martes, 19 de enero de 2010

Historia de la Axarquía. Capítulo 2: El Neolítico

Por Emilio Martín Córdoba.
El Neolítico supone un proceso de cambio hacia nuevas fórmulas-estrategias productivas, económicas, sociales y tecnológicas. Los grupos cazadores-recolectores epipaleolíticos fueron gradualmente transformando sus formas de vida con la adopción de un sistema económico basado en nuevas técnicas productivas como la agricultura y la ganadería que, manteniendo los recursos tradicionales de caza, pesca y recolección, se configura como un sistema caracterizado por la diversificación e intensificación de bienes. Todo ello va a propiciar una progresiva y acusada sedentarización, que acabará desembocando a la larga en el levantamiento de poblados y en la formación de comunidades campesinas cada vez más numerosas.
Otros indicadores significativos de este nuevo período lo encontraremos en la invención de la cerámica, nueva forma de modelar útiles de piedra mediante el pulimento, evolución técnica y tipológica que experimenta la industria lítica tallada y la industria ósea, introducción de un nuevo instrumental agrícola, el especial relieve que adquieren los objetos de adorno de concha y hueso, o la aparición de nuevas manifestaciones artístico-religiosas.
Socialmente estaríamos ante grupos familiares que se aliaban y relacionaban mediante las estructuras del parentesco en pequeñas comunidades. Se trata de un sistema social igualitario, sin claras diferencias entre sus elementos, cuya economía se caracteriza por el predominio de la división del trabajo según sexos, con producción orientada al uso colectivo, limitada por una tecnología muy primitiva, de confección familiar.
A nivel arqueológico, tanto para esta zona como para toda la provincia de Málaga, tenemos importantes carencias documentales en el estudio formativo de la Prehistoria Reciente.
Especial impedimento es el escaso número de yacimientos excavados que ofrezcan amplias secuencias estratigráficas, con dataciones absolutas, así como análisis relacionados con la fauna, productos arqueológicos, etc.
En la comarca de la Axarquía, la primera constancia de sociedades que basan su subsistencia en la agricultura y la ganadería se registra en la Cueva de Nerja, relacionándose con un Neolítico Antiguo, que abarcaría un período cronológico comprendido entre la segunda mitad del VI hasta mediados del V milenio a.C.
En estos momentos los grupos sociales no constituyen comunidades plenamente sedentarias, pues habrá que esperar al Neolítico Final para que este proceso se produzca.
Las cerámicas de estas antiguas ocupaciones neolíticas son toscas, con profusas ornamentaciones en relieve, ya sean cordones impresos o no. También se destaca como elemento representativo de estos momentos las incrustaciones de pasta roja sobre decoraciones incisas o impresas. Las decoraciones que tradicionalmente han caracterizado los primeros momentos neolíticos, las cardiales, están presentes en Nerja, aunque cuantitativamente dominan las técnicas descritas con anterioridad.
Entre mediados del V y el IV milenio a.C., lo que vendría a ser el Neolítico Medio, se avanza hacia la consolidación de la estructura económica productiva, de una organización social cada vez más compleja, donde los problemas de territorialidad serán más frecuentes.
Debemos destacar la introducción (en relación con el mundo de las ideas y creencias) de manifestaciones artísticas de carácter esquemático, profusamente plasmadas en las paredes de muchas cuevas y abrigos naturales de la comarca de la Axarquía.
La documentación arqueológica nos muestra una comunidad que se relaciona con un patrón de asentamiento variado, sobre todo vinculado a los hábitats de tipo troglodítico.
Por ser las cuevas el hábitat más característico de estos momentos se conectan con la denominada “Cultura de las Cuevas”, si bien cada vez son más numerosos los asentamientos al aire libre. No hay duda de que se trata de poblaciones troglodíticas, pero el hábitat al aire libre debió ser más corriente de lo que suponemos.
El limitado registro, debido a la escasa entidad de los materiales empleados en la construcción de los campamentos, utilizados durante cortos espacios de tiempo, que no permiten la acumulación masiva de sedimentos, es un claro motivo para que de ello no quede apenas constancia, tal y como se comprueba en los distintos yacimientos excavados.
La distribución del poblamiento es amplia, extendiéndose a partir de ahora y hasta el final del Neolítico por buena parte del interior de la comarca y el litoral costero. A juzgar por la concentración de yacimientos la mayor densidad corresponde a las zonas de Cala del Moral (Rincón de la Victoria), estribaciones meridionales de la sierra Almijara y los territorios del Alto Vélez. Pero de la práctica mayoría de los yacimientos conocidos carecemos de estudios sobre las distintas fases de ocupación.
El grupo de cavidades situadas entre la Cala del Moral y Rincón de la Victoria ofrece uno de los complejos arqueológicos más importantes de la prehistoria malagueña. Desgraciadamente su estudio continúa inédito o pendiente de actuaciones más sistemáticas que las realizadas hasta la fecha. Entre estas cavidades podemos citar la Cueva Hoyo de la Mina, Cueva de la Victoria, Cueva del Higuerón o Suizo y Raja del Humo.
En la Cueva de Nerja, su cultura material vendría definida, formalmente, por ciertos elementos ornamentales exclusivos, como la decoración plástica realizada mediante cordones verticales y la aparición de motivos figurados incisos esteliformes y los brazaletes de mármol con estrías.
En el interior, los testimonios arqueológicos de este nuevo período relacionados con la Depresión de Colmenar-Periana y el área inmediata de la subbética, se corresponden especialmente con hallazgos puntuales, mostrando la presencia de asentamientos al aire libre, casos de Tajo de Gomer (Ríogordo), La Herriza (El Borge), Cerro de Capellanía (Periana) y Peña de Hierro (Cútar), al igual que con abrigos o cuevas, como ocurre en Cueva Guaicos (Periana) y Cueva de Zafarraya (Alcaucín).
.
Pero sólo disponemos de datos arqueológicos bien contextualizados en los yacimientos de Cueva de Zafarraya y Cerro de Capellanía relacionados con este momento.
Este último ofrece una amplia secuencia estratigráfica, junto con distintas dataciones absolutas, que nos permite conocer la evolución histórica ocupacional que se desarrolla desde estos entonces hasta finales de la Edad del Bronce. Por ello, es necesario insistir en la importancia de Cerro de Capellanía, no sólo a nivel local, comarcal o provincial, sino también regional.
.
El Cerro de Capellanía se ubica en el curso alto del río Vélez, zona oriental de la Depresión de Colmenar-Periana; es una cresta calcárea de unos 254 m snm, rodeada al este y sur por el río Guaro. En torno a 3970±130 a.C, según datación absoluta, se inicia la vida del poblado, pero en estos momentos se corresponde con una aldea monofásica de carácter estacional, de escasa entidad espacial y con débiles estructuras de habitación. Tras esta ocupación se produce el abandono del lugar, que no volverá a ser ocupado de forma ininterrumpida hasta una fase avanzada del Neolítico Final, ateniéndonos a los parámetros de la arqueología tradicional.
Esta fase es de gran relevancia, pues viene a confirmar que desde el Neolítico Medio como mínimo, las comunidades neolíticas malagueñas desarrollaron una ocupación humana tanto en cavernas como al aire libre. Todo ello asociado a un patrón de asentamiento disperso con emplazamientos muy distanciados, que manifiesta una clara vinculación con estrategias económicas móviles. Es evidente la existencia de grupos pequeños de carácter autosuficiente, con modos de vida basados en una economía subsistencial de carácter mixto, ganadero (especialmente ovicápridos) y agrícola, con fuerte implantación en el aprovechamiento de los recursos naturales, ya que no abandonaron los hábitos recolectores y de caza.
Dicha movilidad estacional debió apoyarse en la circulación trashumante de la ganadería, lo que implicaría unos hábitats de carácter efímero, junto a la existencia complementaria de una agricultura poco desarrollada.
Entre mediados del IV milenio hasta el 2800 a.C., el denominado Neolítico Final, se produce el abandono paulatino de los hábitats en cueva y la progresiva generalización de los asentamientos al aire libre en aldeas o poblados dispersos, constituidos por un pequeño número de cabañas con débiles estructuras, ubicados preferentemente en llanuras y valles fértiles, en las que se instalan grupos de gentes como las que se consideran receptoras y transmisoras del ritual megalítico. En estos momentos, Peña de Hierro (Cútar) y Cerro de Capellanía (Periana) se transforman en poblados que se convierten en la base del doblamiento estable y marcarán la continuidad de la ocupación y explotación del territorio.
Aunque la documentación arqueológica tiene sus límites, debemos entender que se está produciendo un aumento demográfico y la expansión territorial de las comunidades agropecuarias. En los yacimientos de la cuenca del Río Vélez se detectan coyunturas de ciertos cambios y transformaciones, quedando patente su vinculación con los principales grupos poblacionales al aire libre. Mientras que las comunidades costeras de Nerja y El Cantal muestran su arraigo a las tradiciones anteriores, con la ocupación temporal o permanente de cuevas.
Por lo general, los yacimientos al interior de cuevas y abrigos, con escasa área de ocupación, sugieren una ocupación a pequeña escala, estacional, debido a la práctica del nomadismo a escala local, vinculado con una economía móvil relacionada con el pastoreo de ovicápridos.
En la cuenca Alta del Vélez persisten las aldeas monofásicas y empiezan a desarrollarse poblados estables como Peña de Hierro y Cerro de Capellanía, con una manifiesta estrategia locacional defensiva-natural y económica.
Las investigaciones recientes en la antigua bahía del Vélez han dejado conocer un mayor número de yacimientos, especialmente aldeas monofásicas al aire libre, caso de Toscanos, Cerca Niebla y Los Algarrobeños, o la creación de un nuevo poblado estable de clara continuidad ocupacional en el territorio, como será la Fortaleza de Vélez-Málaga.
Las características físicas de los poblados de Peña de Hierro, Cerro de Capellanía y Fortaleza de Vélez, situados en cerros de accidentada topografía y gran dominio visual sobre el territorio, nos permiten suponer la existencia de comunidades que necesitan presentarse en una doble órbita (productora y estratégica), que posteriormente se verán obligadas a mantener de forma permanente ante la manifiesta conflictividad del territorio.
El conjunto material registrado en Cerro de Capellanía y Cueva de Nerja mantiene grandes influencias de los siglos precedentes, aunque podemos encontrar ciertas innovaciones.
Reseñamos en la industria cerámica un descenso significativo de las vasijas decoradas; los motivos y técnicas quedan reducidos a la realización de trazos paralelos o en serie.
En cuanto a la industria lítica tallada se comprueba presencia limitada de instrumentos de tradiciones epipaleolíticas y relativa pervivencia de tendencias tipométricas microlaminares, que son minoritarias ante el predominio de las lascas y los tamaños macrolíticos, rompiendo con la tendencia microlaminar que había personalizado hasta esos instantes los instrumentos líticos de las comunidades neolíticas.
A nivel económico, por el estudio de la fauna sabemos que la ganadería debió suponer una importante base subsistencial para los pobladores de Cerro de Capellanía, como demuestra la fauna doméstica, con especial interés por los pequeños rumiantes, ovejas y cabras, posiblemente por su alta rentabilidad económica como fuente cárnica y para la elaboración de productos lácteos y textiles, hecho también confirmado por la presencia de queseras y pesas de telar. El registro arqueológico no indica que en este poblado se está desarrollando una economía ganadera y agrícola hortícola-cerealista, con nuevas formas de producción agropecuaria, donde la agricultura no parece tener un peso tan trascendental para estos grupos como en la segunda mitad del III milenio a.C.
La producción y el consumo de cereales se confirma por la presencia, aunque escasa, de productos de molturación y elementos de hoz. En Cueva de Nerja se documentó un silo de cereal, donde abunda la cebada y el trigo común, junto con huesos de bellota.
Ante los datos expuestos, todo hace pensar que la práctica agrícola estaba estrechamente relacionada con el uso del cultivo de rozas, deforestando un área de bosque y quemándola para proceder a la siembra, tras lo cual se mantendría inactiva durante al menos dos o tres temporadas.
El sistema productivo de las poblaciones del Neolítico Medio y Final estaba basado en el pastoreo y en la agricultura marginal, lo que obligaba a un tipo de existencia seminómada, con poblaciones dispersas que se asentaban en el piedemonte de las serranías calizas.
Hasta los inicios del Calcolítico las salas de las cuevas fueron utilizadas simultáneamente como hábitat y lugar de enterramiento.
Esta práctica está documentada en Hoyo de la Mina, Cueva Victoria y, especialmente, en Cueva de Nerja. Entre finales del IV y principios del III milenio a.C. se constata la presencia de enterramientos megalíticos en la Axarquía, caso del dolmen del Cerro de la Corona (Totalán).
Sus dimensiones son 4 m de largo por 1,5 m de ancho. Se ubica en un cerro elevado con primacía visual sobre el contexto inmediato y lejano, con laderas de fuertes pendientes y difícil acceso, pero próximo a caminos naturales de comunicación.
Este tipo de sepultura constituye una construcción perdurable, frente a las frágiles cabañas y la temporalidad de los asentamientos, que vienen a romper con el tradicional enterramiento en cuevas y grietas, en clara correlación con las nuevas relaciones sociales e ideológicas. Estas tumbas, donde pocos individuos de una familia o clan, que se suponen representantes de la comunidad, se están enterrando, jugarían un doble papel, como elementos cohesionadores de la comunidad frente a los grupos no vinculados a la misma y como garantes de la propiedad de los territorios.
Por los restos antropológicos analizados en Cueva de Nerja y en el dolmen del Cerro de la Corona, podemos subrayar la gran mortandad infantil, el bajo índice medio de vida (en torno a los cuarenta años) y la presencia de dos tipos humanos: el mediterráneo robusto y el mediterráneo grácil.
Para leer más PINCHA AQUÍ

No hay comentarios:

Publicar un comentario