miércoles, 9 de diciembre de 2015

«Si los alérgicos murieran como chinches habría más vacunas».

Miguel Blanca Gómez, jefe de Alergología del Hospital Regional. Su equipo prepara el ensayo clínico de un ambicioso programa europeo que ha desarrollado una vacuna para la alergia al pescado.


www.diariosur.es 6/12/2015
Se calcula que el pescado es el responsable de entre un 12 y un 14 por ciento de las alergias alimentarias en España. En el resto de Europa, especialmente en los países del norte, la proporción es todavía mayor. Ahora, el equipo que dirige desde el Hospital Civil el doctor Miguel Blanca, perteneciente al Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (Ibima), ultima un ambicioso ensayo clínico destinado a probar la que será la primera vacuna contra esta alergia. «Estamos en la fase de captación y selección, por eso es muy importante darlo a conocer», afirma Blanca. Insiste tanto que es de los pocos médicos que quiere que se publiquen sus datos de contacto para que cualquier residente en la provincia que sea alérgico al pescado se ofrezca como voluntario (a través del correo electrónico mblancago@gmail.com o el número de teléfono 677 903 259). El objetivo es conseguir el mayor número posible de pacientes. «Ojalá tengamos 70», afirma optimista, aunque en realidad el proyecto plantea unas diez personas por cada uno de los centros participantes.
Con los ensayos se alcanza la segunda fase de un ambicioso programa europeo que ha costado unos cuatro millones de euros y en el que han colaborado hasta 15 hospitales de España, Holanda, Dinamarca, Francia, Reino Unido, Grecia, Polonia, Islandia, Austria e Italia. Aunque el objetivo era desarrollar una vacuna para la alergia al pescado y otra para la del melocotón, esta última tendrá finalmente que esperar.
El trabajo de Miguel Blanca, cuyo grupo es uno de los más prestigiosos en la especialidad, se espera que sea clave para que la fase final de la investigación llegue a buen puerto. En una primera fase, la vacuna se administró a un reducido grupo de pacientes en Dinamarca y se comprobó que la toleraban bien. «Queremos identificar sobre todo a las personas que presenten reacciones más graves y que se van a ver más beneficiadas», apunta. Entre las reacciones más comunes, cita el picor general, hinchazón, ronchas o dolor de estómago, aunque también se han dado casos más graves y severos que acaban en hipotensión. Incluso hay alérgicos que ni siquiera tienen que comer pescado y solo con olerlo empiezan a notar los síntomas.
El melocotón, próximo reto
Miguel Blanca, que es jefe del servicio de Alergología del Hospital Regional Universitario de Málaga, valora la relevancia de este ensayo, aunque admite que el que no se haya podido desarrollar la vacuna del melocotón es una espina clavada que espera sacarse algún día. «En Málaga hubiera sido más importante porque es una alergia más extendida en la población del Mediterráneo y que no está solo en el melocotón. También en otros alimentos como las almendras, los cacahuetes o las pipas de girasol», relata.
Este especialista cifra en un 5% aproximadamente la incidencia de la alergia a esta proteína en la provincia. La investigación ha consistido fundamentalmente en la manipulación genética de la proteína responsable para inducir una tolerancia en los individuos afectados. En el caso del melocotón, la única alternativa por ahora sería crearla de forma natural, lo que supone un «trabajo de chinos» y que es mucho más costoso. Con todo, Blanca no renuncia y se muestra dispuesto a buscar fórmulas de cofinanciación.
A sus 66 años, mira de reojo su más que posible jubilación en poco tiempo, aunque espera seguir colaborando en estos proyectos, «al menos como asesor». Atrás quedan 45 años de investigación en el campo de las alergias, que lo han convertido en uno de los profesionales más reputados en su especialidad. «Nuestro servicio de alergología ha pasado de ser testimonial a ser uno de los más productivos», sentencia orgulloso.
Famosos son sus estudios en el terreno de los antibióticos y los fármacos, así como los grandes muestreos que han llevado a cabo en pueblos como Alcaucín o Periana para analizar las alergias desde el punto de vista estadístico. Con todo, lamenta que se destinen pocos recursos para ayudar más a estos enfermos. «Si los alérgicos murieran como chinches seguramente habría más vacunas de las que hay», señala.

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