viernes, 31 de enero de 2025

La Diputación de Málaga da luz verde al primer parking público de Periana, con 854.000 euros de inversión.

 



31/01/2025 - www.malagahoy.es 
El Ayuntamiento presentará el proyecto final en los próximos meses.

La Diputación de Málaga da luz verde a la financiación, de 854.000 euros, para hacer realidad el primer parking público de Periana, localidad axárquica de unos 3.000 habitantes. Se trata de un proyecto de infraestructura "clave en el desarrollo del municipio" y se daría bajo el patio del colegio público San Isidro.

El pasado 17 de octubre, Diputación lanzó una línea para obtener subvenciones. La solicitud permitía a los ayuntamientos obtener financiación para realizar ejecuciones en pabellones abiertos, pistas deportivas existentes o para crear plazas de estacionamiento de vehículos, entre otras opciones. En el caso de Periana, presentaron solicitud a un proyecto "soñado", que lleva estudiándose "durante años" y que solventaría "una gran parte" de los problemas existentes con las plazas de aparcamiento: la creación del primer parking.

Así, el Ayuntamiento tiene luz verde a la financiación, de 854.000 euros, para la construcción del parking, el cual se espera que dé cobertura a unas 50 o 100 plazas, dependiendo de los cálculos del proyecto, condicionado a una o dos plantas respectivamente.

Este primer parking se ubicaría en el patio del CEIP San Isidro, justamente en el relleno que hay debajo de una de las pistas existentes, no quitando en ningún momento superficie de la misma, por lo que los docentes podrán seguir realizando actividades escolares como hasta ahora, una vez construido el edificio.

Antes de esto, deberá presentar el proyecto final ―tienen dos meses para realizarlo―, después, el organismo público lo aprobará ―siempre y cuando no se presente un presupuesto desorbitado o surja algún contratiempo― y posteriormente, el Consistorio procederá al anuncio de licitación y ejecución de obras.

En el caso de que la ejecución superase la cifra mencionada, sería el propio Ayuntamiento el que afrontara los gastos. Para evitar este hipotético caso, "se está estudiando minuciosamente el plan", ha explicado la alcaldesa del municipio, Meritxell Vizuete.

"Este proyecto responde a una de las necesidades prioritarias de Periana y contribuirá significativamente a la mejora de las infraestructura local, facilitando el estacionamiento en beneficio de vecinos y visitantes. La inversión prevista permitirá una solución eficiente y moderna que favorecerá la movilidad y el desarrollo urbano de Periana", ha valorado la regidora.

"Para mí es una gran satisfacción poder desarrollar este proyecto ya que es un paso adelante en la mejora de nuestras infraestructuras, algo que repercutirá en la calidad de vida de nuestros vecinos y en la dinamización de Periana", ha añadido Vizuete.

Desde el Ayuntamiento, "se está trabajando con la máxima diligencia para presentar toda la documentación requerida y cumplir con los requisitos establecidos, asegurando así la viabilidad del proyecto. Esta iniciativa forma parte del compromiso de esta corporación con el desarrollo y la mejora de los servicios públicos", ha añadido el Consistorio de Periana a través de un comunicado oficial.

jueves, 30 de enero de 2025

Proyecto Actúa y Participa del Instituto Andaluz de la Mujer (Junta de Andalucía).





Asociación Cultural de Mujeres Jazmín
30/01/2025

Ayer fue un día lleno de aprendizaje, conexiones y emoción para nuestro proyecto. Nos dirigimos a Periana, municipio de Málaga con el fin dar a conocer de manera más cercana el proyecto de ¡Actúa y participa!. 
En esta visita, tuvimos la suerte de que Gema Frías, Concejala de Cultura en Periana, nos acogiera y nos brindara toda la ayuda posible para colaborar con nosotras.
Por otro lado, nos reunimos con el compañero del Centro Guadalinfo de Periana, quien aportó su granito de arena para que nuestro proyecto pueda tener un impacto positivo y significativo en la zona.
Esta visita no solo nos permitió establecer alianzas importantes, sino que también nos reafirmó y motivó en nuestro compromiso de llevar ¡Actúa y Participa!.

miércoles, 29 de enero de 2025

Málaga, epicentro de la Vuelta a Andalucía en su centenario.



29/01/2025

La Vuelta Ciclista a Andalucía 'Ruta del Sol' celebra su centenario en 2025 con un recorrido de más de 800 kilómetros que recorrerá cuatro provincias andaluzas. Málaga tendrá un papel destacado en esta 71ª edición con una etapa reina completamente en la provincia, así como la llegada y salida de otras dos etapas clave.

El Faro de Torrox será el punto de partida de la competición el 19 de febrero, con un recorrido íntegro por la Axarquía que incluye cinco exigentes puertos de montaña y una meta en la Cueva de Nerja. Este trazado será crucial para la clasificación general y destaca por su perfil montañoso, con pasos por municipios como Vélez-Málaga, Sayalonga o Periana.

La 'Ruta del Sol' comenzará por Jaén y Córdoba antes de regresar a Málaga el 22 de febrero con la cuarta etapa , la más larga de la edición. Alhaurín de la Torre acogerá la meta tras un recorrido que pasará por municipios como Antequera y Cártama. El Kilómetro de Oro, una clave correspondiente, se ubicará en las inmediaciones de Antequera.

La quinta y última jornada, el 23 de febrero, partirá desde Benahavís y contará con el único puerto de primera categoría de la edición, el Alto del Madroño, además del Espino. El pelotón pasará por Benaoján, Gaucín y Cortes de la Frontera antes de dirigirse a la Línea de la Concepción para la gran final.

El evento, respaldado por la Diputación de Málaga, busca consolidar a la provincia como referente en el ciclismo internacional . Además, el diseño del maillot de las metas volantes rendirá homenaje a la biznaga malagueña.

Con esta edición especial, la Vuelta a Andalucía refuerza su papel como escaparate del ciclismo de alto nivel y del turismo deportivo, con Málaga como epicentro de la historia de la prueba.

martes, 28 de enero de 2025

Josefa Solano Maldonado gana el III Concurso Literario Nacional "Villa de Periana" con su relato titulado "Horcas caudinas".



Josefa Solano Maldonado, nació en Alhaurín el Grande (Málaga) en 1970, es Licenciada en Filología Clásica y Filología Hispánica, y realizó los cursos de Doctorado en Literaturas Hispánicas en la Universidad de Málaga.
En palabras de Francisco Díaz Guerra "Horcas Caudinas" es epístola que una madre romana, en los tiempos del emperador Cayo Calígula, dirige a modo de legado a su hijo, soldado ocupado en las guerras de un imperio que se cuestiona: son falsos los dioses de Roma, desdeñables la guerra y la codicia de los hombres, necesaria la paz a la que se canta con dominio de la ambientación y exquisita sensibilidad femenina.

Fue la ganadora del III Certamen Literario Nacional "Villa de Periana" en el año 1994. Este título "Horcas Caudinas" fue publicado en una antología titulada "UN LUSTRO DE LITERATURA JOVEN EN PERIANA" impreso por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA), el prólogo fue realizado por Francisco Guerra Díaz y portada e ilustraciones por Antonio Hidalgo con el apoyo de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Periana siendo alcalde Rafael Zorrilla Moreno.

HORCAS CAUDINAS
Roma, siendo emperador Cayo Calígula
Nonas de Noviembre

Hijo querido, desde mi soledad te escribo éstas letras para que sepas, si alguna vez las lees, cuán grande es el dolor que siento desde que te marchaste a esa absurda guerra. Sé que una mujer no puede empeñarse en ésta tarea, pues las labores del telar han de ser su quehacer diario, pero mi viejo maestro Porfirio Rufo siempre me decía, cuando me enseñaba a leer, que el expresar sentimientos con el estilete alivia el corazón enfermo.
Sólo la escritura me libera del peso de una máscara de resignación, como cuando el actor trágico, que cubre su rosto con la corteza de un árbol, manifiesta por la pequeña concavidad abierta a la altura de los labios, alguna gravísima acusación. Me abrazo a tu recuerdo y derramo copiosas lágrimas mientras te voy escribiendo; no temo que alguien me diga que soy demasiado atrevida y piense que yo inicio una controversia del ingenio, me conozco bien y reconozco mi incapacidad. Yo, torpe de palabra, no me atrevería a provocar los dardos de tamaña elocuencia. Pero mi dolor, después de haber andado por un camino dividido en multitud de sendas, y mi razón a través de mil calles interminables, sólo pueden ofrecerme el consuelo de la dicción.
Hubiera sido dichosa si me hubiesen preparado desde niña para ser vestal, llevaría el pudor y el rostro oculto con el velo sagrado, el honor privado, una hermosura ignorada y pública, un ánimo sobrio y el voto de pureza ostentando sin quiebra hasta la muerte; quizá también podría comprender la existencia de los dioses, y la de un destino hilado por las Parcas. No creo que sea Marte el causante de la guerra que se fragua en las lejanas Galias, y en la que tú, hijo mío, participas, sino que son los hombres los que por voluntad propia desean experimentar los peligros del combate. No puedo creer que Venus sea la diosa del amor, porque el amor es un sentimiento que pertenece a los humanos, ni pienso que el sol corresponda a Apolo y los árboles a las Hamadríades; todo lo que hay sobre el orbe se nos ofrece para que saciemos nuestros estómagos y cubramos nuestros cuerpos. Sin embargo los gobernantes de Roma se empeñan en traspasar éstas fronteras para acumular hasta el cielo riquezas y poder infinitos, mientras la ignorancia indócil del vulgo necio cree que la conquista de tierras extranjeras es la mayor gloria para el pueblo romano. También tú, hijo amado, ciegas la razón cuando consideras que lo más digno para un joven es llevar dardos en la diestra, batir murallas con los arietes, rodear con fosos los campamentos y manchar las manos con sangrientas devastaciones. La violencia del cruento mar de la batalla ha vejado la barquilla de la sabiduría en la que llevabas, cuando eras niño, la hermosa flor de la inocencia; ahora marchas en un ejercito presidido por el águila de la ambición. Yo entretanto cuento desesperadamente los días que pasan; cien mil meses, dos mil años más cinco mil días me parecen que faltan para volver a verte, mis ojos están apagados igual que la noche que diluye los colores y borra los contornos de las cosas.
Me resisto a aceptar que el César, que ha introducido males en las entrañas de las madres y que ha infeccionado con sus estúpidas campañas militares los sueños de muchos jóvenes, sea tenido por un ser superior. Esa fama o mejor éste error induce a los necios romanos a celebrar fiestas marcias en el campo de Rómulo, y a sacrificar cientos de novillas en los templos del Capitolio.
Quisiera que las lluvias de saetas como las que tú ves en cada enfrentamiento surcar el aire, rompieran al chocar, la acerada lóriga que cubre de tristeza mi corazón. Dime tú, hijo mío, cuál es la mejor defensa para salvaguardar la libertad de mi ánimo, qué línea de combate es la más eficaz contra las furias esparcidas por las entrañas, y que armas pueden mitigar mi dolor cada vez que dirijo mis pensamientos al ayer y te veo correr, todavía niño, por las verdes campiñas de nuestra villa de Tarento, cada vez que recuerdo tus manitas enredadas en mi peplo de seda. Explícame por qué el César se niega a disfrutar de los frutos del campo y del premio del cultivo, por qué abandona el dulce fruto de Baco para caer entre zarzas espinosas, por qué siembra semillas en montes llenos de piedra en vez de en llanuras fértiles, por qué se afana en prohibir al mar, no marcado con caminos, el ir formando sus olas con rápidas corrientes, y en hacer estallar las áridas rocas del desierto para convertirlo todo en dominio de Roma.
Me siento como una paloma que cruza el aire puro y se posa en el campo de espigas doradas donde un astuto cazador ha untado los juncos con perezoso besque, ella engañada por los atractivos del grano, es atrapada por la blanda goma que va ligando sus alas pegadas, y cuando quiere volver volando al éter queda cautiva y herida por sus entorpecidas plumas; me siento como los frutos, que ya maduros y dispuestos para la cosecha, son picoteados por los negros cuervos, como el agua que saliendo cristalina de la fuente se mezcla inevitablemente con el barro y se vuelve turbia. No puedo hacer nada por evitar la guerra y mi impotencia me corroe cada día más. Te imagino atravesado por el hierro, soportando horribles sufrimientos entre las angustias de la agonía, imagino tu rostro dorado cubierto ahora de un color blanquísimo, tus miembros devastados por los picos de las aves, tus huesos reducidos a polvo que las ciegas ráfagas del viento arrastran a un eterno vacío, donde no existe la sepultura del mármol ni la abundante fronda.
¡Oh Júpiter! si existes, ¿por qué permites esto?, ¿por qué engendraste a un príncipe romano que desea ardientemente poseer cielo y tierra, mares y ríos, montes y llanuras, y todo cuanto aparece ante sus ojos?; ¿por qué Roma quiere engrandecerse con sangrientas batallas y no con el arte de vivir pacíficamente? Si estas cosas penetraran en los oídos de la plebe de forma que pudiesen tocar sus corazones aletargados, al instante llevaría como insignia la paz, y despreciaría hasta el fin de los tiempos las crueles hazañas bélicas; pero el pueblo considera todo lo que procede de los sentimientos como algo rodeado de perdición, presto a caer en el abismo del caos. Sólo la sangre derramada de los débiles provoca el júbilo popular. Yo siempre le pediré, hijo mío, que rechaces el deseo voraz de matar, y que distingas aquella lumbre de esperanza que no se percibe blandiendo saetas voladoras, ni amenazadoras espadas, sino que brilla dentro de aquellos que sienten compasión hacía los hombres sin importarles su lengua, sus dioses o sus costumbres.
Sueño con que algún día el príncipe, los ejércitos y toda roma despedacen los estandartes de guerra, hagan añicos lanzas y jabalinas, y depositen las armas en las inmundas cloacas de insoportable hedor; ansío que desaparezcan para siempre los cuerpos ulcerados por las heridas del combate y la podredumbre de las entrañas; sea testigo entonces el mundo de que fue vencida la idea que vagaba en sueños de innumerables conquistas, mientras tenía aprisionados los ánimos de los Quirites; evapórese el furor, liquídese la rabia, desvanézcase el sufrimiento, todo el daño que causó la lucha lléveselo el viento, dispérsenlo las tenues auras, sea una ficción las contiendas futuras. Cuando llegue este momento toda la tierra emitirá un suavísimo perfume de rosas, de tiernas violetas y de finísimo azafrán; destilarán los bálsamos de frágiles retoños, y los juguetones riachuelos, que se deslizan desde una fuente oculta lamiendo en sus riveras los nardos, filtrarán sus aromas hasta agotarse. Cantaremos tú y yo, hijo amado, dulces sones modulando himnos de voces unísonas, y recostados sobre los lirios al anochecer, contemplaremos la amplitud del cielo adornado con sus dos Osas, y veremos la estrella vespertina que esparce sus purpúreos colores por la parte en que la Osa Mayor rige el yugo del Bósforo. Ese día el orbe gritará que fue derrocada la guerra de los hombres, que dejaron de existir las contusiones provocadas por el filo de la espada, y que fue sojuzgado el apetito implacable de masacrar por la blanca toga de la callada Paz.
Pero presiento, hijo mío, que nunca llegará ese tiempo de inmensa alegría y sosiego. Roma seguirá colgando en los hacinamientos, los despojos ganados con las armas y la sangre, no rechazará a los dioses inexistentes y seguirá hasta la eternidad entablando combates con pueblos extranjeros y con los propios romanos.
¡Oh hombres del Tíber!, ¿no os dais cuenta de que os asemejáis a los peces que confían su boca al engañoso cebo, para ser heridos por el anzuelo?; perseguís el triunfo que se nutre de los lamentos desgarradores de los vencidos, deseáis la muerte de quienes no conocéis, buscáis gloriosas condecoraciones en el dolor de los demás; ¿pensáis que es cosa indigna el estrechar las manos de la concordia?; ¿por qué os dejáis arrastrar por la codicia? Desterrad de una vez la ambición que solo os trae calamidades.
Desprecio las joyas cinceladas, las crateras de oro, las pesadas vajillas de plata y los muebles de marfil, no me regocijan los objetos más hermosos comprados al más elevado precio, solo quiero tenerte a ti a mi lado, hijo mío, rodear tu cuerpo con mis brazos, cubrir de besos tu rostro y sentir tus dedos acariciando mi cabellera, como hacías antes de partir. Siempre que veo la bolita de oro, que llevaste al cuello hasta los diecisiete años, colgada en el altar de los lares, recuerdo los dulces momentos que pasamos juntos, cuando llevabas todavía la pretexta. Jugábamos a los dados cada tarde en el jardín y tú, siempre vencedor, cortabas ramas de laurel con las que entretejías torpemente con tus manecitas una corona que siempre me regalabas para verme sonreír. Todas las mañanas, a la hora segunda, venías a mi lecho y me tirabas del pelo intentando despertarme, luego te subías a mi espalda e imaginabas que ibas cabalgando junto a los jinetes del ejercito romano; sin darme cuenta tu sueño infantil se hizo realidad y te alejó de mí dejándome destrozado el corazón. Ya se han agotado mis fuerzas, y mi amargura solo se alivia con el punzón que va trazando en las tablillas enceradas todo lo que siento.
Hijo amado, si he muerto ya el día en que vuelvas, y por ventura encuentras esta carta, no creas que tu madre estaba dominada por la locura; lo que aquí lees es el testimonio de mis verdaderos pensamientos, que ha buscado en los recovecos del cuerpo sensaciones prohibidas para una mujer y en contra de la costumbre romana. Has de saber que los sentimientos luchan en el fondo del corazón en numerosos combates que me arrastran siempre a la esclavitud de una vida detestable, a someterme a indignas torpezas y a sobrellevar el quebranto de la propia salvación, tal y como yo misma hubiera pasado millones de veces por las horcas caudinas. Te quiero mucho.

domingo, 26 de enero de 2025

Manuel Moyano Ortega gana el II Certamen Literario Nacional "Villa de Periana" con el relato titulado "El Libro"



Manuel Moyano nació en Córdoba el 1 de diciembre de 1963. En esta ciudad solamente pasó los tres primeros años de su vida, ya que en 1966 se trasladó con su familia a Barcelona, donde viviría su infancia y adolescencia.

En 1981 regresaría a Córdoba para iniciar estudios universitarios, obteniendo la Licenciatura de Ingeniería Agrónoma, profesión que ejerció durante tres años y que le llevaría hasta tierras murcianas.

En 1991 se establece definitivamente en Molina de Segura, donde se casa y tiene dos hijos. Dos años más tarde, gana unas oposiciones al Ayuntamiento de esta ciudad, donde actualmente se encuentra trabajando en el área de Cultura.

A pesar de que la presentación de Manuel Moyano en el panorama editorial español no fue temprana, sí lo fue su zozobra e inquietud literaria, que se despertó ya en la infancia de su vida. Moyano comienza a participar en concursos literarios en la década de los noventa, obteniendo varios de los galardones a los que aspiraba con sus escritos.

En palabras de Francisco Díaz Guerra "es el autor de "El libro" el murciano Manuel Moyano Ortega, quizá el mejor de los diez relatos, con narrativa ágil y logrado el equilibrio, ofrece un final arriesgado y desconcertante".

Fue el ganador del II Certamen Literario Nacional "Villa de Periana" en el año 1993. Este título "El libro" fue publicado en una antología titulada "UN LUSTRO DE LITERATURA JOVEN EN PERIANA" impreso por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA), el prólogo fue realizado por Francisco Guerra Díaz y portada e ilustraciones por Antonio Hidalgo con el apoyo de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Periana siendo alcalde Rafael Zorrilla Moreno.

EL LIBRO
El libro se ha perdido o quizá lo quemaron los hombres. Nadie ha tratado de encontrarlo. Quienes llegaron a leer la primera página, afirman que en ella el Poeta dejó escrito, a modo de justificación, el origen de su monstruoso plan:
"Unos perciben gradualmente la futilidad de la existencia; otros no llegan a atisbarla en toda su vida. Yo recibí ese conocimiento como una brusca revelación: me bastó una noche de vigilia para sentir, ya para siempre, que todo lo humano es perecedero y que no hay obra del hombre que no esté abocada al olvido."

Fue así como concibió el proyecto que lo convirtió en rey y, tal vez, en dios: oponer a la fugacidad de la vida y a la muerte un libro inmortal. Edificar (el verbo es correcto) un libro que recogiera minuciosamente cada nombre, cada gesto, cada mirada; un libro que acuñara las palabras de los hombres y sus actos, que registrara el canto de los pájaros, y los colores del arcoíris, y el olor del bosque después de la lluvia.
- Todas estas cosas - dijo a sus conciudadanos - son fugaces y tienen el mismo valor de un espejismo, pero en el Libro permanecerán y serán eternamente.
La idea mereció el aplauso y la colaboración abnegada de los otros. En pocos días, un artesano elaboró para el Poeta un libro de tres codos de alto por dos de ancho, siguiendo sus indicaciones, que contenía doce mil páginas cosidas entre tapas de piel de carnero; fue preciso el concurso de tres hombre para acarrearlo.
Se le proporcionaron también plumas de ganso, un barril de tinta y un cofre de hierro donde albergar el Libro.
La página Uno (que también sería el día Uno de una nueva era) se inició con el otoño. Al principio, el Poeta recibía en su pequeña casa a los ciudadanos y éstos trataban de contarle, lo más detalladamente posible, todo cuanto habían realizado o les había acaecido ese día. Comprendían, de modo acaso difuso, que ellos podrían morir, pero que sus vidas quedarían en el Libro y que de esa manera serían inmortales. Entendían que después de ocho o diez generaciones (su imaginación no podía abarcar un período de tiempo más dilatado) ellos seguirían paseando por las calles de la ciudad y habitando en sus casas, y que sus tataranietos sabrían que tal o cual antepasado solía dormir en una mecedora de hierro, o que aquel otro le gustaba levantarse a las seis de la mañana para escuchar el canto de los pájaros y ver nacer el sol.
Ese primer día no se ahorraron detalles nimios o insignificantes. Por ejemplo, una mujer narró como había limpiado las escamas de un mero y luego lo había sazonado con perejil y hierbabuena antes de cocinarlo en el horno de barro; o un campesino enumeró, sin omitir una sola de ellas, todas las labores que había realizado ese día en su tierra: esparcir el estiércol, arrancar las malas hierbas con un almocafre, limpiar de verdín el aljibe en que recogía el agua de lluvia... 
El día Uno, pese a la minúscula letra que empleó el Poeta, y pese a que no utilizó puntos y aparte ni márgenes en la hoja, ocupó quince páginas. Comprendió que su propósito era desmesurado y que el Libro debía recoger tan solo hechos revestidos de una cierta importancia. Aunque él no podía saberlo, en otro punto del tiempo y del espacio, un irlandés llamado Joyce necesitaría un grueso tomo para narrar un único día en la vida de una sola persona. Determinó por fin que cada jornada ocuparía un máximo de tres páginas.
Como su casa era pequeña, la gente se agolpaba en la puerta y esperaba a la intemperie durante horas hiciera sol o cayera lluvia. Fue preciso imponer rigurosos turnos, que el Poeta estableció, de forma arbitraria, según los oficios: a primera hora los campesinos, luego los pescadores, después los herreros, etc. El rey, cuyo turno y el de toda su corte coincidía con el medio día y con el sol áspero y vertical, decidió construir una gran casa para el Poeta. En pocas semanas fue edificada: sus balaustradas de mármol y sus brillantes tejados de pizarra roja suscitaron la admiración de todos. La casa ya no existe, pero pueden contemplarse las ruinas que sobrevivieron a la destrucción en el descampado que se extiende cerca de cierta posada, y hay quien dice que en la biblioteca se conserva su plano original.
El Poeta, cuya ventana daba al bosque y al río, dedicaba el poco tiempo en que lo dejaban solo a describir el murmullo de los árboles, o el color malva del cielo, o el silencio de las calles desiertas antes del amanecer. Habituado a redactar los hechos de una manera parca y enumerativa, solo entonces dejaba que su pluma se regocijara en recrear el mundo de una forma poética; dicen quienes llegaron a leer estos fragmentos que eran los más bellos del Libro.
Pero pronto descubrió que su mano no estaba recogiendo los hechos tal y como habían ocurrido realmente, lo cual, de modo abominable, desvirtuaba e incluso anulaba su propósito inicial. Ocurría que si, por ejemplo, un padre y un hijo relataban por separado una disputa, cada uno de ellos asumía el papel de inocente y tachaba al otro de pendenciero y de arrogante. Otro tanto ocurrió cuando trató de casar las cifras de las cosechas que le habían proporcionado los campesinos: su suma excedía tres veces la cantidad de grano que había en el silo común, de lo que se infería que, por darse importancia, todos habían exagerado el fruto obtenido de la tierra.
Fue así como decidió rodearse de un grupo de espías, a los que llamó Centinelas, que habrían de ser sus ojos y sus oídos en el mundo exterior. Los fue escogiendo de entre los demás habitantes por detentar una memoria prominente, a partir de entonces ya no admitió más testimonios que los proporcionados por ellos. A lo largo del día acudían a la casa de el Poeta y con la frialdad con la que se expone una lista de objetos o un catálogo, relacionaban todo cuanto habían visto u oído durante esa jornada. Recibían una paga del rey y pronto se les consideró como una suerte de sacerdotes.
Los ciudadanos comprendieron que la posteridad les recordaría tal y como les vieran los Centinelas. Fue entonces que todo el mundo comenzó a emplear un lenguaje afectado y no exento de pedantería en sus conversaciones, entendiendo que así el futuro les recordaría como hombres cultos. También emplearon ropajes cada vez más sofisticados, y fueron exageradamente amables con sus vecinos y espléndidos con los mendigos, pues todo ello quedaría escrito en el Libro. Lentamente, casi sin percibirlo, dejaban de vivir para ellos mismos y empezaban a vivir para el Libro y para la posteridad.
Los Centinelas, que tenían el deber de entrar en las casas para describir la vida de sus moradores, eran generosamente agasajados por sus anfitriones en espera de informes favorables. La carne más tierna y las frutas más frescas estaban reservadas para ellos. Pronto fue fácil distinguir a un Centinela de una persona normal por el grosor de su abdomen. Más adelante, se dieron a vestir con amplias túnicas que exageraron su carácter casi sacerdotal.
Gente de origen humilde, los Centinelas se supieron pronto dueños de un poder que no habían esperado. De ahí a la ambición el camino a recorrer fue breve. Se confabularon contra el rey, al que dieron a elegir entre la mendicidad o la muerte: lo decapitaron. Ungieron con su corona al Poeta y lo nombraron Gran Centinela. Este, entre tanto, contemplaba todos estos acontecimientos absorto, como si no participara en ellos. El pueblo aceptó al nuevo rey como una consecuencia natural de su plan, como algo necesario para que el Libro siguiera su curso. No hubo protestas y los pocos disidentes fueron ajusticiados.
A partir de entonces el mundo fue el Libro, o al revés: el Libro se impuso al mundo. Los actos y las palabras solo tenían justificación en tanto y cuanto habían de terminar siendo frases del libro. El número de los Centinelas se multiplicó e infestó el aire. Hechos que parecían haber sido realizados en la estricta intimidad de los hogares, acababan inexplicablemente reflejados en las páginas del Libro. Quizá, se dijo, los pájaros y el viento informaban también al Gran Centinela; quizá el Gran Centinela era Dios y podía estar en todas partes al mismo tiempo.
Los años transcurrieron. El número de páginas del Libro se fue consumiendo. Muchos no acertaban a recordar fechas anteriores al día Uno, y sentían que el Libro había existido desde siempre, como la tierra o como el aire. Otros, en cambio, terminaron por comprender que el Libro era una abominación y decidieron destruirlo. En el día Tres Mil Cinco se inició la conspiración.
Es difícil saber cómo pudieron ponerse de acuerdo los conjurados sin ser descubiertos por los Centinelas. Hay quien dice que emplearon un lenguaje cifrado consistente en la apertura ordenada de ventanas y de contraventanas. Mediante este sistema, era necesario emplear una semana para construir y transmitir una sola frase. La conspiración no acabó de fraguarse hasta dos años después. 
El día Tres Mil Setecientos Treinta y Seis, dos hombres se acercaron sumisos a la casa del Gran Centinela con el pretexto de adorarlo. Confiados de sí mismos, los Centinelas no registraron sus ropas. Siguió un breve tumulto y la hoja afilada de un sable separó para siempre la cabeza del Poeta de su cuerpo fofo y avejentado. 
Fue el principio del fin. Los Centinelas, que nunca habían sospechado que tales hechos pudieran tener lugar, fueron sacados de sus palacios sin oponer resistencia y destazados como cerdos en la plaza pública. Se demolieron sus casas, se exterminó a sus esposas y a sus hijos. La memoria del rey asesinado fue recuperada para la gloria y para el canto de futuros poetas.
Finalmente, se forzó el cofre de hierro que custodiaba el Libro. Antes de incinerarlo, los conspiradores comprobaron con asombro, y también con horror, que la última página escrita por el Poeta recogía ya su muerte, y el nombre de sus asesinos, y la forma del arma que lo mataría, y una maldición hacia la casta de los Centinelas, y un breve poema que ensalzaba la fugacidad de la vida y el amor por las cosas efímeras.

Manuel Moyano Ortega "EL LIBRO"

Cira de San Marco Luna ganadora del I Concurso Literario Nacional "Villa de Periana" con su relato "Ma non tropo".



Cira de San Marco Luna nació en Jaén y Licenciada en Filosofía en palabras de Francisco Díaz Guerra "es pieza poética que quiere recordarnos lo baladí de toda gloria humana; presenta un personaje que eligió soledad y música e inicia el vuelo al "nuevo mundo" en noche de concierto, nostalgia y agasajo".

Fue la ganadora del I Certamen Literario Joven "Villa de Periana" en el año 1992. Este título "MA NON TROPO" fue publicado en una antología titulada "UN LUSTRO DE LITERATURA JOVEN EN PERIANA" impreso por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA), el prólogo fue realizado por Francisco Guerra Díaz y portada e ilustraciones por Antonio Hidalgo con el apoyo de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Periana siendo alcalde Rafael Zorrilla Moreno.

MA NON TROPO

La sala ardía en la efervescencia de los aplausos. El numeroso público, en pie, jaleaba la conclusión de aquel concierto veraniego con que el célebre director invitado, el ya viejo y cansado W.V., clausuraba su dilatada y fértil carrera como director, así como toda una copiosa vida dedicada al servicio de la música. Tanto es así que siempre permaneció soltero y sin compañía alguna, por no renunciar a esa parcela de libertad que supone toda convivencia. Siempre buscó la Belleza pero no pudo plasmarla en nadie, y el tiempo maquilló su carácter con los rasgos de un ser misterioso y huraño. Percibido ya el final de su monódico viaje vital, quiso volver a la pequeña ciudad provinciana que le viese nacer, para despedirse de todos, alejado del oropel y suntuosidad de los grandes escenarios. Él, que había dirigido y compuesto en compañía de G.Gershwin, B. Bartóko P. Hindemith, era mundialmente renombrado, entre otros, por su Concierto para violín y orquesta en nº3, en sol menor, conocido como Dafnis y Cloe, y momentos antes, en el camerino del teatro, muchos de estos recuerdos se le agolparon en la mente. Se sentía agotado, una espesa neblina desdibujaba todos los objetos de aquel cuarto y, con urgencia, un nerviosismo nunca sentido le llevó ante el espejo apolillado, no queriéndose mirar en él porque sabía que era inútil, que ningún reflejo le contestaría, que el tiempo es cosa de espejos, y que él estaba fuera ya de su alcance.

Aquella noche, en el programa, Listz, Mendelssohn y Mahler completaban el trío polifónico del concierto, virtuosamente interpretado por la humilde pero vigorosa orquesta de la localidad. Las cuerdas, maderas, metales y percusión habían alcanzado una sublime tonalidad bajo su diestra batuta, en aquella noche premeditadamente definitiva. Sin embargo, la presencia de una muchacha, de cutis charolado, entre los componentes de la orquesta, había conseguido turbar la serena placidez de los homenajeados cuando él ya se creía ajeno a las trampas del recuerdo. La hiriente mirada de aquella viola d´amore, aquellas siete cuerdas de contralto, se le clavaban en lo más recóndito de su ser, en aquella lejana juventud cuando él era un prometedor concertista que abandonó el pueblo para iniciar su personal laberinto...

Los parabienes se sucedían entre los asistentes y el sabor del triunfo se prolongó cuando el auditorio acogió, de nuevo, la entrada del director para recoger los reiterados aplausos del público y las felicitaciones del director titular de la orquesta, que se fundió visceralmente en un abrazo escorzo con el viejo maestro. Poco a poco, se fue haciendo el silencio y los asistentes se congratulaban ante la tanda de bises que la orquesta empezó a insinuar... W.V., con la melancolía en el gesto, se adentró en el preludio de L´aprèsmidi d´un Faune, de Debussy:

(Comenzaba lentamente a crecer el día. Las aguas en bajamar quedaban plácidamente quietas por doquier. El rojo aloque del primer rayo de sol, un punto más profundo que el horizonte, iniciaba el combate con los opacos violetas, los rendidos lilas, hasta vencerlos en corta victoria que pronto se transformaría en el primer esplendor del astro poderoso, que abrasaría con su arcada playas, lechos e ilusiones.

Ella quedaba vecina a la ventana, con su luz pintándola de ámbar, tranquila, serena, espléndida en su vestido de seda rayada, tan liviano como el aire, siendo Arcadia la edad de su cuerpo. Ella, en una sala patinada de tiempo y bronces, inundada de suaves brillos, y desprendiendo al aire minúsculas partículas de cálido éter. Dejada la cabeza a su albedrío, las manos en el regazo, en sutil sustento de sus pliegues, y leyendo aquella carta de su admirado W.V. le enviara cada semana.

Así la imaginaba él, ahora en esa fuga de despedida que había emprendido... Pero la suya era una relación ancestral, inútil, devastadora. Ay, cómo surge el recuerdo de sus ojos clavados sobre sus palabras, poniendo en la armonía de su voz las delicias de una viola, la solemnidad de un bajo continuo, el empaque de un fagot, la jovialidad de un cémbalo).

El ambiente iniciaba a ser denso y el público experimentaba la dulce cadencia del coro o el contrapunto del solista, pero comenzaba a intuir la "disolución" y "fuga" del director, que mostraba excesiva dejadez de sus funciones, pues el tempo de su dirección no se correspondía con el de la orquesta, que ahora se dirigía hacia un sólido crescendo cuando la batuta del mismo caminaba por el moderato. Inexplicablemente, el desfallecimiento de W.V. no repercutía en el desarrollo de la pieza, que comenzaba sus últimos acordes camino del impresionismo pianístico de La catedral sumergida.

De nuevo, la explosión de júbilo fue atronadora, y el patio de butacas reclamaba con tanta insistencia la continuidad del gozo, que el viejo maestro recuperó la concentración y fuerza para acometer ahora, en clara lucha consigo mismo, la obertura de la Sinfonía Fantástica de Berlioz.

(Hay días en que todo parecía trasminar, como si se destapasen los ocultos pebeteros de la naturaleza. Aquel era un día templado y perfumado, con el sol asomado y engrisecido entre nubes de nácar. La ciudad había adquirido nuevas irisaciones, alumbrada con apagados brillos, y hasta el río - ¡siempre terroso! - había conseguido copiar el exacto azul celeste.

Ella despertó. Aún las ensoñaciones le vahaban su dormitorio, haciéndoselo irreconocible, y allí peleó con las últimas dudas hasta que, de golpe, le vino toda la conciencia. W.V. centró de nuevo la atención en el cristal húmedo de sus pupilas, en su liquidez, y le parecieron copas en las que bebiera la emoción, el agua ardiente del deseo. El pelo recogido en un altivo moño y la camisa abierta por los pechos, sentada en una silla con los pies descalzos y el vientre tan henchido que pareciera preñado si no fuera porque el rosicler de los pezones lo desmentía. El momento del gozo se aproximaba, y con un dedo y mucho atrevimiento, el joven director dibujó en su pecho la línea del collar ausente, deteniéndose en el izquierdo y preguntándole con osadía:"¿dove si trova...".

Turbada, respondió:

- ¿Cómo es capaz usted de preguntar eso, si ya conoce la única respuesta?.

- Sí, la intuyo, pero todos los hombres necesitamos la contundencia de una afirmación, de unas palabras de consuelo.

La imagen se desvanecía. Ya no oía los latidos desordenados de su propio corazón, como un atabal en fiesta. El vestido era de ese tisú con consistencia de papel que se vuelve raso, a pesar del lujo de los cientos de perlas que lo filetaban; la falda, con más rumbo que la rosa de los vientos, y el corpiño deslazado, entregado. Los bordes de su camisa se encrespaban, rizados, en un mar de muselina... Pero todo era vano, y él sabía que se adentraba en un mundo de sigilosas trampas y de precipitada muerte).

Concluidos los últimos acordes de la sinfonía, ahora ya al borde de la extenuación, el viejo director no pudo dejar de mostrar los preocupantes síntomas de una lipotimia acuciante. Un sudor lento, de gotas crecidas sobre cada poro, le brotaba de las ojeras de la nuca, de la frente, imponiéndose la sensación de que estaba amarilleándose. Las ovaciones dejaron paso al runruneo general e la sala, preocupados por el estado de salud del ilustre paisano. El concierto parecía haber acabado, pero el público no se movió de sus asientos, esperando verlo restablecido. Fue trasladado al camarote y allí un par de galenos de entre el público, le atendieron debidamente.

- ¿Cómo se encuentra, maestro? - , inquirió uno de ellos.

- Realmente, la carga de los recuerdos me tiene muy fatigado. No es nada físico, no hay por qué preocuparse. Un rato de descanso me hará bien, pero aún tengo que concluir con mis dos acostumbrados bises.

- Realmente sería mejor que decidiera dar por finalizado el concierto. El público ya le ha rendido su merecido homenaje - dijo el director titular, movido por la angustia del momento, pero deseando que aquella memorable noche no concluyera así.

El calor resultaba bochornoso en aquella estancia. El ambiente, cargado de expectación y grosor, salpicada al exterior. De pronto, de entre aquel maremagnum de personas, se adelantó la muchacha de cutis charolado interesándose por su salud. Frente a frente, no pudo soportar mucho tiempo el suave alabeo de aquellos labios y aquel hiriente mirar que se le incrustaba en un tiempo remoto, más allá de los años. Sus ojos eran grandes, acaso demasiado brillantes, pero bellos. Lo bañaban con su inefable contigüidad. Le preguntó su nombre sin recibir una respuesta clara. Era como si alguien estuviera tocando las campanadas salobres de la memoria y recriminándole días pretéritos en que su destino fue profanado para siempre. Se encontraba ante la imagen dela MUJER, ante el ritornello fugaz de aquel primer amor incontaminado.

- Deseaba saludarle, pero no creo que sea ahora el mejor momento -, dijo ella.

- No se marche, por favor -respondió instintivamente él-. El tiempo que castiga hoy recordándome aquellas tardes florentinas en que nos conocimos, aunque...

- Lo siento, pero creo que me confunde usted con otra persona. Yo nunca he estado en Florencia. Yo sólo había venido a interesarme por su salud y a presentarle mis respetos, porque desde pequeña siempre le admiré, siempre estuvo presente en mi casa de algún modo.

- La vida nos delata a cada instante, señorita. Yo la conozco desde siempre...

(La veía con su peine de cornalina, dirimiendo enredos desde la cabeza a la cintura, y vistiéndose acelerada ante la proximidad de la cita. Troncos nudosos y un templete redondo, cubierto con una cúpula era el lugar. Allí habían quedado los dos para su primera cita...

Una mancha de luz mate le caía sobre el brazo desnudo, cerca del hombro; otra más brillante sobre el pecho, sobre aquellos senos al alba; y una tercera, alargada como una daga, le cosía la sonrisa de sus labios. En el pentagrama de su boca, los dientes son "do", "mi", "fa", "sole", blanquísimos.

El paraje diríase un cuadro renacentista. Un misterioso. Todo era algo más que aquellos árboles que hacían descender sus sombras moradas sobre el vestido de la joven, manchándolo con un zumo de rojas moras, o que la fuente sinuosa, aquella fuente que no era más que la metamorfosis, de un fauno de pezuñas puntiagudas que trepaba por el simulacro de un risco. Y allí en lo alto, encaramado y con los carrillos hinchados, soplaba el dios Pan con una flauta de cañas, de cuyo extremo manaban cuatro chorros de desigual trazo, uno por cada caña.

En seguida, una feroz vegetación nos cubrió cuando comenzábamos a entonar el amor, cuando de la dicha alcanzamos el placer: pinos carrascos, chopos negros, álamos temblorosos, nogales, lentiscos, madroños, acebos, enebros, castaños, hiedras y catalpas enredando nuestro paso. Conté, uno a uno, los colores del cielo y llovió la noche. ¡Todo se ha consumado!

Tras un breve descanso, W.V. estaba en condiciones de concluir totalmente su homenajeado concierto y deseó proteger su debilidad entre el calor del entregado público, que aún se mantenía expectante llenando el teatro. El anuncio, por los altavoces interiores, de que el maestro se encontraba ya restablecido y ofrecería un par de audiciones más colmó de gozo el deseo del respetable. El patio de butacas y los anfiteatros estallaron en una estruendosa ovación que resonó durante tres minutos, hasta que el hijo predilecto de la ciudad apareció en el escenario. Ahora fue la extenuación: aplausos, gritos, flores y vivas se fundieron en el crisol de la noche y el aire se colmó de éxtasis.

Puede que la música sirva para huir de la realidad, pero es más cierto que esa fuga lo transforma todo. El abarrotado teatro, durante esa escasa media hora, contenía ahora todo un completo universo de pasión y melancolía. El viejo maestro, recuperado de nuevo, se dirigió al auditorio y tras pedirles disculpas por la interrupción, se encaminó hacia la impaciente orquesta. Tras un breve paréntesis de acoplamiento, se oyeron los primeros compases del Allegro barbaro, de su querido compañero y amigo Béla Bartók. Un ritmo con todo tipo de bemoles, sostenidos e incluso sostenidos dobles, trasladaba al oyente a la contemplación de un amplio abanico de, tonos cromáticos. El plano se adueñaba de todo: era música.

(Su casa, el deslumbramiento... El primer día que fui invitado a ella, entró su hermana con un gran azafate montañado de frutas, ofreciéndome, los primerizos melones de cáscara rayada y pulpa jalde, las tersas ciruelas junto a las brevas preñadas o los melocotones que parecían sacados de un corpiño de doncella. La velada fue intensa de manjares y amor, pero sobre todo, música:

¡En el principio fue la música!, esa vibración del mundo. Llegan los sonidos sucediéndose indefinidamente como una larga procesión del tiempo. Se dice que la música es tiempo, que es el arte del tiempo, pero resulta todo lo contrario: es el tiempo el que desemboca inexorablemente en la infinita combinación de sonidos. Ella modela fragmentos de ese tiempo que huye, extrae de él su esencia sonora y la fija como si fuera inmortal, reproduciendo esa exacta sensación cada vez que se ejecuta de nuevo. Exaltación de la música como la única droga posible. La pesadilla de una gloria que desciende sobre el mundo en la geometría tenaz de una fascinante sintaxis sonora. ¡De la musique avant toute chose!, como dijera el poeta francés.

Hay un ritmo secreto en este verano que ya parece cansado al poco, de nacer, que cambia sin parar y se renueva día a día; una suave armonía en el cuerpo de ella, que se descubre conforme avanza el calor. Mientras caen las ropas y el sol se encarama encima confundiéndolo todo y transformándolo en música. Pero hay otra vertiente; aquí reside también por desgracia, la muerte que se agazapa detrás del silencio, pero sin poder separarlo jamás el sonido. ¡La soledad sonora!.

La muchacha del cutis charolado, la enigmática mujer orquestal, clavaba su felina mirada en la caduca persona de W.V., quien arqueaba sus hombros aún más sobre el peso de su cuerpo. Un espasmo vino a romper la cadencia del vaivén. El sudor que le cubría se había helado repentinamente y recibió esta mirada como una amenaza. Al desatar un mayor deseo de doblarse sobre sí mismo alejaba el instante de ponerse en pie y buscar una altura en cuya verticalidad temía el desamparo, una altura sin asideros en un escenario donde él era el eje solitario. Sentía que una fuerte congoja le succionaba por dentro, dejando una oquedad que se prolongaba hasta el corazón, ya por allí desaparecían, presa del vértigo, las pocas fuerzas de que había hecho acopio en u camerino, tras el primer desmayo. Diríase que las sombras, Moiras implacables, le habían ligado el cansancio cuerpo aquel escorzo arqueado con ataduras más dañinas que las del cautiverio físico. Miró alrededor, tratando de sorprender de nuevo la mirada de la muchacha, pero el velo de los focos y el silencio caminoso del público no hacían sino sancionar su extrañamiento. El aire era demasiado agobiante, denso y almagrado.

Hay días que nacen con un signo aciago en su cielo; a lo largo de ellos, muchos pequeños actos acaban por conformar un cuadro de desgracias tan irritantes como necesarias para cumplir el signo vital de cada uno. Esto pensaba él, haciendo trabajar perezosamente una mente que devanaba su memoria de aquel día - día del homenaje - como si deshiciera un cono de caramelo hilado, del algodón azucarado que coronaba las verbenas estivales de su infancia. Al igual que las palabras, cuando nacen, crean silencio y confusión en torno suyo, los recuerdos también dejan bancos de niebla a su alrededor.

Bancos de niebla, espesos y cambiantes, que la melancolía de los años va extendiendo y que convierten, poco a poco, la memoria de la juventud en un paisaje extraño y fantasmal.

Embocado el corno inglés, la orquesta atacó el segundo movimiento de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de A. Dvorak como metáfora definitiva de ese ignoto nuevo mundo que se avecinaba. La melodía, alzaba por el pabellón de los bronces hacia los cielos del teatro, donde volaban los rosados ministriles de una armónica cantata, encendía los tímpanos del público. W.V., sangrando la luz, acometía con débiles pausas la dirección, pero ya no podía controlar el vaivén de los oboes con los cornettos, de las cornamusas, con la viola, todos los instrumentos revueltos en un maremagnum sideral...

("...Bajo la casa neblí, donde se cuaja el hechizo de tu arpa, con bíblicos pasos recorres el boscaje oscuro donde se esconde aquella ninfa de pupilas salvajes y rojo crepúsculo. Resuenan las espuelas de tus manos en la pleamar de los timbales, y un fagot de almendras entona el cántico final que nos recuerda que sólo somos variaciones sobre un mismo tema".

Los poemas juveniles. Las tardes de seda y barro, arrastrando tu vestido por el lodazal del camino. Largos paseos en que declaramos un amor de imposibles... Ella, Cloe, se detenía de vez en cuando para señalar las cosas dignas de atención: una fachada llena de celosías y de maravillosas y coloreadas pinturas geométricas; la arboleda de un jardín vecino sobre cuyas tapias resplandecía el lago; la pequeña iglesia derruida, pero permanentemente revocada de cal; aquellas casas que cada vez se iban haciendo más humildes y minúsculas a medida que se ceñían en torno a la entrada del pueblo. Yo, vital, contaba uno a uno los colores: el añil del agua ciñendo islotes, el azul de la bóveda del orto, el verde de las masas vegetales, el amarillo de las auras tras las torres junto al rojo imponente de la tarde.

El sol comenzaba a envejecer sus oros para dejarlos, casi bronce, sobre las ondulaciones de la laguna. Ya la noche iba calando de sombras y brillos inciertos su casa, a la que siempre volvíamos con pesar. Centré de nuevo la atención en el iris de sus ojos, en el ritual marino de sus córneas, en sus sombras, y ascendió su savia hasta el misterioso de los rostros. Le dije: "un día, por mirar, ¡tus ojos dejarán de verse!".

"Pero toda alegría contiene en sí misma su extenuación..." Jamás podría olvidar aquel día de octubre. Una carta. Una despedida. Un ahogado espasmo. El rostro de ella se multiplicaba en su mente como un caleidoscopio y temió estar tan cerca de la locura que incluso se mordió los labios para no gritar. Todo era confusión y consternación atravesadas por una ira sorda que nacía y moría en sí mismo, pues ni siquiera tenía el consuelo de descargarla contra nada ni nadie. ¡La mujer es el paraíso del que el hombre acaba siendo siempre expulsado!).

Las fuerzas le fallaban, el corazón no bombeaba con el vigor que era menester aquella noche. La serie de intensos recuerdos apiñados en pocos instantes le habían hecho muy frágil aquella descarga de emociones y en esta línea de la derrota, una fugaz parálisis recorrió su cuerpo. Mirando sus manos, astilladas por el miedo a la muerte, cerró los ojos y se imaginó saltando de un tren en marcha, en una carrera sin fin, y cayendo en la quietud del tiempo. El dolor le vencía, agresivo, inmovilizado por el reconocimiento de su propia desolación...

La orquesta inició una serie de registros ascendentes, en semitono. Una leve quita de trombas, sobre la cual pintáronse dos notas de descenso, se arqueó en el pentagrama preludiando un fortísimo ma non troppo, sobre el fondo martilleante de los timbales. El segundo movimiento de la obra de Dvorak concluía, y con él el rendido homenaje de todo un pueblo hacia su maestro. Atropelladamente, con la respiración entrecortada W.V. osó mirar de nuevo a la misteriosa muchacha y los rayos de fuego que ésta desprendía acabaron por incendiar y consumir aquel cuerpo demacrado, aquel cuerpo agrietado de silencios. Un espasmo final acabó con él en el suelo, rota toda sensación de equilibrio, e iniciando su viaje sinfónico al "nuevo mundo", dejó de existir para siempre, escapándose por aquellos angostos y tenebrosos callejones del recuerdo. "Sic transit gloria mundi".

Inversión de un millón de euros para mejorar el área recreativa del embalse de La Viñuela



26/01/2025 - www.malaga.es 
La Diputación de Málaga ha anunciado este domingo que invertirá un millón de euros en la adecuación y mejora del área recreativa de La Viñuela, situada junto al embalse. Se trata de una actuación que forma parte del proyecto medioambiental y de ocio diseñado por la institución provincial en el entorno del pantano, que se pondrá en marcha con la repoblación y plantación de casi 35.000 árboles y arbustos.

El presidente de la Diputación de Málaga, Francisco Salado, ha explicado que, desde su construcción, el perímetro del embalse ha servido como área de esparcimiento que reúne a muchas personas en todas las épocas del año.

De hecho, hay dos zonas en las que se congregan los visitantes: el área recreativa de La Viñuela, en el municipio del mismo nombre, y el área recreativa de Las Mayoralas, en Periana.

“Son espacios muy concurridos, que cuentan con instalaciones y mobiliario que se encuentran muy deteriorados por el uso. Así que lo que pretendemos es renovar y mejorar esas áreas recreativas, que se encuentran en un entorno natural de gran riqueza paisajística y ambiental”, ha añadido.

En esa línea se enmarca el proyecto medioambiental y de ocio diseñado en el pantano de La Viñuela, en el que ya se realizó la reforestación de su entorno con la plantación de 41.000 árboles y arbustos.

“Ahora continuamos con las mejoras de las áreas recreativas y, por eso, ya hemos aprobado la concesión de una subvención directa al Ayuntamiento de La Viñuela por 1.060.375,89 euros para que inicie el procedimiento de contratación de las obras”, ha concretado.

sábado, 25 de enero de 2025

Periana presente en la 45º edición de Fitur con dos nuevas propuestas.

 









Periana ha puesto en valor en FITUR su gastronomía, su turismo de naturaleza y se presenta como un destino ideal para acoger a nómadas digitales.





La Feria Internacional de Turismo clausura su 45º edición con cifras récord, superando todas las expectativas con cerca de 255.000 asistentes, donde APTA, Asociación para la Promoción Turística de la Axarquía, ha estado representando la comarca del 22 al 26 de enero.
La Comarca de la Axarquía, ha participado un año más en la Feria Internacional de Turismo FITUR, celebrada del 22 al 26 de enero en el recinto ferial de IFEMA MADRID
Un encuentro importante a nivel internacional donde APTA, Asociación para la Promoción Turística de la Axarquía, ha estado trabajando en el posicionamiento y en el apoyo a los municipios y empresarios de la comarca de la Axarquía en el pabellón de #Andalucía y en el stand de #costadelsol








La alcaldesa del Ayuntamiento de Periana Meritxell Vizuete, el concejal de Turismo, Juan Peñas, el concejal de Mantenimiento y Fiestas, Javier Segarra y la concejala de Cultura y Medioambiente, Gema Frías, estuvieron presentes en la Gala de FITUR 2025, donde se hacía entrega a la Mancomunidad de Municipios Costa del Sol de la Axarquía, de la cual forma parte Periana, del Premio Nacional Q de Calidad 2025.
La gala tuvo lugar en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles del Ayuntamiento de Madrid.
Presentes también estuvieron el ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, y el presidente del ICTE, Miguel Mirones.

lunes, 20 de enero de 2025

Esther de Prado Francia gana la XIII edición del Concurso Literario Nacional "Villa de Periana" con su relato "Viaje en tren" año 2004.


VIAJE EN TREN por Esther de Prado Francia.

Soy Elena, soy Elena Martín Gutiérrez. Soy alta, mido casi 1,80; soy flaca y desgarbada. Soy una persona de 26 años, una considerable edad o eso dicen. Soy la hermana pequeña de Teresa, la hija de Ángel y Amparo, la que estudió Derecho en Zaragoza. Otras veces soy la rubia de pelo corto, la amiga de Raquel, la que salió con Rubén, la que vive en el 4º E, la que haber cuando se casa, la que no cantaba mal, la que sacaba buenas notas en el colegio, la que se rompió la pierna en navidad esquiando.

En mi casa soy desordenada, irónica y, despistada. En la facultad era la empollona, la perfeccionista, la aplicada; para Adela era la persona menos romántica del mundo, para Cristina blanca como la mantequilla, para otros soy sincera, hipócrita, rebelde, orgullosa, razonable, sentimental, uraña, alegre, pesimista, optimista, realista, baga, eficaz. En mi pueblo aún soy la nieta de Matías, el conserje del Ayuntamiento.

No sé que más cosas soy, no sé si alguna de estas sirve para reflejarme, o tal vez todas superpuestas. Quizá soy complicada… o quizá soy vulgar, como el resto del mundo. Ahora soy la que viaja en tren, de Alicante a Zaragoza, la que viene del entierro de su madre. La que ocupa el asiento 23 ventanilla, del coche 16, la que va por la página 54 de un Best Seller que compró en la estación; una cara aburrida, poco llamativa, una cara más ocupando un asiento más.

Tengo frío, tengo catarro, no tengo ganas de llegar ni de seguir viajando. No tengo madre. No tengo padre.

Me duele la cabeza, quizá también tenga fiebre. Son las 18:15 a las 20:03 llego a Zaragoza. En cuanto llegue entro a trabajar, a esa hora así de rara. Es imprescindible resolver unos trámites para un juicio que hay mañana. Mi jefe está nervioso. Dice que no me puedo retrasar, asunto de vida o muerte, según él.

Tal vez debería de haber dicho en el bufete que ha muerto mi madre. No, Irene no, Javier tampoco. Creo que nadie sabía si tengo padres o no, dentro de un mes quizás Irene me lo pregunte y diré “mi madre murió” y ya no importará cuándo fue, si sucedió cuando yo aún gateaba o si murió hará un mes, después de dos años de cáncer. Murió, diré, y eso ya suena a pasado. Lo pasado, pasado está, no sirve para nada. Murió. Hace diez años o hace un mes o ayer por la tarde. Qué mas da.

En el vagón debe de oler mal. No lo sé con certeza porque llevo rato aquí dentro, pero si pudiera sacar la nariz al aire del 8 de enero seguramente después me olería a tren de tercera, a bocadillo de tortilla, a sudor, calefacción, polvo, colonia barata, a mucha gente malhumorada junta.

Frente a mí un chico de unos veinte años, moreno, con gafas de pasta negra y el pelo engominado subraya un libro de Derecho Mercantil. Yo fui ese chico hace no demasiado, estudiando la víspera en los trenes. A su lado una chica duerme con la boca abierta. Me entretengo en contar los pendientes que lleva. Mas o menos cuando tenía su edad me hice dos agujeros en la oreja izquierda. Mamá se puso histérica. Cinco de aro en la oreja derecha, uno negro en la nariz (a juego con las gafas del chico), un brillante en la ceja, una bolita de metal en el labio superior. No veo la oreja izquierda porque duerme de ese lado y la tiene apoyada en el brazo. No pegan ni con cola, pero el chico la ha mirado como si fuera su novia. Espero que no sea un psicópata.

Son las seis y media. Llegamos a una estación. No la reconozco. El estudiante se pega al cristal. Mira su reloj, mira a la chica, le dice Virginia, esto va con retraso, media hora por lo menos. Virginia se despierta. Solo tiene un pendiente en la oreja izquierda. Asiente medio dormida y cambia de postura, ahora no veo los cinco pendientes de la oreja derecha.

Página 54, abro el best seller.

“Ese día, Frank llegó el primero a casa. La puerta estaba cerrada con dos vueltas pero aún así gritó hola al entrar. Era una especie de ritual que venía de un par de años atrás. Fue una noche, a la salida del cine. Rose y él salían de ver una película de miedo y Rose estaba aterrorizada al entrar. Fue gritando hola por todas las habitaciones, hasta que se convenció de que nadie le aguardaba con un cuchillo detrás de una puerta. Puso en marcha el contestador, no tenía mensajes. Se aflojó la corbata y se quitó los zapatos sin desabrochar los cordones. Volvió a la cocina y abrió la nevera. Pensaba cocinar un consomé y un par de tortillas francesas para cuando volviera Rose”.

Mamá me hacía tortillas francesas cuando de pequeña tenía gripe.

No, no, no puedo haber cogido gripe. Me espera una semana de mucho trabajo, y tal y como va últimamente el bufete, a muerte por conseguir el ascenso… He oído rumores que me colocan en buena posición. Tengo que llamar al jefe para decirle que voy con media hora de retraso, que no voy a llegar a tiempo. Se lo va a tomar fatal. Mis rivales se frotarán las manos y empezarán a referir cosas; yo no puedo encargarme de eso, Elena ya tiene bastante trabajo acumulado…

Cambio de postura y marco el número del despacho. No cogen. Marco el número del móvil del jefe.

- ¿Sí?

- ¿Miguel?

- ¿Sí?

Soy Elena. Voy en tren, pero llega con retraso, no voy a ser puntual. De todas maneras, en cuanto llegue cojo un taxi y en cinco minutos estoy en el despacho.

- ¿Qué? Casi no te oigo. ¿Dónde estás?

- En el tren, digo que llegaré un poco más tarde porque esto lleva retraso.

- ¿Qué?

Que no voy a lle…

- Ya te he oído. No puedes llegar más tarde, apáñatelas como puedas porque tienes que estar aquí a las ocho en punto.

- Te repito que esto lleva retraso.

- Me da igual que lleve retraso.

- Pero es que no podré estar allí, ¿me entiendes? ¿Miguel? ¿Miguel?

Se ha cortado o me ha colgado. Mierda. No llegaré. Me encuentro mal. Me toco la frente pero no sé si tengo fiebre. Así me la tocaba mamá, si estaba enferma notaba como un escalofrío, su mano helada y mi cara ardiendo de gripe. Pero ahora no noto nada.

“¿Has hecho ya la compra? Falta queso y jamón york. Si no, no puedo hacer los bocadillos mañana. Rose parecía enfadada o cansada o tal vez las dos cosas. Se acercó hasta la ventana…”. ¿A qué viene esto? No me suena. Estoy en la página 59. Debo haber pasado páginas sin enterarme. Vuelvo a la 54 y doblo la esquina. Ya seguiré en el próximo viaje en tren. El dolor de cabeza no me deja concentrarme. Estoy nerviosa por el retraso. Y harta porque tengo más frío. En realidad no es para tanto. Tengo 26 años, soy joven. ¿Por qué pienso esto?

Miro por la ventana, estamos pasando por un túnel. No distingo nada más que el reflejo de los pasajeros del otro lado del pasillo. Hay un hombre que hasta ahora no había visto. Parece atractivo. Tiene un jersey gris de cuello alto. Me fijo unos segundos en el novio de Virginia, que sigue pegado a la ventanilla (¿llevará así desde la última estación? ¿cuándo tendrá el examen de Mercantil?). Me hago la despistada y miro otra vez al hombre del jersey gris. Está apuntando algo en una agenda. Tiene calor, va remangado. Debe haber notado que le miraba, porque levanta la cabeza. Nos miramos un segundo. Los ojos parecen grises, pero quizá sea por el jersey: también pueden ser verdes o azules. ¿Cómo era lo que cantaba mamá? Ojos verdes son traidores…, así empezaba la canción, pero no recuerdo más.

Vuelvo a mirar al chico de enfrente, que ahora subraya el libro de texto. Y de nuevo por la ventana, mientras reprimo un bostezo.

Teresa. Mi única hermana. Apenas he pensado en ella en un año… sufriría si le pasara algo malo, pero… apenas nos conocemos, o sí, pero nunca hemos confiado mucho la una en la otra. Lo he pensado en el entierro. Estábamos una al lado de otra, distantes de los demás, sin padres, ni abuelos, ni tíos. Teresa y yo, ahora las dos mayores. Allí solas y sin decirnos nada. Teresa es llorona, siempre lo fue, pero ya nunca llora si estoy yo delante. Ella y su marido me acompañaron a la estación. Me dio dos besos, ni siquiera nos abrazamos. Fue una despedida fría como una estación de tren en enero. Ojalá me tuviera rencor, pero no es eso. Me tiene indiferencia, hace mucho como si no le importara. ¿Es eso, realmente? No lo sé.

El tren llega a alguna ciudad, hay más luz fuera. Durante unos kilómetros la autopista está trazada en paralelo a la vía. Veo desde cerca los coches a los que adelantamos. Uno blanco, matrícula de Zaragoza, ocupado por una mujer. Conduce concentrada, mirando al frente. Más adelante, un Mercedes oscuro, matrícula de Madrid. El conductor va sonriendo. A su lado una mujer duerme tapada hasta el cuello con una manta. Detrás de ella una niña rubia mira por la ventana y saluda al tren, luego llama la atención de sus padres. Su madre se despierta. Entonces la carretera se eleva o la vía desciende, un terraplén en medio me impide seguir viéndolos.

De pequeña me gustaba viajar de noche. Jugábamos a acertar las provincias a las que pertenecían los coches. A, es Alicante; V, Valencia; CS, Castellón… ¿cuándo llegamos?… En seguida, en seguida… Teresa se mareaba cada dos por tres: papá no sabía cómo conducir para que no vomitara, mamá se inventaba juegos para distraerla… mi niña, si ya llegamos. Respira hondo, Elena, haz el favor de bajar la ventanilla para que respire aunque tengas un poco de frío… Como en casa, como siempre: papá y yo; mamá y ella. Papá enseñándome carreteras, atajos, rutas de montaña; me llevaba al fútbol y a pescar. Mamá cantando y peinando a Teresa, cosiendo vestidos para sus muñecas.

¿Cuánto tiempo hace de esto? ¿Ha pasado alguna vez?.

El tren ahora va más despacio, el chico de en frente se ha puesto de pié y recoge rápidamente. Sacude a Virginia.

- Vir, venga, que no lleva retraso, que ya llegamos. ¡Virginia!

Virginia tarda unos segundos en espabilar, se restriega los ojos, se pone en pié y coge del altillo una bolsa roja de deporte.

Miro al tipo del jersey gris que ahora se baja las mangas. No me importaría que me abrazara, sino fuera a preguntar cómo te llamas o cuántos años tienes. Si solo me abrazara, y Virginia y su novio no miraran al pasar, como yo a la familia del coche. Y luego bajarnos cada uno en una estación.

¿Por qué pienso tonterías?

El tren arranca despacio, despacio. En la estación, Virginia besa a una señora de mediana edad. Tienen el pelo del mismo color, castaño rojizo. Su novio estrecha la mano de un hombre alto y serio. Parece una bienvenida tan seca como mi despedida. Cualquiera sabe qué historia tendrán esos dos.

Cuando papá murió tardé en volver a casa. Teresa nunca me preguntaba nada; para ella soy solo esa parte que aparento: irónica y práctica y eficaz. Pero tendría que haber sabido que yo también soy la hija de Ángel y Amparo, la nieta de Matías el conserje, que yo también lloro, vomito y tengo fiebre, y que ella es mi hermana mayor. Después fui yo quien la dejó sola, periodos largos entre visitas de no me siento porque tengo prisa.

Queda media hora para llegar y no, el tren no lleva retraso. Pero creo que voy a llamar a Miguel y a inventarme que no me da tiempo y que estoy enferma, con 40 de fiebre. Que se las apañen sin mí. Y después de llamar a Miguel llamaré a Teresa, aunque no sé qué le voy a decir, ni si, tan tarde, servirá de algo.


Premio de Relatos (para menores de 30 años) Villa de Periana, 2004.