planeta) es una sátira ucrónica que plantea el triunfo
republicano en la Guerra Civil.
En 1982, publica La ballena, una novela de transición dentro de su
obra, que recupera el aroma y los personajes de sus testimonios
generacionales, pero con una mirada más irónica y con mayores dosis de
decepción. El fin de los días (1986) recupera Sobresalto español (1976),
secuestrada por la censura y por la que su autor fue incriminado ante
el Tribunal de Orden Público. El peregrino (1993, Premio Ateneo de
Sevilla) recrea los inicios de la peregrinación jacobea en una época
dominada por las imposturas y supersticiones del milenarismo. El imperio
de arena (1998), es una novela que combina historia y ficción,
ambientada en la excolonia española en el territorio africano de Sidi
Ifni. Su protagonista impone su desdicha sobre un paisaje dominado por
el recuerdo de las pasiones perdidas.
Ha reunido sus relatos en El general y otras hipótesis (1967),
Profesor particular (1966), Historias de amor (1968), Héroes apócrifos
(1994) y El inspector de vírgenes (1991). Y es también autor del ensayo
Jóvenes a la intemperie (1971). Los topos (1977, en colaboración con M.
Leguineche), recoge el testimonio de los derrotados en la guerra Civil
que sobrevivieron escondidos durante décadas. ¡Milagro, milagro! (2000)
es un extenso reportaje sobre las apariciones marianas en España.
Una constante dedicación a la literatura viajera se traduce en La
Europa de los jóvenes (1969), Camino de Plata (1998), la trilogía
Pueblos de España (1994), Ciudades de España (1995) y Paisajes de España
(1996).
BIBLIOGRAFÍA
NARRATIVA
- Las corrupciones (1966). Alfaguara. (1970) Círculo de Lectores. (1975) Plaza & Janés. (1982) Argos Vergara. (1995) Planeta.
- Profesor particular (1966). Alfaguara.
- La construcción del odio (1968). Alfaguara.
- Historias de amor. (1968) Nauta. (1972) Plaza & Janés. Novelas cortas.
- Moira estuvo aquí (1971 y 1975). Plaza & Janés.
- En el día de hoy (1976). Planeta. (2001-2004). Planeta-De Agostini.
- La ballena (1982). Planeta. (1992) Cátedra. (1999) Plaza & Janés.
- El fin de los días (1986). Plaza & Janés. Reportaje novelado sobre la muerte de Franco (antes titulado Sobresalto español y secuestrado por la censura).
- Ensayo de banda (1988). Editorial Don Balón.
- Camino de plata (1988). RENFE. Dirección de Comunicación.
- El inspector de vírgenes y otras pérdidas (1991). Grupo Libro. (2006) Diario de León.
- Yo, Pablo de Tarso (1992). Planeta.
- El peregrino (1993). Planeta. (2000). Debolsillo [ed.rev.]. (2008) Ediciones B.
- Héroes apócrifos. Relatos de la historia de España (1994) Planeta.
- La voz del centurión y otros relatos (1997). Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Obra colectiva.
- El imperio de arena (1998). Plaza & Janés. (1999) Círculo de Lectores
- El peor viaje de nuestras vidas (1998) Plaza Janés. (1999) Círculo de Lectores. Obra colectiva
ENSAYO, REPORTAJE Y VIAJES
- Tierra mal bautizada(1969). Seix Barral. (1977). Círculo de Amigos de la Historia. (1981). Emiliano Escolar. (2001) Ámbito.
- La Europa de los jóvenes (1969) Nova Terra. Crónicas viajeras.
- Los topos (1977) Argos Vergara. En colaboración con Manuel Leguineche. (1998) Aguilar.
- Una defensa de Castilla (1983) Editorial Riodelaire. Obra colectiva.
- Pueblos de España (1994) Tribuna de Ediciones.
- Ciudades de España (1995) Tribuna de Ediciones
- Paisajes de España (1996). Tribuna de Ediciones de Medios Informativos.
- Ciudades de Castilla y León (1996). Ámbito.
- España, patrimonio de la humanidad: un viaje por las ciudades, monumentos y lugares inscritos en la lista de la Unesco (1997). Círculo de Lectores.
- Viajeros intrépidos (1998) Planeta.
- ¡Milagro, Milagro! (2000). Plaza & Janés.
- Las anécdotas del viajero: viajeros intrépidos (2000). Debolsillo.
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A continuación os adjunto un artículo periodistico dedicado a la Axarquía.
Nº 08
Mayo de 2002 |
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ESPAÑACAPRICHOSA Al oriente de Málaga, 30 pueblos blancos adornan la costa y las montañas; miles de jubilados europeos se acogen donde hace siglos lo hicieron fenicios, romanos y moriscosLA AXARQUÍA
Refugio luminoso y verde
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JESÚS TORBADO
Huele a melocotones y aceite, a boquerones y vino
dulce, a higos, aguacates, granadas, almendras, hortalizas frescas y
flores tan tempranas que las estaciones se confunden. El abrazo
montañoso de las sierras de Alhama, Almijara y Tejeda (con la cabezota
central, a veces nevada, de la Maroma, 2.080 metros), ...
... envuelve un laberinto de barrancos, colinas y valles muy amasados por viejos terremotos que en cierto modo parece separado del espacio y distraído del tiempo. Los árabes se limitaron a llamar a esta imprecisa y escondida región al-sharquiyya, es decir, «lo que está al Oriente». Al Oriente de Málaga, claro. Cientos de comarcas en el mundo islámico se han nombrado de manera tan cómoda, pero aquí enraizó el nombre, ahora obligadamente escrito con equis, pues las pasiones nacionalistas, tan delicadas siempre, incluso se ofenden si se saca a relucir la más correcta grafía y pronunciación con jota: Ajarquía.
A esas tierras levantinas les han puesto también fronteras oficiosas. Por la costa, desde Rincón de la Victoria, en los arrabales capitalinos, hasta los hermosos parajes protegidos de Maro, un poco más allá de Nerja, al límite ya con la provincia de Granada: medio centenar de kilómetros. Por arriba, hasta la cuerda de las cumbres serranas, con hitos tan definidos, pintorescos y bravos como el Boquete de Zafarraya, el puerto de los Alazores o la histórica y hoy recuperada Venta de Alfarnate, viva con sus aromas de bandoleros, en la llamada carretera de los montes, cuyas últimas curvas, ya a las puertas de Málaga, gozan ahora de la medalla de Parque Natural. De Sur a Norte y en línea recta —pero imposible—, ni siquiera 30 kilómetros.
Exactamente 31 municipios, casi todos con numerosas pedanías, se reparten este tesoro de luz y de sosiego. También han querido trocearlo en cinco rutas, para orientar al visitante o confundirlo mejor: de la pasa, del sol y del vino, del aceite y los montes, del mudéjar y del sol y el aguacate... Pero casi en todas partes puede encontrarse de todo: un olivo cerca de los chanquetes de Torre del Mar, higos y sol al borde de un alminar islámico (debidamente bautizado, desde luego), vino en los montes...
El perfil moruno de los alminares se desliza sobre las masas cubistas, violentamente blancas, de las casas. Pueblos y aldeas se atropellan y arraciman casi siempre en pendiente, rodeadas de viñas que se han ido abandonando, de campos de almendros hoy desdeñados, de olivares o de terrenos pedregosos y yermos que esperan sólo la llegada de otro inglés jubilado, de otro alemán rico que pongan sobre las piedras o las ruinas de cortijos su peso en oro, para habilitarse un refugio antes de la eternidad.
COTIDIANIDAD. Así que esta gente, menos pobre de lo que se dice, campesinos, cabreros, emigrantes a Suiza y Francia, entre amables reliquias de mulos, conducen hoy todoterrenos muy vistosos por las curvas infernales de una carreteras que, como parece ser norma andaluza, apenas duran nuevas un puñado de semanas. Vías estrechas, sinuosas y amedrentadoras sobre paisajes tan bellos que parecen falsos, todavía entre soledades que permiten la supervivencia de cabras salvajes en la Reserva Nacional de Sierra de Tejeda y de tímidos camaleones que no han sido masacrados aún por los pesticidas, herbicidas y otros venenos que se prodigan para lograr cosechas mejores de frutas y verduras. Sobre otros animales hermosos, ya se sabe, pende asimismo el disparo jovial de los cazadores legales e ilegales.
Quiere decirse que, no obstante, el tesoro ecológico todavía resiste. La abundancia de agua en ríos pequeños —aunque capaces de rellenar el valioso embalse de Viñuela— permite en estos vergeles algún éxito con los cultivos tropicales, aparte los grandes y viejos olivares de Periana, variedad verdial, y los almendros e higueras de secano que prosperan por todas partes. En el fondo de los valles, grandes huertos de chirimoyos, papayas, aguacates, mangos... Poco antes de que los árabes perdieran estos territorios que tantos rasgos de su carácter guardan, en el siglo XV escribía el egipcio Abdel Basit: «Grandes navíos se acercan a la playa de Vélez y embarcan cantidad de higos y almendras para llevarlos a casi todos los países lejanos».
Ahora, como todo el mundo sabe, la agricultura no extensiva hace aguas. Campos y caminos aparecen en su temporada cuajados de limones, almendras, granadas, melocotones, naranjas, peras y otras frutas que nadie recoge. Sólo el aceite dulce y dorado representa un beneficio claro, aparte de la fruta tropical o algunas verduras que empiezan a infestar el amable paisaje bajo sus hoscos sudarios de plástico, los que en estas costas arrancan por el cabo de Gata, en Almería y, si nadie lo remedia pronto, acabarán junto al portugués de San Vicente. Sobreviven apenas el vino de pasas, las mismas pasas que se secaban antes en una especie de camas de arena, a la puerta del cortijo, o los caldos poco cuidados de Cómpeta, pero la población prefiere buscar industrias nuevas, afiliarse al paro o negociar las tierras y casas familiares con los nuevos emigrantes.
ATRACCIÓN. Aparte de la invasión turística costera, que no es aquí excesiva, todo el interior del cuerpo ajarqueño empieza a ser ya un extraño barrio europeo. La pulcra y blanquísima Frigiliana es asilo de escandinavos. Hay colonos ingleses que huyen de Nerja y de Torrox para refugiarse en la amenidad de Periana, un pueblo que es como el ombligo y el balcón del cuerpo verde de la Axarquía, donde por suerte no se les permite hacer todo lo que quieren en lo que se refiere a ocupación de terreno. En las alturas orientales se dan más las montañas grises y las colinas marrones y polvorientas, punteadas de modestas casitas blancas que son escondite secreto de cientos de jubilados europeos.
Ellos, tan dados al sol, al vino blanco y a sus propios recuerdos, quizás aprecien poco los restos fenicios y púnicos que se encuentran aquí y allá (la necrópolis de Trayamar, cerca de Algarrobo, es siete siglos anterior a Cristo), las porciones de baños árabes, los castillos y torreones, las iglesuelas sobre los huesos de mezquitas perdidas, molinos y cortijos de brillante arquitectura popular, el inteligente curso de las viejas acequias... La antología de bellezas naturales supera a las sobradas huellas que 30 siglos de población y cultura humanas han dejado: cuevas (Nerja, Zafarraya), riachuelos breves e inverosímiles (de la Miel, Guaro, Sabar), tajos de vértigo, acantilados marinos como los de Maro...
Vélez-Málaga, allí donde desembarcó Cervantes después de su cautiverio en Argel, viene a ser la capital nuclear de la Axarquía. Allí reside, incluyendo su territorio playero de Torre del Mar, casi la mitad de la población. Nerja, en el extremo oriental, es la otra ciudad ajarqueña de cierta envergadura. Pero en el collar de los suaves paisajes brillan las cuentas de docenas de aldeas pequeñas o medianas, muy hermosas: Archez, El Borge, Canillas de Aceituno, Frigiliana, el aguileño Comares, Almáchar, Sedella, Iznate, Riogordo, Macharaviaya, la dicha Periana..., todo un rosario de poblaciones más bien enjutas, apiñadas en la cúbica blancura y dueñas de un urbanismo fraterno: calles estrechas, retorcidas, escalonadas. Abajo, frente a un Mediterráneo azul y casi siempre limpio, dos docenas de playas todavía no hinchadas. Aunque ya muchos quieren que esta dulce y sosegada comarca malagueña se llame Costa del Sol Oriental.
... envuelve un laberinto de barrancos, colinas y valles muy amasados por viejos terremotos que en cierto modo parece separado del espacio y distraído del tiempo. Los árabes se limitaron a llamar a esta imprecisa y escondida región al-sharquiyya, es decir, «lo que está al Oriente». Al Oriente de Málaga, claro. Cientos de comarcas en el mundo islámico se han nombrado de manera tan cómoda, pero aquí enraizó el nombre, ahora obligadamente escrito con equis, pues las pasiones nacionalistas, tan delicadas siempre, incluso se ofenden si se saca a relucir la más correcta grafía y pronunciación con jota: Ajarquía.
A esas tierras levantinas les han puesto también fronteras oficiosas. Por la costa, desde Rincón de la Victoria, en los arrabales capitalinos, hasta los hermosos parajes protegidos de Maro, un poco más allá de Nerja, al límite ya con la provincia de Granada: medio centenar de kilómetros. Por arriba, hasta la cuerda de las cumbres serranas, con hitos tan definidos, pintorescos y bravos como el Boquete de Zafarraya, el puerto de los Alazores o la histórica y hoy recuperada Venta de Alfarnate, viva con sus aromas de bandoleros, en la llamada carretera de los montes, cuyas últimas curvas, ya a las puertas de Málaga, gozan ahora de la medalla de Parque Natural. De Sur a Norte y en línea recta —pero imposible—, ni siquiera 30 kilómetros.
Exactamente 31 municipios, casi todos con numerosas pedanías, se reparten este tesoro de luz y de sosiego. También han querido trocearlo en cinco rutas, para orientar al visitante o confundirlo mejor: de la pasa, del sol y del vino, del aceite y los montes, del mudéjar y del sol y el aguacate... Pero casi en todas partes puede encontrarse de todo: un olivo cerca de los chanquetes de Torre del Mar, higos y sol al borde de un alminar islámico (debidamente bautizado, desde luego), vino en los montes...
El perfil moruno de los alminares se desliza sobre las masas cubistas, violentamente blancas, de las casas. Pueblos y aldeas se atropellan y arraciman casi siempre en pendiente, rodeadas de viñas que se han ido abandonando, de campos de almendros hoy desdeñados, de olivares o de terrenos pedregosos y yermos que esperan sólo la llegada de otro inglés jubilado, de otro alemán rico que pongan sobre las piedras o las ruinas de cortijos su peso en oro, para habilitarse un refugio antes de la eternidad.
COTIDIANIDAD. Así que esta gente, menos pobre de lo que se dice, campesinos, cabreros, emigrantes a Suiza y Francia, entre amables reliquias de mulos, conducen hoy todoterrenos muy vistosos por las curvas infernales de una carreteras que, como parece ser norma andaluza, apenas duran nuevas un puñado de semanas. Vías estrechas, sinuosas y amedrentadoras sobre paisajes tan bellos que parecen falsos, todavía entre soledades que permiten la supervivencia de cabras salvajes en la Reserva Nacional de Sierra de Tejeda y de tímidos camaleones que no han sido masacrados aún por los pesticidas, herbicidas y otros venenos que se prodigan para lograr cosechas mejores de frutas y verduras. Sobre otros animales hermosos, ya se sabe, pende asimismo el disparo jovial de los cazadores legales e ilegales.
Quiere decirse que, no obstante, el tesoro ecológico todavía resiste. La abundancia de agua en ríos pequeños —aunque capaces de rellenar el valioso embalse de Viñuela— permite en estos vergeles algún éxito con los cultivos tropicales, aparte los grandes y viejos olivares de Periana, variedad verdial, y los almendros e higueras de secano que prosperan por todas partes. En el fondo de los valles, grandes huertos de chirimoyos, papayas, aguacates, mangos... Poco antes de que los árabes perdieran estos territorios que tantos rasgos de su carácter guardan, en el siglo XV escribía el egipcio Abdel Basit: «Grandes navíos se acercan a la playa de Vélez y embarcan cantidad de higos y almendras para llevarlos a casi todos los países lejanos».
Ahora, como todo el mundo sabe, la agricultura no extensiva hace aguas. Campos y caminos aparecen en su temporada cuajados de limones, almendras, granadas, melocotones, naranjas, peras y otras frutas que nadie recoge. Sólo el aceite dulce y dorado representa un beneficio claro, aparte de la fruta tropical o algunas verduras que empiezan a infestar el amable paisaje bajo sus hoscos sudarios de plástico, los que en estas costas arrancan por el cabo de Gata, en Almería y, si nadie lo remedia pronto, acabarán junto al portugués de San Vicente. Sobreviven apenas el vino de pasas, las mismas pasas que se secaban antes en una especie de camas de arena, a la puerta del cortijo, o los caldos poco cuidados de Cómpeta, pero la población prefiere buscar industrias nuevas, afiliarse al paro o negociar las tierras y casas familiares con los nuevos emigrantes.
ATRACCIÓN. Aparte de la invasión turística costera, que no es aquí excesiva, todo el interior del cuerpo ajarqueño empieza a ser ya un extraño barrio europeo. La pulcra y blanquísima Frigiliana es asilo de escandinavos. Hay colonos ingleses que huyen de Nerja y de Torrox para refugiarse en la amenidad de Periana, un pueblo que es como el ombligo y el balcón del cuerpo verde de la Axarquía, donde por suerte no se les permite hacer todo lo que quieren en lo que se refiere a ocupación de terreno. En las alturas orientales se dan más las montañas grises y las colinas marrones y polvorientas, punteadas de modestas casitas blancas que son escondite secreto de cientos de jubilados europeos.
Ellos, tan dados al sol, al vino blanco y a sus propios recuerdos, quizás aprecien poco los restos fenicios y púnicos que se encuentran aquí y allá (la necrópolis de Trayamar, cerca de Algarrobo, es siete siglos anterior a Cristo), las porciones de baños árabes, los castillos y torreones, las iglesuelas sobre los huesos de mezquitas perdidas, molinos y cortijos de brillante arquitectura popular, el inteligente curso de las viejas acequias... La antología de bellezas naturales supera a las sobradas huellas que 30 siglos de población y cultura humanas han dejado: cuevas (Nerja, Zafarraya), riachuelos breves e inverosímiles (de la Miel, Guaro, Sabar), tajos de vértigo, acantilados marinos como los de Maro...
Vélez-Málaga, allí donde desembarcó Cervantes después de su cautiverio en Argel, viene a ser la capital nuclear de la Axarquía. Allí reside, incluyendo su territorio playero de Torre del Mar, casi la mitad de la población. Nerja, en el extremo oriental, es la otra ciudad ajarqueña de cierta envergadura. Pero en el collar de los suaves paisajes brillan las cuentas de docenas de aldeas pequeñas o medianas, muy hermosas: Archez, El Borge, Canillas de Aceituno, Frigiliana, el aguileño Comares, Almáchar, Sedella, Iznate, Riogordo, Macharaviaya, la dicha Periana..., todo un rosario de poblaciones más bien enjutas, apiñadas en la cúbica blancura y dueñas de un urbanismo fraterno: calles estrechas, retorcidas, escalonadas. Abajo, frente a un Mediterráneo azul y casi siempre limpio, dos docenas de playas todavía no hinchadas. Aunque ya muchos quieren que esta dulce y sosegada comarca malagueña se llame Costa del Sol Oriental.
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