Ya está cercana la celebración, un año más, de la festividad en honor a nuestro patrón San Isidro Labrador, comparto con todos vosotros este bonito relato a través de la historia y vida, de este bendito hombre que se instaló en nuestra iglesia y en nuestros corazones, escrito por un perianense que cada vez más está presente en nuestra vida cotidiana compartiendo con todos nosotros sus vivencias de antaño y su labor investigadora sobre nuestro pueblo de Periana y sus aldeas. Agradecida por siempre de esta contribución a mi página de Periana y Pedanías y a su disposición estoy siempre que me necesite. Un abrazo.
SAN ISIDRO LABRADOR
Patrón de Periana
A
mis padres y hermana.
Si eres o te sientes perianense, independiente de cual sea tu
ideología política o clase social,
pertenezcas al grupo de los
creyentes, agnósticos o ateos, cuando ves procesional a San Isidro, el 15 de
mayo, por las calles de Periana, te emocionas y, aunque intentes disimularlo,
tus ojos se humedecen y se te hace un
nudo en la garganta. ¡Reconócelo! La devoción al Santo Labrador ha calado
hondamente en ti y su presencia buscada o casual acompaña tu vivir cotidiano a
lo largo del día: cuando pasas por la
Fuente, a través de esa estampa que ocupa un lugar
preferencial en tu casa o en ese establecimiento público que visitas a diario,
llevando su imagen colgada al cuello, guardada en la cartera, puesta en el
salpicadero del coche, adornando un llavero… Ahora, ármate de sinceridad para
responder a la siguiente pregunta: ¿qué conoces del Patrón de tu pueblo? No te
precipites, haz memoria, para este examen personal e invaluable el tiempo no cuenta. Sabes que nació en Madrid, que era labrador,
que su mujer fue Santa María de la
Cabeza, que los ángeles lo sustituían en el tajo mientras él
rezaba, que es muy milagroso y… nada más. ¿No te parece muy poco para alguien
que consideras uno más de la familia, a quién acudes en las adversidades para
pedir remedio, y en las desdichas en busca de consuelo? Si estás interesado en
conocer más en profundidad a ese
pariente común que tenemos todos los perianenses llamado Isidro, continúa leyendo las páginas siguientes.
Antes
de comenzar a narrar algunas cosas sobre nuestro Patrono, quiero hacer una
advertencia a mis paisanos: no puedo asegurar que lo escrito a continuación sea
todo cierto. Su primera biografía, Vita Sancti Ysidorus (un Códice en
pergamino de 28 folios que se conserva en el archivo de la Real Colegiata de San
Isidro) la escribió en latín Juan
Diácono, seudónimo que, casi con toda seguridad, corresponde al franciscano
Juan Gil de Zamora, secretario de Alfonso X el Sabio, aproximadamente un siglo
después de la muerte de Isidro, hacia 1275 y, como es de suponer, no quedaba
vivo nadie que lo hubiese conocido y tratado para contarle detalles de primera
mano. Las noticias que recoge son versiones orales que pasaron de padres a
hijos, convertidas en tradición. Con el
pasar del tiempo la tradición se convirtió en leyenda, y hoy hay escritas
tantas cosas sobre el más universal de los madrileños que si se juntaran todas
darían para completar varias enciclopedias. Para escribir esta hagiografía he
recurrido a numerosas fuentes y la contradicción es moneda común en ellas,
siendo habitual que el mismo hecho tenga diversas versiones, cambiando
incluso de lugar y tiempo, puesto que
hay pasajes de la vida del Santo donde predomina la confusión y el desconcierto.
VIDA Y MILAGROS DE SAN
ISIDRO
NACIMIENTO. Con toda seguridad sabemos que Isidro, Glorioso Patrón de Periana, Labrador
y Santo, nació en Madrid, pero no tenemos igual certeza en lo referente al año
y día. Biógrafos y cronistas no han
conseguido ponerse de acuerdo sobre ello.
Hay quien retrasa su nacimiento a los primeros años del siglo XII, pero
la mayoría lo sitúan en la década del
1080, y dentro de estos predominan los que se deciden por el 1082, en plena
Edad Media, cuando reinaba en Castilla Alfonso VI el Bravo. Recurramos a la
cavilación para intentar buscar el día. Desde nuestra conversión al
cristianismo, ha existido la costumbre
de poner a los recién nacidos el nombre del santo en cuyo día nacían y, aunque
en la actualidad está casi extinguida, podemos decir que perduró hasta ayer. En
el siglo pasado aún lo hacían en nuestro pueblo. El padre de mi primo Pepe, el
del pub “La Tinaha”,
se llamaba Basilio. Un día le pregunté por qué le habían puesto ese nombre, y
su respuesta fue la siguiente: “mi madre
tenía la costumbre de bautizarnos con el nombre del santo del día que nacimos”. Si no recuerdo mal, otros hermanos se
llamaban Guillermo, Rafael y Domingo. Es muy posible que los padres de
Isidro siguieran esa tradición:
basándonos en ello podemos decir que debió nacer el 4 de abril, festividad de
San Isidoro, arzobispo de Sevilla a
quien el pueblo había honrado siempre con mucha devoción. Además, la admiración por el Santo sevillano
se había acrecentado de manera considerable algunos años antes de nacer Isidro,
al ser trasladado su cuerpo de Sevilla a León por el rey Fernando I, contándose
que durante el traslado sucedieron muchos milagros y prodigios. Posiblemente más de un lector, con toda la
razón del mundo, se estará formulando la siguiente pregunta: ¿qué tiene que ver
Isidoro con Isidro? Mucho. Nuestro
Patrón recibió en la pila bautismal el nombre de Isidoro, pero con el paso del
tiempo fue perdiendo la primera “o” y se quedó en Isidro, es decir, que Isidro
no es más que una derivación de Isidoro.
De lo expuesto con anterioridad
podemos deducir que San Isidro nació en Madrid, Maioritum, el 4 de abril de 1082.
FAMILIA Y NIÑEZ. Nace Isidro de padres mozárabes, honestos, piadosos,
humildes y honrados, en una casa pobre de la calle del Águila y, según la tradición, lo bautizaron
en la iglesia de San Andrés. Poco se sabe de sus primeros años, ya que la
humilde condición de sus progenitores nos ha ocultado los pormenores de su
infancia y juventud. Las obras de teatro: La niñez de San Isidro y La juventud de San
Isidro que escribió Lope de Vega
para celebrar su canonización, no dejan de ser mera ficción, fruto de la
poderosa inventiva del Fénix de los Ingenios, que sentía gran admiración y
devoción por su paisano a quien llamaba “mi
dulce Isidro”. Se ignora la
identidad de sus padres, pero algunos biógrafos se atreven a decir que
pertenecían a las familias de los Merlo y los Quintana; de ser esto
cierto, nuestro Patrón se llamaría Isidro de Merlo
Quintana.
CÓMO ERA FÍSICAMENTE. Pocas veces, en solo siete
versos, se habrá conseguido una
descripción tan precisa y bella.
Moreno como el pan de los pobres.
Era Isidro alto de cuerpo
de constitución bien hecha,
nariz mediana, ojos claros,
y la barba muy bien puesta,
el cabello hasta los hombros
y humilde la vestimenta.
El primer verso es de una poetisa hispanoamericana y los seis
restantes pertenecen a una copla de ciegos titulada “Vida del Glorioso San Isidro Labrador, Patrón de Madrid”, que
siendo muy niño escuché a un hombre manco, de poblada barba y voz agradable en
el mercado, junto a los puestos de
Dolores “La Carmona”
y Pura “La Silva”.
Mi abuelo, Rafalico “Ganguita”, me
compro la referida copla impresa en un
papel amarillo, creo recordar que costaba dos reales y, aunque era bastante
larga y de lenguaje muy complejo, conseguí aprendérmela de memoria. Cuando le acompañaba al campo le gustaba que
se la dijese y él, que se la sabía mucho mejor que yo, corregía mis errores.
Durante mucho tiempo permaneció doblada dentro de un misal, hasta que mi madre
se la prestó a una vecina, cuyo nombre no voy
a revelar, para copiarla y nunca volvimos a saber de ella. Ahora,
investigando para escribir esta
hagiografía de nuestro Patrón, he
descubierto que el anónimo autor de la misma, se inspiró en el en el Isidro,
extenso poema con más de 10.000 versos que escribió Lope de Vega.
SU FORMA DE SER. El Patrono de Periana fue el arquetipo del labrador
español: fiel, sobrio, sufrido, resignado y sumiso. La tradición nos presenta a
un hombre humilde, servicial, tímido, callado, candoroso, desaliñado, prudente,
de conducta intachable, cofrade, virtuosísimo y muy piadoso que cada día iba a
la iglesia antes de salir a trabajar en el campo, cosa que repetía al volver. Lo que ganaba trabajando como jornalero de
sol a sol, Isidro lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para
los pobres y la tercera, para su familia. Su larga vida, tranquila y metódica,
discurre sencillamente entregada a la oración, el trabajo y actos de caridad.
Las siguientes palabras recogidas en su Bula de
Canonización lo definen perfectamente: “La
caridad de Isidro fue tan grande para con el prójimo que se privó a sí mismo de
lo necesario, para que los pobres y necesitados se aprovechasen de ello”.
ISIDRO POCERO. Le conocemos con el apelativo de Labrador, sin embargo, su
primera ocupación fue la de pocero, y parece ser que tenía muy buen tino para ello: no había lugar que perforarse
donde no manase abundante agua, aún en los sitios más difíciles. Fueron
numerosos los pozos que abrió, algunos de los cuales han llegado a nuestros
días. Relacionado con esta actividad, podemos situar su primer milagro: Isidro
fue contratado por una señora principal llamada
Nufla para que le abriese un pozo en su alquería, situada en la
confluencia de las calles Mayor y Bordadores. Tropezó con un terreno de roca
viva, pero no se dio por vencido: recurrió a la oración y consiguió que se
derritiese la piedra y encontrar agua. En la calle de Toledo también abrió
varios pozos, uno de ellos en una casa propiedad de la familia Vera, primeros
amos para los que trabajo el Santo Madrileño.
En el solar de la referida vivienda se construiría la Colegiata de San Isidro.
Y según la tradición, el pozo que se encuentra situado debajo de la actual
capilla de la Inmaculada,
donde siempre hay rastros de humedad, es que aquel que abriese el Patrón de
Periana.
CAMBIO DE RESIDENCIA. Sobre el año 1109 Isidro abandonó
Madrid, al igual que muchos cristianos,
ante la inminente invasión árabe, y se refugió en Torrelaguna. Allí se
ajustó con un terrateniente como criado de labranza, cediéndole este una
pequeña parcela para que la cultivase por su cuenta.
Todo le
iba bien, pero llegado el momento de recoger lo sembrado, el Gañán más Santo
que el mundo ha tenido obtuvo más trigo
que su amo. Esto hizo sospechar al propietario que su trabajador le estaba
robando. El bueno de Isidro, modelo de humildad y enemigo de las discusiones,
entregó su cosecha al dueño de la tierra,
quedándose con la paja, y volvió
a suceder otro milagro: al aventar la paja nuevamente obtiene más trigo del que
cedió.
Debido a su ejemplar comportamiento y disponibilidad para ayudar a todos,
congenió rápidamente con sus vecinos, y estos, viendo las incomodidades que
padecía estando soltero y solo, se afanaron para buscarle novia. Consideraron
que la más adecuada era una doncella mucho más joven que él, María Toribia,
colmada de bondades, que, huérfana desde niña de padres piadosos y honestos de
origen judeoconverso, vivía con unos parientes en el pueblo.
CASAMIENTO. Cuando Isidro tenía 27 años, en la iglesia de Santa María
Magdalena de Torrelaguna, contrajo
matrimonio con María Toribia (futura Santa María de la Cabeza), nacida en Caraquiz
(Guadalajara), aldea situada a siete kilómetros de Uceda. Los Santos Esposos se
hacen querer y admirar de todos por su laboriosidad y fervor religioso. Aunque
no todo fueron glorias en su matrimonio, el problema de los celos también
recaló sobre ellos: le llegaron noticias a Isidro de que su mujer se entendía
con unos pastores. El Labrador la vigiló, pero muy pronto disipó sus dudas y
acrecentó su fe en la virtud natural y santidad de su fiel y abnegada esposa al
verla atravesar sobre una mantilla que había extendido las aguas del río Jarama. María Toribia, a quien el cielo premiaba con
aquel milagro, no podía estar fuera de la Ley de Dios. Este hecho es conocido popularmente
como “Los celos de San Isidro”.
REGRESO A MADRID. Pasado el peligro moro, en
1119 Isidro llega a un acuerdo con el hacendado caballero Juan de Vargas, del
que ya había cuidado alguna posesión en Talamanca, para trabajar sus tierras de
labranza en los Carabancheles,
extramuros de Madrid. (El linaje de los Vargas fue uno de los más
antiguos e influyentes de Madrid durante la Edad Media e inicios de
la Moderna). El Santo Matrimonio abandona las vegas del
Jarama para trasladarse a la que con el tiempo sería la capital del reino,
instalándose en la casa que su patrón
tenía para los mozos de labranza y familiares junto a la parroquia de San
Andrés. Su unión se vio bendecida por la
llegada de un hijo al que pusieron de nombre Illán, que también fue Santo,
siendo nuestro Patrono uno de los pocos santos padre de familia. Después del
nacimiento, hicieron voto de castidad de por vida, y cuando el niño fue mayor,
decidieron separarse para llevar una vida de mayor santidad: Isidro quedó en
Madrid y su mujer marchó a Caraquiz, consagrándose al cuidado de una
ermita. Esta separación duró hasta que
avisada María Toribia por un ángel de que su esposo estaba muy enfermo, se
trasladó a su lado y no se apartó de él hasta la hora de su muerte.
MUERTE DE ISIDRO. Murió
Isidro en loor de santidad el 30 de noviembre de 1172, cuando contaba 90 años y
fue enterrado por sus compañeros cofrades en el campo santo contiguo a la
parroquia de San Andrés, en una fosa de
tierra envuelto en un sudario de lino, sin ataúd. El hijo de ambos, San Illán (El Santo
Templario), que había permanecido con el padre, a su muerte se desplazó a
Villalba de Bolobras (Cebolla, Toledo), y se instaló de ermitaño junto al
castillo templario. Desde el mismo día del entierro, la tumba se convirtió en
lugar de peregrinación y comenzaron a venerarlo como Santo; pero hubieron de
pasar casi 40 años, hasta el 2 de abril
de1212, para que fuera trasladado al interior de la iglesia. Sobre esta
cuestión hay tres versiones: la primera hace referencia a que una lluvia
torrencial puso al descubierto su cuerpo incorrupto; la segunda cuenta que el Santo se le apareció a una feligresa
de la iglesia de San Andrés pidiéndole que le deparasen tumba en el interior
del recinto; y, la tercera, que fue el clamor popular lo
que propició su exhumación. Se cuenta que las campanas de la iglesia sonaron
solas cuando los restos del Bienaventurado eran trasladados al interior del
templo. Juan Gil de Zamora relata que “el
cuerpo apareció íntegro, incorrupto, sin daños y con su mortaja en buen estado
y entera”.
MILAGROS. Nuestro Patrono tiene fama de
milagroso, siendo incontables los milagros y prodigios que se le atribuyen,
realizados en vida u obrados por su intercesión después de muerto, predominando
los hidráulicos, concesión de lluvias tras rogativas, y como sanador de enfermedades incurables. Para su proceso de beatificación y canonización
se presentaron 438, ante la imposibilidad de contarlos todos referiré, de
manera muy resumida, algunos de ellos. Como es de suponer, aquí no están incluidos ninguno de los
muchísimos que ha hecho en Periana: en aquella época nuestro pueblo aún no existía.
LOS ANGELES YUNTEROS. Isidro era un hombre muy piadoso que
soportaba con resignación las burlas de los conocidos que le llamaban beato.
Algunos compañeros de trabajo le tenían cierta ojeriza y, con la intención de
perjudicarle, comunicaron a su patrón que todas las mañanas visitaba la iglesia
y llegaba tarde al trabajo, donde paraba
continuamente para rezar, no haciendo ni la mitad de lo que le
correspondía.
Juan de
Vargas, hombre desconfiado, brusco, regañón, duro y muy exigente, quiso comprobar
si era cierto lo que le dijeron, y una mañana muy temprano se escondió en un
lugar estratégico para ver lo que hacía su empleado. Pero quedó asombrado al observar que junto a
la yunta de su gañán había otras dos “que
araban con ritmo vigoroso y resuelto a derecha e izquierda de la de Isidro”.
Otra versión refiere que vio cómo los bueyes araban la tierra guiados por
ángeles, mientras nuestro Patrón permanecía de rodillas rezando. Muchos pintores han llevado a sus lienzos
este milagro.
EL MILAGRO DEL POZO. María Toribia se acercó al
pozo del que se abastecían y su hijo, el futuro San Illán, en un descuido, se
le cayó a lo hondo. Avisado Isidro regresó del campo y se puso a rezar junto a
su mujer a la Virgen
de la Almudena,
de la que era muy devoto, y el agua comenzó a subir apareciendo el niño sano y
salvo. Este pozo, según la tradición, es
el que se conserva en el Museo de los Orígenes (antiguo Museo de San Isidro),
en la plaza de San Andrés, con 27 metros de profundidad, tres de ellos de
agua. Este milagro, al igual que otros
realizados por nuestro Patrono, no pasó
desapercibido a los artistas: lo inmortalizó Alonso Cano en un magnífico cuadro que pintó en 1646
y que se conserva en el Museo del Prado.
OLLA DE SAN ISIDRO. Isidro y su familia habían terminado
de almorzar, incluso no habían saciado totalmente su apetito para dejar algo a
los pobres que reclamaban su caridad.
De repente se presentó un nuevo menesteroso pidiendo que le diese algo
para comer. La olla había sido
rebañada y no disponía de nada para
darle. Nuestro Patrón se dirigió a su
mujer con estas palabras: “Te ruego, por Dios, queridísima esposa, que si sobra alguna
ración de comida, se la des como limosna al pobre”, María Toribia, que ya había fregado
la olla, fue a cogerla para mostrársela a su marido, y la encontró llena de
comida.
EL MILAGRO DE LOS POBRES. Nuestro Patrono era miembro de
varias cofradías, incluso se cree que llegó a fundar alguna. La del apóstol Santiago, que se encontraba
ubicada en Carabanchel, celebraba comida de hermandad e Isidro, cofrade de
ella, acudió a la misma; pero antes visitó algunas iglesias para rezar y, como
es de suponer, se le fue el santo al cielo, llegando cuando el banquete había
terminado. En la puerta de la cofradía había algunos pobres, en espera de “pillar” algo, y el Divino
Labriego, por compasión, los invito a pasar con él. Al verlo entrar con sus
acompañantes un cofrade le dirigió estas palabras: “Bendito hombre de Dios, es digno de admiración por tu parte que
introduzcas contigo a estos pobres, cuando no queda nada, salvo la ración que
se te ha reservado”. A lo que Isidro respondió: “Lo que Dios me ha dado, lo repartiremos a partes iguales entre
nosotros”. Pero Dios, una vez, más
acudió en ayuda del más humilde y generoso de sus siervos, y cuando el encargado de servir la mesa, esbozando una
sonrisa maliciosa pensando en lo poco a que cabrían, abrió la olla para coger el trozo de carne
reservado al cofrade Isidro, la encontró llena hasta rebozar. Comió el
Milagroso Gañán y sus invitados hasta hartarse, y sobro para socorrer a otros
menesterosos.
LA FUENTE DE SAN ISIDRO. Un día muy caluroso, Juan de Vargas, hacendado
para el que trabajaba Isidro y padrino de su hijo, acudió a visitar sus
tierras. Llegó sediento y pidió agua a su gañán. Casualmente su cantarillo se
encontraba vacío, ya que varios caminantes habían hecho lo mismo. Nuestro
Patrono le indicó el lugar donde podía encontrar una fuente. Fue el señor de
Vargas a buscarla, y como no la veía por ninguna parte, regresó enojado con su
empleado, creyendo que se estaba burlando de él. El Santo Labrador dejó su
yunta de bueyes y acudió al sitio señalado, hundió su aijada o aguijada en la
tierra, y dijo “Cuando Dios quería aquí
agua había” brotando agua en abundancia. Bebió Juan de Vargas y, casi un
milenio después, continúan bebiendo de ella los devotos de San Isidro. Esta agua adquirió fama de milagrosa
y a ella acudían enfermos de todo tipo buscando la curación de su mal. Allí, donde tuvo lugar el milagro, pasados
muchos años, la emperatriz Isabel de Portugal, como agradecimiento por haber
sanado a su esposo Carlos I y a su hijo el príncipe Felipe (cuando éste era un
niño, de unas calenturas con el agua que
hizo brotar el Devoto Labriego), mandó construir una ermita, a donde acuden los madrileños a
celebrar la romería en honor de su Patrón. Esta tradición la inmortalizó con
sus pinceles el genial Francisco de Goya
en su “Pradera de San Isidro” y
Emilia Pardo Bazán la describió de forma
magistral en la novela Insolación.
RESURRECCIÓN DE LA HIJA DE SU
PATRÓN.
Tenía Juan de Vargas una sola hija llamada María. Cayó enferma y murió al poco
tiempo. Se acercó Isidro al cadáver y dirigiéndose a la difunta exclamó: ¡Señora María! Esta incorporándose
respondió ¿Qué quieres Isidro? Y la joven, que estaba muerta, apareció sana
y viva.
AMANTE DE LOS ANIMALES. Al igual que San Francisco
de Asís o San Roque, San Isidro
sentía gran amor por los animales, y
algunos milagros lo confirman.
EL MILAGRO DEL TRIGO. La caridad de nuestro Patrón no
tenía límites, pero no solamente las personas se beneficiaron de ella, también
los animales fueron favorecidos. Se cuenta que un frío día de invierno que la nieve cubría Madrid y sus campos, Isidro se dirigía al molino de la Arganzuela en compañía de
un joven aprendiz, llevando cada uno un costal de trigo al hombro y, como
sintió compasión de los pájaros que revoloteaban hambrientos, limpió un pedazo de tierra apartando la nieve
y vació allí la mitad de su costal, al futuro gañán le disgustó su caritativo
gesto y le llamó derrochador. Pero
sucedió que al llegar al molino, el costal del Santo Labrador, estaba tan lleno
de grano como antes de hacer caridad con las aves.
EL MILAGRO DE LOS GALGOS. En Torrelaguna dejó paralizados a
unos perros galgos que perseguían a una liebre.
EL MILAGRO DEL LOBO. Este milagro acaeció en
Carabanchel. Se encontraba rezando
Isidro en la que ahora es la ermita de Nuestra Señora de la Antigua cuando aparecieron
unos lobos. Uno de ellos atacó al borriquillo que nuestro Patrón había dejado
en la puerta mientras oraba, pero el lobo cayó muerto sin hacerle daño.
RESURRECCIÓN DEL CABALLO DE SU AMO. Juan de Vargas, montado en su
caballo preferido, atravesaba el río Manzanares camino de la finca donde
trabajaba Isidro. Repentinamente el
equino cayó muerto en un arenal.
Atravesó el río como pudo y le contó a su gañán lo sucedido. Conocedor
nuestro Patrono del gran cariño que sentía el señor de Vargas por su caballo, pidió que le llevase al lugar donde estaba el
animal muerto. Allí le dio una palmada en el lomo diciendo: ¡En el nombre de Dios levántate!, y el caballo resucitó al instante. Pero no
solo fue su amo quien se benefició de los milagros del bueno de Isidro: se
cuenta que en numerosas ocasiones volvió a la vida mulos y borricos de pobres
labriegos.
EL CLÉRIGO QUE RECUPERÓ LA
VISTA. De la mortaja o sudario de San Isidro, que era
periódicamente cambiada para conservarla como reliquia, fue cortado un trozo de
lienzo que hizo recobrar la vista a un clérigo ciego tras serle restregado en
los ojos.
ISIDRO Y LA BATALLA DE
LAS NAVAS DE TOLOSA. En el año 1212 tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa. Alfonso
VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho el Fuerte de Navarra juntaron sus
ejércitos en Despeñaperros para enfrentarse al del moro. El paso del
desfiladero de Sierra Morena suponía un riesgo evidente, lo que incluso les
hizo dudar y plantearse retroceder, pero Alfonso VIII en un momento dado dijo: “que sea lo que disponga la voluntad del cielo”. Y el cielo dispuso que un pastor de nombre Martín Halaja, que
conocía a la perfección el lugar, le indicase un atajo fácil para alcanzar el
objetivo que, desde entonces, se llama Puerto del Emperador, o Puerto del rey o
Puerto Real. Cuando los árabes se
vinieron a dar cuenta, tenían delante, en una amplia llanura, al ejército
cristiano.
El 16
de julio de 1212 en el campo de batalla los moros sufrieron la más cruenta
derrota. El temor árabe, que había inquietado a los países europeos, se disipó.
Alfonso
VIII ordenó buscar al pastor que le había indicado el camino de la victoria
para recompensarlo, pero no consiguieron dar con él. El rey celebró misa de
acción de gracias en Toledo y a su paso por Madrid visitó la parroquia de San Andrés, para ver el
cuerpo de Isidro, del que se hablaba
mucho por aquellos días, pues hacía poco tiempo que había aparecido incorrupto,
al encontrarse delante de él exclamó:
- Este es el pastor que me mostró el
camino cuando alcancé la victoria en las Navas de Tolosa. Desde entonces también se le conoce como El
Pastor de las Navas.
BEATIFICACIÓN Y SANTIFICACIÓN. Isidro, Santo desde el momento de
su muerte para el pueblo, no había pasado por la burocracia de Roma. En tiempos
de Felipe II se llegó incluso a poner en duda la legalidad de tributarle culto.
Había que agilizar el proceso de beatificación, por lo que en 1589 comienzan los trámites para
conseguirlo, encargándose de los “procesos
y probanzas” el dominico Fray
Domingo de Mendoza. Las constantes súplicas de Felipe III al Papa, para que
accediese a ello, dieron su fruto, y, el domingo 14 de junio de 1619, el Papa
Paulo V firmaba en Santa María la
Mayor de Roma el decreto de beatificación de Isidro Labrador,
que fija como fecha de su fiesta el 15 de mayo.
El fervoroso pueblo madrileño, que anhelaba ese momento, aunque con retraso debido a una
enfermedad del rey, lo celebró con grandes muestras de satisfacción y alegría
el 15 de mayo de 1620 en una restaurada plaza Mayor. Siendo Lope de Vega, que
tenía gran devoción a Isidro, el alma de la fiesta y cronista oficial de la
misma.
La
canonización no se hizo esperar. El 12
de marzo de 1622, reinando Felipe IV, el Papa Gregorio XV lo elevó a los
altares en la misma ceremonia litúrgica en que lo fueron también Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de
Loyola, San Francisco Javier y el italiano San Felipe Neri. Así, San Isidro se convirtió en el primer laico en
subir a los altares. Gregorio XV le concedió el privilegio de otorgar un año y
cuarenta días de indulgencia a los que visitaran su Cuerpo Incorrupto el día 15
de mayo, y cuarenta días si lo hacían durante su octava. El 27 de marzo de 1625
Urbano VIII confirió misa y oficios propios al Santo Labrador. San Isidro es
fiesta de precepto en Madrid desde 1621 y Benedicto VIII autorizó que esta festividad fuera de
precepto en todos los reinos de la Monarquía Española.
Ante tanta consideración papal resulta incomprensible que hubieran de pasar 102
años y 11 papas para que la Bula
de Canonización de San Isidro “Rationi Congruit” fuera emitida por la Sede Apostólica,
hecho que ocurrió el 4 de junio de 1724, durante el pontificado de Benedicto
XIII. El documento justifica el retraso, aludiendo al fallecimiento de Gregorio
XV al poco tiempo de la canonización.
Sin embargo, las bulas de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Felipe
Neri, las publicó su sucesor, Urbano VIII, el 6 de agosto de 1623, día en que
comenzó su reinado pontifical. Por cierto, para conseguir la canonización de
nuestro Patrón, la Villa
de Madrid gastó en Roma 6.394.676 maravedís.
PATRÓN DE LOS AGRICULTORES Y CAMPESINOS. La burocracia romana siempre fue retrasada con respecto a
San Isidro Labrador. Los hombres y
mujeres del campo español, desde hacía
cientos de años lo consideraban su
protector; pero oficialmente no fue reconocido como tal hasta el 16 de
diciembre de 1960, cuando el Papa Juan
XXIII, a petición del cardenal Enrique Pla y Deniel que recogía, a su vez, los
deseos de las Hermandades de Labradores, por la Bula
“Agriculturam” lo nombró “celestial
patrono, ante Dios, de los agricultores y campesinos de la nación española”.
Patronazgo que se hace extensivo a los vinicultores, así como a los ingenieros
técnicos agrícolas.
EL CUERPO
INCORRUPTO DE SAN ISIDRO
Desde que fue desenterrado el 2 de abril del año 1212 e introducido
en la parroquia de San Andrés, el cuerpo incorrupto de nuestro Patrono ha sido
objeto de innumerables avatares, que han llegado hasta nosotros gracias al
Códice de Juan Gil de Zamora y a los Libros de Visitas Pastorales de la
referida iglesia. Los originales
desaparecieron durante la Guerra Civil,
pero conocemos su contenido por las
copias realizadas para los Procesos de Beatificación y Canonización, así como
por estudios históricos, que utilizando esta fuente se publicaron antes de su
destrucción.
REPOSO DEL
SAGRADO CUERPO. Se cree que Alfonso VIII ofreció al Santo como agradecimiento un
sepulcro exterior de piedra, hoy desaparecido, y un arca de madera. En el arca,
donada por el vencedor de las Navas de Tolosa, estuvo el cuerpo de nuestro Patrono
hasta finales del siglo XIII o inicios del XIV, cuando fue trasladado a otra de madera revestida de
pergamino con ilustraciones de la vida y milagros del Santo (algunos autores
sostienen que esta arca fue la que le ofreció Alfonso VIII, pero se ha podido
demostrar que pertenece a una época posterior).
En ella permaneció hasta el año 1620, en que la Congregación de San
Eloy, que acogía a los plateros de Madrid, regaló para la beatificación del
Santo una nueva arca de plata valorada en 16.000 ducados. En 1692 Carlos II y Mariana de Neoburgo, en
agradecimiento por haberla curado de una enfermedad, donaron una caja interior, de nogal con
filigranas de plata sobre seda encarnada.
Esta caja tenía nueve cerraduras, cuyas llaves fueron distribuidas de la
siguiente forma: al rey, la llave
maestra, y una al juez protector, al teniente capellán mayor, al cabildo de
capellanes de la real capilla, al conde de Paredes, a los descendientes de los
Vargas, al corregidor, al regidor decano y al secretario del ayuntamiento. El arca exterior tenía cuatro llaves y dos
candados. Es decir, que el cuerpo incorrupto del Patrón de Periana estaba
protegido por quince llaves, y en teoría para proceder a su apertura era
necesaria la asistencia de todos los depositarios, aunque la realidad era algo distinta. Y así,
en esta caja, y sobre ella la de los plateros, permaneció el Sagrado Cuerpo
hasta el año 1936. El 23 de marzo, ante el peligro de la Guerra Civil, el cuerpo en su
caja interior fue ocultado en un hueco existente en la pared lindante con el
instituto de San Isidro, anejo a la iglesia. La caja exterior de plata quedó en
su lugar, pasando este hecho inadvertido para los fieles. Los días 19, 20 y 21
de julio de 1936 ardió la catedral de San Isidro. Quedando casi totalmente
destruido el edificio y desapareció el
arcón de los plateros y, con él, según se creyó durante toda la Guerra Civil, el cuerpo de
muestro Patrón. Pero el 13 de mayo de
1939, cuando todos lo daban por perdido, para alegría de sus devotos, fue
recuperado el cuerpo incorrupto de San Isidro.
En la caja donada por Carlos II y Mariana de Neoburgo se conserva en la
actualidad.
TRASLADOS DEL CUERPO DE SAN ISIDRO. En el año 1212 el cuerpo incorrupto de San Isidro fue
desenterrado y trasladado al interior de la iglesia de San Andrés, donde fue
colocado en el altar mayor en una nueva tumba. En 1518 Francisco de Vargas,
consejero del emperador Carlos V, solicita y obtiene permiso de Roma para hacer
una capilla al Patrón de Periana, en terreno del antiguo cementerio de San
Andrés, con el objetivo de convertirla en panteón familiar. Es conocida como la “capilla del Obispo” por terminar las
obras con su hijo, Gutiérrez de Vargas Carvajal, obispo de Plasencia. Allí estuvo el Santo Labrador desde 1535 hasta 1555, que regresó a su emplazamiento
primitivo tras ganar la parroquia la disputa canónica que mantenía con la
poderosa e influyente familia Vargas.
En 1656 se derrumbó parcialmente la iglesia de San Andrés y, con este motivo,
se levantó una capilla adosada al templo parroquial para acogerlo. (Durante las
obras, el Sagrado Cuerpo volvió a la capilla del Obispo). Fue inaugurada el 15
de mayo de 1669, con el traslado solemne del cuerpo de San Isidro a la capilla
de su nombre. Carlos II declaró esta
capilla del real patronato y le otorgó los privilegios de las capillas reales.
La Real Capilla de San
Isidro, cien años después de su construcción se había quedado pequeña para el
culto, y en 1769, Carlos III ordenó el traslado de las reliquias del Glorioso
Labrador a la iglesia del Colegio Imperial de la calle de Toledo, que había
sido de los jesuitas recién expulsados de España. También ordenó el rey el
traslado de las reliquias de Santa María de la Cabeza, que se encontraban
en el Oratorio de la
Casa Consistorial, al citado templo, que desde ese momento se
denominaría Real Colegiata de San Isidro y Santa María de la Cabeza.
Así, casi
seiscientos años después, volvieron a reencontrarse los Santos Esposos. Y en el
altar mayor de esa iglesia, convertida en catedral provisional en 1885, al ser
creada la diócesis de Madrid-Alcalá, descansa el cuerpo incorrupto de San
Isidro junto a los restos de su esposa Santa Maria de la Cabeza. (En 1993 la Real Colegiata dejó de ser
catedral de Madrid, ocupando su lugar la Almudena.)
EXPOSICIÓN DEL CUERPO DEL SANTO. En algunas ocasiones el cuerpo de
San Isidro es expuesto al público para su veneración. Suele hacerse para
conmemorar efemérides significativas o efectuar alguna rogativa. La primera
tuvo lugar en el año 1231 ante una gran sequía. Como no es mi intención aburrir
en demasía a mis paisanos con una retahíla de fechas interminables, me limitaré
a reflejar las exposiciones habidas en los siglos XIX y XX. Así tenemos que, estando enfermo Fernando VII
en 1832, por Real Orden de 17 de septiembre, se expusieron a la pública
veneración los restos del Santo Labrador, en la Real Colegiata de
San Isidro y Santa María de la Cabeza. Estuvieron
expuestos desde el 18 de septiembre hasta el 15 de octubre, cuando la salud del
monarca se restableció. En 1896 se efectúo la exposición del cuerpo en el altar
mayor para pedir al Patrón de Periana la lluvia y el final de la guerra de
Cuba.
La primera exposición del siglo XX se produjo, una vez
recuperados sus restos tras la Guerra Civil,
del 14 al 23 de mayo de 1939. Le siguió
la de 1947 para pedir la lluvia en un año de pertinaz sequía. En 1969, en
conmemoración del 350 aniversario de la Beatificación de San
Isidro y el bicentenario del traslado de su cuerpo a la Real Colegiata de
San Isidro y Santa María de la
Cabeza, estuvo
expuesto desde el 9 hasta el 20 de mayo.
Tres años después (1972) volvió a exponerse con ocasión del octavo
centenario de su muerte, y en 1982 para
celebrar el noveno centenario de su nacimiento. La última tuvo lugar del 4 al
20 de mayo de 1985, con ocasión del primer centenario de la creación de la
diócesis de Madrid-Alcalá.
Para el siglo en que vivimos hay dos exposiciones previstas:
la primera en el año 2022, coincidiendo con el cuarto centenario de su
canonización, y la segunda en el 2082,
cuando se cumplen mil años de su nacimiento.
ESTADO DE CONSERVACIÓN DEL CUERPO. Cuando se realiza una exposición del
cuerpo incorrupto de San Isidro se levanta un Acta de Apertura, que suele
iniciarse de la siguiente forma: “Fueron
levantados los precintos del arca y descubierto el sagrado cuerpo (…) no se
encontró en él novedad alguna, manteniéndose como reseñan las actas
anteriores”. Por ello, para tener una
descripción pormenorizada del estado de conservación del cuerpo, hay que
remontarse a mayo de 1896, cuando fue
expuesto, como hemos referido con anterioridad, para pedir al Santo la lluvia y
el final de la guerra de Cuba, siendo la primera vez que tuvo acceso la prensa. La Ilustración Española
y Americana del 22 de mayo de 1896 describe de este modo las Sagradas
Reliquias: “Consérvase el cuerpo perfectamente momificado, excepto
la frente, parte del cráneo y maxilar inferior, que presentan el hueso al
descubierto. También ha desaparecido la
parte cartilaginosa de algunas falanges de los pies y de las manos. Sólo se conserva un diente en la mandíbula
inferior. Tiene cerrados los párpados, y
es circunstancia notable la de conservar los ojos sin haberse secado. El cuerpo está en posición supina, desnudo,
cruzados los brazos sobre el pecho y dobladas hacia adentro las manos, de
manera algo violenta; una ligadura de seda descolorida, abarca los brazos en su
punto de enlace. La cavidad torácica
tiene gran desarrollo, y aparece perfectamente cubierta de carne momificada,
así como también los brazos, las piernas y los pies. El cuello es alto, grueso, y en él se marcan
perfectamente los tendones. Mide el cuerpo de San Isidro, en la actitud en que
hoy se encuentra 1´75 metros de longitud, lo cual indica que el Santo Labrador
debía de ser de estatura gigantesca, si se tiene en cuenta la contracción
natural de la columna vertebral y de todos los cartílagos articulares”.
La Iglesia contesto a la
apreciación hecha por los periodistas de que el cuerpo estaba momificado, con
estas consideraciones: “El cuerpo de San
Isidro se conserva en un estado excepcional de perfecta conservación, sin que
se valga decir tampoco que está momificado, porque del examen hecho, lo mismo
en tiempos del canónigo Rosell, que el verificado en 14 de mayo de 1896,
resulta que el cuerpo del Santo se halla fresco y flexible, y así lo comprobó
el entonces excelentísimo e ilustrísimo señor don José María de Cos, a la sazón
arzobispo-obispo de Madrid-Alcalá y después eminentísimo cardenal-arzobispo de
Valladolid, al tocar el pecho del Santo y ver cómo en él se hundían sus dedos
como en la carne de un cuerpo vivo”
MUTILACIONES SUFRIDAS POR EL CUERPO DE SAN ISIDRO. El cuerpo incorrupto de San
Isidro ha sido objeto de algunas
mutilaciones. Para situar la primera hay
que remontarse al siglo XIV: el primer monarca de la Casa Trastámara, Enrique II,
acompañado de su esposa Juana Manuel, fue a venerar el Sagrado Cuerpo. Le
abrieron el arca, y la reina, como quería llevarse una reliquia, de un tirón
separó el brazo derecho del cuerpo. Testigos presenciales confirmaron que la
soberana quedó paralizada al instante y no recobró el movimiento hasta que el
miembro apuntado retornó a su lugar. El brazo fue sujetado con una cinta,
estado en el que hoy se encuentra.
El acaparamiento de reliquias
durante mucho tiempo fue una práctica muy codiciada, siendo numerosos los
cadáveres desmembrados y dispersados. Citemos como ejemplo el brazo de Santa
Teresa que el anterior jefe del Estado, Francisco Franco, tenía en su mesita de
noche y que le acompañaba en todos sus
viajes.
La siguiente se produjo cuando Isabel I de
Castilla, curada de una enfermedad en la que se encomendó al Santo, acudió a
darle las gracias, y se procedió a abrir el arca. Una dama de la reina, al
besarle los pies a nuestro Patrono, le
arrancó de un mordisco el dedo pulgar del pie derecho. Pero se produjo un milagro y la fechoría de
la dama mordedora quedó al descubierto. Cuando la comitiva se dirigía a Toledo,
al atravesar el Manzanares, los caballos del carruaje donde iba la ladrona con
su preciada reliquia se negaron a entrar en el agua. Todos los intentos por
conseguirlo fracasaron, la mordedora sintió remordimiento y contó a la reina lo
sucedido. La soberana mandó restituir el
dedo del Santo, y los caballos se volvieron dóciles, cruzando el río sin
ninguna dificultad. Otros cuentan que cuando ya, fuera de la iglesia, el
séquito real pretendió cruzar el Manzanares, el caudal del río, sin haber
llovido nada, creció de tal manera que resultaba imposible atravesarlo,
situación que se prolongó hasta que la susodicha dama confesó su acción y
devolvió al Santo el dedo amputado. Durante mucho tiempo este dedo permaneció
en una bolsita de seda colgada en el cuello del Austero Labrador, pero
misteriosamente desapareció. En el siglo XVIII la reina María Luisa de Saboya
contó al cardenal D´Estrées que una
aristócrata que tenía un hijo muy delicado de salud había conseguido un dedo de
San Isidro. ¿Sería el mismo? Una vez triturado, se lo había hecho aplicar
al enfermo, a partes iguales, en forma de pomada y lavativa.
La última
mutilación se produjo durante el reinado de Carlos II, el cerrajero del
rey, llamado Tomás, aprovechando la estancia del cuerpo incorrupto de San
Isidro en el Palacio Real, le arrancó un
diente que entregó al monarca y este, muy agradecido, lo conservó bajo su
almohada hasta el día de su muerte.
SALIDAS EN
PROCESIÓN. El algunas ocasiones el cuerpo incorrupto de
nuestro Patrón fue sacado en procesión por las calles de su tierra natal. Se avisaba con antelación para que se
decorasen los balcones y ventanas con vistosas colgaduras y todo Madrid se
sumaba a las mismas. La mayoría de las veces salió para hacer rogativas
pidiendo la lluvia, pero también lo hizo para lograr el término de epidemias y calamidades,
o el restablecimiento de algún miembro de la casa real. Solamente en dos
ocasiones lo hizo por motivos festivos: para celebrar su beatificación y
canonización.
La primera salida,
según señala el Códice de Gil de Zamora,
parece que tuvo lugar en 1275: fue llevado hasta la Basílica de Nuestra
Señora de Atocha, pidiendo lluvia, que concede. La última data del 4 de mayo de
1896, cuando se realizó una procesión ante la gran sequía que padecía todo el
país. En el transcurso de la misma comenzó a llover en Madrid, lluvia que en
los siguientes días se extendió a toda España.
VISITAS REALES. Algunos reyes mostraron veneración ferviente por el
Santo Labrador y acudieron a visitar su cuerpo incorrupto. El primero en
hacerlo fue Alfonso VIII, el triunfador de las Navas de Tolosa; le siguieron
Alfonso XI, Enrique II de Trastámara y su esposa Juana
Manuel, Enrique IV e Isabel I, que lo hizo en varias ocasiones. El cambio de
dinastía, Borbones por Austrias, no modificó el comportamiento de la
Casa Real respecto al Santo, sino
que aumentó el interés de los monarcas por la figura de San Isidro. Acabado de entrar en Madrid Felipe V, visitó
el Sagrado Cuerpo; le siguió su segunda esposa, Isabel de Farnesio. Carlos II visitó el cuerpo del Santo
acompañado de su primera esposa, María Luisa de Orleans, para agradecer la
mejoría de una enfermedad. También lo visitaron Fernando VI y su esposa doña
Bárbara de Braganza; Fernando VII
realizó dos visitas: una solo y otro acompañado de su tercera esposa, Isabel de
Braganza. La reina gobernadora, María Cristina de Borbón, acudió poco tiempo después de la muerte de
Fernando VII, acto que repitió en otra ocasión. La última visita real se
produjo el 15 de mayo de 1896 cuando fue visitado por la reina regente, María
Cristina, acompañada de Alfonso XIII, a quien también le impusieron en la pila
bautismal el nombre de Isidro.
Se
estableció como costumbre que cuando los reyes visitaban el sepulcro del Santo,
se le cambiaba el sudario y se lo llevaban como reliquia. Nuestro Patrono no estaba dispuesto a que su
cuerpo incorrupto fuera desmembrado y dispersado como había sucedido con otros
colegas suyos, por lo que la realeza
tuvo que conformarse con llevarse su sudario como reliquia, ¡que no es
poco! Si se dejó sacar un diente, por un
jardinero, tal vez fuese porqué lo tenia picado, o en solidaridad con el
trabajador, para que ganase méritos ante su amo.
TRASLADO A LOS REALES APOSENTOS. La monarquía, al igual que el
pueblo, siempre tuvo mucha fe en los
poderes curativos de San Isidro; pero como el que manda, manda, no se conformaban con acudir a la iglesia
donde se custodia su cuerpo incorrupto, como cualquier hijo de vecino, para
rezar y pedir el favor deseado. De
hecho, en algunas ocasiones exigieron que el cuerpo incorrupto de nuestro
Patrón le fuese llevado a sus reales aposentos en las tribulaciones de nacimientos, enfermedades y muertes. Así, San
Isidro dejó su iglesia para acudir en auxilio de reyes, reinas, príncipes, princesas,
infantes e infantas. La primera salida tuvo lugar en 1619: Felipe III se
encontraba en Portugal cuando se produjo la beatificación de Isidro, e
inmediatamente emprendió regresó a Madrid para realzar con su presencia las
celebraciones, pero tuvo que detenerse en Casarrubios del Monte (Toledo) al ser
atacado repentinamente por una dolencia mortal.
Perdida toda esperanza en los remedios médicos, recurrieron al auxilio
divino, por lo que se acordó llevarle el cuerpo del Labrador. Tras siete horas
de fatiga, la comitiva llegó a Casarrubios. El rey besó con devoción la
venerada reliquia: al instante se notó su mejoría, y al poco tiempo estaba
fuera de todo peligro. La exitosa
experiencia hizo que se repitiera la salida cuando cayeron enfermos los reyes:
Carlos II, Luis I, Fernando VI y Carlos III; lo mismo ocurrió con las
siguientes reinas: Mariana de Neoburgo, Mariana de Austria, Maria Luisa de
Saboya, Amalia y Josefa Amalia.
JOSÉ MANUEL
FRÍAS RAYA
Publicado en el número 26 de ALMAZARA
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