lunes, 26 de abril de 2010

Dormir, Comer y Estudiar.

Los alumnos comparten cuarto, la mayoría son de cuatro camas, aunque también los hay de seis. En la primera planta, los chicos, y en la segunda, las chicas. G. Torres
Laopiniondemalaga.es 26/04/2010.
Unos 180 alumnos de pequeños municipios de la provincia pueden seguir sus estudios postobligatorios en la residencia La Rosaleda, donde viven cerca de sus institutos gracias a las becas de la Junta.

IGNACIO A. CASTILLO. MÁLAGA Tienen que salir del cascarón un par de años o tres antes que el resto de jóvenes de su misma edad, que quizás lo hacen cuando quieren estudiar alguna carrera que no entra en la oferta académica de la Universidad de Málaga. Abandonar la casa familiar para progresar, para encontrar una mejor formación que les sirva en el futuro y ser competitivos a la hora de ingresar en el mercado laboral. Algunos piensan al principio que no sirven para estudiar, pero cuando terminan no dudan en entrar en la universidad. La disciplina horaria sirve para establecer prioridades. Y en la residencia La Rosaleda lo principal es hincar los codos. De hecho, los educadores no dudan en afirmar que en ella se está para dormir, comer y estudiar.
Unos 180 alumnos de pequeños municipios de la provincia pueden continuar con sus estudios postobligatorios en la capital. Hay poco tiempo para las fiestas y el desmadre, como se muestra en las típicas ´teen movies´ norteamericanas, ambientadas en institutos o fraternidades ´Pi Beta Gamma´. A la residencia se va a lo que hay que ir, porque las becas que la Consejería de Educación concede a estos alumnos dependen de sus rendimientos académicos.
Titulados superiores
Cuanto más desarrollada es una sociedad, mayor importancia tiene que los jóvenes continúen con su formación más allá de las etapas obligatorias. Andalucía presenta un serio déficit, ya que en la comunidad autónoma casi cuatro alumnos de cada diez optan por dejar de ir a clase sin lograr la graduación. A esto se llama abandono prematuro de los estudios. Por eso, la Junta, a través de residencias como La Rosaleda –hay otras tres: la residencia Andalucía, en la capital; la Virgen de la Fuensanta, en Coín; y la Río Guadiaro, en Cortés de la Frontera–, pretende ayudar a los alumnos que quieren seguir estudiando, pero no pueden por motivos económicos o porque no existe oferta educativa suficiente en sus pueblos. Es el caso de Estefanía García, de Corumbela, que estudia segundo de Bachillerato y lleva dos años viviendo en La Rosaleda. Quiere estudiar Derecho o algo relacionado con la rama jurídica. Y siempre ha sacado buenas notas. Desde luego que hubiera sido una lástima que el sistema no manejara soluciones para no desaprovechar valores de futuro como ella. Estas residencias garantizan el derecho a la educación en igualdad. Se trata, por tanto, de garantizar la escolarización del alumnado cuando no es posible asegurarla, por razones geográficas, a través del servicio de transporte escolar y comedor. Servicios
Además de la manutención y el alojamiento de los escolares, en la residencia los alumnos también reciben clases de apoyo y de técnicas de estudio. Cinco educadores se encargan de esta tarea. "Aunque hayan llegado a Bachillerato, muchos no saben estudiar, ni hacer esquemas, y si se trata de subrayar, la mayoría destaca prácticamente todo el libro, porque no saben diferenciar lo importante de lo accesorio", explica Salvador Muñoz, uno de los educadores del centro.
Además, se realizan actividades complementarias, de ocio, deportivas y culturales. Todos los servicios son gratuitos. Cada alumno recibe una beca anual de algo más de 5.000 euros por vivir en la residencia todo el curso (eso sí, los fines de semana está cerrada, así que los estudiantes tienen que viajar a la casa familiar y, de este modo, tampoco pierden el contacto con sus padres, hermanos o amigos).
Pero los hay que ya piensan en quedarse en Málaga, como Noelia Muñoz, de Periana que, después de hacer un ciclo de grado medio de fotografía, estudiar otro de artes gráficas y preimpresión, no descarta, cuando lo acabe, matricularse en un ciclo superior, también de fotografía. "Sé que ya me voy a quedar en la capital a vivir", explica.
Muchos de los alumnos se conocen entre ellos, ya que han sido compañeros de clase en sus municipios. Eso facilita la convivencia y el reparto de tareas. "Conocía a la mayoría de mis compañeros de antes", asegura Adrián Santana, que comparte cuarto con otros cinco alumnos, aunque la mayoría de las habitaciones tienen dos literas y cuatro camas. Este alumnos de Almáchar estudia un ciclo formativo de grado medio de carpintería. "En la Axarquía sólo podría estudiarlo en Vélez, pero tendría que estar continuamente yendo y viniendo", sostiene.
Así que, cuando a las 7.30 horas suena el despertador, amanece un nuevo día en la residencia La Rosaleda para todos los escolares que en ella se hospedan. Tienen entre 17 y 22 años y están viviendo, como suele decirse, una ´pequeña mili´. "La verdad es que la estancia aquí sirve para que maduren, para que incluso muchos encuentren una vocación que desconocían", concluye el educador Salvador Muñoz.

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