jueves, 5 de noviembre de 2009

Impresiones de un viajero...

13/09/2003
La semana pasada la trouppe familiar la pasó en una casita, Casa Madrona, en las estribaciones de la sierra de Alhama (Málaga). Allí, a 58 km. de la metrópoli, saboreamos la tranquilidad personificada, un oasis de paz en el que la vida transcurre sin prisas, ajena al bullicio de la costa. Es zona de laderas abarrotadas de olivos y de algunos árboles frutales por la abundancia de agua y su excelente aprovechamiento. De un poblamiento disperso, repartiéndose la especie humana por numerosos poblados y casas semiaisladas, en la inmensidad del valle del río Guaro. De la ausencia de industrias contaminantes, sólo se puede trabajar en el campo o en la construcción. De silencio, porque esta forma de vivir en un jardín enorme aleja los sonidos cotidianos hasta convertirlos en cantos de pájaros. De carreteras comarcales, como hechas en plena borrachera porque siguen las laderas para ahorrar presupuesto, poco transitadas.
Y en uno de esos caminos asfaltados se halla la villa de Periana, su núcleo principal porque realmente se derrama en muchos minúsculos asentamientos y barrios por todo su término. Su slogan turístico afirma que “está por descubrir” y es verdad. Necesita un Colón que haga abrir al mundo los ojos sobre la belleza de estos parajes y la sabiduría de sus gentes. Sobre la urgencia que tenemos los corazones urbanos de paladear otro ritmo de vida, más pausado, más natural. Con más espacio para, durante algunos días, no sentir el estrés de vivir en estos nidos de ratas y cemento que llaman ciudad.
Aparece, tras una curva, no podía ser de otro modo, Periana.
Debería tener, cada vez que pasaba por allí lo pensaba, una gasolinera en las afueras. Pero no, lo primero que ves son varias casas en construcción y un almacén que les surte. Las casas, generalmente de dos plantas, tejas árabes a dos y cuatro aguas, sin más adornos que la reluciente cal y el número de la calle (adornado con una fruta cerámica). Algunos edificios, de ínfulas más modernas y el clásico aspecto aburrido y funcional, destinados a servicios sociales. Calles estrechas, muchas de un solo sentido, en pendiente porque la villa se sitúa, como todo aquí, en una ladera.No hay, apenas, plazas, sólo algunos tramos de calle más anchos que otros. ¿Para qué, con tanto jardín alrededor? Tan sólo delante de la iglesia, del Ayuntamiento y de la biblioteca.
Los estadísticos dicen que concentra 3500 habitantes, sobre el terreno no nos parecen tantos. A una altitud sobre el nivel del mar de 547 metros, de media claro porque se localiza en una ladera, lo único llano es la carretera que la cruza, vía de unión con Riogordo y Vélez-Málaga. Es una joya de la Axarquía, de cuya historia, de cuya desconocida historia os hablaré en una próxima opinión.
Al entrar en la población lo primero que se percibe es que se halla dividida en dos barrios por un cordón umbilical de asfalto. A la izquierda, subiendo la ladera el barrio Alto, construcciones recientes, el colegio de San Isidro, el Instituto Alta Axarquía, el complejo deportivo (piscina y pabellón cubierto) y el complejo Villa turística de la Axarquía..A la derecha de la carretera, bajando la ladera, el pueblo antiguo cuyo mar de tejas puede ser observado tranquilamente por un largo mirador que bordea el camino de asfalto.
Dos son las calles que bajan hacia el corazón de Periana, en forma perpendicular casi a una trama urbana que transcurre paralela a la carretera. Si bajas por la primera que te encuentras (Camino Barrero) apenas a 300 metros pasas por delante de la Biblioteca Municipal (hablaré de ella en la segunda parte de esta opinión), en el edificio del antiguo consistorio, en la plazoleta de Rafael Alberti. Pocos metros más allá llegas a la plaza de la Fuente, auténtico origen del asentamiento. Disfruta de su agua, fresca, pura, abundante.Desde allí podrás optar por bajar hacia el antiguo Lavadero y el Cementerio o bien marchar en paralelo a la carretera cruzando toda la ciudad por la calle de la Iglesia, pasando por delante de la parroquia de San Isidro, construcción neomudejar rodeada de jardines, cuyo foto podéis observar arriba por detalle de Ciao!.
Pero es preferible entrar en esta población a través de la otra gran arteria, el Paseo Bellavista. Es, a nuestro entender, la calle más importante de Periana pues concentra la mayor parte de los locales sociales de la misma. El par de bazares, cinco de los 9 bares, dos de los cuatro ultramarinos, diversas tiendas, varios kioskitos, vistas a la iglesia parroquial, la plaza de Andalucía (consultorio, Ayuntamiento, parada de autobuses, cabina de teléfono, Casa de Cultura, etc.). Esta plaza se prolonga por la calle más fresquita de Periana, gracias a los toldos que la tapan permanentemente.
Entre ambas arterias descendentes se halla el corazón verde de la villa, los jardines Arroyo Cantarranas, donde se ubica el helipuerto.
Esta es una concisa descripción de Periana, más bien de su núcleo central, donde podrás encontrar todo lo que necesites si te hallas en estos montes malacitanos. Porque Periana son también los barrios diseminados por su término, por su pequeño término de 58 kilómetros cuadrados, cuajados de naturaleza, de silencio y de gentes amables. Pues eso es lo que más nos impresiona siempre cuando visitamos a quienes viven fuera de las grandes ciudades. Son personas sinceras, abiertas, generosas, sociables. Dignos hijos de su historia, de una tradición basada en explotar los recursos de la naturaleza para vivir como hombres y no explotar los recursos humanos para vivir como animales. Lo que algunos llaman desarrollo sostenible, basar la economía en no agotar a la tierra, y yo llamo vivir sin estrés.
Por ello os recomiendo Periana para pasar algunos días, porque aquí seguro que os dejaréis gran parte de vuestras prisas, porque entraréis en un paraíso natural a pocos kilómetros de la cosmopolita Costa del Sol, en un edén llamado Axarquía.
Saludos
P.D.- Sólo quien ha sentido correr por sus venas el latido de la Axarquía puede comprender lo que se siente al estar en una comarca que se mueve al margen de la historia. Todavía, hasta que un nuevo Colón la descubra y el turismo la destruya.

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