lunes, 23 de abril de 2012

San Isidro Labrador, Patrón de Periana por José Manuel Frías Raya.


        Ya está cercana la celebración, un año más, de la festividad en honor a nuestro patrón San  Isidro Labrador, comparto con todos vosotros este bonito relato a través de la historia y vida, de este bendito hombre que se instaló en nuestra iglesia y en nuestros corazones, escrito por un perianense que cada vez más está presente en nuestra vida cotidiana compartiendo con todos nosotros sus vivencias de antaño y su labor investigadora sobre nuestro pueblo de Periana y sus aldeas. Agradecida por siempre de esta contribución a mi página de Periana y Pedanías y a su disposición estoy siempre que me necesite. Un abrazo.

SAN ISIDRO LABRADOR
Patrón de Periana

                                                                                              A mis padres y hermana.
        
Si eres o te sientes perianense, independiente de cual sea tu ideología política o clase social,  pertenezcas al  grupo de los creyentes, agnósticos o ateos, cuando ves procesional a San Isidro, el 15 de mayo, por las calles de Periana, te emocionas y, aunque intentes disimularlo, tus ojos se humedecen  y se te hace un nudo en la garganta. ¡Reconócelo! La devoción al Santo Labrador ha calado hondamente en ti y su presencia buscada o casual acompaña tu vivir cotidiano a lo largo del día: cuando pasas por la Fuente, a través de esa estampa que ocupa un lugar preferencial en tu casa o en ese establecimiento público que visitas a diario, llevando su imagen colgada al cuello, guardada en la cartera, puesta en el salpicadero del coche, adornando un llavero… Ahora, ármate de sinceridad para responder a la siguiente pregunta: ¿qué conoces del Patrón de tu pueblo? No te precipites, haz memoria, para este examen personal e invaluable el tiempo no cuenta.  Sabes que nació en Madrid, que era labrador, que su mujer fue Santa María de la Cabeza, que los ángeles lo sustituían en el tajo mientras él rezaba, que es muy milagroso y… nada más. ¿No te parece muy poco para alguien que consideras uno más de la familia, a quién acudes en las adversidades para pedir remedio, y en las desdichas en busca de consuelo? Si estás interesado en conocer  más en profundidad a ese pariente común que tenemos todos los perianenses llamado Isidro,  continúa leyendo las páginas siguientes.

         Antes de comenzar a narrar algunas cosas sobre nuestro Patrono, quiero hacer una advertencia a mis paisanos: no puedo asegurar que lo escrito a continuación sea todo cierto. Su primera biografía, Vita Sancti Ysidorus (un Códice en pergamino de 28 folios que se conserva en el archivo de la Real Colegiata de San Isidro)   la escribió en latín Juan Diácono, seudónimo que, casi con toda seguridad, corresponde al franciscano Juan Gil de Zamora, secretario de Alfonso X el Sabio, aproximadamente un siglo después de la muerte de Isidro, hacia 1275 y, como es de suponer, no quedaba vivo nadie que lo hubiese conocido y tratado para contarle detalles de primera mano. Las noticias que recoge son versiones orales que pasaron de padres a hijos, convertidas en tradición.  Con el pasar del tiempo la tradición se convirtió en leyenda, y hoy hay escritas tantas cosas sobre el más universal de los madrileños que si se juntaran todas darían para completar varias enciclopedias. Para escribir esta hagiografía he recurrido a numerosas fuentes y la contradicción es moneda común en ellas, siendo habitual que el mismo hecho tenga diversas versiones, cambiando incluso  de lugar y tiempo, puesto que hay pasajes de la vida del Santo donde predomina la confusión y el desconcierto.

VIDA Y  MILAGROS DE SAN ISIDRO

NACIMIENTO. Con toda seguridad sabemos que  Isidro, Glorioso Patrón de Periana, Labrador y Santo, nació en Madrid, pero no tenemos igual certeza en lo referente al año y día.  Biógrafos y cronistas no han conseguido ponerse de acuerdo sobre ello.  Hay quien retrasa su nacimiento a los primeros años del siglo XII, pero la mayoría  lo sitúan en la década del 1080, y dentro de estos predominan los que se deciden por el 1082, en plena Edad Media, cuando reinaba en Castilla Alfonso VI el Bravo. Recurramos a la cavilación para intentar buscar el día. Desde nuestra conversión al cristianismo,  ha existido la costumbre de poner a los recién nacidos el nombre del santo en cuyo día nacían y, aunque en la actualidad está casi extinguida, podemos decir que perduró hasta ayer. En el siglo pasado aún lo hacían en nuestro pueblo. El padre de mi primo Pepe, el del pub “La Tinaha”, se llamaba Basilio. Un día le pregunté por qué le habían puesto ese nombre, y su respuesta fue la siguiente: “mi madre tenía la costumbre de bautizarnos con el nombre del santo del día que nacimos”.  Si no recuerdo mal, otros hermanos se llamaban Guillermo, Rafael y Domingo. Es muy posible que los padres de Isidro  siguieran esa tradición: basándonos en ello podemos decir que debió nacer el 4 de abril, festividad de San Isidoro,  arzobispo de Sevilla a quien el pueblo había honrado siempre con mucha devoción.  Además, la admiración por el Santo sevillano se había acrecentado de manera considerable algunos años antes de nacer Isidro, al ser trasladado su cuerpo de Sevilla a León por el rey Fernando I, contándose que durante el traslado sucedieron muchos milagros y prodigios.  Posiblemente más de un lector, con toda la razón del mundo, se estará formulando la siguiente pregunta: ¿qué tiene que ver Isidoro con Isidro?  Mucho. Nuestro Patrón recibió en la pila bautismal el nombre de Isidoro, pero con el paso del tiempo fue perdiendo la primera “o” y se quedó en Isidro, es decir, que Isidro no es más que una derivación de Isidoro.

De lo expuesto con anterioridad podemos deducir que San Isidro nació en Madrid, Maioritum, el 4 de abril de 1082.


FAMILIA Y NIÑEZ.    Nace Isidro de padres mozárabes, honestos, piadosos, humildes y honrados, en una casa pobre de la calle del  Águila y, según la tradición, lo bautizaron en la iglesia de San Andrés. Poco se sabe de sus primeros años, ya que la humilde condición de sus progenitores nos ha ocultado los pormenores de su infancia y juventud. Las obras de teatro: La niñez de San Isidro y La juventud de San Isidro  que escribió Lope de Vega para celebrar su canonización, no dejan de ser mera ficción, fruto de la poderosa inventiva del Fénix de los Ingenios, que sentía gran admiración y devoción por su paisano a quien llamaba “mi dulce Isidro”.  Se ignora la identidad de sus padres, pero algunos biógrafos se atreven a decir que pertenecían a las familias de los Merlo y los Quintana; de ser esto cierto,  nuestro Patrón se llamaría Isidro de  Merlo Quintana.

CÓMO ERA FÍSICAMENTE. Pocas veces, en solo siete versos,  se habrá conseguido una descripción tan precisa y bella.

Moreno como el pan de los pobres.
Era Isidro alto de cuerpo
de constitución bien hecha,
nariz mediana, ojos claros,
y la barba muy bien puesta,
el cabello hasta los hombros
                  y humilde la vestimenta.

El primer verso es de  una poetisa hispanoamericana y los seis restantes pertenecen a una copla de ciegos titulada “Vida del Glorioso San Isidro Labrador, Patrón de Madrid”, que siendo muy niño escuché a un hombre manco, de poblada barba y voz agradable en el mercado, junto a los puestos de  Dolores “La Carmona” y Pura  “La Silva”.

Mi abuelo, Rafalico “Ganguita”, me compro la referida copla  impresa en un papel amarillo, creo recordar que costaba dos reales y, aunque era bastante larga y de lenguaje muy complejo, conseguí aprendérmela de memoria.  Cuando le acompañaba al campo le gustaba que se la dijese y él, que se la sabía mucho mejor que yo, corregía mis errores. Durante mucho tiempo permaneció doblada dentro de un misal, hasta que mi madre se la prestó a una vecina, cuyo nombre no voy  a revelar, para copiarla y nunca volvimos a saber de ella. Ahora, investigando para escribir esta  hagiografía de nuestro Patrón, he  descubierto que el anónimo autor de la misma, se inspiró en el en el Isidro, extenso poema con más de 10.000 versos que escribió Lope de Vega.
        
SU FORMA DE SER. El Patrono de Periana fue el arquetipo del labrador español: fiel, sobrio, sufrido, resignado y sumiso. La tradición nos presenta a un hombre humilde, servicial, tímido, callado, candoroso, desaliñado, prudente, de conducta intachable, cofrade, virtuosísimo y muy piadoso que cada día iba a la iglesia antes de salir a trabajar en el campo, cosa que repetía al volver.  Lo que ganaba trabajando como jornalero de sol a sol, Isidro lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para los pobres y la tercera, para su familia. Su larga vida, tranquila y metódica, discurre sencillamente entregada a la oración, el trabajo y actos de caridad.
Las siguientes palabras recogidas en su Bula de Canonización lo definen perfectamente: “La caridad de Isidro fue tan grande para con el prójimo que se privó a sí mismo de lo necesario, para que los pobres y necesitados se aprovechasen de ello”.

ISIDRO POCERO. Le conocemos con el apelativo de Labrador, sin embargo, su primera ocupación fue la de pocero, y parece ser que tenía muy buen tino  para ello: no había lugar que perforarse donde no manase abundante agua, aún en los sitios más difíciles. Fueron numerosos los pozos que abrió, algunos de los cuales han llegado a nuestros días. Relacionado con esta actividad, podemos situar su primer milagro: Isidro fue contratado por una señora principal llamada  Nufla para que le abriese un pozo en su alquería, situada en la confluencia de las calles Mayor y Bordadores. Tropezó con un terreno de roca viva, pero no se dio por vencido: recurrió a la oración y consiguió que se derritiese la piedra y encontrar agua. En la calle de Toledo también abrió varios pozos, uno de ellos en una casa propiedad de la familia Vera, primeros amos para los que trabajo el Santo Madrileño.  En el solar de la referida vivienda se construiría la Colegiata de San Isidro. Y según la tradición, el pozo que se encuentra situado debajo de la actual capilla de la Inmaculada, donde siempre hay rastros de humedad, es que aquel que abriese el Patrón de Periana. 


CAMBIO DE RESIDENCIA. Sobre el año 1109 Isidro abandonó Madrid, al igual que muchos cristianos,  ante la inminente invasión árabe, y se refugió en Torrelaguna. Allí se ajustó con un terrateniente como criado de labranza, cediéndole este una pequeña parcela para que la cultivase por su cuenta. 

         Todo le iba bien, pero llegado el momento de recoger lo sembrado, el Gañán más Santo que el mundo ha tenido obtuvo  más trigo que su amo. Esto hizo sospechar al propietario que su trabajador le estaba robando. El bueno de Isidro, modelo de humildad y enemigo de las discusiones, entregó su cosecha al dueño de la tierra,  quedándose  con la paja, y volvió a suceder otro milagro: al aventar la paja nuevamente obtiene más trigo del que cedió.

          Debido a su ejemplar comportamiento  y disponibilidad para ayudar a todos, congenió rápidamente con sus vecinos, y estos, viendo las incomodidades que padecía estando soltero y solo, se afanaron para buscarle novia. Consideraron que la más adecuada era una doncella mucho más joven que él, María Toribia, colmada de bondades, que, huérfana desde niña de padres piadosos y honestos de origen judeoconverso, vivía con unos parientes en el pueblo.

CASAMIENTO. Cuando Isidro tenía 27 años, en la iglesia de Santa María Magdalena de Torrelaguna,  contrajo matrimonio con  María Toribia  (futura Santa María de la Cabeza), nacida en Caraquiz (Guadalajara), aldea situada a siete kilómetros de Uceda. Los Santos Esposos se hacen querer y admirar de todos por su laboriosidad y fervor religioso. Aunque no todo fueron glorias en su matrimonio, el problema de los celos también recaló sobre ellos: le llegaron noticias a Isidro de que su mujer se entendía con unos pastores. El Labrador la vigiló, pero muy pronto disipó sus dudas y acrecentó su fe en la virtud natural y santidad de su fiel y abnegada esposa al verla atravesar sobre una mantilla que había extendido las aguas del río Jarama.  María Toribia, a quien el cielo premiaba con aquel milagro, no podía estar fuera de la Ley de Dios. Este hecho es conocido popularmente como “Los celos de San Isidro”.

REGRESO A MADRID. Pasado el peligro moro, en 1119 Isidro llega a un acuerdo con el hacendado caballero Juan de Vargas, del que ya había cuidado alguna posesión en Talamanca, para trabajar sus tierras de labranza en los Carabancheles,  extramuros de Madrid. (El linaje de los Vargas fue uno de los más antiguos e influyentes de Madrid durante la Edad Media e inicios de la Moderna).  El Santo Matrimonio abandona las vegas del Jarama para trasladarse a la que con el tiempo sería la capital del reino, instalándose  en la casa que su patrón tenía para los mozos de labranza y familiares junto a la parroquia de San Andrés.  Su unión se vio bendecida por la llegada de un hijo al que pusieron de nombre Illán, que también fue Santo, siendo nuestro Patrono uno de los pocos santos padre de familia. Después del nacimiento, hicieron voto de castidad de por vida, y cuando el niño fue mayor, decidieron separarse para llevar una vida de mayor santidad: Isidro quedó en Madrid y su mujer marchó a Caraquiz, consagrándose al cuidado de una ermita.  Esta separación duró hasta que avisada María Toribia por un ángel de que su esposo estaba muy enfermo, se trasladó a su lado y no se apartó de él hasta la hora de su muerte.

MUERTE DE ISIDRO.        Murió Isidro en loor de santidad el 30 de noviembre de 1172, cuando contaba 90 años y fue enterrado por sus compañeros cofrades en el campo santo contiguo a la parroquia de San Andrés,  en una fosa de tierra envuelto en un sudario de lino, sin ataúd.  El hijo de ambos, San Illán (El Santo Templario), que había permanecido con el padre, a su muerte se desplazó a Villalba de Bolobras (Cebolla, Toledo), y se instaló de ermitaño junto al castillo templario. Desde el mismo día del entierro, la tumba se convirtió en lugar de peregrinación y comenzaron a venerarlo como Santo; pero hubieron de pasar casi 40 años,  hasta el 2 de abril de1212, para que fuera trasladado al interior de la iglesia. Sobre esta cuestión hay tres versiones: la primera hace referencia a que una lluvia torrencial puso al descubierto su cuerpo incorrupto; la segunda cuenta  que el Santo se le apareció a una feligresa de la iglesia de San Andrés pidiéndole que le deparasen tumba en el interior del  recinto;  y, la tercera, que fue el clamor popular lo que propició su exhumación. Se cuenta que las campanas de la iglesia sonaron solas cuando los restos del Bienaventurado eran trasladados al interior del templo. Juan Gil de Zamora relata que “el cuerpo apareció íntegro, incorrupto, sin daños y con su mortaja en buen estado y entera”.
       
MILAGROS. Nuestro Patrono tiene fama de milagroso, siendo incontables los milagros y prodigios que se le atribuyen, realizados en vida u obrados por su intercesión después de muerto, predominando los hidráulicos, concesión de lluvias tras rogativas,  y como sanador de enfermedades incurables.  Para su proceso de beatificación y canonización se presentaron 438, ante la imposibilidad de contarlos todos referiré, de manera muy resumida, algunos de ellos. Como es de suponer,  aquí no están incluidos ninguno de los muchísimos que ha hecho en Periana: en aquella época nuestro pueblo aún no existía.

LOS ANGELES YUNTEROS. Isidro era un hombre muy piadoso que soportaba con resignación las burlas de los conocidos que le llamaban beato. Algunos compañeros de trabajo le tenían cierta ojeriza y, con la intención de perjudicarle, comunicaron a su patrón que todas las mañanas visitaba la iglesia y llegaba tarde al trabajo, donde  paraba continuamente para  rezar,  no haciendo ni la mitad de lo que le correspondía. 

         Juan de Vargas, hombre desconfiado, brusco, regañón, duro y muy exigente, quiso comprobar si era cierto lo que le dijeron, y una mañana muy temprano se escondió en un lugar estratégico para ver lo que hacía su empleado.  Pero quedó asombrado al observar que junto a la yunta de su gañán había otras dos “que araban con ritmo vigoroso y resuelto a derecha e izquierda de la de Isidro”. Otra versión refiere que vio cómo los bueyes araban la tierra guiados por ángeles, mientras nuestro Patrón permanecía de rodillas rezando.  Muchos pintores han llevado a sus lienzos este milagro.

EL MILAGRO DEL POZO. María Toribia se acercó al pozo del que se abastecían y su hijo, el futuro San Illán, en un descuido, se le cayó a lo hondo. Avisado Isidro regresó del campo y se puso a rezar junto a su mujer a la Virgen de la Almudena, de la que era muy devoto, y el agua comenzó a subir apareciendo el niño sano y salvo.  Este pozo, según la tradición, es el que se conserva en el Museo de los Orígenes (antiguo Museo de San Isidro), en la plaza de San Andrés, con 27 metros de profundidad, tres de ellos de agua.  Este milagro, al igual que otros realizados por nuestro Patrono,  no pasó desapercibido a los artistas: lo inmortalizó Alonso  Cano en un magnífico cuadro que pintó en 1646 y que se conserva en el Museo del Prado.

OLLA DE SAN ISIDRO.  Isidro y su familia habían terminado de almorzar, incluso no habían saciado totalmente su apetito para dejar algo a los pobres que reclamaban su caridad.   De repente se presentó un nuevo menesteroso pidiendo que le diese algo para comer.  La olla había sido rebañada  y no disponía de nada para darle.  Nuestro Patrón se dirigió a su mujer con estas palabras: Te ruego, por Dios, queridísima esposa, que si sobra alguna ración de comida, se la des como limosna al pobre”, María Toribia, que ya había fregado la olla, fue a cogerla para mostrársela a su marido, y la encontró llena de comida.

EL MILAGRO DE LOS POBRES. Nuestro Patrono era miembro de varias cofradías, incluso se cree que llegó a fundar alguna.  La del apóstol Santiago, que se encontraba ubicada en Carabanchel, celebraba comida de hermandad e Isidro, cofrade de ella, acudió a la misma; pero antes visitó algunas iglesias para rezar y, como es de suponer, se le fue el santo al cielo, llegando cuando el banquete había terminado. En la puerta de la cofradía había algunos pobres,  en espera de “pillar” algo, y el Divino Labriego, por compasión, los invito a pasar con él. Al verlo entrar con sus acompañantes un cofrade le dirigió estas palabras: “Bendito hombre de Dios, es digno de admiración por tu parte que introduzcas contigo a estos pobres, cuando no queda nada, salvo la ración que se te ha reservado”. A lo que Isidro respondió: “Lo que Dios me ha dado, lo repartiremos a partes iguales entre nosotros”.  Pero Dios, una vez, más acudió en ayuda del más humilde y generoso de sus siervos, y cuando  el encargado de servir la mesa, esbozando una sonrisa maliciosa pensando en lo poco a que cabrían,  abrió la olla para coger el trozo de carne reservado al cofrade Isidro, la encontró llena hasta rebozar. Comió el Milagroso Gañán y sus invitados hasta hartarse, y sobro para socorrer a otros menesterosos. 

LA FUENTE DE SAN ISIDRO.  Un día muy caluroso, Juan de Vargas, hacendado para el que trabajaba Isidro y padrino de su hijo, acudió a visitar sus tierras. Llegó sediento y pidió agua a su gañán. Casualmente su cantarillo se encontraba vacío, ya que varios caminantes habían hecho lo mismo. Nuestro Patrono le indicó el lugar donde podía encontrar una fuente. Fue el señor de Vargas a buscarla, y como no la veía por ninguna parte, regresó enojado con su empleado, creyendo que se estaba burlando de él. El Santo Labrador dejó su yunta de bueyes y acudió al sitio señalado, hundió su aijada o aguijada en la tierra, y dijo “Cuando Dios quería aquí agua había” brotando agua en abundancia. Bebió Juan de Vargas y, casi un milenio después, continúan bebiendo de ella los devotos de San  Isidro. Esta agua adquirió fama de milagrosa y a ella acudían enfermos de todo tipo buscando la curación de su mal.  Allí, donde tuvo lugar el milagro, pasados muchos años, la emperatriz Isabel de Portugal, como agradecimiento por haber sanado a su esposo Carlos I y a su hijo el príncipe Felipe (cuando éste era un niño,  de unas calenturas con el agua que hizo brotar el Devoto Labriego), mandó construir  una ermita, a donde acuden los madrileños a celebrar la romería en honor de su Patrón. Esta tradición la inmortalizó con sus pinceles el genial  Francisco de Goya en su “Pradera de San Isidro” y Emilia Pardo Bazán  la describió de forma magistral en la novela Insolación.

RESURRECCIÓN DE LA HIJA DE SU PATRÓN. Tenía Juan de Vargas una sola hija llamada María. Cayó enferma y murió al poco tiempo. Se acercó Isidro al cadáver y dirigiéndose a la difunta exclamó: ¡Señora María!  Esta incorporándose respondió ¿Qué quieres Isidro?  Y la joven, que estaba muerta, apareció sana y viva.

AMANTE DE LOS ANIMALES.  Al igual que San Francisco de Asís  o San Roque, San Isidro sentía  gran amor por los animales, y algunos milagros lo confirman.

EL MILAGRO DEL TRIGO. La caridad de nuestro Patrón no tenía límites, pero no solamente las personas se beneficiaron de ella, también los animales fueron favorecidos. Se cuenta que un frío día de invierno que  la nieve cubría Madrid y sus campos,  Isidro se dirigía al molino de la Arganzuela en compañía de un joven aprendiz, llevando cada uno un costal de trigo al hombro y, como sintió compasión de los pájaros que revoloteaban hambrientos,  limpió un pedazo de tierra apartando la nieve y vació allí la mitad de su costal, al futuro gañán le disgustó su caritativo gesto y le llamó derrochador.   Pero sucedió que al llegar al molino, el costal del Santo Labrador, estaba tan lleno de grano como antes de hacer caridad con las aves.

EL MILAGRO DE LOS GALGOS. En Torrelaguna dejó paralizados a unos perros galgos que perseguían a una liebre.

EL MILAGRO DEL LOBO. Este milagro acaeció en Carabanchel.  Se encontraba rezando Isidro en la que ahora es la ermita de Nuestra Señora de la Antigua cuando aparecieron unos lobos. Uno de ellos atacó al borriquillo que nuestro Patrón había dejado en la puerta mientras oraba, pero el lobo cayó muerto sin hacerle daño.

RESURRECCIÓN DEL CABALLO DE SU AMO. Juan de Vargas, montado en su caballo preferido, atravesaba el río Manzanares camino de la finca donde trabajaba Isidro.  Repentinamente el equino cayó muerto en un arenal.  Atravesó el río como pudo y le contó a su gañán lo sucedido. Conocedor nuestro Patrono del gran cariño que sentía el señor de Vargas por su caballo,  pidió que le llevase al lugar donde estaba el animal muerto. Allí le dio una palmada en el lomo diciendo: ¡En el nombre de Dios levántate!,  y el caballo resucitó al instante. Pero no solo fue su amo quien se benefició de los milagros del bueno de Isidro: se cuenta que en numerosas ocasiones volvió a la vida mulos y borricos de pobres labriegos.

EL CLÉRIGO QUE RECUPERÓ LA VISTA. De la mortaja o sudario de San Isidro, que era periódicamente cambiada para conservarla como reliquia, fue cortado un trozo de lienzo que hizo recobrar la vista a un clérigo ciego tras serle restregado en los ojos.

ISIDRO Y LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA. En el año 1212 tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa. Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho el Fuerte de Navarra juntaron sus ejércitos en Despeñaperros para enfrentarse al del moro. El paso del desfiladero de Sierra Morena suponía un riesgo evidente, lo que incluso les hizo dudar y plantearse retroceder, pero Alfonso VIII en un  momento dado dijo: “que sea lo que disponga la voluntad del cielo”. Y el cielo dispuso que un pastor de nombre Martín Halaja, que conocía a la perfección el lugar, le indicase un atajo fácil para alcanzar el objetivo que, desde entonces, se llama Puerto del Emperador, o Puerto del rey o Puerto Real.  Cuando los árabes se vinieron a dar cuenta, tenían delante, en una amplia llanura, al ejército cristiano.

         El 16 de julio de 1212 en el campo de batalla los moros sufrieron la más cruenta derrota. El temor árabe, que había inquietado a los países europeos, se disipó.

         Alfonso VIII ordenó buscar al pastor que le había indicado el camino de la victoria para recompensarlo, pero no consiguieron dar con él. El rey celebró misa de acción de gracias en Toledo y a su paso por Madrid visitó  la parroquia de San Andrés, para ver el cuerpo de Isidro,  del que se hablaba mucho por aquellos días, pues hacía poco tiempo que había aparecido incorrupto, al encontrarse delante de él exclamó:

- Este es el pastor que me mostró el camino cuando alcancé la victoria en las Navas de Tolosa.  Desde entonces también se le conoce como El Pastor de las Navas.

BEATIFICACIÓN Y SANTIFICACIÓN. Isidro, Santo desde el momento de su muerte para el pueblo, no había pasado por la burocracia de Roma. En tiempos de Felipe II se llegó incluso a poner en duda la legalidad de tributarle culto. Había que agilizar el proceso de beatificación, por lo que  en 1589 comienzan los trámites para conseguirlo, encargándose de los “procesos y probanzas” el dominico Fray Domingo de Mendoza. Las constantes súplicas de Felipe III al Papa, para que accediese a ello, dieron su fruto, y, el domingo 14 de junio de 1619, el Papa Paulo V firmaba en Santa María la Mayor de Roma el decreto de beatificación de Isidro Labrador, que fija como fecha de su fiesta el 15 de mayo.  El fervoroso pueblo madrileño, que anhelaba ese  momento, aunque con retraso debido a una enfermedad del rey, lo celebró con grandes muestras de satisfacción y alegría el 15 de mayo de 1620 en una restaurada plaza Mayor. Siendo Lope de Vega, que tenía gran devoción a Isidro, el alma de la fiesta y cronista oficial de la misma.

         La canonización no se hizo esperar.  El 12 de marzo de 1622, reinando Felipe IV, el Papa Gregorio XV lo elevó a los altares en la misma ceremonia litúrgica en que lo fueron  también Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y el italiano San Felipe Neri. Así,  San Isidro se convirtió en el primer laico en subir a los altares. Gregorio XV le concedió el privilegio de otorgar un año y cuarenta días de indulgencia a los que visitaran su Cuerpo Incorrupto el día 15 de mayo, y cuarenta días si lo hacían durante su octava. El 27 de marzo de 1625 Urbano VIII confirió misa y oficios propios al Santo Labrador. San Isidro es fiesta de precepto en Madrid desde 1621 y Benedicto VIII    autorizó que esta festividad fuera de precepto en todos los reinos de la Monarquía Española. Ante tanta consideración papal resulta incomprensible que hubieran de pasar 102 años y 11 papas para que la Bula de Canonización de San Isidro “Rationi Congruit” fuera emitida por la Sede Apostólica, hecho que ocurrió el 4 de junio de 1724, durante el pontificado de Benedicto XIII. El documento justifica el retraso, aludiendo al fallecimiento de Gregorio XV al poco tiempo de la canonización.  Sin embargo, las bulas de Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Felipe Neri, las publicó su sucesor, Urbano VIII, el 6 de agosto de 1623, día en que comenzó su reinado pontifical. Por cierto, para conseguir la canonización de nuestro Patrón, la Villa de Madrid gastó en Roma 6.394.676 maravedís.

PATRÓN DE LOS AGRICULTORES Y CAMPESINOS. La burocracia romana siempre fue retrasada con respecto a San Isidro Labrador.  Los hombres y mujeres del campo  español, desde hacía cientos de  años lo consideraban su protector; pero oficialmente no fue reconocido como tal hasta el 16 de diciembre de 1960, cuando  el Papa Juan XXIII, a petición del cardenal Enrique Pla y Deniel que recogía, a su vez, los deseos de las Hermandades de Labradores, por la Bula  “Agriculturam” lo nombró “celestial patrono, ante Dios, de los agricultores y campesinos de la nación española”. Patronazgo que se hace extensivo a los vinicultores, así como a los ingenieros técnicos agrícolas. 


EL CUERPO INCORRUPTO DE SAN ISIDRO
Desde que fue desenterrado el 2 de abril del año 1212 e introducido en la parroquia de San Andrés, el cuerpo incorrupto de nuestro Patrono ha sido objeto de innumerables avatares, que han llegado hasta nosotros gracias al Códice de Juan Gil de Zamora y a los Libros de Visitas Pastorales de la referida iglesia.  Los originales desaparecieron durante la Guerra Civil, pero  conocemos su contenido por las copias realizadas para los Procesos de Beatificación y Canonización, así como por estudios históricos, que utilizando esta fuente se publicaron antes de su destrucción.
REPOSO DEL SAGRADO CUERPO. Se cree que Alfonso VIII ofreció al Santo como agradecimiento un sepulcro exterior de piedra, hoy desaparecido, y un arca de madera. En el arca, donada por el vencedor de las Navas de Tolosa, estuvo el cuerpo de nuestro Patrono hasta finales del siglo XIII o inicios del XIV, cuando fue trasladado a otra de madera revestida de pergamino con ilustraciones de la vida y milagros del Santo (algunos autores sostienen que esta arca fue la que le ofreció Alfonso VIII, pero se ha podido demostrar que pertenece a una época posterior).  En ella permaneció hasta el año 1620, en que la Congregación de San Eloy, que acogía a los plateros de Madrid, regaló para la beatificación del Santo una nueva arca de plata valorada en 16.000 ducados.  En 1692 Carlos II y Mariana de Neoburgo, en agradecimiento por haberla curado de una enfermedad,  donaron una caja interior, de nogal con filigranas de plata sobre seda encarnada.  Esta caja tenía nueve cerraduras, cuyas llaves fueron distribuidas de la siguiente forma: al rey,  la llave maestra, y una al juez protector, al teniente capellán mayor, al cabildo de capellanes de la real capilla, al conde de Paredes, a los descendientes de los Vargas, al corregidor, al regidor decano y al secretario del ayuntamiento.  El arca exterior tenía cuatro llaves y dos candados. Es decir, que el cuerpo incorrupto del Patrón de Periana estaba protegido por quince llaves, y en teoría para proceder a su apertura era necesaria la asistencia de todos los depositarios,  aunque la realidad era algo distinta. Y así, en esta caja, y sobre ella la de los plateros, permaneció el Sagrado Cuerpo hasta el año 1936. El 23 de marzo, ante el peligro de la Guerra Civil, el cuerpo en su caja interior fue ocultado en un hueco existente en la pared lindante con el instituto de San Isidro, anejo a la iglesia. La caja exterior de plata quedó en su lugar, pasando este hecho inadvertido para los fieles. Los días 19, 20 y 21 de julio de 1936 ardió la catedral de San Isidro. Quedando casi totalmente destruido el edificio y desapareció  el arcón de los plateros y, con él, según se creyó durante toda la Guerra Civil, el cuerpo de muestro Patrón.  Pero el 13 de mayo de 1939, cuando todos lo daban por perdido, para alegría de sus devotos, fue recuperado el cuerpo incorrupto de San Isidro.   En la caja donada por Carlos II y Mariana de Neoburgo se conserva en la actualidad.

TRASLADOS DEL CUERPO DE SAN ISIDRO. En el año 1212 el cuerpo incorrupto de San Isidro fue desenterrado y trasladado al interior de la iglesia de San Andrés, donde fue colocado en el altar mayor en una nueva tumba. En 1518 Francisco de Vargas, consejero del emperador Carlos V, solicita y obtiene permiso de Roma para hacer una capilla al Patrón de Periana, en terreno del antiguo cementerio de San Andrés, con el objetivo de convertirla en panteón familiar. Es conocida  como la “capilla del Obispo” por terminar las obras con su hijo, Gutiérrez de Vargas Carvajal, obispo de Plasencia.  Allí estuvo el Santo Labrador   desde 1535 hasta  1555, que regresó a su emplazamiento primitivo tras ganar la parroquia la disputa canónica que mantenía con la poderosa e influyente familia Vargas.   En 1656 se derrumbó parcialmente la iglesia de San Andrés y, con este motivo, se levantó una capilla adosada al templo parroquial para acogerlo. (Durante las obras, el Sagrado Cuerpo volvió a la capilla del Obispo). Fue inaugurada el 15 de mayo de 1669, con el traslado solemne del cuerpo de San Isidro a la capilla de su nombre.  Carlos II declaró esta capilla del real patronato y le otorgó los privilegios de las capillas reales.

         La Real Capilla de San Isidro, cien años después de su construcción se había quedado pequeña para el culto, y en 1769, Carlos III ordenó el traslado de las reliquias del Glorioso Labrador a la iglesia del Colegio Imperial de la calle de Toledo, que había sido de los jesuitas recién expulsados de España. También ordenó el rey el traslado de las reliquias de Santa María de la Cabeza, que se encontraban en el Oratorio de la Casa Consistorial, al citado templo, que desde ese momento se denominaría Real Colegiata de San Isidro y Santa María de la Cabeza.  Así, casi seiscientos años después, volvieron a reencontrarse los Santos Esposos. Y en el altar mayor de esa iglesia, convertida en catedral provisional en 1885, al ser creada la diócesis de Madrid-Alcalá, descansa el cuerpo incorrupto de San Isidro junto a los restos de su esposa Santa Maria de la Cabeza. (En 1993 la Real Colegiata dejó de ser catedral de Madrid, ocupando su lugar la Almudena.)


EXPOSICIÓN DEL CUERPO DEL SANTO. En algunas ocasiones el cuerpo de San Isidro es expuesto al público para su veneración. Suele hacerse para conmemorar efemérides significativas o efectuar alguna rogativa. La primera tuvo lugar en el año 1231 ante una gran sequía. Como no es mi intención aburrir en demasía a mis paisanos con una retahíla de fechas interminables, me limitaré a reflejar las exposiciones habidas en los siglos XIX y XX.  Así tenemos que, estando enfermo Fernando VII en 1832, por Real Orden de 17 de septiembre, se expusieron a la pública veneración los restos del Santo Labrador, en la Real Colegiata de San Isidro y Santa María de la Cabeza.  Estuvieron expuestos desde el 18 de septiembre hasta el 15 de octubre, cuando la salud del monarca se restableció. En 1896 se efectúo la exposición del cuerpo en el altar mayor para pedir al Patrón de Periana la lluvia y el final de la guerra de Cuba.
La primera exposición del siglo XX se produjo, una vez recuperados sus restos tras la Guerra Civil, del 14 al 23 de mayo de 1939.  Le siguió la de 1947 para pedir la lluvia en un año de pertinaz sequía. En 1969, en conmemoración del 350 aniversario de la Beatificación de San Isidro y el bicentenario del traslado de su cuerpo a la Real Colegiata de San Isidro y Santa María de la Cabeza,  estuvo expuesto desde el 9 hasta el 20 de mayo.  Tres años después (1972) volvió a exponerse con ocasión del octavo centenario de su muerte, y en  1982 para celebrar el noveno centenario de su nacimiento. La última tuvo lugar del 4 al 20 de mayo de 1985, con ocasión del primer centenario de la creación de la diócesis de Madrid-Alcalá.
Para el siglo en que vivimos hay dos exposiciones previstas: la primera en el año 2022, coincidiendo con el cuarto centenario de su canonización, y la  segunda en el 2082, cuando se cumplen mil años de su nacimiento.

ESTADO DE CONSERVACIÓN DEL CUERPO. Cuando se realiza una exposición del cuerpo incorrupto de San Isidro se levanta un Acta de Apertura, que suele iniciarse de la siguiente forma: “Fueron levantados los precintos del arca y descubierto el sagrado cuerpo (…) no se encontró en él novedad alguna, manteniéndose como reseñan las actas anteriores”. Por ello, para tener una  descripción pormenorizada del estado de conservación del cuerpo, hay que remontarse a  mayo de 1896, cuando fue expuesto, como hemos referido con anterioridad, para pedir al Santo la lluvia y el final de la guerra de Cuba, siendo la primera vez que tuvo acceso la prensa.  La Ilustración Española y Americana del 22 de mayo de 1896 describe de este modo las Sagradas Reliquias: “Consérvase  el cuerpo perfectamente momificado, excepto la frente, parte del cráneo y maxilar inferior, que presentan el hueso al descubierto.  También ha desaparecido la parte cartilaginosa de algunas falanges de los pies y de las manos.  Sólo se conserva un diente en la mandíbula inferior.  Tiene cerrados los párpados, y es circunstancia notable la de conservar los ojos sin haberse secado.  El cuerpo está en posición supina, desnudo, cruzados los brazos sobre el pecho y dobladas hacia adentro las manos, de manera algo violenta; una ligadura de seda descolorida, abarca los brazos en su punto de enlace.  La cavidad torácica tiene gran desarrollo, y aparece perfectamente cubierta de carne momificada, así como también los brazos, las piernas y los pies.  El cuello es alto, grueso, y en él se marcan perfectamente los tendones. Mide el cuerpo de San Isidro, en la actitud en que hoy se encuentra 1´75 metros de longitud, lo cual indica que el Santo Labrador debía de ser de estatura gigantesca, si se tiene en cuenta la contracción natural de la columna vertebral y de todos los cartílagos articulares”.

         La Iglesia contesto a la apreciación hecha por los periodistas de que el cuerpo estaba momificado, con estas consideraciones: “El cuerpo de San Isidro se conserva en un estado excepcional de perfecta conservación, sin que se valga decir tampoco que está momificado, porque del examen hecho, lo mismo en tiempos del canónigo Rosell, que el verificado en 14 de mayo de 1896, resulta que el cuerpo del Santo se halla fresco y flexible, y así lo comprobó el entonces excelentísimo e ilustrísimo señor don José María de Cos, a la sazón arzobispo-obispo de Madrid-Alcalá y después eminentísimo cardenal-arzobispo de Valladolid, al tocar el pecho del Santo y ver cómo en él se hundían sus dedos como en la carne de un cuerpo vivo”

MUTILACIONES SUFRIDAS POR EL CUERPO DE SAN ISIDRO. El cuerpo incorrupto de San Isidro  ha sido objeto de algunas mutilaciones.  Para situar la primera hay que remontarse al siglo XIV: el primer monarca de la Casa Trastámara, Enrique II, acompañado de su esposa Juana Manuel, fue a venerar el Sagrado Cuerpo. Le abrieron el arca, y la reina, como quería llevarse una reliquia, de un tirón separó el brazo derecho del cuerpo. Testigos presenciales confirmaron que la soberana quedó paralizada al instante y no recobró el movimiento hasta que el miembro apuntado retornó a su lugar. El brazo fue sujetado con una cinta, estado en el que hoy se encuentra.

El acaparamiento de reliquias durante mucho tiempo fue una práctica muy codiciada, siendo numerosos los cadáveres desmembrados y dispersados. Citemos como ejemplo el brazo de Santa Teresa que el anterior jefe del Estado, Francisco Franco, tenía en su mesita de noche  y que le acompañaba en todos sus viajes.

 La siguiente se produjo cuando Isabel I de Castilla, curada de una enfermedad en la que se encomendó al Santo, acudió a darle las gracias, y se procedió a abrir el arca. Una dama de la reina, al besarle los pies a nuestro Patrono,  le arrancó de un mordisco el dedo pulgar del pie derecho.    Pero se produjo un milagro y la fechoría de la dama mordedora quedó al descubierto. Cuando la comitiva se dirigía a Toledo, al atravesar el Manzanares, los caballos del carruaje donde iba la ladrona con su preciada reliquia se negaron a entrar en el agua. Todos los intentos por conseguirlo fracasaron, la mordedora sintió remordimiento y contó a la reina lo sucedido.  La soberana mandó restituir el dedo del Santo, y los caballos se volvieron dóciles, cruzando el río sin ninguna dificultad. Otros cuentan que cuando ya, fuera de la iglesia, el séquito real pretendió cruzar el Manzanares, el caudal del río, sin haber llovido nada, creció de tal manera que resultaba imposible atravesarlo, situación que se prolongó hasta que la susodicha dama confesó su acción y devolvió al Santo el dedo amputado. Durante mucho tiempo este dedo permaneció en una bolsita de seda colgada en el cuello del Austero Labrador, pero misteriosamente desapareció. En el siglo XVIII la reina María Luisa de Saboya contó al cardenal D´Estrées  que una aristócrata que tenía un hijo muy delicado de salud había conseguido un dedo de San Isidro.  ¿Sería el mismo?  Una vez triturado, se lo había hecho aplicar al enfermo, a partes iguales, en forma de pomada y lavativa. 

 La última  mutilación se produjo durante el reinado de Carlos II, el cerrajero del rey, llamado Tomás, aprovechando la estancia del cuerpo incorrupto de San Isidro en el Palacio Real, le arrancó  un diente que entregó al monarca y este, muy agradecido, lo conservó bajo su almohada hasta el día de su muerte. 

SALIDAS EN PROCESIÓN.  El algunas ocasiones el cuerpo incorrupto de nuestro Patrón fue sacado en procesión por las calles de su tierra natal. Se avisaba con antelación para que se decorasen los balcones y ventanas con vistosas colgaduras y todo Madrid se sumaba a las mismas. La mayoría de las veces salió para hacer rogativas pidiendo la lluvia, pero también lo hizo para lograr el término de epidemias y calamidades, o el restablecimiento de algún miembro de la casa real. Solamente en dos ocasiones lo hizo por motivos festivos: para celebrar su beatificación y canonización.
 La primera salida, según  señala el Códice de Gil de Zamora, parece que tuvo lugar en 1275: fue llevado hasta la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, pidiendo lluvia, que concede. La última data del 4 de mayo de 1896, cuando se realizó una procesión ante la gran sequía que padecía todo el país. En el transcurso de la misma comenzó a llover en Madrid, lluvia que en los siguientes días se extendió a toda España.

VISITAS REALES. Algunos reyes mostraron veneración ferviente por el Santo Labrador y acudieron a visitar su cuerpo incorrupto. El primero en hacerlo fue Alfonso VIII, el triunfador de las Navas de Tolosa;  le siguieron  Alfonso XI,  Enrique II de Trastámara y su esposa Juana Manuel, Enrique IV e Isabel I, que lo hizo en varias ocasiones. El cambio de dinastía, Borbones por Austrias, no modificó el comportamiento de la Casa Real respecto al Santo,  sino  que aumentó el interés de los monarcas por la figura de San Isidro.  Acabado de entrar en Madrid Felipe V, visitó el Sagrado Cuerpo; le siguió su segunda esposa, Isabel de Farnesio.  Carlos II visitó el cuerpo del Santo acompañado de su primera esposa, María Luisa de Orleans, para agradecer la mejoría de una enfermedad. También lo visitaron Fernando VI y su esposa doña Bárbara de Braganza;  Fernando VII realizó dos visitas: una solo y otro acompañado de su tercera esposa, Isabel de Braganza. La reina gobernadora, María Cristina de Borbón,  acudió poco tiempo después de la muerte de Fernando VII, acto que repitió en otra ocasión. La última visita real se produjo el 15 de mayo de 1896 cuando fue visitado por la reina regente, María Cristina, acompañada de Alfonso XIII, a quien también le impusieron en la pila bautismal el nombre de Isidro.

         Se estableció como costumbre que cuando los reyes visitaban el sepulcro del Santo, se le cambiaba el sudario y se lo llevaban como reliquia.  Nuestro Patrono no estaba dispuesto a que su cuerpo incorrupto fuera desmembrado y dispersado como había sucedido con otros colegas suyos, por lo que  la realeza tuvo que conformarse con llevarse su sudario como reliquia, ¡que no es poco!  Si se dejó sacar un diente, por un jardinero, tal vez fuese porqué lo tenia picado, o en solidaridad con el trabajador, para que ganase méritos ante su amo.


TRASLADO A LOS REALES APOSENTOS. La monarquía, al igual que el pueblo,  siempre tuvo mucha fe en los poderes curativos de San Isidro; pero como el que manda, manda,  no se conformaban con acudir a la iglesia donde se custodia su cuerpo incorrupto, como cualquier hijo de vecino, para rezar y pedir el favor deseado.  De hecho, en algunas ocasiones exigieron que el cuerpo incorrupto de nuestro Patrón le fuese llevado a sus reales aposentos en las tribulaciones de  nacimientos, enfermedades y muertes. Así, San Isidro dejó su iglesia para acudir en auxilio de reyes, reinas, príncipes, princesas, infantes e infantas. La primera salida tuvo lugar en 1619: Felipe III se encontraba en Portugal cuando se produjo la beatificación de Isidro, e inmediatamente emprendió regresó a Madrid para realzar con su presencia las celebraciones, pero tuvo que detenerse en Casarrubios del Monte (Toledo) al ser atacado repentinamente por una dolencia mortal.  Perdida toda esperanza en los remedios médicos, recurrieron al auxilio divino, por lo que se acordó llevarle el cuerpo del Labrador. Tras siete horas de fatiga, la comitiva llegó a Casarrubios. El rey besó con devoción la venerada reliquia: al instante se notó su mejoría, y al poco tiempo estaba fuera de todo peligro.  La exitosa experiencia hizo que se repitiera la salida cuando cayeron enfermos los reyes: Carlos II, Luis I, Fernando VI y Carlos III; lo mismo ocurrió con las siguientes reinas: Mariana de Neoburgo, Mariana de Austria, Maria Luisa de Saboya,  Amalia y Josefa Amalia.

JOSÉ MANUEL FRÍAS RAYA

Publicado en el número 26 de ALMAZARA

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