PAISANOS NUESTROS
Dime en que paisaje se desarrolló
tu infancia y te diré como serás
de adulto.
Miguel Delibes
Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada y doctorado en la de Málaga, Miguel Blanca Gómez comienza su singladura profesional como médico interno residente en el Hospital Regional Carlos Haya de Málaga. A continuación se va como investigador al Hospital Middlessex de Londres. En ese periodo trabaja como investigador en lo que se conoció como el síndrome tóxico producido por el aceite de colza desnaturalizado con sustancias químicas. Este hecho determinó que posteriormente se dedicara a estudiar las reacciones a sustancias químicas, concretamente los medicamentos. Regresa a Málaga y es Facultativo Especialista del Área de Alergología en el Hospital Carlos Haya, siendo durante algunos años coordinador de la Unidad de Investigación de dicho Hospital, etapa en la que creó lo que hoy se llama el laboratorio de investigación IMABIS (Instituto de Investigación Mediterráneo para la Investigación Biomédica). Para la construcción del referido instituto avaló con su firma la consecución de una parte del dinero necesario.
Marcha a Madrid y tras una dura y gran competición nacional, contra tres magníficos candidatos, consigue la plaza de Jefe del Servicio de Alergología en el Hospital Universitario de La Paz, simultaneando algún tiempo este cargo con el de asesor para investigación del Ministerio de Salud y Consumo. Durante varios años ocupa el cargo de presidente de la Comisión de Medicina y Cirugía del Fondo de Investigaciones Sanitarias del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, convirtiéndose en el jefe de servicio del Hospital La Paz con más influencia en un órgano tan importante como este instituto que es la agencia estatal que canaliza y distribuye todos los fondos de investigación biomédica en España.
En el año 2003 regresa a Málaga y gana por oposición en examen público la plaza de jefe del Servicio de Alergología del Hospital Carlos Haya, cargo que ocupa en la actualidad. Mente viajera y comprometida con la investigación, no descarta en un futuro ocupar otros cargos con responsabilidades investigadoras y clínicas si llegasen las condiciones necesarias.
En la actualidad dirige el mayor equipo de investigación sobre alergología de España, equipo que se encuentra entre los más productivos del mundo en investigación de alergias. Habiendo participado en más de una treintena de proyectos de investigación financiados por agencias tanto públicas (nacionales, europeas y americanas) como privadas financiadas por multinacionales farmacéuticas y fundaciones benéficas. Pertenece a varias sociedades médicas y posee premios de sociedades científicas nacionales e internacionales. Sus publicaciones se cuentan por centenares, y gozan de un gran impacto científico por número de citas y otros índices de calidad. Los conocimientos que ha generado a lo largo de su carrera destacan por su gran aplicación a la medicina práctica, por lo que son citados en facultades de medicina y centros hospitalarios de todo el mundo; indicaré como ejemplo que no hay establecimiento sanitario que trate enfermedades infecciosas o alérgicas que no tenga en cuenta y referencia los trabajos que ha publicado el doctor Blanca como guías de uso en pacientes alérgicos a las penicilinas. El conocimiento básico que genera su investigación también es altamente evaluado por los mejores grupos del país como son facultades de química, farmacia e ingenieros agrónomos, entre otros. Ha formado en Málaga a un grupo de investigadores jóvenes que constituyen la generación más importante de científicos que están marcando escuela en nuestro país. La Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología ha destacado, en varias ocasiones, el trabajo de su grupo como relevante y digno de imitar por otros grupos; la última vez ha sido, en el presente año, con motivo de la celebración de su Congreso en San Francisco. Valga como comprobante de lo anteriormente expuesto que algunos de sus discípulos son invitados a dar conferencias y charlas tanto en Europa como en Estados Unidos, circunstancia que pone de manifiesto su capacidad y generosidad para transmitir el conocimiento. Él y su equipo forman el grupo investigador que más publica en Málaga y, tal vez, en Andalucía… También coordina desde el Hospital Carlos Haya, con un selecto grupo de discípulos y colaboradores, la Red para el Estudio de las Reacciones Adversas a Alergenos y Fármacos.
En definitiva, para dar cuenta de su extenso, espléndido y laureado currículum necesitaría todas las páginas de ALMAZARA y, posiblemente, me faltaría espacio.
LOS DIAS DEL PASADO
Miguel Blanca Gómez, nuestro paisano más universal, vino al mundo un 24 de mayo de 1949 en el Hospital Civil de Málaga, lugar donde trabaja en la actualidad. El hecho de que naciera en la Capital se debió a que el médico de Periana aconsejó a su madre, Manuela Gómez Larrubia, que para prevenir cualquier tipo de complicación en el parto -cuando nació, su madre tenía más de cuarenta años-, diese a luz en un centro sanitario: hecho inhabitual en aquella época, en la que todos los niños perianenses nacíamos en nuestras casas con la ayuda de doña Margarita. Su padre, Miguel Blanca Martín, brigada de la Guardia Civil y natural de Tolox, había llegado trasladado a nuestro pueblo algún tiempo antes. Con posterioridad nació María Victoria (de profesión enfermera), su única hermana.
Comienzo la entrevista interesándome por su memoria, Miguel me dice que es excelente, e inmediatamente tengo ocasión de atestiguar que esta en lo cierto. Sus respuestas a mis preguntas son flechas disparadas certeramente en la diana del indeleble recuerdo. Recuerda perfectamente el que fue su primer hogar en el pueblo, donde vivió sus tres primeros años de vida, situado en la plaza de La Fuente: allí acudía a amamantarlo Mariquita “La Carabina”, su ama de leche, a la que recuerda con gratitud y cariño como su segunda madre; casa en la que posteriormente, su primo, don Francisco Torres Gómez “El hijo de la Pepita Torres”, instalaría la farmacia. Va relatando de manera rápida, amena y precisa vivencias de cuando tenía como vecino a San Isidro “De la Fuente” y me deja perplejo. Con Miguel, al igual que sucedía, en aquellos tiempos, con la mayoría de los niños del pueblo, los Reyes Magos nunca se portaron bien y se conformaba con ver los juguetes en el estante de la tienda de Antonio “Del Puesto”, numerosas veces a lo largo del día, e imaginaba cual le gustaría poseer.
Definitivamente, nuestro paisano ha viajado en el túnel del tiempo y se encuentra paseando por los paisajes que sirvieron de escenario a su niñez pueblerina. Revive la gran nevada que cayó sobre Periana en el año 1952, y me describe con precisión, casi cinematográfica, un incidente que sucedió aquel día: “un ´´Carabina´´ le arrojó una bola de nieve a una mujer, Miguel ¨El Picaíllo¨, que presenció los hechos, le recriminó su conducta y tuvieron una gran trifulca”… También se acuerda de las madrugadas en las que los cantos del Rosario de la Aurora, encabezado por las hermanas Núñez y Bueno, interrumpían sus infantiles sueños.
Cuando Miguel tenía tres años sus padres cambian de domicilio y se mudan al número dos de la calle general Aranda, donde tenía por vecinos a Prudencia y Manuel, la Pura “De Carlos”, María “La Corazón”… de los que habla con gran afecto.
Sigue paseando por las empedradas calles del pueblo y recuerda cuando fueron abiertas para introducir en ellas las tuberías que harían el milagro de llevar agua corriente a todas las casas de Periana. Se acabaron los tiempos de acarrearla con cántaros a cuestas o con la ayuda de borricos y mulos desde La Fuente o los lavaderos de La Cruz y la calle de Las Monjas.
Hablamos de los amigos de la infancia y, enseguida, descubro que es un adicto a la amistad. Me dice, con orgullo, que en la actualidad, cincuenta años más tarde, los amigos de su niñez continúan siendo sus mejores amigos: Manolo “El Sereno”, Paco “Torés”, Pepe “Coliche”, Antonio “Leoncio”, Pedro “De la Elvira”, Rafael “El Soldao”, Paco “El Electricista”… Si yo fuera alguno de vosotros me sentiría muy feliz por contar con la amistad de Miguel. Miguel os quiere y recuerda con añoranza los muchos y buenos momentos que pasasteis juntos y, en la actualidad, disfruta en las contadas ocasiones en que volvéis a reuniros. Trompos, billardas, bolas, platillos, correrías campestres… y sobre todo fútbol, mucho fútbol. La Lomilleja, la Peña de el Sombrero, la Estación, los Peñones, el Algarrobal, la Huerta de Antonio Díaz… Veranos vividos en el cortijo que su madre poseía en Moya, - cercano al de “Tapaeras” y “Maria Felisa”- del que cuidaban “Colás” e Isabelita “La Cuartelera”. Primera comunión con don Justo: los niños con los niños y las niñas con las niñas. Lectura de tebeos. Hoyos de aceite, chocolate con sabor a algarroba, terrones de azúcar, arencas… Alquiler de bicicletas en la feria. Paseos. Pipas y charlas en la puerta de la Inés. Primeros amores. Momentos irrepetibles que permanecen en el imaginario de la memoria que retroalimentan el presente y actúan como un cliché permanente que nos recuerda de donde venimos.
Miguel se sincera conmigo hasta extremos que nunca pude imaginar, y se lo agradezco de todo corazón. Le pregunto por el momento más feliz de su niñez y me deja helado al decirme que no recuerda ningún momento feliz, que su infancia fue dura, muy dura. Su padre abandona la Guardia Civil para dedicarse al campo que posee su madre. Deja de entrar el sueldo fijo en casa y el campo no produce lo esperado. Llegan las estrecheces económicas. España empieza a salir de la autarquía y el campo se devalúa continuamente. Miguel es muy consciente de lo que sucede en su casa, y la situación le provoca una “depresión latente” que le acompaña desde entonces. San Isidros de carencia, que había que echar con una peseta, peseta que solo daba para montarse una vez en los carricoches y comer un pedazo de turrón. A veces, tenía la fortuna de poder ir al cine gracias a la peseta que, tras hacerse rogar un buen rato, le daba su primo Paco “El Farmacéutico”. “Los diez primeros años de nuestra existencia son los que marcan nuestro devenir… Mi infancia fue muy complicada, de ahí procede mi indomable espíritu luchador… Durante muchos años para mi el horizonte era un espacio cerrado, no parecía haber luz al final del túnel”. No cabe la menor duda de que aquellos años han dejado profunda huella en su personalidad. Posiblemente, su carácter, su forma de trabajar y su manera de navegar por el mundo este muy condicionada por ese pasado en donde se configuran tantas cosas de nuestra conciencia y voluntad. El amargor al recordar una infancia no feliz se atempera repentinamente y se convierte en ternura infinita al hablar de sus padres. Cuando se refiere a sus progenitores, su rápido decir se vuelve pausado, se le ilumina el rostro y sus ojos desprenden un rayo de melancólica luz.
Le pido que me cuente su etapa escolar y el semblante de Miguel se transfigura al hablar de don Ernesto, con tres años lo tuvo como maestro y su sola presencia le producía pánico. Todo lo contrario le sucede al hablar de don Francisco “De la Rafaela”, lo recuerda con satisfacción, y me dice que él formó parte de la primera generación que el maestro don Francisco preparó para estudiar. Se examinó de Ingreso en Vélez y sus primeros tres años de Bachiller los realiza en el Seminario de Málaga, de donde fue expulsado en febrero. Motivos: no tener vocación. Su llegada a Periana la describe como uno de los momentos más trágicos y tristes de su vida. La “Alsina” lo deja en La Lomilleja, una tarde fría y oscura, y de camino hacia su casa se encontró con aceituneros que regresaban del campo y se vio convertido en uno de ellos. Su madre, su querida madre, en más de una ocasión, le advirtió de forma enérgica que sólo había dos salidas: estudiar y labrarse un futuro o trabajar en el campo con todas las desgracias que esto acarreaba en aquellos años. Aquella noche no duerme, reflexiona con la almohada y decide que preparará las asignaturas con ahínco. Por primera vez en su vida estudia seriamente. Prefiere hacerlo de noche, para ello se vale de la bombilla pública que había en la fachada de su casa, teniendo como mesa el poyo interior de la ventana, no estaban los tiempos para consumir más luz que la estrictamente necesaria. Debido a la deficiente luz o al mucho estudiar, su vista paga las consecuencias y comienza a utilizar gafas. Los curas, le permiten examinarse y aprueba todas las asignaturas con sobresaliente. Para su madre se ha producido un milagro. Miguel da un cambio radical y se convierte en un excelente estudiante y en un infatigable lector que devora libros con la intención de profundizar en el conocimiento de las cosas. Consigue una beca del PIO y realiza cuarto y reválida en los Carmelitas de Antequera. Aprueba con magnificas notas pero, una vez más, volvieron a expulsarlo del colegio. Motivos: tener catorce años y gustarle el cachondeo y las chicas del colegio vecino. Alguien descubre su gran inteligencia e informa a sus padres de ello. Su siguiente destino será Ronda, donde terminó el Bachiller e hizo PREU. Paisanos que compartieron colegios con Miguel me cuentan que jamás toleró que, en su presencia, ningún niño de Periana fuese golpeado o humillado por otros, siempre salió en su defensa, y me atestiguan que tuvo algunas broncas de las que hacen época. También me relatan el episodio que protagonizó al coger “prestada” la bandera de España que su padre guardaba y con ella, a modo de pendón invencible, se puso al frente de sus “valientes guerreros” en la Peña del Sombrero. Mis interlocutores hablan de Miguel con cariño y ponen de manifiesto su gran inteligencia y tenacidad.
Con el PREU aprobado, Miguel tiene muy claro que estudiará Económicas en Málaga, pero su primo Paco, “El hijo de Pepita Torres”, le convence para que haga Medicina. Realiza la carrera en Granada y durante sus últimos años de estudio fue alumno interno, trabajando como ayudante quirúrgico, circunstancia que puso fin a una niñez y a una juventud repleta de renuncias. Allí tiene la fortuna de conocer y trabajar con un reducido grupo de profesionales de primera línea, en los que encontró un referente a imitar y que le inculcaron la idea de que lo importante en su profesión es ser un buen médico a nivel técnico y humano. Si estudiando la carrera que nunca había imaginado ha llegado a donde está, si hubiese estudiado lo que le gustaba, es decir, Económicas, es lícito pensar que, como mínimo, hubiese sido ministro de Economía. Pero una vez que conoces a Miguel te das cuenta de que tal suposición no es posible; jamás hubiese llegado a ministro: Miguel no sabe venderse, tiene demasiado talento para acatar la dictadura de los mediocres. Siente alergia hacia los disfraces de conveniencia y camina por la vida con la verdad por estandarte.
LOS DIAS DEL PRESENTE
Hoy, nuestro paisano, el doctor Miguel Blanca Gómez, es un prestigioso alergólogo e investigador, reconocido mundialmente. Casado con María Ángeles, una enfermera de la Alpujarra granadina, a la que conoció cuando estudiaba Medicina en la ciudad de la Alhambra y que le ha hecho padre de dos hijos, Natalia y Miguel, médica y licenciado en Marketing y Dirección de Empresas, respectivamente.
Hoy, nuestro paisano, el hijo de Manuela Gómez y Miguel Blanca, dirige o coordina los más importantes equipos de investigación en alergología que existen en España y que se encuentran entre los mejores del mundo. Equipos ubicados en Málaga, Madrid, Badajoz, Valencia, Barcelona y Navarra, en los que trabajan cerca de un centenar de personas y gestiona presupuestos superiores a los 8 millones de euros. Habiendo convertido el Servicio de Alergología de Hospital Carlos Haya en el mejor de España, siendo el más prestigioso y conocido de los servicios a nivel internacional y lo ha situado en el número uno de producción científica de dicho hospital.
Hoy, nuestro paisano, el amigo intimo de Manolo “El Sereno” y Paco “Torés”, se pasa viajando una tercera parte del año. Requerido por las universidades y centros de investigación más prestigiosos del planeta, donde imparte conferencias y da cuenta de sus investigaciones en castellano, inglés, francés, italiano, portugués, catalán… Se codea con algunos de los científicos más notables del mundo, incluido algún premio Nobel.
Hoy, nuestro paisano, que conjuga en armonía perfecta talento y sencillez y al que nadie le ha regalado nada, se levanta todos los días a las cinco de la mañana, a las seis está en su lugar de trabajo y la mayoría de los días el reloj supera las siete de la tarde cuando lo abandona. Pero no termina aquí su jornada laboral, su mente y cartera se van llenos de problemas y cuestiones para resolver en casa. Además, a lo largo de un día atiende con diligencia más de un centenar de llamadas telefónicas, procedentes de cualquier lugar de la tierra, y recibe más de doscientos correos electrónicos.
Hoy, nuestro paisano, el médico, el investigador, el escritor, el profesor universitario, el políglota, el conferenciante, el gestor, el viajero incansable… se siente plenamente identificado con su trabajo; pero reconoce que es alergólogo por casualidad, y lleva marcado a fuego en su subconsciente que su verdadera vocación era ser economista.
Hoy, nuestro paisano más internacional, sigue acudiendo todos los años a San Isidro, le continúan gustando las tortas de aceite, se siente orgulloso de haber vivido en Periana, añora su niñez pueblerina… Y le gustaría ir al pueblo más a menudo, pero sus múltiples ocupaciones se lo impiden. En este entorno, donde vivió su infancia y adolescencia que le marcaron para siempre, es donde encuentra un espacio entre imaginario y real lleno de personas, paisajes y vivencias que le recuerdan sus orígenes.
LOS DÍAS DEL FUTURO
Mañana, nuestro paisano, “El niño de Manuela Gómez” como le llamaba cariñosamente mi madre, a la que hizo un gran favor en el Hospital Carlos Haya, podía ser un ocioso y feliz jubilado que cobraría la pensión máxima; pero tal situación le horroriza tanto que ni se la plantea, tiene asumido que continuará activo, al menos, hasta los setenta años o más. Son muchas las personas que dependen de su trabajo y no le pasa por la cabeza el incrementar la lista de parados. Y no descarta, si a la fuerza lo jubilan, trabajar en alguna organización que sin ánimo de lucro fomente el conocimiento entre médicos jóvenes para aligerar el padecimiento de los enfermos alérgicos. Me mira fijamente a los ojos y me dice, con voz pausada, que su legado más hermoso a la humanidad seria haber contribuido a aliviar o curar ese sufrimiento llamado alergia que azota al ser humano. Tengo la plena seguridad de que no le faltarán ofertas para ello, tanto de España como de cualquier parte del mundo.
Mañana, nuestro paisano, solidario entre los solidarios, seguirá lamentando, levemente, que dejó escapar la oportunidad de su vida por no dejar colgados – tradúzcase en el paro- a los colegas que trabajaban con él. De haberla aprovechado, hoy tendría cátedra en una de las universidades más acreditadas de España y su prestigio sería aún mayor.
Mañana, nuestro paisano, “a quien se le activa la memoria cuando llega a Periana”, se plantea volver a tener casa en el pueblo, a ser posible aquella en la que vivió casi toda su niñez y juventud. Y también le gustaría poseer el cortijo de Moya donde pasó los veranos de su niñez.
Mañana, nuestro paisano, en quien Periana sigue ocupando la mejor parte de su corazón, y que durante la conversación que mantuvimos cada vez que articulaba la palabra Periana se le llenaba la boca de complacencia y su voz adquiría un tono singular, posiblemente, sea nombrado hijo predilecto del pueblo donde quedaron sus raíces; a lo mejor, también, a la calle donde vivió le pongan su nombre y, tal vez, una placa recordará a los transeúntes que allí vivió el insigne alergólogo don Miguel Blanca Gómez. Un hijo de Periana. Un paisano nuestro.
JOSÉ MANUEL FRÍAS RAYA
Publicado en el Nº 31 de ALMAZARA
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