lunes, 9 de diciembre de 2024

LEYENDAS DEL BALNEÁRIO DE BAÑOS DE VILO



Según una antigua leyenda, se cuenta que un pastor, con sus ovejas y cabras, que solía llevarlas a que se alimentaran por aquellos terrenos pedregosos pero ricos en pastos, como eran las tierras del Cortijo de Zapata, el Puerto del Sol y de Guaro, observó en cierta ocasión cómo una cabra se bañaba en un cenagal.

Esta cabra estaba cubierta de úlceras y muy raquítica, pero al poco tiempo de estos baños fue adquiriendo fortaleza, vigor; se puso gorda y le desaparecieron todas las heridas y úlceras que mostraba su cuerpo. El pastor advirtió con sorpresa que su mejoría era palpable pues corría, saltaba y brincaba por los tajos y majanos por dificultosos que fueran.

Pero el pastor también observó que esta mejoría no era privativa de una cabra sino de todas aquellas de su rebaño que padecían ciertas dolencias y raquitismo. Reparó que aquellos animales de su manada que se bañaban o remojaban en la turbiedad de aquellas aguas, mejoraban ostensiblemente en poco tiempo.

Para cerciorarse mejor de estas circunstancias bañó este pastor otros animales distintos de sus rebaños, todos ellos enfermos de úlceras y sarna. Quedó maravillado y sorprendido al comprobar que todos sanaban en poco tiempo y la medicina a aplicar era en todos los casos la misma: baños en el cenagal de aquel nacimiento de agua.

Hasta que este pastor no se dio cuenta de las propiedades curativas de esta fuente, de este nacimiento de agua, nadie lo había tenido en cuenta pues aquel cenagal olía mal y nadie se había acercado a él debido al olor hediondo y pestilente que despedía al acercarse a la fuente.

La noticia de las propiedades curativas de este nacimiento corrieron de boca en boca y acudieron a él no solo los propietarios de animales enfermos y doloridos, sino también personas que padecían ciertos dolores incurables y dolencias extrañas. No sólo se lavaban con este agua y se bañaban en ella sino que también la bebían pues consideraban que tenía propiedades digestivas aperitivas y catárticas.

En septiembre del año 1764, precisamente el día 25, las fuertes aguas torrenciales y tormentas que descargaron en esta zona, hicieron desaparecer aquel cenagal curativo y consideraron como perdido este nacimiento tan beneficioso para toda la comarca.

Ante tal desgracia y habiéndose informado detenidamente de este suceso a los regidores de Vélez, a cuyo término pertenecía esta zona, pronto respondieron los responsables del gobierno de Vélez pues enviaron personas prácticas y peritos en estos menesteres para que buscasen el venero de esta fuente curativa.

Después de arduos trabajos y de esfuerzos agotadores, localizaron el venero preparando todo lo necesario para tomar los baños y bebidas de este agua milagrosa y curativa. Pero el agua había perdido sus propiedades pues al brotar de la tierra limpia y transparente ni sanaba ni curaba como en otro tiempo. Llegaron a la conclusión los peritos que ello era debido a que al no mezclarse con el limo y el cieno reducía o casi anulaba sus propiedades curativas. 

Conocedores de estas circunstancias, los regidores de Vélez determinaron cercar aquel amplio terreno de donde manaba el agua y, al mismo tiempo, mandaron construir dos estanques o baños públicos; uno para los hombres y otro para las mujeres. En estos baños podrían tomar las aguas tan beneficiosas y tan curativas los enfermos que vinieran a remediar sus males.

Como los regidores de Vélez desconocían las características y las propiedades de estas beneficiosas aguas determinaron examinar dichas aguas para lo que mandaron analizarlas en el año 1765 al famoso médico de Vélez D. Ignacio Mazía y al farmacéutico D. José Fernando García y Sevilla. Preparados y pertrechados de todos los instrumentos y materiales necesarios para tal cometido, se encaminaron a Vilo para realizar un examen exhaustivo de la composición de tal agua.

Unos meses después, el 25 de febrero de 1766, presentó el farmacéutico para su examen y estudio, un trabajo titulado "Disertación Histórico-Físico-Químico y Médica de las aguas de la Fuente Santa, o Baños hediondos de las Rozas de la Ciudad de Vélez-Málaga, con noticias de las pruebas que para su indagación se han hecho, sus usos, daños y provechos".

Según este informe, las características de estas aguas, comprobadas experimentalmente, son las siguientes: 

para uso externo: curan todas las afecciones cutáneas, como son la sarna, herpes, tiña, empeines, comezones. Abren los poros y hacen felices excreciones.

También se aplican para los dolores reumáticos nacidos de la frialdad, para las articulaciones; resuelven las hinchazones de piernas, tumores duros; son prodigiosas para los paralíticos y escorbúticos haciendo enjuagatorios; son muy poderosas para las detenciones menstruales; también es beneficiosa para aquellas personas que padecen dolores de cabeza producida de exceso de estudios u otras cavilaciones; socorren prodigiosamente a los plagados de dolores extraños.

También sirven para curar todo género de llagas y generalmente en todo el cuerpo y partes determinadas, aunque sean envejecidas y con actual corrosión de huesos; para los que padecen llagas en la garganta haciendo gárgaras con ellas; actúan estas aguas muy eficazmente para curar fracturas, dislocaciones o relajaciones de los huesos.

Igualmente se aplican con resultados extraordinarios en los ojos inflamados, encarnizados o llenos de impurezas de tal manera que aunque estén ciegos recobran la salud y la vista con la continuidad de estos baños.

La primera reseña escrita que aparece referida exclusivamente a los Baños de Vilo es de 1760 y se deduce que ya por estas fechas se conocían las bondades y propiedades de estas aguas.

Los regidores de Vélez efectivamente cumplieron con su cometido de construir los baños para uso público. En 1828 se inauguró junto al nacimiento, un gran edificio con habitaciones adosadas y una casa de baños. Un tiempo después surgieron problemas respecto a la titularidad del nacimiento y edificio entre los ayuntamientos de Vélez, Periana y un particular. Estos pleitos continuaron durante bastantes años de tal manera que quedaron casi abandonadas las dependencias que restaban.

Emilio de San Martín, propietario del balneario y las dependencias anejas a finales del siglo XIX, realizó importantes mejoras y nuevamente se volvieron a abrir muy reconstruidas y adecentadas en 1893. Pero desgraciadamente los estragos causados por las intensas lluvias y tormentas ocurridas el día de San Miguel en 1907 dejaron casi en ruinas los edificios que quedaban.

Aquellos baños, en otros tiempos llenos de personas que buscaban la cura a sus males y con construcciones relucientes, con estancias amplias y dignas, quedaron a mediados del siglo pasado en completa ruina, en un total abandono y olvido.

El agua, quiero recordar, en los años de 1970 procedía de una alcubilla y se filtraba hasta manar en un pequeño pozo en donde se podían llenar vasijas y botellas para usos curativos e incluso para beber, como hacíamos en más de una ocasión aunque fuera por apuestas infantiles. El olor a huevos podridos era insoportable.

Desde hace unos años se está trabajando por parte del Ayuntamiento de Periana en la recuperación del antiguo balneario. Se llevan invertidos ya más de 400.000 € y en la actualidad se ejecutan obras de mejoras en lo realizado por importe de 94.000€.

Con las obras realizadas y las pendientes de realizar se conseguirán unas instalaciones compuestas por cinco apartamentos turísticos, uno de ellos doble y otro para minusválidos construcción de aparcamientos, rehabilitación y restauración de las albercas situadas junto al cauce del río, instalación de duchas y vestuarios, habilitación de piscinas y baños a presión para favorecer su uso con fines turísticos. Igualmente se prevé en el último proyecto a ejecutar la realización de un paseo protegido junto al cauce del río.

Tan sólo resta desear a los promotores de todos estos proyectos que el antiguo y ahora remozado balneario vuelva a abrir sus puertas cuanto antes a fin de que este sea un atractivo más en la población rural del término de Periana.

RAFAEL MORALES VILLANUEVA

Revista La Almazara nº5 -  Febrero del año 2005.


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