Mar, amarte y muerte está escrita desde una vertiente filosófica pesimista. Pensadores como Emil Cioran, Albert Camus y Shopenhauer están presentes en las ideas principales de este libro. Aquí no encontrarás respuestas fáciles y triviales pero sí encontrarás preguntas que verdaderamente incomodan.
“A esa parte de ti que, sin saberlo, pronto comenzará a odiarme.”
¿Qué significado tiene la obra para el autor?
Laobra es un viaje. Un viaje hacia el interior de uno mismo. No es ningún viaje de placer. Es una reflexión. Una introspección, en la que si tienes la osadía de sumergirte, como el autor invita a hacerlo a través de la lectura, recorrerás parajes oscuros cargados de dolor. Nietzsche lo expresa de la siguiente manera en su libro “Así habló Zaratustra” (un libro que todos en algún momento deberíamos haber leído al menos una vez) en el capítulo: <<De la visión y el enigma>> y con esa cita comienza Mar, Amarte y Muerte.
“A vosotros, los osados buscadores y rastreadores, y a quienquiera que se haya embarcado alguna vez con velas sagaces en mares terribles…”
El libro “busca” en ese mar terrible, en ese preguntar. Harto y cansado de contemplar su superficie, el autor se sumerge en lo profundo en busca de nuevas verdades. Podría pasarse toda una vida viendo su azul, sintiendo su sal, surfeando sus olas… pero es en el fondo donde se encuentra la vida. Ese sumergirse, es hundirse en uno mismo… es hacer uso del pensamiento crítico, de la reflexión, del pensar. “Pensamiento crítico” que retomaremos más adelante.
Pero antes, tengo que recordar la famosa obra de Óscar Wilde, “El retrato de Dorian Grey” donde el protagonista siente una obsesión por la belleza, la apariencia y el placer. (Todos deberíamos haber leído en algún momento <<El retrato de Dorian Grey>>). La belleza, los placeres, las apariencias, los filtros, son fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos hoy en día. Todos. Todos tenemos un retrato escondido en alguna parte de un trastero abandonado, tapado con viejos trapos, oculto a miradas ajenas. Mientras el rostro del viejo Dorian permanecía joven y bello, el cuadro era fiel reflejo de lo que realmente se había convertido. Mar, amarte y muerte es un “destapar”. Es dirigir la mirada a ese cuadro que tenemos enterrado, aún sabiendo que se nos puede torcer el alma al contemplar, con nuestros propios ojos, aquello en lo que realmente nos hemos convertido.
Fragmento de Mar, amarte y muerte
¿Qué encontraremos en ese buscar, en ese hundirnos? Para ello tenemos que pensar (nos), reflexionar (nos) y para hacerlo tenemos que disponer de tiempo. Filosofar, reflexionar requiere de mucho tiempo. Para ello lo primero que necesitamos es tener las necesidades básicas cubiertas. Los antiguos filósofos, eran filósofos porque tenían el tiempo para hacerlo y por que disponían de los recursos suficientes para utilizar ese tiempo. Salvo Epicteto no recuerdo ningún otro filósofo esclavo de la era socrática. Pero hoy, aún teniendo las necesidades básicas cubiertas, no tenemos ese tiempo. Corremos contra el reloj en una carrera que no ganaremos. Ese pensamiento crítico del que estamos hablando desde el inicio, siento que es ¡tan necesario! Pero la pregunta es… ¿sigue vivo?
Yo pienso que sí, que sigue vivo, pero narcotizado. Y tenemos que ser prudentes ya que hoy en día es más fácil que nunca “apagar la llama”. Hablo de “llama”, porque el pensar de forma crítica, utilizando la lógica, evaluando los razonamientos y sus consistencias siempre es una luz en medio de toda la oscuridad que nos rodea. Y digo que es más fácil “apagar” esa llama porque todos disponemos de la herramienta para hacerlo. Un aparato perfecto que actúa sobre nuestras mentes, nos hipnotiza y nos debilita a base de pildorazos de información, convirtiéndonos en adictos de los datos. El smartphone, el teléfono. ¿Cuánto daño está haciendo y cuándo seremos capaces de evaluarlo? Su uso excesivo y desmesurado y la facilidad con la que llega a nosotros cualquier tipo de información, queramos o no, va modificando nuestro modo de ser, nuestro modo de estar en el mundo. Ataca directamente a nuestros deseos y pasiones, a nuestra forma de ver la justicia, la belleza incluso la realidad que nos rodea. El uso del pensamiento crítico requiere de energía y esfuerzo. Pensar es un trabajo arduo y la sociedad cansada en la que vivimos no tiene tiempo para evaluar todo el exceso de información que le llega. Aún así, como dije al principio, pienso que sigue vivo, que todavía hay esperanzas para avivar la llama y que la única forma que perviva es a través de una comunidad unida capaz de crear un fuego en masa, una luz que ni el mismísimo Zeus pudiera ignorar.
Pero vivimos cansados, acelerados y atomizados en esta sociedad que nos oprime continuamente para ser cada vez más productivos y eficientes al mismo tiempo que participamos en este consumismo que según mi punto de vista se ha vuelto salvaje. ¿Hay algo que hoy no pueda comprar el dinero? El sistema es inteligente, el sistema se autorregula, el sistema no necesita personas que piensen, solo necesita mano de obra. Mano de obra cansada, que no tenga tiempo para ejercer una labor crítica y racional del pensamiento. Por eso nos convertimos en piezas de un engranaje, piezas fácilmente intercambiables, codificados numéricamente. Me da la impresión que el reconocimiento y la empatía se desvanecen. Que todo se tecnifica y protocolariza mientras el espíritu y la esencia humana se pierden.
Esta reflexión la encontramos en mar, amarte y muerte a través de la figura del camello como ya la expresara Nietzsche en el capítulo: <<De las tres transformaciones>> del Zaratustra. “Soy el camello que se alegra, incluso se enorgullece de su fortaleza por ser capaz de soportar su carga a través del desierto y que muy gustosamente se arrodilla para que lo carguen bien.”
Fragmento de Mar, amarte y muerte
Sin esperanzas. Una de las ideas principales de la obra. Una crítica que no deja de ser un pensamiento reflexivo por parte del autor con el que no tenéis por qué estar de acuerdo. Hoy hemos sustituido esa esperanza por un optimismo exacerbado. Ser pesimista está mal visto. Como dirían algunos <<solo quiero gente optimista a mi alrededor>>. Pienso que ese pequeño cambio, ese matiz, elimina el disentir de la ecuación transformándolo en resiliencia. (Odio la palabra resiliencia). Cuando lo que realmente importa en esta vida va “bien”: la salud, la familia, la economía, el trabajo, la paz… es fácil ser optimista ante cualquier problema y pensar que todo irá mejor por tan solo el hecho de pensarlo. Y ahora voy a decir algo con lo que quizás no estéis de acuerdo, pero pregunto: y aquellos que no tienen salud, que han perdido la familia, que no tienen dinero, que no encuentran trabajo, que viven en guerra… ¿tienen que ser optimistas? ¿No te vuelve conservador? Los oprimidos, los insatisfechos, los sometidos, los pesimistas, aquellos que son capaces de ver la realidad con una mirada crítica, tienen que tener las esperanzas de que aquello que no debería de ser, que no debería estar sucediendo… dará paso a una situación mejor. No podemos eludir a través del optimismo la desigualdad y el conflicto, la pobreza y la explotación. Eliminemos la esperanza y no habrá futuro, tan solo resignación. Y entiendo que de lo que trata la vida, es que en la medida de lo posible, dejemos este mundo mejor de lo que estaba cuando vinimos.
Encontrar el equilibrio se vuelve un imposible y sin embargo es tan necesario. Perder la esperanza es dejar de mirar el horizonte para mirarnos el propio ombligo y en definitiva volvernos irresponsables con respecto al mundo. Nos perdemos. Caminar, trabajar, descansar, amar, viajar, consumir, disfrutar… todo en modo automático. Nos perdemos y por más que intentamos llenarnos con excesos, más vacíos nos sentimos. Y entonces aparece la angustia y la ansiedad… por no estar a la altura de aquello que se nos exige. Y los gusanos siempre están al acecho, los gurús, los coaching, los libros de auto-ayuda… todos tienen la solución a nuestros males… pero “paga” por favor.
Fragmento de Mar, amarte y muerte
Cada vez tenemos más libros que leer, más series y películas para ver, más viajes que emprender, más parejas por conocer, más “cosas” por comprar y así la lista se va haciendo interminable ocupando (nos) varias vidas. Y en ese mantener (nos) ocupados en la cultura del placer, del disfrute y del ocio nos olvidamos de las cuestiones principales. Nos olvidamos que, a pesar de la apología a la individualidad, la independencia y emancipación del ser humano con la que continuamente nos están machacando, somos seres inter dependientes, que vivimos en un contexto determinado y que nuestros pensamientos, nuestra forma de actuar y nuestro modo de ser en el mundo está estrechamente relacionado con “el otro”. El otro, que se degrada hasta tal punto de verlo como un auténtico competidor en una batalla en la que solo hay un ganador: el mercado.
Llegado este punto, recuerdo la obra de Daniel Defoe “Robinson Crusoe”, donde un marinero intrépido vivió veintiocho años en una isla desierta. Y solo voy a decir una cosa, para mí, el verdadero paraíso para Robinson Crusoe no era la isla, era Viernes. Y es que no podemos vivir sin el otro.
En Mar, amarte y muerte, el horizonte que debería estar cargado de esperanzas, es sustituido de forma radical por la muerte. Muerte deshumanizada que ha dejado de formar parte de la vida, muerte mercantilizada, consumida y comercializada. La muerte ha dejado de “verse” y con la pérdida de los rituales la hemos alejado hacia ese horizonte inalcanzable. Está allí a lo lejos y por más que avanzamos hacia ella, allí sigue en la lejanía, como si nunca nos fuera a alcanzar. Se nos hace extraña. Pero ese no es el lugar de la muerte, la muerte siempre cae desde arriba. Solo nos interesa cuando nos toca desde muy cerca. El velo, el duelo, el pésame, el luto como parte de ese ritual se nos vuelven extraños, incómodos, sin sentido ya que no hay tiempo para la muerte en el tiempo productivo.
La concepción de la muerte a lo largo de la historia ha ido cambiando hasta llegar al punto en el que estamos de hacerla desaparecer. No nos interesa y con ese gesto despreciamos la vida pensando tan solo en vivir en un eterno presente. Solo podemos entonces, disfrutar, consumir, gastar (nos) como si no hubiera un mañana. No hay futuro. ¿Dejar huella? Qué mejor huella que dejar este mundo mejor de lo que estaba. Los rituales conseguían frenarnos en este mundo acelerado, conseguían dirigir nuestra atención y mirada al otro, que compartiéramos su dolor. Pero los ritos se pierden como si la muerte ya estuviera superada. Y cuanto más alejados del otro estamos… más necesidad de afecto y vínculo precisamos.
Pérdida de los ritos funerarios
Fragmento de Mar, amarte y muerte
Para despedirme y dar paso a vuestra voz voy a leer dos pequeños fragmentos de los dos libros que me acompañan hoy: “Diálogos” de Platón y “Pensar diferente” de Diego Fusaro.
Discurso de Aristófanes: <<Por fin, después de largas reflexiones, y de tener en cuenta que si los hombres dejaban de existir del mismo modo desaparecerían el culto y los sacrificios que aquellos les tributaban, se expresó Zeus en estos términos: Creo haber encontrado un medio de conservar a los hombres y de tenerlos reprimidos, y es disminuir sus fuerzas. Los separaré en dos y así los debilitaré y al mismo tiempo tendremos la ventaja de aumentar el número de los que nos sirvan: andarán derechos sostenidos solamente por dos piernas, y si después de este castigo conservan su impía audacia y no quieren estar tranquilos, los separaré de nuevo y se verán obligados a andar sobre un pie solo, como los que en las fiestas en honor de Dionisio bailan sobre un pellejo de vino.>>
El ideal de referencia ya no es el de la <<ciudad del futuro>> de Gramsci, redimida de las miserias del presente, un lugar común de humanidad donde pueda finalmente resplandecer una grandeza solidaria y donde todos sean igualmente libres. El único horizonte emancipatorio que el tiempo de los últimos hombres puede permitirse coincide con el individuo soberano, monádico y aislado en sí mismo portador de derechos individuales y carente de todo derecho social, sin ningún vínculo excepto las cadenas que lo mantienen atado al circuito del intercambio y del consumo, de la producción fin en sí misma y del crecimiento ilimitado. “Diego Fusaro”
Muchas gracias por haberme escuchado y por haber compartido vuestro tiempo conmigo. Dicen que a los escritores nos encanta vender nuestro libro y que nos cuesta mucho escuchar las vidas ajenas, pero yo he venido hoy aquí a escucharos, así que dialoguemos.