LOS MAESTROS ITINERANTES EN LA AXARQUÍA
(“Maestros de escuela por los cortijos”)
LAS ESCUELAS RURALES
Por Segundo PASCUAL TOLEDO
01/04/2011
Quiénes eran. Cómo, dónde y con qué medios enseñaban.
Eran unos hombres que recorrían a pie nuestros pedregosos y accidentados caminos vecinales, polvorientos en verano y embarrados en invierno, con su carpeta bajo el brazo o su mochila a la espalda, de cortijo en cortijo, de largar en lagar o de caserío en caserío, donde los esperaban unos niños con sed de cultura, pero que por razones económicas o carencia de escuela pública, no podían acceder a la enseñanza oficial en los años de empobrecimiento, abandono y subdesarrollo general que les tocó vivir, y unos padres preocupados por la educación y promoción de sus hijos. Pensaban, acertadamente, que la cultura era el único medio para la verdadera promoción del ser humano y, por consiguiente, para poder evadirse del medio rural, al que consideraban como un lugar sin horizontes de progreso ni perspectivas de futuro. Y como diré más adelante, muchos de ellos alcanzaron sus objetivos de acceder a mejores niveles de vida, ocupados en actividades más confortables y mejor remuneradas que las ofrecidas en el campo
Domingo Torres Ruiz (mayor) Isidro Sanchez Carnero
Estos maestros itinerantes--caminantes—eran más comúnmente llamados en nuestra comarca “maestros de escuela por los cortijos”, aunque también impartían enseñanza en los caseríos donde no existía una escuela estatal, que eran mayoría en los tiempos a los que hago referencia, e incluso en muchos pueblos donde algunos padres preferían esta enseñanza—nocturna-- a la oficial para poder de este modo dedicar a sus hijos durante el día a las labores del campo…Esta era la mentalidad que imperaba en algunos sectores de nuestra sociedad en aquellos años: los niños era habitual ayudaran a sus padres en las faenas agrícolas para cooperar así en la débil economía doméstica… El grado de preparación de estos hombres era diverso, pero suficiente en todos los casos, y a pesar de no ser maestros titulados, poseían un buen nivel cultural que los capacitaba para realizar con garantía y solvencia la función que desempeñaban. Hubo algunos – me informan antiguos discípulos suyos--que habían sido anteriormente militares, razón por la que poseían un buen grado de preparación, y que encontraron en la enseñanza un medio para continuar ganándose la vida. Dominaban y transmitían bien las llamadas enseñanzas instrumentales—lectura, escritura, cálculo escrito y mental (éste último reservado hoy casi con exclusividad a las calculadoras electrónicas…)--y poseían nociones generales de las materias consideradas por aquel entonces como básicas, por lo que puede afirmarse que su nivel de instrucción los hacía idóneos para el inestimable servicio que prestaban a la sociedad. En aquellos tiempos se valoraba mucho—hoy poco o nada-- la caligrafía o arte de escribir con letra bella o bien formada, y muchos de ellos cultivaron este arte con singular notoriedad. Ciertamente, no todos poseían amplios conocimientos, pero los que habían adquirido, los tenían bien cimentados y los enseñaban con seguridad y notable éxito, valiéndose para ello de los métodos didácticos utilizados en la época. Desconocerían, probablemente, que existía una asignatura llamada Pedagogía, pero no les hacía falta, pues sabían transmitir a sus alumnos no sólo conocimientos sino también actitudes positivas de amor a la cultura, buenos hábitos, afán de superación y el valor del esfuerzo, es decir, impartían no solamente instrucción, sino también educación en el verdadero sentido pedagógico de la palabra.
Isidro Toledo Caro Luís Moreno Román
Corrían los años que van desde la década de los veinte a la de los sesenta del siglo XX, pero ya desde muchos decenios atrás existió esta forma de docencia, pues había que suplir de alguna manera el cúmulo de carencias en el terreno de la enseñanza, debido, entre otras causas, al olvido, dejadez y escasa consideración que la cultura del pueblo merecía a los gobernantes de aquellos tiempos, pues muchos pensaban—y en su lógica acertaban—que cuanto más ignorante fuese la población más manipulable sería. Así era en realidad, y aún continúa siéndolo en no pocos lugares del planeta…Lo vemos y oímos cotidianamente a través de los medios de comunicación, que nos muestran las lacras y deficiencias padecidas por no pocas sociedades actuales—algunas no muy lejanas a nosotros-- donde todavía priman la incultura y la manipulación de mentes y conciencias.
Santiago Herbón Madrazo Antonio Villanueva Silva
Los métodos de enseñanza empleados—también en la escuela pública--eran distintos a los actuales, pero no por ello menos eficaces. La enseñanza que, en general, se impartía por aquellas fechas fue posteriormente denostada en muchos de sus aspectos, pero se añora cada vez por sus excelentes resultados. Sin esfuerzo, sin constancia, sin muchas horas frente a los libros, sin “hincar los codos”, como vulgarmente se dice, no se alcanza el verdadero conocimiento ni se ascienden muchos peldaños en la escala del saber. Lo que vale, cuesta… Y algo muy importante que no debemos pasar por alto: el cultivo de la memoria. En los años siguientes, a este cultivo se le llamó, despectivamente, memorismo, sin tener en cuenta su utilidad en todos los órdenes de la vida. A la memoria le sucede como a otras muchas cosas en este mundo: la minusvaloran o desprecian los que no la poseen, probablemente, porque no se esfuerzan en cultivarla…En nuestro tiempo la memoria más utilizada es la del disco duro del ordenador o la del pendrive, ambas de innegable utilidad práctica, pero sin que por ello dejemos que se atrofien nuestras neuronas por falta de ejercicio… No estaría mal recordar—aunque sea divagar —el principio biológico de que “todo órgano que no funciona se atrofia…”.
Libreta que utilizaban los maestro.
Tras la digresión anterior, diré que impartían las clases, generalmente, por las noches, en los domicilios de los alumnos, cuando éstos regresaban a casa tras haber colaborado con sus padres en las faenas agrícolas propias de cada estación o en la guarda del ganado. Maestro y alumnos se sentaban alrededor de una mesa alumbrados por la vacilante y tenue luz de un candil, de una vela o, en el mejor de los casos, de un quinqué. El alumbrado eléctrico aún no había llegado a muchos de nuestros cortijos y caseríos. También solían recibir enseñanza— sufragada asimismo por el dueño o patrón de la finca-- los muchachos que, a la sazón, trabajaban por cuenta del mismo en las faenas agrícolas o bien como cabreros, pastores, porquerizos, vaqueros, yegüeros, etc., pues la ganadería era uno de los dos pilares que sustentaban la economía rural en aquellos tiempos. Y lógicamente éstas eran las ocupaciones más habituales de los adolescentes que vivían en el ambiente de subdesarrollo y penuria que comento. Muchos de ellos se iban a trabajar a los cortijos solamente por la “comida”…Nos puede sonar esto demasiado fuerte, pero así sucedía en no pocas ocasiones…Estos cortijos vivieron unos años de prosperidad económica debido al alto precio que alcanzaron algunos productos básicos para la alimentación humana-- trigo, aceite, legumbres, carne, etc.-- con el conocido “estraperlo” o comercio ilegal de los mismos, pero esta circunstancial bonanza acabó pronto con la vuelta a la endémica precariedad de siempre…. Triste y doloroso, pero ésta era, no pocas veces, la dura realidad social impuesta por la carestía de la vida en los primeros años de posguerra: trabajar sólo por el sustento…Cualquiera que viviera los aciagos años cuarenta recordará las cartillas de racionamiento, la escasez de pan blanco, el pan moreno de maíz y cebada, los prohibitivos precios de la carne, etc.… Los que hoy rondan la senectud, o la están viviendo, recordarán—caso de que aún no hayan recibido la visita del Dr. Alzheimer-- que por aquellas fechas—valga el ejemplo-- se valoraba un pan blanco tanto o más que hoy un pata negra... Y no es hiperbólico lo que digo, es simplemente una consecuencia lógica del contexto socioeconómico en el que se vivía…Añado como curiosa anécdota: alcanzó el trigo precios tan astronómicos y prohibitivos, que en las tierras más feraces circundantes a nuestra comarca, se decía que algunos agricultores cerealistas llevaban el dinero de sus ventas a los bancos transportado en “sacos”, expresión indicativa de la alta rentabilidad de sus explotaciones… Por ello, no es de extrañar que encontrar trabajo sólo a cambio del “sustento” se estimara como una de las mayores venturas…Afortunadamente,-- como digo más arriba-- esta situación extrema y anómala derivada de la contienda civil fue transitoria y de escasa duración.
Pizarra que usaban los alumnos
A veces, los mismos padres presenciaban las clases, pues aquellas viviendas solían disponer de un salón grande que hacía las veces de comedor y sala de estar al mismo tiempo, con un rincón donde el fuego de la chimenea, alimentado por palos y leña procedentes de la misma finca, alumbraba y calentaba la estancia… En otras ocasiones, las clases se daban en el campo, al aire libre, donde los muchachos se encontraban trabajando en las labores agrícolas u ocupados en la guarda del ganado. Allí acudía el maestro al encuentro de ellos… En estos casos—los menos—la sombra de un árbol cobijaba a maestro y alumnos. El suelo, un cajón de madera o una piedra en forma de laja, hacía las funciones de mesa o pupitre…Un cuaderno y un lápiz—el bolígrafo tardaría en llegar--, o la clásica pizarra con su marco de madera y su inseparable pizarrín, más un trapo para borrar, constituían todo el material escolar…En casa se utilizaba preferentemente—igual que en las escuelas públicas de la época—tinta, tintero y pluma… Como es fácil imaginar, estaban aún muy lejos del confort y comodidades de toda índole que disfrutan los escolares actuales. No estaría de más que éstos apreciaran el contraste entre las facilidades y medios de toda índole que se tienen ahora para acceder a la cultura y los sacrificios, casi heroicos, que tuvieron que realizar nuestros antepasados. Las comparaciones dejan de ser odiosas— contradiciendo al refrán-- para convertirse a veces en estímulos positivos… Y lo más admirable es que aquellas personas, pese a tantas privaciones e incomodidades, que hoy nos resultarían insoportables, no dejaban por ello de cantar ni de mostrarse alegres mientras trabajaban en el campo o vigilaban el ganado, como si se sintieran satisfechos y felices con su suerte… Tal vez fuera porque, como escribió el ruso León Tolstói, “el secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere sino en querer siempre lo que se hace”.
La enseñanza se reducía básicamente a la lectura, la escritura y el cálculo. Como libro de lectura, una vez iniciados en la misma mediante la clásica Cartilla, solían utilizar una edición escolar de Don Quijote de la Mancha, libro que también usaban para los dictados. Estos dictados, junto con las famosas “cuentas” y “los problemas”, eran diarios, y constituían los fundamentos de la enseñanza que impartían Para transmitir los conocimientos más generales utilizaban las recordadas enciclopedias de uso en la época: Hijos de Santiago Rodríguez, Álvarez, Dalmáu Carles, etc., que de alguna manera marcaron, más para bien que para mal, a varias generaciones de jóvenes de aquellos años. Estas obras, en sus tres grados--elemental, medio y superior-- contenían nociones básicas de Lengua española, Aritmética, Geometría, Geografía, Historia de España. Ciencias de la Naturaleza, Religión y Moral. etc. Eran utilizados—también en la escuela pública—como libros de texto único que compendiaban los conocimientos que se deseaban transmitir. Eran sintéticas, pero muy prácticas, ilustradas y didácticas…Y también el inolvidable Manuscrito, que, con sus páginas escritas en diferentes tipos de letra, servía para que los alumnos aprendiesen a leer cualquier escrito a mano, que en aquellos tiempos era lo habitual, pues el uso de la mecanografía aún tardaría en llegar a ser de práctica generalizada. Se utilizaba también con la finalidad de que el alumno imitase alguno de los variados tipos de letra que contenía, y así era en la mayoría de los casos. El tener una letra bella, clara y de elegantes rasgos era un indudable mérito para acceder a un trabajo en oficinas, notarías, registros de la propiedad, etc. Por ello se valoraba tanto y era prioritaria su enseñanza. En la actualidad se le presta escasa o nula atención a la misma, pues los escolares, con la continua toma de apuntes en clase, suelen escribir con letra bastante deformada, y en algunos casos, casi ilegible… Con estos libros y enciclopedias recibieron enseñanza, con no poco éxito, muchas generaciones de alumnos, hasta la promulgación, en 1970, de la Ley General de Educación (la conocida como Ley Villar), que introduciría importantes y positivos cambios en el sistema educativo español, aunque no todos fueran tan acertados e innovadores como defendían sus autores,.…
La módica remuneración o paga que estos hombres percibían por su trabajo era variable de unos sitios a otros, y siempre la satisfacía, semanal o mensualmente, el padre de los alumnos. En otras provincias andaluzas a esta contraprestación la llamaban “iguala”. Nunca contaron con algún tipo de ayuda económica ni reconocimiento oficial de su labor— si la tuvieron, lo desconozco-- pues ninguna autoridad supo valorar el inapreciable servicio que prestaban a la sociedad y las muchas carencias que suplieron en la parcela educativa. Gracias a su presencia, no fue tan lacerante la lacra del analfabetismo en nuestro campesinado, pues ellos llegaban a los lugares donde la escuela pública tardaría muchos años en llegar. Cuando la visita al domicilio del alumno coincidía con la hora de la comida—almuerzo o cena—el sentarse a la mesa con la familia era cosa habitual, como también lo era, en no pocos casos, el pernoctar en la misma casa, especialmente si las clases se impartían por la noche cuando los muchachos regresaban al hogar tras la jornada de trabajo en las faenas agrícolas o guarda del ganado. Allí tenían reservada habitación y cama para cuando ocasionalmente la necesitasen. Tanto la comida como la pernoctación formaban parte de la contraprestación convenida entre ambas partes como pago en especie por la labor que realizaban… Como las viandas no eran, obviamente, de la misma calidad en todos los hogares—el arte culinario y las posibilidades económicas eran diferentes de unos sitios a otros—se cuenta, lo cito como mera anécdota, que ellos adelantaban o demoraban la hora de llegada a un domicilio, según convenía, para hacer coincidir el momento de su presencia con la hora de la comida… Buena táctica para comer en las casas donde la mesa estaba mejor servida con platos más apetitosos y agradables a su paladar… La compenetración y sintonía entre padres y maestro era total, cosa que en la actualidad tanto se echa de menos, con las consecuencias y resultados que todos conocemos y no pocos padecen y lamentan…La implicación de los padres en la educación de los hijos era y es esencial para alcanzar los objetivos que se desean. Esta es una verdad tan evidente que todo el mundo comparte, aunque no siempre todos la practiquen. Ellos así lo entendían y hacían.
Cuándo, cómo y para qué se crearon las escuelas rurales.
Esta forma de enseñanza ambulante entró en declive en nuestra provincia—hasta su desaparición casi total—cuando ese hombre excepcional que fue el Siervo de Dios, cardenal Herrera Oria (1885-1968) , obispo de Málaga—hoy camino de los altares, pues está en proceso de beatificación—creó una red de 250 escuelas-capilla (con las correspondientes viviendas para maestros) situadas en puntos cuidadosamente seleccionados de nuestra geografía malagueña. Con la ayuda estatal, se constituyó el 16 de diciembre de 1954 el Patronato Mixto de las Escuelas Rurales, que llevó a efecto, tras una meticulosa planificación, este ambicioso proyecto educativo. Se basaba en la aprobación, por Ley, de un Plan Quinquenal con una dotación anual de diez millones de pesetas, cantidad nada desdeñable en aquellas fechas. Estas encaladas edificaciones, construidas todas con similar diseño, se veían por doquier, dándole al paisaje una pincelada de peculiar pintoresquismo. Fueron como pequeños faros luminosos que irradiaron durante bastantes años—también hoy -- fe y cultura entre las gentes de nuestros campos y aldeas… De esta manera, la escolarización de los niños en la población diseminada quedaría satisfactoriamente resuelta.
Cardenal Herrera Oria
Este fue el desolador panorama al que quiso hacer frente Don Ángel Herrera, cuando el 3 de mayo de 1947, fue nombrado Obispo de la diócesis Málaga. La realidad-- grosso modo—la evidencian los siguientes datos estadísticos, según censo oficial, relativos a la situación de la población en nuestra provincia en el año 1950, con los cuales en la mano, obtuvo la aportación económica estatal necesaria para convertir en realidad su ambicioso proyecto de escolarización:
• Población………………….. 794.045 habitantes.
• Población diseminada………278.356 “
• Analfabetos…………………225.000 "
• Niños sin escuela………… 23.720 “
Para preparar al profesorado adecuadamente, se crearon cuatro escuelas del Magisterio de la Iglesia , en régimen de internado. ubicadas en Málaga, Antequera, Caleta de Vélez (Trayamar) y Nerja..
La anterior estadística arroja datos escalofriantes que denotan el secular abandono de nuestros campos tanto en la parcela educativa como en otras: vivienda, sanidad, suministro de agua y electricidad, comunicaciones, etc. Para alfabetizar y redimir de la incultura a este segmento tan importante de nuestra población rural, trabajaron, primeramente, durante muchos años, en solitario e insuficientes en número , y sin ningún tipo de ayuda ni reconocimiento estatal, “los maestros de escuela por los cortijos”, para mí, verdaderos y silenciosos héroes que redimieron de la ignorancia a muchos analfabetos, y luego “los maestros y maestras rurales” del Patronato Mixto (hoy aglutinado en la Fundación Diocesana de Enseñanza Santa María de la Victoria), que tan excelente labor realizaron y continúan realizando en aquellos lugares donde todavía existen. Su positiva influencia –polifacética-- es innegable y sumamente beneficiosa en el entorno social donde desarrollan su actividad, alcanzando con creces los objetivos que se propuso su fundador.
Escuela de Los Marines
Escuela de Vilo
La creación de estas escuelas- capilla fue una meritoria obra que reportó incalculables beneficios de toda índole a nuestra población campesina, no sólo infantil sino también adulta. Tan excelente idea fue concebida por la mente privilegiada de un hombre santo y excepcional como fue don Ángel Herrera. Su preocupación por los más desfavorecidos era proverbial y puesta de manifiesto en todas las actividades pastorales que desarrolló durante sus largos años al frente de la diócesis malacitana. Por todo ello, no es de extrañar que pronto sea venerado en los altares: Cristo y los pobres fueron sus dos grandes amores...Siempre que hablaba era para alabar y bendecir al primero o para amparar y favorecer a los segundos… Precisamente, la defensa de los más desfavorecidos le ocasionó no pocas críticas e incomprensiones procedentes de los hacendados latifundistas y poderosos de su tiempo…
Aunque sea desviarme un poco de la centralidad del tema, mencionaré sus magistrales homilías dominicales, en misa de una, pronunciadas desde el púlpito de la catedral de Málaga, por medio de las cuales iba exponiendo, con claridad y valentía, su avanzada doctrina social… Radiadas por las emisoras locales, la ciudad se paralizaba a esa hora para oír sus palabras…Por su contenido, por su perfecto castellano, por su claridad de ideas, por su brillante exposición, y también por su arrojo para decir lo que pensaba desde la perspectiva del Evangelio, es considerado como uno de los más insignes oradores sagrados de todos los tiempos. Una figura señera del episcopado de su época… Por sus grandes méritos y virtudes, el papa Pablo VI lo nombró cardenal en 1965. Muchas veces lo oí en mi juventud, y la verdad es que su oratoria me encantaba tanto por el fondo como por la forma…Y como a mí, a muchas a personas, incluso no creyentes…
Capilla de Regalón
Escuela de Regalón
La emigración, los cambios sociales y sus consecuencias en la vida rural.
En no menor medida contribuyó a la desaparición de estos “maestros de escuela por los cortijos”, el éxodo rural o fuerte emigración del campo a la ciudad—muy intensa en la década de los sesenta-- con el consiguiente abandono de cortijos, caseríos, viviendas diseminadas, devaluación de las tierras, etc. No pocos de estos cortijos y viviendas ofrecían a los pocos años un aspecto ruinoso, y así continúan en la actualidad. .. Este mismo despoblamiento motivado por el explicable atractivo de una vida mejor, hizo que también algunas de las anteriores escuelas- capilla fueran clausuradas años después por falta de matrícula escolar que justificara su normal función docente, y sus edificios acabaron siendo enajenados para su utilización como viviendas, y en algunos casos, subsisten sólo como capillas para la atención religiosa del reducido número vecinos que permanecen en el lugar…Tal es el caso—valga el ejemplo-- de Periana, donde de seis escuelas rurales construidas, sólo queda una ( Los Marines) con alumnado suficiente para su regular funcionamiento, y otra es utilizada exclusivamente como capilla (Regalón). Las cuatro restantes se destinaron a viviendas o a otros usos. El abandono masivo de nuestros campos no fue previsto—cosa nada fácil de prever ni siquiera por avezados sociólogos--- por los planificadores de estas escuelas. Evidentemente, influyó también sobremanera, la comarcalización de la enseñanza, el transporte escolar, la creación de las escuelas-hogar y la política estatal de becas, que introducirían cambios muy significativos en la escolarización del alumnado que residía en los núcleos de población dispersa. Cuando se compara la animación, actividad y número de habitantes que poblaban nuestros campos en los tiempos anteriores a la emigración con el estado de soledad, olvido y abandono tras la misma, es inevitable acudan a la mente los versos del poeta Rodrigo Caro contenidos en su conocida oda A las ruinas de Itálica: ”…campos de soledad, mustio collado, -- fueron un tiempo Itálica famosa”.
ALGUNOS NOMBRES:
Voy a relacionar algunos nombres de estos enseñantes—la mayoría ya fallecidos-- con los que la sociedad tiene, como digo anteriormente, una deuda de gratitud, pues nunca se les hizo justicia, ni siquiera con el reconocimiento de su beneficiosa y meritoria labor. Con varios de ellos me relacioné y traté personalmente, y me relataron, en más de una ocasión, las vivencias y avatares de su trabajo. De otros, sólo tengo referencias por exalumnos suyos o a través de terceras personas. Pero todos desarrollaron su actividad docente en nuestra comarca de la Axarquía, con dedicación, eficiencia y no pocos sacrificios. Su continuo andar por accidentados caminos, veredas y atajos, hicieron realidad los versos de Antonio Machado: “…caminante, no hay camino, -- se hace camino al andar”. Y es que con su diario caminar abrieron a muchas generaciones de jóvenes, nuevos caminos y horizontes, distintas perspectivas de futuro, metas antes inasequibles para ellos, pues obtuvieron la preparación cultural necesaria para trabajar después en la industria, el comercio, la administración, la guardia civil, la policía, etc., es decir, abandonaron el siempre penoso y poco remunerado trabajo agrícola para promocionar y conseguir nuevas cotas de bienestar y consideración social. Esta fue la callada, silenciosa e injustamente olvidada labor de los popularmente conocidos como “maestros de escuela por los cortijos”. Para reivindicar su figura y rescatar del injusto olvido su impagable quehacer, he hilvanado estas líneas, desempolvando recuerdos y conversando con algunos supervivientes, tanto de maestros como de alumnos de aquellos ya lejanos tiempos, y también con el examen de varios documentos— carpetas, cuadernos de trabajo, apuntes, libros .etc. – custodiados y amablemente cedidos por descendientes suyos. Estos apuntes de trabajo son demostrativos del nivel de la enseñanza que impartían, el cual, teniendo en cuenta los medios con que contaban, puede calificarse de sobresaliente.
Entre los nombres que recuerdo o he podido recopilar, cito los siguientes, aunque la nómina no es exhaustiva ni mucho menos, pues existieron bastantes más en nuestra extensa comarca de la Axarquía y también en otros lugares de la provincia, e incluso de otras provincias andaluzas, pues cuanto relato puede extrapolarse a otros muchos lugares de similares características geográficas y sociológicas a la nuestra. Pero han transcurrido demasiados años y recordar los nombres de todos es tarea casi imposible, y más teniendo en cuenta que muchas familias emigraron o se han extinguido de forma natural con el paso del tiempo. Inserto las fotografías que me ha sido posible reunir, conservadas y cedidas por familiares de los mismos:
Isidro Sánchez Carnero
Rafael Reina Navarro
Domingo Torres Ruiz (Domingo el Churrianero)
Diego Mateos Moreno (Diego de La Viña)
Antonio Navarrete Martín
José Reina Ruiz
Santiago Herbón Madrazo ( Santiago)
Fausto Ruiz Galán
Isidro Toledo Caro (Isidro de la Gracia)
Eduardo Castillo Ortega
Antonio Rodríguez Torquemada
Manuel Gómez Fernández
Miguel Posadas Sánchez
Luís Moreno Román
Francisco Castillo Bonilla (Paco el de la Concha)
Antonio Ortega Villena (Maestro de la Manzana
o maestrico de Las Cuevas)
José Fernández Navarro (Pelusa)
Salvador Cómitre Godoy (Salvador el de la Llanta)
Francisco Molina Rodríguez.
Antonio Villanueva Silva (El Melillero)
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