Una voluntaria perfila los restos óseos de uno de los cuerpos localizados.
Los arqueólogos pensaron en un principio en dos ubicaciones distintas para ocho y entre nueve y diez represaliados de ambos pueblos, pero los restos óseos detectados el jueves revelan que los fusilados podrían ocupar un único enterramiento.
José Antonio Sau Ocurrió la noche de San Juan de 1937. Ocho vecinos de Casabermeja fueron conducidos por un piquete del bando nacional en un siniestro camión hasta el cementerio de la pedanía antequerana de Villanueva de Cauche. Varias descargas acabaron con sus vidas y cayeron junto a las encaladas paredes del camposanto. En esos días, un grupo de habitantes de Periana, formado por entre siete y diez personas, también fue ajusticiado en el recinto. Hasta hoy, se pensaba que los cadáveres ocupaban dos fosas diferenciadas, pero el equipo del arqueólogo Andrés Fernández cree ahora que todos podrían ocupar una misma fosa con hasta 18 cadáveres.
En
un principio, se creía que había dos enterramientos distintos, pero las
medidas de la zanja hallada junto a las puertas del camposanto –1,50
metros de profundidad por cuatro de longitud–, más extensa de lo
habitual, y la disposición de los cadáveres encontrados hasta ahora,
todos entremezclados sin orden, apuntan a la hipótesis de que los
cuerpos están en una única fosa. «Intuimos que las dimensiones son
grandes para acoger sólo ocho cuerpos», aclara, en relación a los
represaliados de Casabermeja. «Ha sido una sorpresa», señala.
El
arqueólogo asegura que podrían estar los ocho habitantes de ese pueblo y
entre siete, nueve o diez de Periana. Las cifras son tan dispares por
la escasa precisión de los documentos del proceso, procedentes del
Tribunal Togado Militar de Málaga, que condenó a todos estos
represaliados a muerte por rebelión militar.
Esta noticia ha
dejado pequeña a otra anterior: el hallazgo, el jueves pasado, de los
primeros restos óseos en el enterramiento. Los testimonios orales de los
más mayores de Cauche apuntaban a que la fosa se ubicaba a la izquierda
de la entrada del cementerio. A finales de 2010, se hicieron catas y se
descartó una amplia zona del camposanto para elegir la finalmente
excavada, que se ubica justo en la puerta.
El proyecto arrancó
hace años gracias al empuje de Melania Pico y Juan Sánchez, del PCE de
Casabermeja, que se pusieron en contacto con las familias de los ocho
asesinados por si querían recuperar sus restos. Luego, han sido
decisivos los apoyos de la Asociación de Memoria Histórica de Antequera,
de su Consistorio y del de Casabermeja. Pese a que la Junta acabó
denegándoles la subvención, no se rindieron, y Pico y Sánchez
organizaron comidas benéficas y otros actos para tratar de recaudar
dinero.
Finalmente, el equipo de Fernández, responsable de la
excavación de San Rafael, se ha hecho cargo desinteresadamente de esta
labor, aunque Pico y Sánchez pretenden que ésta sea recompensada.
También hay estudiantes de Historia de la Universidad de Málaga y
miembros de la Asociación contra la Memoria y el Olvido de la capital.
La
fase decisiva llegó el lunes, 3 de septiembre, cuando arrancó la
delimitación de la zanja, se acotó y se comenzó a excavar, ensanchando
el enterramiento con una máquina. Finalmente, el pasado jueves, ya con
trabajos más de detalle, se llegó a los restos óseos, con lo que se
confirmaban las versiones orales de los más viejos del lugar y la
información aportada por las familias. Ahora, se definen los huesos.
Ayer,
dadas las dimensiones y la disposición de algunos de los restos óseos,
entremezclados, se llegó a la conclusión preliminar de que no hay dos
fosas, sino una. «Podría haber entre 16 y 18 cuerpos», añade Hernández.
La investigación documental fue iniciada por el historiador Francisco
Espinosa, que halló los primeros datos de la fosa de Cauche, y ahora es
impulsada por Maribel Brenes.
Melania Pico, cuyo tío abuelo es
Andrés Alcoholado Garrido, uno de los fusilados –20 años–, asegura que
los ocho de Casabermeja eran jornaleros, y las condenas por rebelión
militar se impusieron por motivos dispares: dos de ellos fueron acusados
de saquear una iglesia; otro fue denunciado porque llevaba demasiado
dinero al ir a comprar, y a un cuarto lo acusaron de llevar una camisa
hecha con el manto de una Virgen. Todos estaban afiliados a sindicatos
porque para trabajar en la II República era obligatorio. Aunque, eso sí,
su perfil político era bajo.
Su madre, Francisca Alcoholado,
sobrina del fusilado, explica que su interés estriba en que todos
reposen juntos en el cementerio de su pueblo, Casabermeja, donde el
Ayuntamiento ya les ha cedido un nicho. Ayer, mientras Alcoholado
hablaba con La Opinión de Málaga, se hallaron dos botones, uno de nácar y
otro metálico, y varias suelas de zapatos. Algunos cráneos estaban
oprimidos por la tierra. Y sobre la fosa se había plantado un ciprés,
posiblemente para evitar nuevos enterramientos.
Los testimonios
orales remiten a una noche presidida por un aguacero de verano, y un
camión que recorre los siete kilómetros que separan Casabermeja de
Villanueva de Cauche con una exasperante lentitud. Los ocho vecinos,
cuyas edades oscilan entre los 20 y los 64 años, son puestos de cara a
la pared del cementerio y reciben la descarga del piquete. La lluvia
impide un enterramiento rápido, y a la mañana siguiente, sin orden y
concierto, son inhumados.
Sangre y barro. Un niño
que jugaba cerca del cementerio creyó ver cómo el agua, la sangre y el
barro se mezclaban esa noche para acoger a los cadáveres, que han pasado
75 años juntos. Las familias quieren que sigan así, y, pese a que se
les practicarán las pruebas de ADN, continuarán unidos en Casabermeja.
En
1984, en base a testigos orales, se ubicó precisamente un monolito
junto a la fosa. Los ocho de Casabermeja son: José Aguilar Cabrera;
Tomás Ruiz Cuesta, Juan Fernández Rodríguez, Francisco González
Fernández, José García Alcoholado, Andrés Alcoholado Garrido, José Galán
García y Juan Martín de la Rubia. Los trabajos continuarán unos días
más.
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