LOS TIEMPOS MEMORABLES DEL MELOCOTÓN DE
PERIANA
En ti
desembocan tus carreteras,
los
frutos de tus pueblos y sus campiñas,
las
verdes cañas dulces de tus riberas
y
los nobles racimos que dan tus viñas.
Al
lado de tu puerto de línea oblonga
iban
los rubios trigos que da Periana (1)
y
los ricos productos de Sayalonga,
de
Cómpeta, de Vélez y Frigiliana.
SALVADOR RUEDA, A Málaga
El mejor melocotón de
España y, posiblemente, del mundo, se producía en Periana, en las tierras de
Regalón, La Cantillana,
Juan Gómez, Algarrobal, Cuchillar, Remedios, Hundideros, Loma de la Serrana, Altabacares, Peña
Espalda, Moya, Becerril, Beneficio,
Encinar, Maimárquez, La Negra,
Peña Horno, Gallego, Ramírez, Piedras del Molino, Loma de Moya, Malpelo, Figueras, Tajos Altos, Palmitero,
Familiar…, y los perianenses, hasta
inicio de los años setenta del pasado siglo, no fuimos conscientes de
ello.
Cada año, cuando
agosto agonizaba y septiembre despuntaba, los melocotoneros de Periana, al
igual que si fueran contrahechos árboles de Navidad, adornaban sus ramas con
preciosas bolas coloreadas que daba gusto verlas
y mucho más gusto, comérselas. Pocos
placeres culinarios son equiparables al de degustar un autentico melocotón de
Periana. Y esto no lo digo yo, lo ha
dicho gente muy entendida en la materia.
Periana, al igual que
otros pueblos que tienen debajo de su subsuelo una mina de oro o una gigantesca
bolsa de petróleo e ignoran su existencia, no era conocedora de lo mucho que
valían aquellos melocotones que cada verano -gracias a la fertilidad de sus
tierras, al agua de Guaro, su clima especial, el mimoso cuidado que los
agricultores del pueblo proporcionaban a sus árboles y, tal vez, a la ayudita
que San Isidro Labrador le echaba a los de su gremio-, daban sus campos.
La naturaleza, todos
los años, eso sí, unos con más esplendidez que otros, nos obsequiaba con “los
perfumados melocotones de Periana”, tal y como los definió el profesor y
escritor Andrés Martínez Lorca; ese
fruto grueso, duro, resistente, aterciopelado, de carne amarilla, ligeramente
ácido, de buena consistencia, exquisito aroma y hueso escultural. Y los
perianenses, año tras año, haciendo caso del incierto dicho popular, según el
cual el melocotón también recibe el nombre de durazno debido a su corta
duración (duras-no), nos empeñábamos
en quitárnoslo del medio lo antes posible y los malvendíamos al primer postor
que se presentaba. Y ese postor, tal y como recuerdo desde que tengo uso de
razón, eran “los murcianos” que, año tras año, arribaban a mi querida y añorada
calle de Las Monjas, para cargar sus camiones con los melocotones que,
procedentes de las tierras de regadío de Periana, llegaban a lomos de mulos,
borricos y carrillos a la cuadra de Manolico Núñez, y llevárselos al Levante
para vestirlos primorosamente y venderlos a precio de oro como nativos de
aquellos lares o convertirlos en conservas, zumos o mermeladas de primera
calidad. Pagando dos gordas por ellos a los cultivadores de Periana, a veces,
incluso los compraban en los árboles.
Cada cosechero hacía
la guerra por su cuenta. El sálvese quién pueda era la máxima que todos
practicaban a la perfección. No había forma de ponerse de acuerdo, cuando
algunos se revelaban contra los precios de miseria que le ofrecían los
especuladores y fletaban un camión para llevarlos al Mercado Mayorista de
Málaga, sus vecinos lo imitaban y se encontraban en el mismo sitio y a la misma
hora varios camiones repletos de melocotones procedentes de Periana. Resultado:
los precios que se conseguían eran irrisorios, dándose en algunas ocasiones el
caso de que los vehículos regresaban al pueblo sin descargar la mercancía, para
regalársela a “los murcianos”, alimentar animales o pudrirse en
estercoleros.
En el año 1972, los
melocotones de Periana consiguieron en el Mercado de Mayoristas de Málaga un
precio medio de 5´13 pesetas-kilo,
siendo el máximo de 6 pesetas, y el mínimo de 4. Con estos precios, si el productor lo hacía
todo, es decir, labrar la tierra, podar el árbol, regarlo, recoger el fruto,
transportarlo…, sus ganancias daban para muy poco; pero si lo tenía que hacer con gente de la
calle, le costaba el dinero. Para que
fuese rentable necesitaba alcanzar un precio medio de 10 pesetas-kilo. Todos
eran conscientes de que la cosa no podía seguir así y aunque sobraban las
ideas, nadie era capaz de ponerlas en práctica.
LA UNIÓN
CONDUCE A LA SOLUCIÓN
El futuro del
excelente melocotón de Periana pintaba bastante negro. En las tertulias de
bares, cafés, tabernas, recachas y sombras era tema recurrente de conversación.
Todos eran conscientes de que en la unión estaba la solución, pero nadie sabía
cómo lograrla. Había que llegar a un acuerdo entre todos los cosecheros o el
mayor número posible de ellos, para vender el producto mancomunadamente. Si
cada uno continuaba guerreando por su cuenta, la anual batalla de la venta
estaba perdida antes de iniciarse. Alguien tenía que ponerse al frente para
remediar lo que aún era remediable. Los
candidatos para tal menester se podían contar con los dedos de las manos pero,
a la hora de la verdad, todos escurrían el bulto, alegando estar muy ocupados.
Como consecuencia de ello, los años pasaban y el melocotón de Periana, el mejor de España y, posiblemente,
del mundo, seguía esperando el reconocimiento que merecía y que se pagase al
labrador por él, lo que verdaderamente valía.
Alguien tenía que
tomar la iniciativa y ese alguien apareció. Luis Fernando López Gómez, agente
local de Extensión Agraria, citó en su oficina a Francisco García Moreno,
Maestro Nacional y a Bartolomé Clavero Núñez, Presidente de la Hermandad de Labradores
y Ganaderos. Ignoro los derroteros por lo que transcurrió aquella reunión, pero
el contenido de la misma es fácil de imaginar.
Lo cierto es que gracias a lo allí hablado y acordado, el futuro del
durazno de Periana se tiñó de verde esperanza. La corrida del melocotón había
nacido, pero nadie, absolutamente nadie,
podía imaginar que lo fraguado aquel día, tendría la repercusión que alcanzó.
EL
MELOCOTÓN DE PERIANA SE HACE FAMOSO
Lo impensable
sucedió. Nadie, absolutamente nadie, ni la mente más calenturienta, optimista o
fantasiosa de los habitantes del lugar, podía sospechar que su melocotón, el
melocotón denominación Periana, el mejor melocotón de España y, posiblemente,
del mundo, el de mayor calidad, pasaría del más absoluto de los anonimatos a
convertirse en toda una celebridad. Prensa, radio y televisión se ocuparon de
él y el melocotón de nuestro pueblo, de la noche a la mañana, fue reconocido
como lo que verdaderamente era y es: un manjar de inigualable sabor y calidad,
que todos querían y quieren degustar, llevar a su mesa y regalar.
Regalar una caja de
auténticos melocotones de Periana –de los que se producen entre finales de
agosto y mediados de septiembre- era, es y seguirá siendo –mientras queden
melocotoneros en nuestro pueblo- un símbolo de buen gusto y sobresaliente
sensibilidad. Lástima que se haya vendido, regalado y comido tanto gato como si
fuera liebre; muchos de los melocotones comercializados como naturales de
Periana habían nacido en otras tierras. Desde que se hizo famoso, llegado el
mes de mayo y hasta el final de la campaña, se pregonaban y vendían en mercados
y tiendas de Málaga melocotones procedentes de cualquier lugar, como nativos de
Periana. Tal acontecer continua vigente
en la actualidad. No obstante, a los que han tenido la dicha de degustar el
autentico melocotón de Periana, no se les puede engañar. El placer que produce en la boca no es
equiparable al de ningún otro melocotón. Su caso es semejante al de jamón
ibérico de bellota, los otros hacen el
apaño, pero jamás se pueden equiparar.
Tengo referencias de
un prestigioso cirujano, cuya consulta y casa se ven inundadas de regalos muy
valiosos de sus agradecidos pacientes, que comenta entre sus allegados que de
todos los presentes que recibe, ninguno le hace más ilusión que la caja de
auténticos melocotones de Periana que cada septiembre, le lleva un agradecido
perianense a cuyo hijo salvó.
Pero todo lo bueno,
por muy extraordinario que sea, necesita una ayudita para darse a conocer y que
se le reconozca su valía y calidad, y los melocotones de Periana, los mejores
de España y, posiblemente, del mundo, no podían ser una excepción. La fama del
melocotón de Periana, al igual que el éxito de su corrida, deben mucho a dos
grandes periodistas, Julián Sesmero (Diario SUR) y a nuestro paisano José Luis
Navas (Radio Nacional de España). Lo que
ellos hicieron por los duraznos de nuestro pueblo, con todo el montante que han
reportado a sus cosecheros no se le podría pagar. Otros medios de comunicación también
prestaron su colaboración, pero si Julián y José Luis no hubieran abanderado la
misión que llegaron a convertir en reto personal, nada hubiese sido igual.
LA “CORRÍA” DEL MELOCOTÓN DE PERIANA ENTRE EL MITO, LA LEYENDA Y LA TRADICIÓN
Mateo Gallego y
Francisco Lancha, en su recopilación de Tradiciones,
leyendas y mitos malagueños, tuvieron el buen gusto de incluir la “corría”
de Periana. He aquí, copiado textualmente, su
aportación.
“Poco podía imaginar el vecino de Periana
llamado “el Rojo”, que aquel hueso de durazno que se trajo desde Argentina en
el bolsillo de la chaqueta iba a transformar el cultivo de su pueblo natal y,
por tanto, su economía. Cuenta la
tradición que hace un siglo y medio, año arriba, año abajo, “el Rojo” traspasó el “charco” rumbo a las Américas para visitar a un
hermano. El hueso dio origen a los
melocotones más famosos de España y a la famosa y popular “corría” anual.
Con el paso de los años, el término de
Periana se fue poblando del nuevo cultivo dando pie a las “compras”, nombre que
reciben los lugares donde se instalan los compradores que vienen de diferentes
lugares provistos de romanas y otros útiles para el pesaje del fruto. A veces la compra se hace aforándola al
ojo. Es así cómo el apetitoso melocotón
de Periana emprende el camino de su comercialización, que es tan original como
la llegada del cultivo a estas tierras.
Se conoce por “corría” la subasta del fruto y
constituye una fiesta. Vendedores y
compradores se reúnen en un lugar adecuado al efecto y da comienzo el tira y
afloja, el chalaneo, la algarabía. En definitiva, un zoco. La mercancía se expone en cajas hábilmente
para atraer la atención de los compradores.
A veces, bastan cuatro o cinco melocotones para completar un kilo. Su piel es perfumada y exquisito su
sabor. La suavidad del fruto se compara
a la tersa piel de un bebé y su penetrante aroma hace que algunas amas de casa
lo introduzcan entre la llamada ropa blanca para que se impregne de él.
Terminadas las operaciones de compraventa, el
producto parte hacia los diferentes mercados en camiones preparados
especialmente, que es así cómo el melocotón perianés llega hoy hasta lo más
lejanos mercados. Pero no siempre fue
así, ni fácil abrir mercados. Tuvieron
que ingeniárselas para dar a conocer y afamar a su exquisito fruto. Eran los tiempos heroicos. Recogida la fruta,
los arrieros, salían a medianoche por sendas y veredas, buscando trochas para
ganar tiempo, hacía los pueblos del interior donde vendían sus productos o
hacían el “trueque” por otros de los que carecían en el pueblo.
Así dieron a conocer el melocotón en la
capital, Málaga, donde pronto fue muy apreciado. Más tarde, el transporte se hacía en unos
camioncillos a cuyo gasto se cubría en proporción a la cantidad de la
mercancía. Pero la salida del producto
hacía la vecina Granada, vía Alhama, continuaba haciendo en cabalgaduras,
especialmente mulos y borriquillos, que tenían que remontar las alturas de la
sierra Tejeda.
Hoy cuatro millones de kilos de melocotones
salen de Periana para ser consumidos en las mesas más exigentes”.
ASÍ ERA LA CORRIDA DEL MELOCOTÓN
La persona más idónea
para contarme todo lo relacionado con la corrida del melocotón de Periana, no
podía ser otra que Pepe “Carreteras”, encargado, desde el año 1975, de
prepararla y subastarla provisto de un megáfono. Me hice con su teléfono,
contacte con él y aunque no lo cogí en el momento más oportuno, tenía un poco
de prisa, con toda amabilidad respondió
a mis preguntas.
La corrida del
melocotón de Periana, el mejor de España y, posiblemente, del mundo, nació en
el año 1973, teniendo como escenario una amplia nave de la almazara conocida
como “La Extractora”,
ubicada al comienzo del Carrascal. Su
inicio estaba supeditado a la madurez del fruto, dependiendo de su adelanto o
retraso, pero lo habitual era que comenzase los últimos días de agosto o los
primeros de septiembre. Se celebraba, mientras que hubiese melocotones, todos los días de la semana excepto los
sábados.
Los preparativos de
la corrida comenzaban la tarde anterior cuando los cosecheros llegaban al lugar
de celebración con sus mulos, borricos o utilitarios cargados de melocotones.
Al llegar se procedía a pesar la mercancía y colocarla formando una pila o
montón. A cada una se le ponía un
cartelito con un número, la fecha, el peso de los melocotones allí reunidos y
el nombre de su productor. Un mismo cosechero podía tener varias pilas o
montones, en función de la cantidad aportada o del tamaño del melocotón. El
volumen de su composición era muy desigual, las había desde muchos centenares
de kilos a pocas decenas. La preparación de la corrida llevaba su tiempo,
dependía de la mercancía arrimada por los cosecheros, pero casi todos los días
se prolongaba hasta altas horas de las madrugada.
A las ocho de la
mañana, con puntualidad británica, se
abrían las puertas del lugar donde se encontraban las pilas o montones para que
los posibles compradores entraran a visionar la mercancía. Al igual que el visitante de un museo -los
melocotones de Periana son auténticas obras de arte-, con la salvedad de
cambiar la guía y la cámara fotográfica por papel y lápiz, los compradores, solitarios o acompañados,
recorrían detenidamente todas las pilas o montones e iban tomando notas. A
continuación, hacían sus cálculos y esperaban impacientes el comienzo de la
corrida. Entre tanto, la entrada y
salida de personas -compradores, cosecheros y curiosos- era constante.
Conforme se
aproximaba la hora señalada para el comienzo de la corrida, los alrededores e
interior de “La Extractora”
se poblaban de camiones, furgonetas y coches de todo tipo. En ocasiones, llegaban autobuses repletos de
turistas para presenciar su desarrollo como si fuera un espectáculo. A la hora
anunciada para su inicio, las doce de la mañana, compradores, cosecheros y
curiosos llenaban el lugar de celebración; Pepe “Carreteras” cogía su megáfono
y comenzaba la función. La corrida del melocotón era una subasta a la baja, es
decir, que comenzaba por un precio y se iba disminuyendo de manera progresiva. Muchos días, nada más decir el precio de
salida alguien, levantando la mano o vociferando, paraba la subasta, temía que
se le pudieran adelantar y no quería dejar escapar los melocotones a los que
había echado el ojo (2). Como es de suponer, estos eran los duraznos
que podemos calificar de primera categoría, los de mayor tamaño. Tres de ellos podían superar el kilogramo de
peso (3). Al precio
pregonado, en el momento de detener la subasta, podía adquirir todos los
montones o pilas que deseara. La pila o montón no se podían dividir, había que
comprarla en su integridad, en ocasiones, varios compradores se ponían de
acuerdo para adquirirla y repartírsela entre ellos. Lo demás compradores, una
vez terminado de elegir el que paró la subasta, tenían opción de comprar al
mismo precio las pilas o montones que desearan.
Rápidamente un operario de la subasta tomaba los datos del comprador y
se procedía a hacer las cuentas. Continuaba la subasta. El pregonero iba
diciendo precios inferiores al de salida, los compradores lo iban parando y
daban cuenta de las pilas o montones que adquirían. A medida que avanzaba la
corrida, el precio y el tamaño de los melocotones a subastar se iban
reduciendo. Detención. Elección de pilas o montones. Se volvía a reanudar… y
así continuaba hasta el final.
Terminada la corrida,
a veces superaba las cinco de la tarde, y liquidadas las cuentas, se envasaban
los melocotones, se cargaban en coches, furgonetas o camiones y partían camino
de mercados, almacenes de distribución, tiendas de minoristas y
conserveras.
Los productores
abonaban a los organizadores del evento el 10 por ciento del montante de las
ventas. Con ese dinero se cubrían los
gastos que ocasionaba la corrida: acondicionamiento del local, pago de jornales
al personal de oficina, peso, limpieza, envasadores, adquisición de utensilios…
Este sistema
beneficiaba a todos los agricultores, pero de manera especial, a los pequeños
cosechadores que, de no existir la corrida, se veían casi imposibilitados para
dar salida a su cosecha.
CRONOLOGIA
DE AQUELLOS MEMORABLES TIEMPOS
Año
1973
La
idea de poner en marcha una nueva manera para vender el melocotón de Periana
fue ganando adeptos. Se formó un grupo
de trabajo integrado por 17 agricultores, los mayores productores, que captaron
para la causa a un número importante de cosecheros menores. De los aproximadamente 200 productores que
había, 135 acudieron juntos a la primera corrida. Los agoreros del lugar -como
es de suponer-, pronosticaron el fracaso del invento.
Bajo
la coordinación del gerente de la corrida, Francisco García Moreno, se comenzó
a trabajar publicitando la nueva forma de vender el melocotón, a la vez que se
realizaban todos los preparativos.
Periana se jugaba mucho, la inquietud se palpaba en el ambiente y no se
podía fracasar.
Llegaron los días de
recogida del melocotón y todo el pueblo aguardaba expectante los resultados de
la corrida que, para decepción de los agoreros, no pudieron ser más
satisfactorios. Se lograron los
siguientes precios: mínimo por kilo 7 pesetas; máximo 18,20; precio medio por
kilo 12´74 pesetas. En los 18 días que
hubo corrida se vendieron 74.094 kilos (el 95% de la cosecha total), lo que
supuso unos ingresos superiores a las 900.000 pesetas. Jamás se habían
conseguido precios similares y todos, sin excepción, pensaron que lo de la corrida del melocotón
era un gran acierto y le vaticinaron un óptimo futuro. El único pero que se le puede poner a la primera
corrida es que la cosecha no estuvo a la altura de las circunstancias, siendo
nada más que regular.
Año
1974
La
corrida se celebró entre los días 2 y 22 de septiembre, llegándose a comercializar 185.000 kilogramos
de melocotón, procedentes de 180 agricultores, concurriendo a la misma 47
compradores. El precio medio por kilo
alcanzó las 13 pesetas con 18 céntimos. En total se comercializaron melocotones
por valor de 2.214.492 pesetas.
El
mejor melocotón de España y, posiblemente del mundo, es decir, el melocotón de
Periana, se hizo viajero y llegaba a muchos mercados de Andalucía, siendo muy
apreciado en los mejores hoteles y restaurantes de la Costa del Sol.
Año 1975
El éxito de la
corrida del melocotón de Periana sorprendió a propios y extraños. Su popularidad cada día iba a más y las
calles del pueblo, los días de corrida, al igual que si torearan los diestros
más afamados, se llenaban de un público variopinto, ávido por presenciar aquel
singular espectáculo.
En este año trascendental para el devenir de
España, la corrida abarcó del 1 al 25 de septiembre, siendo el precio medio del melocotón 23´43
pesetas el kilo.
Año
1976
La cosecha fue
magnifica. Se preveía recoger casi dos millones de kilos. ¡Y qué decir de los precios!
Campaña tras campaña iba aumentado el precio medio de manera considerable,
situándose este año en las 30 pesetas. Y el máximo alcanzó las 50. ¡Diez duros
un kilo de duraznos! Verdaderamente,
costaba trabajo creérselo. A todos los
poseedores de tierras de regadío, sin tener en cuenta las disponibilidades
hídricas, les entró la fiebre del melocotón y se pusieron a sembrarlos como
locos.
Año
1977
Al
igual que la anterior, la campaña de este año se presentaba espléndida en lo
referente a calidad y cantidad -se estimaba que superaría el millón de kilos-.
Tuvo la peculiaridad de que la madurez del fruto se adelantó de manera muy
considerable y la corrida comenzó el lunes 8 de agosto. Además, la fama del melocotón de Periana
trascendió fronteras y se abrió mercado en África, siendo Marruecos el primer
país a donde se exportó.
Año
1978
Este año, gracias a
las gestiones de los Agentes de Extensión Agraria de Periana, Eulogio Molina e
Ildefonso Gallardo, los cosecheros acudieron a la corrida constituidos en
Sociedad Cooperativa Frutera.
La
cosecha bajó de manera muy considerable respecto a la temporada anterior, ya
que apenas llegaron a subastarse 300.000 kilos, entre el 1 y el 17 de
septiembre, alcanzando un precio medio de 40 pesetas kilo.
Año
1979
La memoria de ser
humano es frágil. Los buenos tiempos consiguen que rápidamente se olviden los
malos. En apenas seis años, el melocotón
de Periana, gracias a la implantación de
la corrida, había conseguido casi
multiplicar por ocho su valor. Todos los cosecheros sabían que la responsable
de aquel prodigio era la corrida, pero algunos le dieron la espalda y a punto
estuvieron de certificar su defunción.
Tal era la fama del
melocotón de Periana que a sus productores se los compraban en las ramas. Se
vendía solo y a muy buen precio. Los cosecheros se volvieron conservadores y
preferían vender el fruto en el árbol, con mucha antelación a su maduración,
antes que recogerlo y trasladarlo a “La Extractora” para ser subastado. Se hicieron
adictos al más vale pájaro en mano que ciento volando. Con esta actitud, además
de perder dinero, pusieron en peligro la
corrida y a punto estuvo, por falta de mercancía, de no poderse celebrar.
Si la corrida se
suspendía no había vuelta atrás. El mucho trabajo, ilusión, esfuerzo y dinero
invertido en ella se podía evaporar. Alguien tenía que remediar lo que podía
ser una catástrofe y una vez más, los responsables de Extensión Agraria se
encargaron de ello. Gracias a su
mediación, aunque con importantes deserciones, se celebró una corrida atípica
del 2 al 25 de septiembre, siendo
suspendida algunos días por falta de género.
Además, la cosecha tampoco acompañó, no llegando a los 300.000 kilos.
Año
1980
El año hídrico fue
desastroso, la lluvia escaseó y los melocotoneros de Periana pagaron las
consecuencias. La cosecha que se
presentaba espléndida se vio reducida a menos de la mitad. La situación llegó a
ser tan dramática que algunos agricultores, regaron su árboles uno a uno
mediante camiones cuba para salvar la producción.
Se logró salvar la
mitad de la cosecha, 750.000 kilos. El
melocotón de primera al principio de la corrida se pagó a 70 pesetas y terminó
vendiéndose a 100.
Dos fueron las
novedades de esta edición, el 7 de
septiembre se celebró una veladilla para promocionar el melocotón y los
responsables de la corrida prepararon bolsas de 5 kilos que se vendían en el lugar de su celebración.
Año
1981
Francisco Javier
Larrubia, presidía la Junta Rectora
de la Corrida
del Melocotón. Este año, por primera vez, se concedieron los “melocotones de
oro”, premios que nacieron con el objetivo de distinguir al medio de
comunicación que mejor labor informativa hubiera desarrollado para difundir las
excelencias del melocotón de Periana, y al productor más sobresaliente en la
organización de la corrida. ¡Cuántos
dolores de cabeza llegaron a provocar! Los galardones, que fueron presentados
en los salones de la Caja
de Ahorros Provincial de Málaga con gran despliegue de medios de comunicación,
recayeron en Bartolomé Clavero Núñez y los periodistas Julián Sesmero y José
Luis Navas.
La corrida comenzó
el viernes 21 de agosto, este adelanto motivó que los precios fueran
bajos. Hubo que competir con los
melocotones de Lérida, Granada y Extremadura. Además, al igual que en Periana,
la cosecha fue abundante en toda España. Los mercados y las conserveras estaban
saturados y no querían más mercancía.
Los precios de los melocotones de primera categoría oscilaron entre las
40 y 50 pesetas kilo.
Los responsables de
la corrida llegaron a un acuerdo con SATUAGAM
(una sociedad agraria de transformación)
y los melocotones de Periana se vendieron en su puesto de Mercamálaga.
1982
La corrida se inició
el domingo 5 de septiembre, pero este año había poca mercancía para subastar,
la cosecha apenas llegó a los 100.000 kilos, siendo la sequía la responsable de
tan baja producción. El melocotonero necesita, como mínimo, tres riegos al año:
uno en junio, otro en julio y el último a mediados de agosto. Pero al no haber agua
para ello, afortunados podían considerarse los que recibieron uno. Algunos días, por falta de mercancía, llegó a suspenderse la corrida.
Las
pérdidas por los frutos no cosechados se estimaron superiores a los 50 millones
de pesetas. Las ocasionadas en los
melocotoneros, mucho más importantes, estaban por cuantificar.
1983
La corrida comenzó el
24 de agosto, unos diez días antes de lo habitual, y se prolongó hasta el 20 de septiembre. El
adelanto perjudicó de manera ostensible su precio, al coincidir con otras
frutas de temporada.
La producción, a
pesar de la sequía de los últimos años, se aproximó a 1.200.000 kilos y el
precio osciló entre las 20 y 80 pesetas-kilo, con una venta diaria de 10.000
kilos.
1984
Una nueva sede
ubicada en “El Barrero” acogió a la corrida. Se inició el domingo 9 de
septiembre y durante los cuatro primeros días las ventas oscilaron entre los
20.000 y los 25.000 kilos diarios. Después de cuatro años de pertinaz sequía,
que mermó la producción y el tamaño de los melocotones, la abundancia de agua
hizo que la cosecha fuese óptima, llegándose a subastar una cantidad cercana a
los 600.000 kilos.
Otra de las novedades
de este año, además del cambio de sede, era que desde la propia corrida se
abastecían a algunos comercios de Málaga tales como Pryca, tres Ecopalo y
cuatro Ecoahorro.
1986
La corrida volvió a “La Extractora”, comenzando
el domingo 31 de agosto. Las fuertes
heladas caídas en la primavera y los
problemas del suministro de agua para regar, hicieron que la cosecha apenas
llegase a los 300.000 kilos, predominando el melocotón de tamaño mediano con el
que ya no se formaban pilas o montones, se subastaba envasado en cajas.
1991
La escasez de agua
para regar hacía estragos en los melocotoneros que se perdían de manera
irremisible. La superficie destinada a su cultivo bajaba de manera alarmante y
esto tenía su reflejo en la disminución de la producción. Este año apenas se
subastaron unos 100.000 kilos, con un precio de salida de 200 pesetas. La corrida comenzó el domingo 8 de
septiembre, día que llegaron a venderse 10.000 kilos.
EL FIN DE UNA ILUSIÓN
La sequía provocó la
muerte de muchos melocotoneros. Tales defunciones llevaban aparejado una
importante disminución de la producción de duraznos. Según mis informantes,
hasta el año 1994 hubo corrida. ¡Pero
todo era tan distinto! La ilusión se transformó en decepción. Lo único que no
había cambiado era el protagonista de la corrida, que seguía siendo el
melocotón variedad Periana, el mejor de España y, posiblemente, del mundo. Los buenos tiempos de la corrida del
melocotón se esfumaron - esperemos que no para siempre- y pasaron a engrosar nuestra corta historia
local.
Pero siempre pervivirá
la esperanza. Los condicionantes naturales infunden optimismo. Al contrario de
una mina de oro o un pozo de petróleo que una vez agotados no tienen vuelta
atrás, lo del melocotón puede ser reversible.
Las tierras que produjeron y siguen produciendo -aunque en cantidades
insignificantes- el mejor melocotón de España y, posiblemente, del mundo,
siguen estando ahí: Regalón, La
Cantillana, Juan Gómez, Algarrobal, Cuchillar, Remedios,
Hundideros, Loma de la Serrana,
Altabacares, Peña Espalda, Moya, Becerril,
Beneficio, Encinar, Maimárquez, La Negra,
Peña Horno, Gallego, Ramírez, Piedras del Molino, Loma de Moya, Malpelo, Figueras, Tajos Altos, Palmitero,
Familiar…, Los memorables tiempos del
melocotón de Periana no están muertos, sólo perdidos. Busquemos, de una vez por todas, solución
definitiva a los problemas del agua y volvamos a empezar. Los sueños, algunas
veces, con trabajo y tesón, se convierten en realidad.
(1) EPÍLOGO
Lamento
contradecir a Salvador Rueda, pero Periana ya no da rubios trigos, hace tiempo
que dejó de hacerlo. Afortunadamente, siempre nos quedarán sus versos para
recordárnoslo. ¿Sucederá lo mismo con los duraznos? ¿Hasta cuándo –por muy testimonial que sea la
cosecha-, Periana seguirá dando los mejores melocotones de España y,
posiblemente, del mundo?
(2) La mayoría de mis informantes han
coincidido en señalar que esto sucedía siempre con los melocotones que llevaba
a la corrida Salvador Verdugo Ortigosa -alcalde de Periana cuando yo vine al
mundo, año 1955 - procedentes de sus
tierras de El Familiar.
(3) Me han contado, y las
personas que lo han hecho merecen toda mi confianza, de un melocotón que se pesó en la báscula de
una tienda y la aguja marcó 740
gramos. ¡Casi tres cuartos de kilo!
JOSÉ MANUEL
FRÍAS RAYA
Publicado en el número 39 de ALMAZARA, la revista de Periana.
Me ha gustado mucho la historia del melocotón pues no me acordaba cuanto tiempo hacia de aquellos melocotones que mi madre me trajo a Durango y el olor se extendía desde el portal y escalera estando la puerta cerrada era increíble bueno un saludo
ResponderEliminarMuy emotiva la historia del Melocotón. Me ha hecho recordar viejos tiempos en los que siendo un chaval de 12 ó 13 años me iba cada tarde a la extractora a ver si con un poco de suerte me fichaban como envasador y por lo que me pagaban 4 perras en B por estar toda la tarde envasando y cargando cajas a los camiones de los mayoristas que venían a comprarlos. ¡Que tiempos aquellos!. Menos mal que esa y otras situaciones precarias hicieron que me motivara para dar un cambio radical a mi vida, porque como dice el refrán "hay que verle las orejas al lobo para espabilar". Saludos desde Madrid.
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