Aceituneros que trabajaban a jornal, destajo, medianía o intercambio de peonadas.
ESPERANDO LA COSECHA. Las eras que habían tenido una actividad frenética descansaban hasta el próximo agosto, las más cercanas al pueblo volvían a ser utilizadas por los niños para jugar al fútbol. El cereal dormía en los atrojes y la paja en los pajares. La cosecha del melocotón, mayoritariamente comprada por “los murcianos”, antes de la famosa corrida, formaba parte del pasado. Los de “Barcelona y Alemania”, es decir, los hijos de Periana que se ganaban el pan y la sal lejos de sus lares y pasaban sus vacaciones en el pueblo que los vio nacer, estaban de vuelta en los lugares donde residían. Los riegos se daban por terminados. Los niños, como todos los años, volvían a la escuela el 15 de septiembre. Universitarios, bachilleres y aprendices regresaban a los sititos donde estudiaban. Los braceros, mayoritariamente, estaban parados. Y todo el pueblo, sin distinción de clases, se encomendaba a San Isidro para que una lluvia calaera cayera en el campo, propiciando que la venidera cosecha de aceitunas fuese buena y no sucediera algo similar a lo acontecido el:
JUEVES 6 DE OCTUBRE DE 1910
Copiada textualmente de la prensa.
A las 10´45 de la noche descargó sobre Periana una tormenta horrorosa, con lluvias torrenciales y granizo, durando tres horas y causando gran pánico en el vecindario. Fueron muchas las casas inundadas, derrumbándose una por efecto de una chispa eléctrica. Se considera totalmente pérdida la cosecha de aceitunas llevando a la miseria a muchos vecinos del pueblo.
La recogida de la aceituna de antaño, la que yo conocí y viví en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, poco tiene que ver con la actual. En aquellos tiempos las jornadas de trabajo empezaban muy temprano, y terminaban poco antes de anochecer, se trabajaba, de sol a sol. Con el astro rey aún por salir, los días son cortos y hay que aprovecharlos al máximo, cuadrillas de aceituneros con las varas al hombro, la espuerta bajo el brazo o cargada a las espaldas con una tomiza de esparto, por la Calle Las Monjas, La Cruz, El Carrascal, La Quinta, El Barrihumo o La Lomilleja, se dirigían andando hacía el tajo. Algunos tardaban más de una hora en llegar a su destino. Hoy, afortunadamente, se desplazan en coche y el vareo como la recogida se está mecanizando, aliviando su duro trabajo.
HOMBRES. Los vareadores, la mayoría con un lingotazo de aguardiente o coñac en el cuerpo para ahuyentar el frío, tomado en sus casas, “El Alambique” las tabernas de Miguelito “Tapaeras” o Fernando de la Inés, con el clarear del día son los primeros en llegar al olivar y se produce el ritual cotidiano: rápidamente cuelgan la talega donde llevan el pan y alguna vitualla para acompañar a la comunal ensaladilla en la rama de algún olivo ya recolectado, se quitan la chaqueta o pelliza, algunos se colocan muñequeras, y con un cigarrillo en los labios, que seguramente no será el primero ni el último del día, inspeccionan el olivo a varear y sin pérdida de tiempo comienza la faena. Con fuerza y tacto para dañar lo menos posible los olivos, golpean sus ramas y comienza la lluvia de aceitunas. ¡Da gusto verlas caer saltarinas y juguetonas! Una vez derribadas todas las que se pueden alcanzar desde el suelo con las varas pequeña, mediana y grande, llamada maestra, comienza lo más duro de su quehacer: trepando con una agilidad similar a la de las ardillas, suben al olivo con la vara a cuestas y rematan la faena, llegando a las ramas que parecen inalcanzables, dejándolo más pelado que la cabeza de un recluta en su primer día de cuartel. Recuerdo haber leído que el olivo es un árbol pequeño y desgarbado, la persona que escribió tal definición no conoce los olivos milenarios y centenarios de Periana, grandiosas catedrales en belleza y proporción. El trabajo de vareador es duro, muy duro y los primeros días, según me han comentado algunos de ellos, terminabas tan cansado que ni te puedes dar la vuelta en la cama cuando te dejas caer, poco a poco el cuerpo se acostumbra y aguanta temporadas de hasta cinco meses vareando todos los días de la semana, incluidas las fiestas de guardar, solamente la lluvia provocaba el obligado e indeseado descanso.
Mujeres recogiendo aceitunas en espuerta de esparto.
MUJERES. Las mujeres casadas y las solteras que llevan una casa adelante, son las heroínas de la recogida de aceitunas. Anoche se acostaron a las tantas y antes de salir para el tajo llevan muchas horas levantadas y trabajadas: habrán realizado la colada en los lavaderos de La Cruz o Las Pilas, acarreado agua de La Fuente, dejado el puchero cocido para la cena, preparado el desayuno para el marido, hijos, padre y hermanos, la casa arreglada y salen de ella a todo correr con el estómago vacío o un pedazo de pan aceitado en la mano para comérselo mientras caminan hacia el trabajo. Llegadas al tajo, sacan de la espuerta la talega, la colocan en el olivo donde se encuentra las de los vareadores, se quitan algunas prendas de vestir para ponerse otras, se arrodillan y arrecías de frío comienzan a recoger aceitunas negras, verdes o moradas; redondas, puntiagudas u ovaladas; perfectas y destripadas; gordas y pasas; del suelo limpio o poblado de pinchos; de entre las piedras y sacadas del barro. Periodos de habla y largos silencios. Risas y alguna carcajada. Espuerta llena. Espuerta vaciada en el saco. Vamos por otra.
Cuadrilla de jóvenes aceituneros.
NIÑOS. Los niños, las leyes de protección a la infancia tardarían bastante en llegar, eran las víctimas inocentes de la recogida de aceitunas. Algunos faltaban a la escuela hasta cinco meses, dejaban de ir en el mes de octubre y no volvían hasta marzo. Miento, cuando llovía nuestras madres nos mandaban al colegio, donde te encontrabas más perdido que el barco del arroz, y cumplidos los 13 años, al volver del campo, algunos íbamos a la escuela de noche de don José Toledo Molina “Pepito El Malagueño”, al que estaré eternamente agradecido, su buen hacer propició que pudiese estudiar pasados los 14 años.
En esta imagen aparecen pequeños portando sus pequeñas espuertas de esparto, podemos entender por sus ropas que iban a recoger los primeros suelos a principios del mes de septiembre.
LUNES 11 DE FEBRERO DE 1991
La Delegación Provincial de Educación y Ciencia y el Ayuntamiento de Periana firmaron un convenio para reducir el absentismo escolar durante la recogida de la aceituna. Los beneficiados serían 40 escolares que recibirían becas de transporte y comedor, siendo la cantidad asignada para ello de 4.826.000 pesetas.
Moraditos de frío, con sabañones en las orejas, las manos, los pies, el alma y el corazón, la nariz enrojecida y gotosa que los más afortunados llevaban liada en una bufanda o pasamontañas, iban diariamente a las aceitunas.
La máxima aspiración de un niño aceitunero era subir de categoría. Le pedíamos a nuestros padres que nos enseñaran y dejaran varear. Y envidiábamos a aquellos que algo mayores, presumían de serlo. Qué suerte tienen, pensábamos y comentábamos, hacen un trabajo más fácil (eso suponíamos) y cobran más.
COMIDA. La comida es el único descanso de la agotadora jornada laboral. Si los aceituneros van a jornal, según los usos y costumbres laborales, los patronos aportan los avíos que se transportan en un canasto para elaborar la ensaladilla comunal: aceite, vinagre, sal, tomates, naranjas, cebolla, rábanos, aceitunas, que se come en grupo, todos del mismo plato. En lo referente al pan para mojar, cada uno lleva el suyo. La mayoría la acompaña con una arenca y los más afortunados con un cacho de morcilla o tocino. Poco dura el ágape y vuelta al trabajo.
ACONTECERES ACEITUNEROS. A las nuevas generaciones le costará trabajo creerlo, pero el tocar de las campanas de la iglesia era el reloj comunal de la mayoría de la gente del pueblo en aquellos tiempos, por el toque se sabía la hora en que vivías. Si la memoria no me falla tocaba tres veces al día: las siete de la mañana, las doce del mediodía y las tres de la tarde, de ello se encargaba la familia Salazar Sánchez, conocidos en el pueblo como “Los Sacristanes”. La última de la saga fue Eugenia, persona muy querida en Periana, fallecida el 8 de noviembre de 2012. Los tres toques orientaban a los aceituneros: el de la siete les comunicaba a los perezosos, que aún permanecían en la cama, que era hora de levantarse; el de las doce anunciaba que se acercaba la hora de comer, normalmente se hacía sobre la una; y el de las tres que estaba próxima la hora de dar de mano.
En mi casa no tuvimos reloj hasta el año 1961, fue un despertador marca Cid, que mis padres, Manolo “Calayo” y María Dolores “Mata”, compraron a Paco “Los Cuadros” que tenía su almacén-oficina en la Posada de Arranquina, para pagar a plazos. Los mayores no necesitaban reloj, mirando al sol sabían con exactitud la hora que era.
Reloj despertador que los padres del autor de este escrito, compraron a Paco “Los Cuadros” y pagaron a plazos.
Cuando amanecía muy nublado los aceituneros miraban al cielo y se preguntaban ¿salimos o no? Normalmente se salía, y la lluvia, otras veces rogada y deseada, se maldecía y odiaba. Las cuadrillas volvían al pueblo por caminos llenos de charcos y barrizales. Las mujeres previsoras cubiertas por paraguas, los hombres y niños con un saco convertido en capucha que colgaba por la espalda, se doblaba a lo largo y se remetía un pico con el otro. La gente camina cansada y enfadada con ganas de llegar a sus casas, se han puesto chorreando y han perdido un día de trabajo. El calzado y la ropa se pone a secar. Tienen que servir para mañana.
Las aceitunas se transportaban a las almazaras a lomos de mulos y borricos, los grandes y medianos propietarios de tierras tenían su yunta, los pequeños recurrían a los arrieros para que las acercaran con sus bestias, mayoritariamente borricos. En Periana había sagas de arrieros: “Barrosos”, “Cenizos”, “Colás”, “Colodras”, “Frías”, “Jeromos”, “Juncos”, “Malagas”, “Moyeros”, “Mellizos”, “Perdigones”, “Rosquilleros”, “Varetas”.
DOMINGO 19 DE DICIEMBRE DE 1954
Se publicó en el B.O.P. las almazaras de Periana autorizadas para molturar aceitunas en la campaña 1954/55.
1.- Nacle, Clavero y Molina.
2.- José Pascual Godoy.
3.- Antonio Pérez Guerrero.
4.- Antonio Mateos Montiel.
5.- Francisco Guerrero Larrubia.
6.- Antonio Arrebola Díaz.
7.- Enrique Larrubia Sarrión.
8.- Francisco Moreno Carrera.
9.- Manuel Núñez Moreno
VIERNES 14 DE DICIEMBRE DE 1962
Por la Comisaría General de Abastecimiento y Transportes, Delegación Provincial de Málaga, dependiente del Ministerio de Comercio, fueron autorizadas para molturar aceitunas en Periana durante la campaña 1962-63 las siguientes almazaras:
Carmelo Martínez Infantes
Nacle, Clavero y Molina
Antonio Pascual Toledo
Cooperativa Sindical San Isidro
FORMAS DE PAGO. Al principio de este escrito he referido que los aceituneros podían ir a jornal, por cuenta, medianía o intercambio de trabajo, vamos a especificarlo.
JORNAL: Los grandes propietarios o el manijero que trabajaba para ellos, contrataban a vareadores y aceituneras para recoger la cosecha y cobraban por día trabajado. También podía suceder que el propietario de las tierras recogía la cosecha junto a su familia, pero en ocasiones, recurrían a vareadores y aceituneras para que les echaran una mano.
A DESTAJO: El propietario acuerda la recogida de aceitunas por un tanto alzado, es decir, el dinero que reciben los aceituneros depende de los kilos que se recojan. Normalmente se hacía con familias muy numerosas.
MEDIANIA: El propietario de las tierras las cede a alguien que realiza todas las faenas y la cosecha se reparte al 50 por ciento. Este proceder era más frecuente con los cereales.
INTERCAMBIO: El propietario de olivos que tenía yunta se pone de acuerdo con otro que no tiene e intercambian días de arada por días de vareo y recogida de aceitunas.
El precio por trabajar a jornal y destajo estaba regulado por Ley:
LUNES 27 DE NOVIEMBRE DE 1939
La Delegación Provincial de Trabajo notificó al Ayuntamiento de Periana los salarios que debían de regir en la campaña de la recolección de aceitunas.
Recolección de aceituna a jornal:
Salario del hombre, 7,50 pesetas.
Salario de las mujeres y de los menores de 16 a 18 años, el 80 por ciento del jornal del hombre.
Salario de los menores, de 14 a 16 años, el 50 por ciento del jornal del hombre.
Recogida de aceitunas a destajo:
En olivares limpios y sin arar, kilo, 0,06 pesetas.
En olivares sin limpiar, kilo, 0,07 pesetas.
En olivares sin limpiar ni arar, kilo, 0,08 pesetas.
Cuadrilla de aceituneros de Periana del año 1948.
MARTES 5 DE DICIEMBRE DE 1950
La Delegación Provincial de Trabajo fijó los siguientes precios para la recogida de aceitunas en la provincia de Málaga.
A VAREO:
Olivares limpios y arados, 0´21 pesetas kilo.
Olivares no limpios ni arados, 0´23 pesetas kilo.
Cuando los obreros tengan la obligación de coger los suelos, o como vulgarmente se dice, solear previamente por besanas, los precios anteriores sufrirán un aumento de un céntimo en kilo, liquidándose este aumento sobre la totalidad de las aceitunas recogidas en la besana.
A ORDEÑO:
Olivares limpios y arados, 0´23 pesetas kilo.
Olivares no limpios ni arados, 0´25 pesetas kilo.
En los precios de destajo más arriba indicados, se hallan incluidos los tantos por cientos correspondientes a domingos, fiestas no recuperables, vacaciones, gratificaciones de Navidad y 18 de Julio, así como el 25 % del plus de carestía de vida, dispuesto por Orden de este Ministerio e insertado en el Boletín Oficial del Estado de 3 de agosto último.
No se encuentran en cambio incluidos los derechos que al trabajador puedan corresponderle, en razón al camino recorrido desde el poblado a tajo, y los cuales les serán abonados con arreglo a lo dispuesto en la reglamentación agrícola de esta provincia.
TEMPORADA 1962/63
Vareadores: 65 pesetas diarias, jornada completa de trabajo.
Recogida: Mujeres, 32 pesetas diarias, jornada completa de trabajo; menores, 32 pesetas diarias, jornada completa de trabajo.
Pero a veces, muchas veces, lo estipulado no se respetaba y pasó lo que tenía que pasar:
JUEVES 18 DE ENERO DE 1962
Copiada textualmente de la prensa.
SANCIONES GUBERNATIVAS EN PERIANA
Ha llegado a conocimiento de este Gobierno Civil y ha sido debidamente comprobado, que en Periana se han incumplido el CONVENIO que regula las faenas de recolección de aceitunas. En dicho término, por parte de determinados vecinos, se ha dado con ello muestras de una conducta pública notoriamente antisocial y egoísta y se ha hecho omisión de los mínimos deberes que el Convenio contraído exige.
En su virtud, he acordado imponer a Francisco Molina Toledo, empresario de dicha villa y jefe de la Hermandad de Labradores, multa de DIEZ MIL PESETAS por tal conducta antisocial e infracción del artículo 2º de la vigente Ley de Orden Público, y también han sido sancionados veinte empresarios más de aquella población.
Todo ello sin perjuicio de las consecuencias que se deriven de las actas y propuestas de sanción formalizadas por la Inspección Provincial de Trabajo y de las medidas que sobre el particular han sido adoptadas por la Delegación Provincial de Sindicatos.
Lo que se hace público para general conocimiento.
Málaga, 17 de enero de 1962. El Gobernador civil.
Otros empresarios sancionados eran:
Multa de 3.000 pesetas a los señores: Francisco Moreno Carrera, Salvador Verdugo Ortigosa, Remedios Carrera Martín, José Perea Morales, Francisco Núñez Muñoz, María Gavilán Palomo, Antonio Arrebola Larrubia.
Multa de 1.000 pesetas a los señores: Francisco Toledo Molina, José Pascual Godoy, José Toledo Molina, José Núñez Núñez, Rafael Toledo Molina, Rafael Martín Jaime, Antonio Moreno Moreno, Miguel Rodríguez Martín, Isidro Raya Zorrilla, José Raya Zorrilla, Domingo Toledo Molina, y a Manuel Martín Núñez, Delegado local de la Organización Sindical por incumplimiento de su obligación y absoluta inhibición en estos hechos.
Este acontecer, insólito en Periana y pueblos de alrededores, dio mucho que hablar y comentar, incluso se compusieron unos versillos alusivos al mismo:
Por no cumplir el convenio
en Periana han denunciado
a veintiún olivareros
y buen parné han pagado.
Multaron a Paco Molina,
Arrebola y (continuaba con una retahíla rimada de todos los denunciados)
Se creían intocables.
Les cegó la ambición.
Robaban a los aceituneros.
La autoridad los pilló.
Aceituneros de Periana en Martos (Jaén), en el año 1967.
ACEITUNEROS FUERA DE SUS LARES. A las provincias olivareras de Jaén, Córdoba y Granada en la temporada de la aceituna, entre los fríos meses de noviembre a febrero, eran muchas las familias de Periana que acudían para trabajar a destajo en su recolección.
LUNES 15 DE ENERO DE 1979
La Unión General de Trabajadores (UGT) celebró reunión de afiliados en Periana a la que asistieron Ramón Germinal Bernal Soto, secretario general de Málaga, y Vicente García, secretario de relaciones sindicales, miembros ambos del comité ejecutivo provincial. En el transcurso de la misma se denunció que más de 30 familias del pueblo se habían visto obligadas a emigrar a la provincia de Jaén para participar en la recogida de aceitunas, llevándose consigo a sus hijos menores de 13 años.
LUNES 27 DE MAYO DE 2019
Falleció, a los 93 años de edad, Francisco Molina Carrera, conocido por todo Periana como “Paco Catalino o de Las Avellanas”. Tenía 32 años cuando su vida dio un giro de 360 grados: regando de noche en El Algarrobal sufrió una caída, lesionándose la rodilla derecha. Pasó un año sin poder moverse en una cama del Hospital Marítimo de Torremolinos. De vuelta al pueblo, con la pierna rígida e imposibilitado para los trabajos que había realizado hasta entonces, al no quedarle pensión alguna y tener una familiar que mantener, comenzó a efectuar rifas, cogió una canasta y se puso a vender avellanas, montó un puesto de helados en la calle Jesús, convirtiéndose en un buscavidas incansable, no había feria, celebración o fiesta por los pueblos o pedanías cercanas, donde pudiera ganar una peseta que no acudiese. Siendo muchas las aceitunas que la familia Molina Molina, compuesta por el matrimonio y tres hijos, cogió, no sólo en Periana, sino también en Vélez, Lucena, Loja, Jaén… para poder salir adelante.
PAGAR LO FIADO ES SAGRADO. En aquellos tiempos las tiendas realizaban una meritoria labor social: dar fiado a sus vecinos. Propiciando que las penurias fueran más llevaderas y muchas familias pudieran salir adelante. En papeles de estraza o libretillas, los tenderos anotaban las cantidades adeudadas que, en ocasiones, llegaban a ser muy importantes; pero había una regla no escrita que todos cumplían a rajatabla: al cobrar lo ganado en las aceitunas, donde sacaban para malvivir casi todo el año, lo primero era pagar lo que se debía en las tiendas.
Si por fiar tengo amigos
y los pierdo por cobrar,
para evitarme enemigos
lo mejor es no fiar.
Eso es incierto en Periana
y se puede comprobar,
cobradas las aceitunas
lo primero es pagar.
COPLILLAS ACEITUNERAS. Para terminar este escrito con buen sabor de boca, voy a echar mano de algunas “coplillas aceituneras” foráneas. Casi todas hablan de amores de aceituna, es decir, de amores de temporada.
Tú cogiendo aceitunas,
yo vareando;
de ramita en ramita,
te voy mirando.
No te cases con viudo
que es olivo vareado;
y vas a sacar los pollos
que otra gallina ha dejado.
Eres mala aceitunera
y a todos los sitios vas,
más vale que huelas menos
y que cojas muchas más.
La aceituna en el olivo
si no se coge se pasa;
lo mismo te pasa a ti,
mocita si no te casas.
Aceitunera preciosa,
aceitunera bonita,
cuando me acerco a ti
todas las penas me quitas.
Cogiendo aceitunas,
se hacen las bodas.
Quien no va a la aceituna
no se enamora.
Los amores de la sierra
son amores de fortuna:
que te quiero, que te adoro,
mientras dure la aceituna.
El querer que te tuve
fue aceitunero,
se acabó la aceituna,
ya no te quiero.
Se acabó la aceituna,
regreso a mi lugar
y los amores se quedan
perdidos en el olivar.
Le decimos al encargado
y también al manijero
que se acuerde de nosotros
para el año venidero.
De quién es este cortijo,
con tantísimos balcones,
es de don …., (nombre del patrón)
que tiene muchos millones.
Es un tío malasombra
y bastante miserable,
que a los pobres aceituneros
los está matando de hambre.