miércoles, 2 de abril de 2014

Los tiempos memorables del melocotón de Periana.



          LOS TIEMPOS MEMORABLES DEL MELOCOTÓN DE PERIANA

                                                                                              En ti desembocan tus carreteras,
                                                                       los frutos de tus pueblos y sus campiñas,
                                                                       las verdes cañas dulces de tus riberas
                                                                       y los nobles racimos que dan tus viñas.
                                                                       Al lado de tu puerto de línea oblonga
                                                                       iban los rubios trigos que da Periana (1)
                                                                       y los ricos  productos de Sayalonga,
                                                                       de Cómpeta, de Vélez y Frigiliana.
                                                                                 
                                                                       SALVADOR RUEDA, A Málaga



El mejor melocotón de España y, posiblemente, del mundo, se producía en Periana, en las tierras de Regalón, La Cantillana, Juan Gómez, Algarrobal, Cuchillar, Remedios, Hundideros, Loma de la Serrana, Altabacares, Peña Espalda, Moya, Becerril,  Beneficio, Encinar, Maimárquez, La Negra, Peña Horno, Gallego, Ramírez, Piedras del Molino, Loma de Moya,  Malpelo, Figueras, Tajos Altos, Palmitero, Familiar…,  y los perianenses, hasta inicio de los años setenta del pasado siglo, no fuimos conscientes de ello. 

Cada año, cuando agosto agonizaba y septiembre despuntaba, los melocotoneros de Periana, al igual que si fueran contrahechos árboles de Navidad, adornaban sus ramas con preciosas bolas coloreadas que daba gusto verlas y mucho más gusto, comérselas.  Pocos placeres culinarios son equiparables al de degustar un autentico melocotón de Periana.  Y esto no lo digo yo, lo ha dicho gente muy entendida en la materia.

Periana, al igual que otros pueblos que tienen debajo de su subsuelo una mina de oro o una gigantesca bolsa de petróleo e ignoran su existencia, no era conocedora de lo mucho que valían aquellos melocotones que cada verano -gracias a la fertilidad de sus tierras, al agua de Guaro, su clima especial, el mimoso cuidado que los agricultores del pueblo proporcionaban a sus árboles y, tal vez, a la ayudita que San Isidro Labrador le echaba a los de su gremio-,  daban sus campos.

La naturaleza, todos los años, eso sí, unos con más esplendidez que otros, nos obsequiaba con “los perfumados melocotones de Periana”, tal y como los definió el profesor y escritor Andrés Martínez Lorca;  ese fruto grueso, duro, resistente, aterciopelado, de carne amarilla, ligeramente ácido, de buena consistencia, exquisito aroma y hueso escultural. Y los perianenses, año tras año, haciendo caso del incierto dicho popular, según el cual el melocotón también recibe el nombre de durazno debido a su corta duración (duras-no), nos empeñábamos en quitárnoslo del medio lo antes posible y los malvendíamos al primer postor que se presentaba. Y ese postor, tal y como recuerdo desde que tengo uso de razón, eran “los murcianos” que, año tras año, arribaban a mi querida y añorada calle de Las Monjas, para cargar sus camiones con los melocotones que, procedentes de las tierras de regadío de Periana, llegaban a lomos de mulos, borricos y carrillos a la cuadra de Manolico Núñez, y llevárselos al Levante para vestirlos primorosamente y venderlos a precio de oro como nativos de aquellos lares o convertirlos en conservas, zumos o mermeladas de primera calidad. Pagando dos gordas por ellos a los cultivadores de Periana, a veces, incluso los compraban en los árboles. 

Cada cosechero hacía la guerra por su cuenta. El sálvese quién pueda era la máxima que todos practicaban a la perfección. No había forma de ponerse de acuerdo, cuando algunos se revelaban contra los precios de miseria que le ofrecían los especuladores y fletaban un camión para llevarlos al Mercado Mayorista de Málaga, sus vecinos lo imitaban y se encontraban en el mismo sitio y a la misma hora varios camiones repletos de melocotones procedentes de Periana. Resultado: los precios que se conseguían eran irrisorios, dándose en algunas ocasiones el caso de que los vehículos regresaban al pueblo sin descargar la mercancía, para regalársela a “los murcianos”, alimentar animales o pudrirse en estercoleros.  

En el año 1972, los melocotones de Periana consiguieron en el Mercado de Mayoristas de Málaga un precio medio de 5´13 pesetas-kilo,  siendo el máximo de 6 pesetas, y el mínimo de 4.  Con estos precios, si el productor lo hacía todo, es decir, labrar la tierra, podar el árbol, regarlo, recoger el fruto, transportarlo…, sus ganancias daban para muy poco;  pero si lo tenía que hacer con gente de la calle, le costaba el dinero.  Para que fuese rentable necesitaba alcanzar un precio medio de 10 pesetas-kilo. Todos eran conscientes de que la cosa no podía seguir así y aunque sobraban las ideas, nadie era capaz de ponerlas en práctica. 


LA UNIÓN CONDUCE A LA SOLUCIÓN
      
El futuro del excelente melocotón de Periana pintaba bastante negro. En las tertulias de bares, cafés, tabernas, recachas y sombras era tema recurrente de conversación. Todos eran conscientes de que en la unión estaba la solución, pero nadie sabía cómo lograrla. Había que llegar a un acuerdo entre todos los cosecheros o el mayor número posible de ellos, para vender el producto mancomunadamente. Si cada uno continuaba guerreando por su cuenta, la anual batalla de la venta estaba perdida antes de iniciarse. Alguien tenía que ponerse al frente para remediar lo que aún era remediable.  Los candidatos para tal menester se podían contar con los dedos de las manos pero, a la hora de la verdad, todos escurrían el bulto, alegando estar muy ocupados. Como consecuencia de ello, los años pasaban y el melocotón de  Periana, el mejor de España y, posiblemente, del mundo, seguía esperando el reconocimiento que merecía y que se pagase al labrador por él, lo que verdaderamente valía.

Alguien tenía que tomar la iniciativa y ese alguien apareció. Luis Fernando López Gómez, agente local de Extensión Agraria, citó en su oficina a Francisco García Moreno, Maestro Nacional y a Bartolomé Clavero Núñez, Presidente de la Hermandad de Labradores y Ganaderos. Ignoro los derroteros por lo que transcurrió aquella reunión, pero el contenido de la misma es fácil de imaginar.   Lo cierto es que gracias a lo allí hablado y acordado, el futuro del durazno de Periana se tiñó de verde esperanza. La corrida del melocotón había nacido,  pero nadie, absolutamente nadie, podía imaginar que lo fraguado aquel día, tendría la repercusión que alcanzó. 


EL MELOCOTÓN DE PERIANA SE HACE FAMOSO

Lo impensable sucedió. Nadie, absolutamente nadie, ni la mente más calenturienta, optimista o fantasiosa de los habitantes del lugar, podía sospechar que su melocotón, el melocotón denominación Periana, el mejor melocotón de España y, posiblemente, del mundo, el de mayor calidad, pasaría del más absoluto de los anonimatos a convertirse en toda una celebridad. Prensa, radio y televisión se ocuparon de él y el melocotón de nuestro pueblo, de la noche a la mañana, fue reconocido como lo que verdaderamente era y es: un manjar de inigualable sabor y calidad, que todos querían y quieren degustar, llevar a su mesa y regalar. 

Regalar una caja de auténticos melocotones de Periana –de los que se producen entre finales de agosto y mediados de septiembre- era, es y seguirá siendo –mientras queden melocotoneros en nuestro pueblo- un símbolo de buen gusto y sobresaliente sensibilidad. Lástima que se haya vendido, regalado y comido tanto gato como si fuera liebre; muchos de los melocotones comercializados como naturales de Periana habían nacido en otras tierras. Desde que se hizo famoso, llegado el mes de mayo y hasta el final de la campaña, se pregonaban y vendían en mercados y tiendas de Málaga melocotones procedentes de cualquier lugar, como nativos de Periana.  Tal acontecer continua vigente en la actualidad. No obstante, a los que han tenido la dicha de degustar el autentico melocotón de Periana, no se les puede engañar.  El placer que produce en la boca no es equiparable al de ningún otro melocotón. Su caso es semejante al de jamón ibérico de bellota,  los otros hacen el apaño, pero jamás se pueden equiparar.

Tengo referencias de un prestigioso cirujano, cuya consulta y casa se ven inundadas de regalos muy valiosos de sus agradecidos pacientes, que comenta entre sus allegados que de todos los presentes que recibe, ninguno le hace más ilusión que la caja de auténticos melocotones de Periana que cada septiembre, le lleva un agradecido perianense a cuyo hijo salvó. 

Pero todo lo bueno, por muy extraordinario que sea, necesita una ayudita para darse a conocer y que se le reconozca su valía y calidad, y los melocotones de Periana, los mejores de España y, posiblemente, del mundo, no podían ser una excepción. La fama del melocotón de Periana, al igual que el éxito de su corrida, deben mucho a dos grandes periodistas, Julián Sesmero (Diario SUR) y a nuestro paisano José Luis Navas (Radio Nacional de España).  Lo que ellos hicieron por los duraznos de nuestro pueblo, con todo el montante que han reportado a sus cosecheros no se le podría pagar.  Otros medios de comunicación también prestaron su colaboración, pero si Julián y José Luis no hubieran abanderado la misión que llegaron a convertir en reto personal, nada hubiese sido igual.


LA  “CORRÍA” DEL MELOCOTÓN DE PERIANA ENTRE EL  MITO, LA LEYENDA Y LA TRADICIÓN

       Mateo Gallego y Francisco Lancha, en su recopilación de Tradiciones, leyendas y mitos malagueños, tuvieron el buen gusto de incluir la “corría” de Periana.  He aquí, copiado textualmente, su aportación.

“Poco podía imaginar el vecino de Periana llamado “el Rojo”, que aquel hueso de durazno que se trajo desde Argentina en el bolsillo de la chaqueta iba a transformar el cultivo de su pueblo natal y, por tanto, su economía.  Cuenta la tradición que hace un siglo y medio, año arriba, año abajo, “el Rojo”  traspasó el “charco”  rumbo a las Américas para visitar a un hermano.  El hueso dio origen a los melocotones más famosos de España y a la famosa y popular “corría” anual.

Con el paso de los años, el término de Periana se fue poblando del nuevo cultivo dando pie a las “compras”, nombre que reciben los lugares donde se instalan los compradores que vienen de diferentes lugares provistos de romanas y otros útiles para el pesaje del fruto.  A veces la compra se hace aforándola al ojo.  Es así cómo el apetitoso melocotón de Periana emprende el camino de su comercialización, que es tan original como la llegada del cultivo a estas tierras.

Se conoce por “corría” la subasta del fruto y constituye una fiesta.  Vendedores y compradores se reúnen en un lugar adecuado al efecto y da comienzo el tira y afloja, el chalaneo, la algarabía. En definitiva, un zoco.  La mercancía se expone en cajas hábilmente para atraer la atención de los compradores.  A veces, bastan cuatro o cinco melocotones para completar un kilo.  Su piel es perfumada y exquisito su sabor.  La suavidad del fruto se compara a la tersa piel de un bebé y su penetrante aroma hace que algunas amas de casa lo introduzcan entre la llamada ropa blanca para que se impregne de él.

Terminadas las operaciones de compraventa, el producto parte hacia los diferentes mercados en camiones preparados especialmente, que es así cómo el melocotón perianés llega hoy hasta lo más lejanos mercados.  Pero no siempre fue así, ni fácil abrir mercados.  Tuvieron que ingeniárselas para dar a conocer y afamar a su exquisito fruto.  Eran los tiempos heroicos. Recogida la fruta, los arrieros, salían a medianoche por sendas y veredas, buscando trochas para ganar tiempo, hacía los pueblos del interior donde vendían sus productos o hacían el “trueque” por otros de los que carecían en el pueblo.

Así dieron a conocer el melocotón en la capital, Málaga, donde pronto fue muy apreciado.  Más tarde, el transporte se hacía en unos camioncillos a cuyo gasto se cubría en proporción a la cantidad de la mercancía.  Pero la salida del producto hacía la vecina Granada, vía Alhama, continuaba haciendo en cabalgaduras, especialmente mulos y borriquillos, que tenían que remontar las alturas de la sierra Tejeda.

Hoy cuatro millones de kilos de melocotones salen de Periana para ser consumidos en las mesas más exigentes”.


ASÍ ERA LA CORRIDA DEL MELOCOTÓN

La persona más idónea para contarme todo lo relacionado con la corrida del melocotón de Periana, no podía ser otra que Pepe “Carreteras”, encargado, desde el año 1975, de prepararla y subastarla provisto de un megáfono. Me hice con su teléfono, contacte con él y aunque no lo cogí en el momento más oportuno, tenía un poco de prisa,  con toda amabilidad respondió a mis preguntas.  

La corrida del melocotón de Periana, el mejor de España y, posiblemente, del mundo, nació en el año 1973, teniendo como escenario una amplia nave de la almazara conocida como “La Extractora”, ubicada al comienzo del Carrascal.  Su inicio estaba supeditado a la madurez del fruto, dependiendo de su adelanto o retraso, pero lo habitual era que comenzase los últimos días de agosto o los primeros de septiembre. Se celebraba, mientras que hubiese melocotones,  todos los días de la semana excepto los sábados.

Los preparativos de la corrida comenzaban la tarde anterior cuando los cosecheros llegaban al lugar de celebración con sus mulos, borricos o utilitarios cargados de melocotones. Al llegar se procedía a pesar la mercancía y colocarla formando una pila o montón.  A cada una se le ponía un cartelito con un número, la fecha, el peso de los melocotones allí reunidos y el nombre de su productor. Un mismo cosechero podía tener varias pilas o montones, en función de la cantidad aportada o del tamaño del melocotón. El volumen de su composición era muy desigual, las había desde muchos centenares de kilos a pocas decenas. La preparación de la corrida llevaba su tiempo, dependía de la mercancía arrimada por los cosecheros, pero casi todos los días se prolongaba hasta altas horas de las madrugada.

A las ocho de la mañana, con puntualidad británica,  se abrían las puertas del lugar donde se encontraban las pilas o montones para que los posibles compradores entraran a visionar la mercancía.  Al igual que el visitante de un museo -los melocotones de Periana son auténticas obras de arte-, con la salvedad de cambiar la guía y la cámara fotográfica por papel y lápiz,  los compradores, solitarios o acompañados, recorrían detenidamente todas las pilas o montones e iban tomando notas. A continuación, hacían sus cálculos y esperaban impacientes el comienzo de la corrida.  Entre tanto, la entrada y salida de personas -compradores, cosecheros y curiosos- era constante.

Conforme se aproximaba la hora señalada para el comienzo de la corrida, los alrededores e interior de “La Extractora” se poblaban de camiones, furgonetas y coches de todo tipo.  En ocasiones, llegaban autobuses repletos de turistas para presenciar su desarrollo como si fuera un espectáculo. A la hora anunciada para su inicio, las doce de la mañana, compradores, cosecheros y curiosos llenaban el lugar de celebración; Pepe “Carreteras” cogía su megáfono y comenzaba la función. La corrida del melocotón era una subasta a la baja, es decir, que comenzaba por un precio y se iba disminuyendo de manera progresiva.  Muchos días, nada más decir el precio de salida alguien, levantando la mano o vociferando, paraba la subasta, temía que se le pudieran adelantar y no quería dejar escapar los melocotones a los que había echado el ojo (2). Como es de suponer, estos eran los duraznos que podemos calificar de primera categoría, los de mayor tamaño.  Tres de ellos podían superar el kilogramo de peso (3). Al precio pregonado, en el momento de detener la subasta, podía adquirir todos los montones o pilas que deseara. La pila o montón no se podían dividir, había que comprarla en su integridad, en ocasiones, varios compradores se ponían de acuerdo para adquirirla y repartírsela entre ellos. Lo demás compradores, una vez terminado de elegir el que paró la subasta, tenían opción de comprar al mismo precio las pilas o montones que desearan.  Rápidamente un operario de la subasta tomaba los datos del comprador y se procedía a hacer las cuentas. Continuaba la subasta. El pregonero iba diciendo precios inferiores al de salida, los compradores lo iban parando y daban cuenta de las pilas o montones que adquirían. A medida que avanzaba la corrida, el precio y el tamaño de los melocotones a subastar se iban reduciendo. Detención. Elección de pilas o montones. Se volvía a reanudar… y así continuaba hasta el final.

Terminada la corrida, a veces superaba las cinco de la tarde, y liquidadas las cuentas, se envasaban los melocotones, se cargaban en coches, furgonetas o camiones y partían camino de mercados, almacenes de distribución, tiendas de minoristas y conserveras. 

Los productores abonaban a los organizadores del evento el 10 por ciento del montante de las ventas.  Con ese dinero se cubrían los gastos que ocasionaba la corrida: acondicionamiento del local, pago de jornales al personal de oficina, peso, limpieza, envasadores, adquisición de utensilios…

Este sistema beneficiaba a todos los agricultores, pero de manera especial, a los pequeños cosechadores que, de no existir la corrida, se veían casi imposibilitados para dar salida a su cosecha.


CRONOLOGIA DE AQUELLOS MEMORABLES TIEMPOS

Año 1973

         La idea de poner en marcha una nueva manera para vender el melocotón de Periana fue ganando adeptos.  Se formó un grupo de trabajo integrado por 17 agricultores, los mayores productores, que captaron para la causa a un número importante de cosecheros menores.  De los aproximadamente 200 productores que había, 135 acudieron juntos a la primera corrida. Los agoreros del lugar -como es de suponer-, pronosticaron el fracaso del invento.
         Bajo la coordinación del gerente de la corrida, Francisco García Moreno, se comenzó a trabajar publicitando la nueva forma de vender el melocotón, a la vez que se realizaban todos los preparativos.  Periana se jugaba mucho, la inquietud se palpaba en el ambiente y no se podía fracasar.

Llegaron los días de recogida del melocotón y todo el pueblo aguardaba expectante los resultados de la corrida que, para decepción de los agoreros, no pudieron ser más satisfactorios.  Se lograron los siguientes precios: mínimo por kilo 7 pesetas; máximo 18,20; precio medio por kilo 12´74 pesetas.  En los 18 días que hubo corrida se vendieron 74.094 kilos (el 95% de la cosecha total), lo que supuso unos ingresos superiores a las 900.000 pesetas. Jamás se habían conseguido precios similares y todos, sin excepción,  pensaron que lo de la corrida del melocotón era un gran acierto y le vaticinaron un óptimo futuro.  El único pero que se le puede poner a la primera corrida es que la cosecha no estuvo a la altura de las circunstancias, siendo nada más que regular.


Año 1974
        
         La corrida se celebró entre los días 2 y 22 de septiembre,  llegándose a comercializar 185.000 kilogramos de melocotón, procedentes de 180 agricultores, concurriendo a la misma 47 compradores.  El precio medio por kilo alcanzó las 13 pesetas con 18 céntimos. En total se comercializaron melocotones por valor de 2.214.492 pesetas. 

         El mejor melocotón de España y, posiblemente del mundo, es decir, el melocotón de Periana, se hizo viajero y llegaba a muchos mercados de Andalucía, siendo muy apreciado en los mejores hoteles y restaurantes de la Costa del Sol.


 Año 1975

El éxito de la corrida del melocotón de Periana sorprendió a propios y extraños.  Su popularidad cada día iba a más y las calles del pueblo, los días de corrida, al igual que si torearan los diestros más afamados, se llenaban de un público variopinto, ávido por presenciar aquel singular espectáculo.
 En este año trascendental para el devenir de España, la corrida abarcó del 1 al 25 de septiembre,  siendo el precio medio del melocotón 23´43 pesetas el kilo.


Año 1976

La cosecha fue magnifica. Se preveía recoger casi dos millones de kilos. ¡Y qué decir de los precios! Campaña tras campaña iba aumentado el precio medio de manera considerable, situándose este año en las 30 pesetas. Y el máximo alcanzó las 50. ¡Diez duros un kilo de duraznos!  Verdaderamente, costaba trabajo creérselo.  A todos los poseedores de tierras de regadío, sin tener en cuenta las disponibilidades hídricas, les entró la fiebre del melocotón y se pusieron a sembrarlos como locos.


Año 1977

         Al igual que la anterior, la campaña de este año se presentaba espléndida en lo referente a calidad y cantidad -se estimaba que superaría el millón de kilos-. Tuvo la peculiaridad de que la madurez del fruto se adelantó de manera muy considerable y la corrida comenzó el lunes 8 de agosto.  Además, la fama del melocotón de Periana trascendió fronteras y se abrió mercado en África, siendo Marruecos el primer país a donde se exportó.
                  

Año 1978

Este año, gracias a las gestiones de los Agentes de Extensión Agraria de Periana, Eulogio Molina e Ildefonso Gallardo, los cosecheros acudieron a la corrida constituidos en Sociedad Cooperativa Frutera.
        
         La cosecha bajó de manera muy considerable respecto a la temporada anterior, ya que apenas llegaron a subastarse 300.000 kilos, entre el 1 y el 17 de septiembre, alcanzando un precio medio de 40 pesetas kilo.

Año 1979

La memoria de ser humano es frágil. Los buenos tiempos consiguen que rápidamente se olviden los malos.  En apenas seis años, el melocotón de Periana, gracias a la implantación  de la corrida,  había conseguido casi multiplicar por ocho su valor. Todos los cosecheros sabían que la responsable de aquel prodigio era la corrida, pero algunos le dieron la espalda y a punto estuvieron  de certificar su defunción.

Tal era la fama del melocotón de Periana que a sus productores se los compraban en las ramas. Se vendía solo y a muy buen precio. Los cosecheros se volvieron conservadores y preferían vender el fruto en el árbol, con mucha antelación a su maduración, antes que recogerlo y trasladarlo a “La Extractora” para ser subastado. Se hicieron adictos al más vale pájaro en mano que ciento volando. Con esta actitud, además de perder dinero,  pusieron en peligro la corrida y a punto estuvo, por falta de mercancía, de no poderse celebrar.

Si la corrida se suspendía no había vuelta atrás. El mucho trabajo, ilusión, esfuerzo y dinero invertido en ella se podía evaporar. Alguien tenía que remediar lo que podía ser una catástrofe y una vez más, los responsables de Extensión Agraria se encargaron de ello.  Gracias a su mediación, aunque con importantes deserciones, se celebró una corrida atípica del  2 al 25 de septiembre, siendo suspendida algunos días por falta de género.  Además, la cosecha tampoco acompañó, no llegando a los 300.000 kilos.


Año 1980

El año hídrico fue desastroso, la lluvia escaseó y los melocotoneros de Periana pagaron las consecuencias.  La cosecha que se presentaba espléndida se vio reducida a menos de la mitad. La situación llegó a ser tan dramática que algunos agricultores, regaron su árboles uno a uno mediante camiones cuba para salvar la producción.

Se logró salvar la mitad de la cosecha, 750.000 kilos.  El melocotón de primera al principio de la corrida se pagó a 70 pesetas y terminó vendiéndose a 100.

Dos fueron las novedades de esta edición,  el 7 de septiembre se celebró una veladilla para promocionar el melocotón y los responsables de la corrida prepararon bolsas de 5 kilos que se  vendían en el lugar de su celebración. 


Año 1981

Francisco Javier Larrubia, presidía la Junta Rectora de la Corrida del Melocotón. Este año, por primera vez, se concedieron los “melocotones de oro”, premios que nacieron con el objetivo de distinguir al medio de comunicación que mejor labor informativa hubiera desarrollado para difundir las excelencias del melocotón de Periana, y al productor más sobresaliente en la organización de la corrida.  ¡Cuántos dolores de cabeza llegaron a provocar! Los galardones, que fueron presentados en los salones de la Caja de Ahorros Provincial de Málaga con gran despliegue de medios de comunicación, recayeron en Bartolomé Clavero Núñez y los periodistas Julián Sesmero y José Luis Navas.

La corrida  comenzó el viernes 21 de agosto, este adelanto motivó que los precios fueran bajos.  Hubo que competir con los melocotones de Lérida, Granada y Extremadura. Además, al igual que en Periana, la cosecha fue abundante en toda España. Los mercados y las conserveras estaban saturados y no querían más mercancía.  Los precios de los melocotones de primera categoría oscilaron entre las 40 y 50 pesetas kilo.

Los responsables de la corrida llegaron a un acuerdo con SATUAGAM  (una sociedad agraria de transformación)  y los melocotones de Periana se vendieron en su puesto de Mercamálaga.   

1982

La corrida se inició el domingo 5 de septiembre, pero este año había poca mercancía para subastar, la cosecha apenas llegó a los 100.000 kilos, siendo la sequía la responsable de tan baja producción. El melocotonero necesita, como mínimo, tres riegos al año: uno en junio, otro en julio y el último a mediados de agosto. Pero al no haber agua para ello, afortunados podían considerarse los que recibieron uno.   Algunos días, por falta de mercancía,  llegó a suspenderse la corrida.

         Las pérdidas por los frutos no cosechados se estimaron superiores a los 50 millones de pesetas.  Las ocasionadas en los melocotoneros, mucho más importantes, estaban por cuantificar.


1983

La corrida comenzó el 24 de agosto, unos diez días antes de lo habitual,  y se prolongó hasta el 20 de septiembre. El adelanto perjudicó de manera ostensible su precio, al coincidir con otras frutas de temporada.

La producción, a pesar de la sequía de los últimos años, se aproximó a 1.200.000 kilos y el precio osciló entre las 20 y 80 pesetas-kilo, con una venta diaria de 10.000 kilos.


1984

Una nueva sede ubicada en “El Barrero” acogió a la corrida. Se inició el domingo 9 de septiembre y durante los cuatro primeros días las ventas oscilaron entre los 20.000 y los 25.000 kilos diarios. Después de cuatro años de pertinaz sequía, que mermó la producción y el tamaño de los melocotones, la abundancia de agua hizo que la cosecha fuese óptima, llegándose a subastar una cantidad cercana a los 600.000 kilos.

Otra de las novedades de este año, además del cambio de sede, era que desde la propia corrida se abastecían a algunos comercios de Málaga tales como Pryca, tres Ecopalo y cuatro Ecoahorro.




1986

La corrida volvió a “La Extractora”, comenzando el domingo 31 de agosto.  Las fuertes heladas caídas en la primavera y  los problemas del suministro de agua para regar, hicieron que la cosecha apenas llegase a los 300.000 kilos, predominando el melocotón de tamaño mediano con el que ya no se formaban pilas o montones, se subastaba envasado en cajas.  


1991
        
La escasez de agua para regar hacía estragos en los melocotoneros que se perdían de manera irremisible. La superficie destinada a su cultivo bajaba de manera alarmante y esto tenía su reflejo en la disminución de la producción. Este año apenas se subastaron unos 100.000 kilos, con un precio de salida de 200 pesetas.  La corrida comenzó el domingo 8 de septiembre, día que llegaron a venderse 10.000 kilos.


EL FIN DE UNA ILUSIÓN

La sequía provocó la muerte de muchos melocotoneros. Tales defunciones llevaban aparejado una importante disminución de la producción de duraznos. Según mis informantes, hasta el año 1994 hubo corrida.  ¡Pero todo era tan distinto! La ilusión se transformó en decepción. Lo único que no había cambiado era el protagonista de la corrida, que seguía siendo el melocotón variedad Periana, el mejor de España y, posiblemente, del mundo.  Los buenos tiempos de la  corrida del  melocotón se esfumaron - esperemos que no para siempre-  y pasaron a engrosar nuestra corta historia local. 

Pero siempre pervivirá la esperanza. Los condicionantes naturales infunden optimismo. Al contrario de una mina de oro o un pozo de petróleo que una vez agotados no tienen vuelta atrás, lo del melocotón puede ser reversible.  Las tierras que produjeron y siguen produciendo -aunque en cantidades insignificantes- el mejor melocotón de España y, posiblemente, del mundo, siguen estando ahí: Regalón, La Cantillana, Juan Gómez, Algarrobal, Cuchillar, Remedios, Hundideros, Loma de la Serrana, Altabacares, Peña Espalda, Moya, Becerril,  Beneficio, Encinar, Maimárquez, La  Negra, Peña Horno, Gallego, Ramírez, Piedras del Molino, Loma de Moya,  Malpelo, Figueras, Tajos Altos, Palmitero, Familiar…,  Los memorables tiempos del melocotón de Periana no están muertos, sólo perdidos.  Busquemos, de una vez por todas, solución definitiva a los problemas del agua y volvamos a empezar. Los sueños, algunas veces, con trabajo y tesón, se convierten en realidad.


(1) EPÍLOGO

         Lamento contradecir a Salvador Rueda, pero Periana ya no da rubios trigos, hace tiempo que dejó de hacerlo. Afortunadamente, siempre nos quedarán sus versos para recordárnoslo. ¿Sucederá lo mismo con los duraznos?  ¿Hasta cuándo –por muy testimonial que sea la cosecha-, Periana seguirá dando los mejores melocotones de España y, posiblemente, del mundo? 


(2) La mayoría de mis informantes han coincidido en señalar que esto sucedía siempre con los melocotones que llevaba a la corrida Salvador Verdugo Ortigosa -alcalde de Periana cuando yo vine al mundo, año 1955 -  procedentes de sus tierras de El Familiar.

(3) Me han contado, y las personas que lo han hecho merecen toda mi confianza,  de un melocotón que se pesó en la báscula de una tienda y la aguja marcó 740 gramos. ¡Casi tres cuartos de kilo! 

        
JOSÉ MANUEL FRÍAS RAYA

Publicado en el número 39 de ALMAZARA, la revista de Periana.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la historia del melocotón pues no me acordaba cuanto tiempo hacia de aquellos melocotones que mi madre me trajo a Durango y el olor se extendía desde el portal y escalera estando la puerta cerrada era increíble bueno un saludo

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  2. Muy emotiva la historia del Melocotón. Me ha hecho recordar viejos tiempos en los que siendo un chaval de 12 ó 13 años me iba cada tarde a la extractora a ver si con un poco de suerte me fichaban como envasador y por lo que me pagaban 4 perras en B por estar toda la tarde envasando y cargando cajas a los camiones de los mayoristas que venían a comprarlos. ¡Que tiempos aquellos!. Menos mal que esa y otras situaciones precarias hicieron que me motivara para dar un cambio radical a mi vida, porque como dice el refrán "hay que verle las orejas al lobo para espabilar". Saludos desde Madrid.

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