jueves, 2 de agosto de 2012

Pregón nº 14 de San Isidro Labrador por Juan Manuel Núñez Arrebola año 2001.

 PREGÓN Nº 14 DE SAN ISIDRO LABRADOR
REALIZADO POR JUAN MANUEL NÚÑEZ ARREBOLA
PERIANA A 11 DE MAYO DE 2001


Querido pueblo de Periana ... muy buenas noches.

Es para mí un gran honor el que hoy me brindáis a través de vuestros mayordomos de ser en esta noche el pregonero de las fiestas más importantes que tienen lugar en este pueblo. También he de reconoceros el respeto que me impone esta plaza, la querida plaza de la fuente de Periana, uno de los lugares más queridos para mí y más asociados a los felices recuerdos de mi infancia. Muchas gracias a todos. 

Antes de nada creo que debo presentarme, pues no he nacido en este pueblo (desgraciadamente, debo decir) e imagino que muchos se preguntarán quién soy. A mí "me nacieron" en Madrid pero soy hijo, nieto y bisnieto de perianenses. Mi madre se crió no muy lejos de donde estamos ahora, en el horno de los Serenos y mi padre es del Cortijo Blanco, hijo de Curro. Mis raíces son, están y pertenecen a este pueblo; los recuerdos, muchas de las ilusiones, casi toda la familia, así como buenos amigos son de Periana. Soy, en fin, hijo de emigrantes, producto del éxodo rural de los años sesenta, pero también, creo que soy como otros muchos hijos adoptados de este pueblo que intentamos ser un símbolo de la memoria que nunca se olvida.

Dudo mucho que pueda deciros algo de San Isidro que vosotros no sepáis ya, pues creo que el patrón de los labradores tiene su corazón dividido, al igual que yo, entre la ciudad de Madrid que lo vio nacer hace novecientos años, y el pueblo de Periana que es donde creo que ha emigrado definitivamente desde hace ya algunos años. Son muchos los lugares de España que tienen a San Isidro como patrón, probablemente cientos, pero ninguno como Periana, donde el Santo es más que eso, se transforma en pasión, en grito, en motivo de encuentro, en plegaria que siempre se cumple si es sincera, en agradecimiento continuo de tal forma que Patrón y pueblo se unen siendo lo mismo, especialmente en estos días.

Las vidas de todos los perianenses que hay y que han sido desde 1761, año en que se erigió la parroquia de nuestro pueblo, las vidas de todos han pasado a través de esos ojos grandes, extasiados, de la figura del Santo Labrador que hay en la iglesia. Desde allí San Isidro ha visto nacer a todas las "Perianas" que iban a bautizarse, ha acompañado a sus habitantes en la alegría de sus matrimonios bendiciéndolos tímida y desapercibidamente desde el lateral del altar. También Isidro ha despedido y despide a sus hijos desde esta fuente cuando pasan a su derecha, lentamente, camino a un descanso definitivo. San Isidro está vivo en este pueblo; el nombre de muchos perianenses, el de su Instituto o el de la Cooperativa son prueba de ello.

Todos hemos crecido familiarizados con su nombre y con su figura, siempre presente en esta plaza de la fuente, que en tantas ocasiones ha oído las conversaciones que tenían aquí los hombres mientras descansaban tranquilamente hasta hace años, o nos contemplaba (¿cuántas veces, verdad?) cuando veníamos hasta hace poco tiempo a llenar unos botijos de agua. Lo conocemos muy bien, eso es cierto, conocemos al Isidro Santo, a San Isidro Bendito, ( qué bonita expresión), pero quizás no conozcamos tanto al Isidro hombre que fue una vez, en carne y hueso y que vivió y sudó las tierras al igual que tantos de los que hoy están aquí. En una noche como ésta creo que es de obligado cumplimiento que recordemos, aunque sea brevemente, algunas pinceladas de la biografía de San Isidro:

Dice la historia que debió nacer hacia el año 1080 en Madrid, aquella fue una época realmente dura. La actual capital de España era entonces una pequeña aldea con menos de dos mil habitantes, irreconocible hoy en día. Tanto era así que no se llamaba Madrid, sino "Mayrit", palabra árabe que parece significar "aguas subterráneas". Sabemos que pierde a sus padres siendo muy niño, por lo que quedó abandonado desde su infancia, viviendo sólo de su trabajo. Pronto se ve obligado a probar oficios tan diferentes como el de marinero. Pero él es un hombre de tierra y en seguida empieza a trabajar como labriego de diferentes señores. Isidro es cristiano en zona árabe y sufría en su juventud consecuencias de la guerra de la Reconquista. Las fronteras de los reinos se mueven continuamente, y con ellas también muchas personas que se ven amenazadas. San Isidro es uno de ellos, asiste al saqueo de su pueblo, a la destrucción de sus casas, y finalmente se ve obligado a huir y a refugiarse en el norte de la región, en un pueblo resguardado de las montañas llamado Torrelaguna. Con el tiempo regresará fortalecido por el exilio y casado con una mujer de ese pueblo, Santa María de la Cabeza. San Isidro será patrón y símbolo de la gente sencilla y humilde, de los que casi siempre sufren las consecuencias de las catástrofes: la pobreza, el desamparo, el abandono...

San Isidro era pocero en su juventud, tenía el don particular para encontrar agua, lo que hoy llamaríamos un "zahorí". Él señaló y encontró muchos de los pozos, acuíferos y fuentes que, aún hoy, existen en el centro de Madrid. Quizás la más famosa sea la que hay en la ermita que lleva su nombre, y a cuya agua se le atribuyen propiedades milagrosas desde que él mismo hallara. San Isidro es también el santo del agua, el patrón de los que la esperan y desean, el que sabe reconocer dónde está el origen de la vida, del fruto. Es, por tanto, el hombre ideal al que puede dirigirse un labrador pidiendo lluvias en épocas de sequía.

Pero lo que, por encima de todo se celebra en este pueblo es que Isidro fue como la mayoría de los perianenses: labrador. Os aseguro una cosa: si San Isidro hubiera visto en vida estas tierras, seguro que se hubiera instalado aquí para siempre. Las tierras de Madrid eran muy duras para trabajar, tierras arenosas y despobladas de árboles, como son las tierras castellanas. él dirigía el arado por los campos de Getafe, Móstoles, también las cercanías del río Jarama, pero sobre todo las tierras del pueblo de Carabanchel, la ribera del Manzanares. San Isidro es, por tanto, patrón de los arados, el santo de las yuntas, el de los braceros y las espigas, el de todos aquellos que sudan las tierras y viven de ellas, el patrón de los frutos abundantes, el protector de los agricultores.

San Isidro no tuvo nunca tierras suyas, siempre trabajó para otros. Sus amos fueron numerosos, Vera y sobre todo, Juan de Vargas fueron algunos de ellos. Todavía hoy se puede visitar la casa de los Vargas en Madrid, lugar donde vivió el santo gran parte de su vida. Dice la historia que siempre cenaba acompañado de los más pobres, a los que invitaba a comer junto con él en su casa. San Isidro es ejemplo de la hospitalidad y generosidad de la gente del campo, de los hombres "buenos, en el buen sentido de la palabra", como diría el poeta andaluz Antonio Machado.

Sabemos que el Santo Isidro trabajó infatigablemente hasta el final de sus días, que fueron muchos, pues vivió nada menos que noventa años, y murió en 1172 en el mismo pueblo que lo vio nacer. Fue enterrado pobre y austeramente en el cementerio de San Andrés, sin ataúd y tan sólo recubierto por una sábana. Cuarenta años más tarde su cuerpo fue trasladado a la parroquia y descubrieron que estaba incorrupto. Allí estuvo depositado cuatrocientos años hasta que en 1563 se abrió de nuevo el sepulcro, San Isidro estaba de nuevo intacto. Aún hoy el cuerpo se expone en la iglesia que lleva su nombre. Yo he tenido la oportunidad de ver a nuestro patrón y os invito a que, si alguna vez vais a Madrid, no dejéis de hacerle una visita. 

La vida de San Isidro no fue, desde luego, una vida fácil como os podéis imaginar. Fue un hombre hecho a sí mismo, golpeado por diversas tragedias, creció entre dificultades, pues fue admirado en vida por la fe que tenía de sí mismo, por su capacidad para crecerse ante las vicisitudes y nunca desfallecer.

Casi mil años después somos muchos los que aún lo recordamos y admiramos, los que esperamos ansiosamente que llegue ese mágico quince de Mayo. Periana es un lugar especial en estas fechas. Son días de espera impaciente, de preparativos, de fiesta alegre entre la cosecha de aceitunas ya recogidas y la de los melocotones que esperan el cercano verano. Horas de procesión y balcones que se engalanan, de música que se esparce por las calles asomadas mientras contemplan cómo el santo, un año más, se acerca, muy poco a poco, entre nubes de trigo abundante. Tarde de gritos y vivas, de aplausos que se mezclan con lágrimas de emoción. San Isidro sale de la iglesia, como en un barco que lo empujara desde otro mundo y lo volcase durante unas horas al contacto de su pueblo. Es la noche de la cera derramada por las esquinas de calles y plazas, noche de pies de mujeres descalzas que en su interior piden por los hijos que van a nacer, por el sobrino enfermo o agradecen la curación del año anterior, es el momento de las promesas cumplidas, de sellarlas con San Isidro. los mozos cargan con el peso de las exageradas andas, mareados de tanto mecerlo y alzarlo, de esperar los miles de kilos de trigo. El pueblo, finalmente, recoge a su santo, y junto a él se encuentra en la iglesia. La figura del viejo patrón está cubierta de polvo de trigo, pero su expresión deja entrever una sonrisa de agradecimiento porque Periana se le ha mostrado una vez más el quince de Mayo. San Isidro vuelve a su altar, a la tranquilidad de su templo. Parece como si esta procesión casi eterna a él no le hubiera bastado y aún le quedaran fuerzas para resistir hasta la mañana. San Isidro está más satisfecho esa noche, tranquilo y agradecido por un pueblo que nunca le falla. Y allí, desde la iglesia parece soñar en este deseo continuo de volver a salir al pueblo entre ruidos y campanas y saludarnos a todos, y sentirse saludado, deseo de oler la primavera de Periana, y divisar la Tejeda desde la Lomilleja o las costas de Vélez al pasar, ya oscurecido, desde el barrio de la Quinta.

Y es que aquél que no ha visto un San Isidro en Periana no conoce Periana realmente, esto es cierto y todos lo sabemos. Pero probablemente lo peor sea conocer estas fiestas y no poder acudir a ellas, y gritar "¡viva San Isidro!", o echarle un saco de trigo sabiendo que familia y amigos estarán aquí todos juntos.Los "San Isidros" desde la distancia son algo especiales. Os lo dice uno que los ha vivido más en Madrid que en Periana. Afortunadamente allí la melancolía es algo más dulce, ya que también se puede disfrutar de estas fiestas, también hay procesión y romería y feria mucho mayores (como podéis imaginar), pero sólo en extensión, no en sentimientos. Yo, desde luego, no puedo compararlos: mil veces antes me quedo en Periana.

Pero, por desgracia, la distancia, el tiempo y el trabajo pesan por encima de los deseos, y muchos San Isidros los he vivido, no con el cuerpo, pero sí con el pensamiento aquí.

Quisiera pediros que cuando se acerquen estos días tengáis en vuestro recuerdo aquéllos que, debido a la distancia, no podemos habitualmente estar con vosotros, a vuestros familiares, amigos y conocidos que viven en Barcelona, Valencia, Bilbao o Madrid, también a aquellos perianenses que aún quedan en el extranjero, a todos los emigrantes del pueblo. Los "San Isidros" alejados de Periana suelen tener algo de amargura y nostalgia. Recuerdo muchos "quince de mayo" vividos en Madrid y levantarnos en mi casa con el pensamiento puesto en Periana, ya durante el desayuno; mis padres nos recordaban lo que era necesario: "hoy es San Isidro", y curiosamente hasta nos olvidábamos por instantes de que también era el patrón de la ciudad donde vivíamos. "Ahora estarán sacándolo de la iglesia", decía mi padre, y llamaba a mi tía Dolores o a mis primos para confirmarlo. "A estas horas estarán todos en la fuente", comentaba, a media tarde, mi madre. Alguna vez dábamos un familiar "viva" a San Isidro desde nuestra casa de Madrid, y luego, como para corresponder al santo, íbamos a su ermita, o a la Pradera de San Isidro, a las verbenas madrileñas, donde también se vive la fiesta, pero de distinta forma (sólo hay que imaginarse a una ciudad modernizada y tecnificada como Madrid celebrando patrón agricultor). Al día siguiente llegaba la acostumbrada información dada por la familia: que si la procesión se recogió anoche muy tarde, que se batieron todos los récord de trigo esta vez, que hizo buen tiempo y estaban ya preparando la romería para el fin de semana. Entonces todos echábamos cuentas para ver cuándo el quince de Mayo caería en viernes y decíamos: vamos a ver si dentro de dos  años podemos estar...

No, como podéis imaginar, no es igual esta fiesta desde la distancia.

Quisiera también recordaros que vamos a empezar unas fiestas muy simbólicas ya que es el primer San Isidro del siglo y del milenio. Con él nos adentramos en una nueva época, más técnica, más desarrollada, más "globalizada", como ahora nos dicen los políticos. El futuro que se nos abre es muy prometedor y seguramente nos obligará a cambiar en muchos aspectos. No podemos sospechar cómo será nuestro pueblo, sus campos, sus accesos o su "San Isidro" dentro de cien años: si nos atreviésemos a predecirlo probablemente nos equivocaríamos. Pero también debemos tener muy en cuenta que, en gran medida, el futuro será como nosotros ahora queramos que sea. Quizás nos inunden los famosos "vibros", quizás la maquinaria agrícola haga la faena más llevadera, quizás mejoremos la cantidad de cosechas (la calidad es difícil, pues es inmejorable) ... pero debemos tener siempre un gran respeto y cuidar nuestras tradiciones: la gastronomía de ecos moriscos que hemos heredado, los vocablos de la tierra, los objetos que usaron nuestros abuelos en el campo (seguramente también San Isidro) y que ahora comienzan a estar en peligro de extinción: los trillos y los trojes, las cuartillas y cuarterones, el biérgos, los frontiles, angarillas, los ubios y rulos... no debemos arinconarlos en las casas, sino mostrarlos y mantenerlos, nunca olvidarlos como si fueran trastos inútiles y estorbos. Arrinconarlos sería matar un poco de nuestro pasado y de nosotros mismos.

Son éstos tiempos de turismo rural, de extranjeros alemanes, ingleses y daneses que han encontrado en nuestra tierra un lugar ideal para descansar, incluso para vivir. El mostrarles nuestro pasado, nuestra tradición, nuestra historia es labor de todo el pueblo, un reto para el futuro y una posibilidad para hacer de la Axarquía y de Periana un lugar aún más turístico, pero enraizado a la vez.

Con este San Isidro de 2001 entramos todos definitivamente en una nueva etapa prometedora y esperanzada en la que juntos podemos vernos afrontando retos para la mejora de nuestro pueblo.

Antes de que comencemos a vivir la alegría y la fiesta de nuestro patrón, quisiera pedirle a San Isidro que se acordara este año de Periana; a él, que tan buen gancho tuvo siempre con el agua, que no se olvide de traerla, pero también que se acuerde de dejar algunos días de claro para poder coger las aceitunas. Y que la cosecha sea buena, y abundante, para que los ingresos de todos sean mayores, que siempre viene bien y nos hace falta. También espero que alumbre a los que gestionan el "oro de Periana", y que consigan el mejor precio de los posibles del mercado; ojalá viera alguna vez nuestro aceite venderse en los grandes comercios de Madrid a un precio acorde con su calidad, entonces sería "oro", pero oro de verdad. También que San Isidro atraiga turismo, un turismo que se va a ser agradecido cuando conozca la hospitalidad y el buen corazón de la gente de Periana.

Desearía que el Santo bracero siguiera echando una mano al Ayuntamiento y otros organismos del pueblo, que están trabajando bien según he oído, pero, si fuera posible, que también echara la otra mano, pues hay mucho pendiente todavía por hacer.

En fin, que San Isidro nos siga trayendo paz, como casi siempre ha hecho, pues Periana es un pueblo pacífico, tranquilo; y ésa es la base para que una comunidad pueda prosperar o ser valorada. Y también que modernidad y tradición vengan juntos de la mano para abrirnos las puertas de un futuro que ya nos ha llegado.

Querido pueblo de Periana... es ahora el momento de la diversión, del encuentro de todos, días de amigos y comidas familiares, semana de música, de cante y coplas, bandas de trompetas, niños con tambores anunciando lo que ya todos sabemos. Que comience la feria, que el vino llene las copas y la calle y los bares se llenen de gentes, que suenen los acordes de los verdiales y las campanas de la iglesia llamen a San Isidro a salir de paseo con su pueblo. Que el trigo se derrame desde los balcones una vez más y que llegue la romería en un fin de semana cálido y primaveral.

¡Muchas gracias a todos y disfrutad de unas felices fiestas!

¡Viva San Isidro!
¡Viva Periana!
¡Vivan los perianenses!

Juan Manuel Núñez Arrebola

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