MONDRÓN, O EL JEREZ DEL ACEITE.
No
intento hacer apología del aceite de oliva. Ello sería, sin embargo,
tarea grata para cualquier español, y más aún si este es andaluz. Lo
evidente nunca ha necesitado demostración. Sus excelencias, sus
virtudes, su popularidad, están muy por encima de toda grasa vegetal o
animal. Pero estas cualidades, generalizables a todo tipo de aceite de
oliva, adquieren matiz y relieve especial cuando se trata de los aceites
vírgenes extraídos de la aceituna verdial. El área de producción del
olivo verdial está circunscrita a una zona muy concreta de la cuenca del
río Vélez. Allí se encuentran muchas veces entre los riscos y las
escabrosidades de las laderas montañosas, como testigos seculares de la
degradación de cierta vegetación mediterránea que, como el encinar, está
en vías de desaparición. Otras veces los encontramos anárquicamente
esparcidos entre las tierras de siembra donde esporádicamente nació un
acebuche - típico de la flora mediterránea - y una mano paciente y
esperanzada lo injertó en verdial. Y he dicho paciente y esperanzada
porque son muchos los años y los siglos que un olivo verdial invierte en
su crecimiento hasta llegar a la plenitud productiva.
En
el mundo de la economía y del buen "gourmet" ningún aceite es
parangonable al obtenido de la aceituna verdial. Tan sólo - y como
justicia obliga a proclamar la verdad - el leridano de Borjas Blancas,
cosechado de la aceituna "arbequina", tiene matices de paladar que
guardan muchas similitudes con el nuestro. En el mundillo aceitero,
donde desgraciadamente los expertos no suelen abundar, rivalizan
disputándose fama, calidad, precio y mercado. Y la realidad es que el
genio comercial del catalán ha demostrado también en esto su pragmatismo
vendiendo nuestros exquisitos caldos - "borjillas" les suelen llamar
ellos - como producidos en Las Garrigas, La Segarra, Urgel y Segriá, que
tradicionalmente han constituido el área verde del olivo "arbequín"
Pero ciniéndonos a nuestro particular espacio geográfico
hemos de resaltar que en el curso alto del río Vélez, en los orígenes de
sus fuentes, en las proxímidades de la confluencia del río Sábar y el
Guaro, existe en Periana y su anejo Mondrón, donde los caldos extraídos
de las aceitunas verdiales ofrecen unas características diferenciales
con otros aceites de oliva apreciables por cualquier persona, aunque no
sea experta en la degustación de aceites finos. Su olor es comúnmente
amarillo-oro, amarillo-verdoso o verde amarillento. El aroma y el sabor
ligeramente similar al de los frutos maduros. De otro lado, como la
composición química de los aceites de oliva es una variable dependiente
de factores tan importantes como clima, variedad, características del
suelo, etc, resulta que nuestra comarca, donde la brisa molivífera
mediterránea se mezcla con la fría procedente de la Sierra Tejeda, hacen
que en ella se den las condiciones climáticas idóneas para que la
cantidad de ácido oléico sea mínima, casi siempre inferior al grado.
Por
las razones antes apuntadas, yo diría que Mondrón, más que una
denominación física y geográfica, un topónimo más en nuestra bella
Andalucía, es una aldea enclavada en una comarca donde domina sobre
cualquier otro cultivo el olivo verdial. Mondrón conlleva popularidad y
prestigio oleícola de primer orden. Sus olivos plateados, centenarios,
de negruzco y retorcido tronco, ofrecen al visitante el alimento vital
de los más exquisitos aceites vírgenes, naturales, sin mezclas ni
manipulaciones químicas de ningún tipo. Mondrón - y todo ello extensible
a Periana - suena a aceite y a melocotón lo mismo que Jijona sabe a
turrón y Jerez a vinos elaborados con el sello de una tradición secular.
Y
pese a no estar incomprensiblemente tan promocionado como debiera, es
impresionante la caravana de automovilistas malagueños que sábados y
domingos se desplazan a Mondrón donde, como sucede en las bodegas
jerezanas, son obsequiados a degustar tan exquisitos caldos mojando el
pan caliente que allí mismo se les ofrece en los pilones de aceite
recién salido de las prensas. Allí en Mondrón, sólo a 45 kilómetros -
entre Riogordo y Periana _, encontrará no sólo hospitalidad, sino
también la posibilidad de ver en la propia almazara cómo se extrae el
oliva virgen en un proceso de fabricación milenario, cómo se obtiene el
bien llamado oro líquido de España. Y el visitante mismo comprobará la
propiedad y justeza del título que encabeza este artículo: Mondrón, el
Jerez del aceite.
SEGUNDO PASCUAL TOLEDO
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