miércoles, 22 de agosto de 2012

Pregón de San Isidro nº 12 del año 1999 por Francisco Santos Arrabal.

PREGÓN DE SAN ISIDRO Nº 12
FRANCISCO SANTOS ARRABAL
PERIANA A 13 DE MAYO DE 1999



Dignísimas autoridades, señoras y señores mayordomos de San Isidro, queridas paisanas, queridos paisanos, señoras, señores:
Al saludaros y decir queridas paisanas, queridos paisanos, el corazón me late aceleradamente, el orgullo rebosa por todos mis poros, la felicidad me embarga.

¿Y qué tienen de mágicas estas palabras para que produzcan esos efectos maravillosos? Estas palabras, paisanas y paisanos, quieren decir nada más y nada menos que yo nací aquí, en el pueblo más admirable del mundo o, al menos, así me lo parece a mí; estas palabras, paisanas y paisanos, quieren decir ni más ni menos que yo también soy de Periana. 

¿Os parece poco?. Yo soy de Periana. Miradme, ved la cara que se me pone al pronunciarlo. Yo-soy-de-Periana. Ser de Periana, amigos, es la cosa más bonita que me ha ocurrido en toda mi vida.

La mayoría de los que estáis aquí sois más jóvenes que yo y, por tanto, no podéis recordarme, pero preguntad a vuestros mayores, preguntad a quién era Paquito el de D. Daciano. Seguro que recordarán a un niño pequeñito, rubillo, muy travieso, que era hijo de D. Daciano, uno de los maestros del pueblo. Yo nací y viví siempre en la casa donde hoy viven Antonio Guerrero y su mujer Anita, una de mis amigas de la infancia.

Al evocar esto se me agolpan recuerdos. Todos quieren salir al mismo tiempo. Recuerdo con pena, recuerdo con mucho cariño a los amigos que corrían conmigo por estas calles y ya se han ido. Echo de menos a mi mejor amigo, a Eusebio Benítez, el Yeyo, y a Simeón Muñoz; echo de menos a Fernando, el de la Inés y a Paco García, Paquito el de la Rafaela; echo de menos a Jaime, el de D. Ángel. Todos eran entrañables; todos son inolvidables; todos tienen que estar con San Isidro allí arriba.

No puedo olvidar mis escapadas a las eras en verano. Qué ratos tan agradables pasé en la era de Paco el herrador, y en la de Bartolomé, y en las dos que había en el caminillo viejo. No puedo olvidar mis travesuras en la huerta de la extractora, ni mis baños en su alberca. Recuerdo los inviernos cuando iba  por el brasero a la extractora o cuando mi madre me mandaba por el pan a casa de María la del horno, primero en la calle el Horno y después en la Fuente. No olvidaré mi llantera cuando perdí el duro del pan por ir jugando, como de costumbre, con la talega. La talega del pan: la recuerdo blanca, limpísima, con el nombre en letras grandes rojas. Nuestros niños, qué pena, amigos, ya no conocen la talega del pan.

Me pasaría horas rememorando, mi infancia fue tan feliz en Periana, pero todo tiene un limite. No quiero pareceros el abuelo contando batallitas. Yo no he venido a mi pueblo porque los mayordomos de San Isidro han tenido la gentileza de acordarse de mí y me han brindado la oportunidad de este reencuentro. Creo que más que para hablar de mí, habrá sido para que hable de Periana y de San Isidro.

Hablar de Periana es fácil y es difícil al mismo tiempo. Es fácil si lo que deseamos es cantar las maravillas de nuestro pueblo; para nosotros el mejor del mundo. Es fácil si lo que nos apetece es cantar el placer que nos produce la contemplación de los campos al atardecer, mirando desde el Paseo hacia Vélez. En primer plano una masa verde de olivos centenarios que se pegan a la tierra en su deseo de quedarse aquí para siempre. En mi infancia, recuerdo, ese verdor aparecía unas veces mezclado con otro verde más claro o con el dorado estridente del trigo que había sazonado a su sombra. 

Si levantamos un poco la mirada nos tropezamos con la serenidad inmensa del pantano. Del pantano del Río Guaro, no del pantano de la Viñuela. Los pantanos, queridos amigos, toman su nombre del río que los alimenta. Y el río que entrega todo su caudal, en un acto de generosidad infinita, es nuestro río, es el río Guaro. El río que movía nuestros molinos, el río que siempre ha regado nuestras huertas, el río que hace miles de años ya servía de camino a la civilización, por sus orillas subían los hombres prehistóricos en busca de lugares aptos para vivir. Por él subieron los que se asentaron en el cortijo Marchamona, en el Cerro Alcolea, en el cortijo de Las Palomas, en el cortijo del Cerrillo y en el cortijo de La Cueva. Por él subieron otros que, adentrándose por el río Sábar, llegaron hasta Alfarnatejo y continuaron hacia arriba buscando nuevos horizontes. Por él subieron los humanos hacia el interior de España.

No dejemos, queridos paisanos, que nos roben lo nuestro. Nuestro es el río Guaro y del río Guaro tiene que ser el pantano. Ya lo sabéis. De aquí en adelante siempre que hablemos del pantano diremos el pantano del río Guaro. Amigas, amigos, a cada uno lo suyo.

Os decía que hablar de Periana también puede resultar difícil. Y es así cuando intentamos estudiar su historia. ¡Hay tan poco investigado sobre ella!. ¡Hay tan poco escrito sobre ella.! 

Periana es un pueblo joven, de creación reciente. es verdad que por su territorio pasaron los hombres prehistóricos; es verdad que algunos se asentaron aquí. También lo atravesaron las legiones romanas y los moros que se dirigían, a través de nuestras tierras, hacia Granada. Pero eso era por los caminos que ya hemos señalado, río Guaro con desvío hacia el Boquete de Zafarraya, y río Guaro con desvío hacia Alfarnatejo por el río Sábar. Como veis, nuestro pueblo, donde ahora nos encontramos, no era sitio de paso; ni tampoco de asentamiento.

Al hablar de los orígenes del nombre de Periana siempre se recurre al socorrido Pedro y Ana; o a la leyenda que lleva nuestro escudo: "ni Pereiro ni Santana". Hay incluso un autor, D. José Gorijo, que, en su entusiasmo por nuestro pueblo, le busca orígenes mitológicos. Nos dice que Periana es la antigua de Pérgamo, la ciudad del dios Priamo. Le agradecemos al Sr. Garijo su entusiasmo y nosotros bajamos del Olimpo y ponemos los pies en el suelo. Lo más normal es que estas tierras estuviesen despobladas y pertenecieran a la Vélez musulmana o al castillo de Zalia. 

Cuando los Reyes Católicos, en el año 1.487, conquistaron la Axarquía, repartieron sus tierras entre los cristianos que querían cultivarlas y entre algunos moros que se habían convertido, a los que llamaban moriscos. Es muy normal que este trozo de tierra que hoy forma el casco urbano de Periana se lo diesen a algún morisco procedente de una alquería mora que había al norte de Torrox y que se llamaba Periana. Como veis, el nombre Periana existía ya, no había que formarlo ni con Pedro y Ana, ni con Pereiro y Santana. En el libro de los repartimientos de Vélez aparece un beneficiario llamado Periánez, es decir, oriundo de Periana. ¿Por qué no pudo ser éste o algún vecino suyo el que construyó aquí el primer cortijo, que luego, al aumentar sus descendientes, fue creciendo y creciendo hasta convertirse en una aldea?.

No es mi intención obligaros a cambiar vuestra interpretación de la historia de nuestro pueblo. Mi deseo se limita a exponer en voz alta una nueva idea, que podría ser tenida en consideración.

Sabemos por documentos históricos, por papeles escritos, que Periana ya existía en el año 1.746, pero que no era municipio ni parroquia. Hasta el año 1.761 no fue independiente de la jurisdicción y feligresía de Vélez. En ese año la ermita que tenía siguió funcionando, pero ya como parroquia independiente. Esta iglesia estaba en la plaza del Ayuntamiento, en el solar que hoy ocupa la casa de D. Juan Nacle.

Estos datos los conocemos por una certificación firmada por el párroco de la puebla de Periana en el año 1785. El párroco se llamaba D. Alonso López.

Existe otro documento de enero del año 1.777, es decir, ocho años antes, por el que conocemos los nombres de sus gobernantes. Sabemos que el alcalde se llamaba José Pascual; también sabemos que los concejales eran Juan Morales, José Martín de Cabra, Pedro Molina, Joaquín Fernández, Salvador Godoy, Francisco Manuel Mostazo, Diego García Navarro y José Trujillo. Seguramente algunos de los que me escucháis sois sus tataranietos. De estos señores sabemos que se reunieron para aprobar el presupuesto del año. ¿Sabéis a cuánto ascendía?. Tomad nota, el presupuesto de la puebla de Periana en el año 1.777 fue de 879 reales.

Un siglo aproximadamente después de estos hechos, en el año 1.850, Periana tenía ya 2.278 vecinos, su presupuesto fue de 42.948 reales y contaba con siete molinos de harina y seis de aceite.

De aquellos tiempos sabemos poco más. Esta falta de datos seguramente se deberá a que la vida en nuestro pueblo era tranquila y pacífica, no ocurrían cosas que pudieran dar lugar a su publicación o a su recuerdo.

Pero esta paz, queridos amigos, se rompió un día de Navidad, cuando nuestros antepasados descansaban en la fiesta de Nochebuena. Eran las nueve y ocho minutos de la noche del 25 de diciembre de 1.884. De pronto la tierra se estremece, el suelo se resquebraja, las casas se bambolean. En unos segundos la paz y la dicha de un pueblo se convierten en tragedia. periana fue el pueblo de la provincia de Málaga más castigado por el terremoto, el 40% de sus 400 edificios, incluyendo la iglesia, fueron totalmente destruidos y el resto bastante dañados. Nuestros abuelos no corrieron mejor suerte que sus casas, 40 de ellos murieron y 18 fueron heridos de importancia.

De esta fecha conviene recordar a un personaje que nos dio lustre. Fue el maestro de la única escuela que había en el pueblo. Se llamaba D. Trinidad Moreno Godoy. Este señor confeccionó uno de los mejores informes que se hicieron sobre el terremoto y fue de gran utilidad para los científicos nacionales y extranjeros que posteriormente lo estudiaron.

Ahora, abusando de que estoy en mi pueblo, os voy a regañar un poco. Os he citado el nombre de nuestro primer alcalde conocido y de nuestros primeros concejales, os he dicho que el único que nos ha dado información sobre nuestros orígenes como municipio ha sido D. Alonso López, he citado a un maestro importante de nuestro pueblo. Todos estos señores son personajes que han formado la historia de Periana. Son personajes que han engrandecido a nuestro pueblo. ¿Y de cuántos de ellos nos hemos acordado?. De ninguno. A nadie se le ha ocurrido pensar que deberíamos dedicarles algunas calles y poner en ellas sus nombres. Hace pocos años hemos recuperado del olvido a un perianés muy importante y le hemos dedicado una calle, en lo hondo del Carrascal, pero, según me dicen, la calle aún no tiene ni placa. Se trata de uno de los pintores españoles de este siglo, D. Fernando Labrada Martín. En Madrid fue director de la Escuela Central de Bellas Artes de San Fernando y en Roma fue igualmente director de la Academia de Bellas Artes.

Ha tenido también Periana un maestro que dejó huella, que vino a nuestro pueblo y aquí se quedó para siempre. Hace más de cincuenta años que murió y todavía lo recuerdan sus alumnos. Y también saben de él los hijos de sus alumnos. Por algo será. Perdonadme que os lo recuerde. Lo hago con pudor porque no es fácil para un hijo alabar públicamente a su padre. Pero yo sería un mal hijo y un mal perianés si no aprovechase esta ocasión para recordarle y para ensalzarle. Para recordar a un padre maravilloso y para ensalzar a un fabuloso maestro. Un maestro que durante toda su vida no tuvo más ocupación que su familia y sus alumnos. Un maestro que siempre rechazó las tentaciones políticas. Un maestro al que su conducta como profesional y como ciudadano le granjeó el respeto y el cariño de todos los perianenses, fuesen de la idea política que fuesen. Para él no hubo ni izquierdas ni derechas, para él solo hubo niños a los que educar y enseñar.

Los que no vivisteis los años treinta y los años cuarenta no podéis valorar lo que es ser un hombre público en un pueblo y ejercer su trabajo en la misma escuela durante los años de la república, durante el gobierno de las izquierdas y también durante el gobierno de las derechas. Y siempre siendo respetado y admirado. Hoy, que vivimos en libertad y en democracia, no nos extrañaría esto, pero preguntad a quien lo recuerde qué significa en los años citados un caso como el que comentamos. Se tiene que ser una persona fuera de lo normal y un profesional casi irrepetible.

Queridas paisanas y queridos paisanos, ése era ¡mi padre! ése era D. Daciano Santos del Castillo, ése era el hombre al que nadie en este pueblo ha tenido la idea de hacerle un homenaje.

Nunca es tarde para hacer justicia. Recordad los nombres que os he dado, añadid otros y obrad en consecuencia. Yo sé que vosotros cuando os empeñáis en una cosa lo conseguís ahí tenemos el ejemplo reciente de nuestra Semana Santa. Os empeñasteis en recuperar una de nuestras tradiciones y lo conseguisteis por nuestras calles, ante el fervor auténtico de un pueblo, pasearon su dolor el Nazareno y su Madre, la Virgen de los Dolores. Seguid luchando porque todo lo que algún día fue nuestro continúe siéndolo.

Os estoy animando a que no dejéis perder nada de lo que ha hecho que Periana sea como es, nada de lo que nos ha dado fama. No cambiemos, por ejemplo, el oro de nuestra aceituna verdial por el oropel de otras variedades, ni sustituyamos el aroma inconfundible de nuestros duraznos por la vistosidad de otra cosa a la que llaman melocotón.

Llevamos un rato hablando y todavía no nos hemos ocupado del protagonista de hoy, San Isidro.

No os voy a contar lo que ya sabéis, que San Isidro nació y murió en Madrid en los años 1.070 y 1.130 respectivamente, tampoco os voy a recordar que se casó con María Toribia, después Santa María de la Cabeza. Todo esto lo sabéis ya. Hoy quiero recordar algunas vivencias personales de mi infancia. No recuerdo el San Isidro anterior al año 1.936  porque yo era muy pequeño, pero si recuerdo una mañana que a veinte metros de mi casa, en el Llano de las Escuelas, había dos montones de cenizas humeantes y que alguien sigilosamente me dijo: esas son las cenizas  de los santos de la iglesia, que los han quemado. Entre aquellas cenizas estaba San Isidro. También recuerdo el año 1.941, que fuimos a la estación a recoger una imagen que nos trajo el tren. Aquel tren que salía de Málaga a las cuatro de la tarde, pero que nadie sabía a qué hora llegaría a nuestro pueblo. Lo que más me emocionó fue la yunta de bueyes. Yo iba de monaguillo y lo bajamos en procesión hasta la iglesia. Esta imagen es la anterior a la que pasado mañana sacaremos en procesión. También recuerdo que era fiesta, que había carreras de cintas a caballo, unas veces en el Llano de las Escuelas y otras en la carretera, en la puerta donde hoy está Verdugo.

Hablando de carreras de cintas. Os voy a contar una historia que ocurrió en Periana hace unos ochenta años. Una historia emotiva y sentimental.

Así es la historia:

Éranse dos novios que estaban muy, muy enamorados. Pero como dice la copla: por exceso de cariño siempre estaban discutiendo. Estos paisanos nuestros se quisieron tanto, discutieron tanto que llegaron a dejar las relaciones. Digo relaciones, no el cariño. Y tan es verdad esto que nunca se le conoció a Pepita, que así se llamaba ella, ni tampoco a Antonio, que así se llamaba él, el más mínimo coqueteo con nadie. Esta situación duraba ya cinco años. Pepita, que era muy hacendosa y que dibujaba muy bien, tuvo la idea de pintar una cinta para las carreras, con la secreta ilusión de que la cogiera Antonio. Pero su Antonio, que no lo sabía, no solamente no cogió la cinta, sino que ni siquiera corrió, para evitar el compromiso de tener que cortejar a otra que no fuera su Pepita. Ya os podéis imaginar el desengaño y el enfado de él cuando descubrieron que la cinta, con tanto mimo pintada, se la llevaba un concursante que, por cierto, era de Mondrón. Aquella noche Pepita no duerme, Antonio tampoco. A la mañana siguiente Antonio, muy temprano, prepara el caballo y va a Mondrón, en busca del que tenía la cinta pintada por su Pepita con tanto desvelo. Hablaron, discutieron, regatearon y, por fin, llegaron a un acuerdo, el aprovechado de Mondrón le vendía la cinta. ¿Queréis saber cuánto pagó Antonio por la cinta? Antonio pagó nada más y nada menos que 500 pesetas. Quinientas pesetas, amigos, entonces eran el jornal de un hombre casi durante un año. Antonio se trajo la cinta, Pepita se emocionó, hicieron las paces y a los pocos años se casaron. La cinta todavía la conserva una nieta; la tiene enmarcada, como un cuadro.

Os he contado una bonita historia, pero no os he dicho quienes eran Pepita y Antonio. ¿Queréis saberlo? Yo los conocí muy bien, formaban un matrimonio encantador, ella entonces ya no era Pepita, era Pepa. Os estoy hablando de los padres de mis amigos Eusebio y Pepa Benítez, q.e.p.d., y de su hermana Dolores, que seguramente estará por ahí entre vosotros.

Queridas paisanas, queridos paisanos, podríamos continuar horas hablando de Periana y de San Isidro. Creo que por hoy ya está bien.

Pero no quiero terminar este acto sin comprobar que habéis aprendido bien la lección. Os voy a hacer una pregunta, que quiero que me la contestéis todos a coro.

Ésta es la pregunta:¿Cuál es el pueblo más maravilloso del mundo?

Pues entonces ¡VIVA PERIANA! ¡VIVA SAN ISIDRO!

Francisco Santos Arrabal

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