Foto de Ramón Violant pasando al niño por la mimbre. Cuya tradición es con un Pedro y un Juan y aquí en Periana con un Juan y una María. Foto 1949.
Hasta hace treinta años era práctica frecuente, lo que ahora de forma temerosa, a veces, se realiza en la mágica y mística noche de San Juan (24 de Junio), a partir de la hora de las brujas -las doce de la noche-. Entre las tradicionales fogatas, no menos populares canciones y folklóricos bailes, algunos se deslizan en la penumbra a la búsqueda de un arroyo donde puedan encontrar una mimbrera. Allí con el sortilegio mágico de la noche en el equinoccio de verano y la santa advocación de San Juan se hace viva una escena donde participan cuatro personas: tres mujeres, que deben reunir el requisito de ser vírgenes y llamarse María, y un hombre, que tenga buena mano y se llame Juan.
Los niños nacidos quebraos (herniados y similares) durante el año son llevados por sus madres hasta la mimbrera, que es rajada, untada en miel blanca y atada igual que si fuese un injerto, con una cinta que a propósito trae la madre del niño. Cuando la mimbrera está lista, Juan toma al niño en brazos y lo pasa repetidas veces por encima de la planta; después, colocadas las tres Marías junto a la mimbrera y a Juan, éste le pasará el niño a la primera María con la siguiente plegaria: Esta noche es noche de San Juan, donde por una mimbrera a mi niño lo van a pasar. Tres Marías lo cogerán; una lo suelta, otra lo coge y otra lo agarrará. Quebrao te lo entrego y sano me lo darás en la noche de San Juan. Esta cantinela se repite al pasar al niño de María a Juan, luego de Juan a la siguiente María y así hasta pasar por las tres. A la semana o quince días los padres van a la mimbrera que esperan encontrar verde, señal inequívoca de que el injerto no marchitó y de que su hijo en breve plazo sanará: por el contrario si la encontraran seca significaría la no mejora del niño.
Hasta hace treinta años era práctica frecuente, lo que ahora de forma temerosa, a veces, se realiza en la mágica y mística noche de San Juan (24 de Junio), a partir de la hora de las brujas -las doce de la noche-. Entre las tradicionales fogatas, no menos populares canciones y folklóricos bailes, algunos se deslizan en la penumbra a la búsqueda de un arroyo donde puedan encontrar una mimbrera. Allí con el sortilegio mágico de la noche en el equinoccio de verano y la santa advocación de San Juan se hace viva una escena donde participan cuatro personas: tres mujeres, que deben reunir el requisito de ser vírgenes y llamarse María, y un hombre, que tenga buena mano y se llame Juan.
Los niños nacidos quebraos (herniados y similares) durante el año son llevados por sus madres hasta la mimbrera, que es rajada, untada en miel blanca y atada igual que si fuese un injerto, con una cinta que a propósito trae la madre del niño. Cuando la mimbrera está lista, Juan toma al niño en brazos y lo pasa repetidas veces por encima de la planta; después, colocadas las tres Marías junto a la mimbrera y a Juan, éste le pasará el niño a la primera María con la siguiente plegaria: Esta noche es noche de San Juan, donde por una mimbrera a mi niño lo van a pasar. Tres Marías lo cogerán; una lo suelta, otra lo coge y otra lo agarrará. Quebrao te lo entrego y sano me lo darás en la noche de San Juan. Esta cantinela se repite al pasar al niño de María a Juan, luego de Juan a la siguiente María y así hasta pasar por las tres. A la semana o quince días los padres van a la mimbrera que esperan encontrar verde, señal inequívoca de que el injerto no marchitó y de que su hijo en breve plazo sanará: por el contrario si la encontraran seca significaría la no mejora del niño.
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